Estar activo física y mentalmente retrasa el desarrollo de la demencia frontotemporal, incluso en personas cuyo perfil genético hace que el desarrollo eventual de la enfermedad sea prácticamente inevitable, según una nueva investigación realizada por científicos del Centro de memoria y Envejecimiento de la UC San Francisco (Estados Unidos).
Se trata de una enfermedad neurodegenerativa que puede alterar la personalidad, toma de decisiones, lenguaje o las habilidades de movimiento, y que generalmente comienza entre los 45 y 65 años. De hecho, es la forma más común de demencia en personas menores de 65 años y suele provocar la muerte en menos de 10 años.
Actualmente no hay medicamentos para tratarla, aunque se están realizando numerosos ensayos clínicos para la enfermedad. "Esta es una enfermedad devastadora sin buenos tratamientos médicos, pero nuestros resultados sugieren que incluso las personas con una predisposición genética a padecerla aún pueden tomar medidas para aumentar sus posibilidades de vivir una vida larga y productiva. Su destino puede no ser inamovible", han dicho los investigadores.
En este sentido, en el trabajo, publicado en la revista 'Alzheimer's & Dementia', los científicos han identificado mutaciones genéticas dominantes específicas que impulsan el desarrollo de la enfermedad en aproximadamente la mitad de estos casos. Pero incluso en estas personas, la enfermedad puede tener cursos y severidades muy diferentes.
"Nuestra hipótesis era que las actividades que las personas realizan cada día de sus vidas pueden contribuir a las trayectorias muy diferentes que vemos en la clínica, incluso cuándo se desarrolla la enfermedad y cómo progresa", han informado.
Por ello, para probar esta hipótesis estudiaron cómo las diferencias en el estilo de vida afectaron la progresión de la enfermedda en 105 personas con mutaciones genéticas dominantes y causantes de patología que en su mayoría eran asintomáticas o habían experimentado solo síntomas leves en las primeras etapas.
Todos los participantes se sometieron a escáneres de resonancia magnética iniciales para medir el grado de degeneración cerebral causada por la enfermedad, completaron pruebas de pensamiento y memoria e informaron sobre sus niveles actuales de actividad cognitiva y física en sus vidas diarias.
Al mismo tiempo, los miembros de su familia completaron evaluaciones sobre cómo era la vida que estaban llevando a cabo los participantes del estudio: administrando las finanzas, medicamentos o bañándose. Todas estas medidas se repitieron en las visitas anuales de seguimiento para rastrear la progresión a largo plazo de la enfermedad de los participantes.
De esta forma, los investigadores encontraron que el deterioro funcional, según lo evaluado por los miembros de la familia de los participantes, fue un 55 por ciento más lento en el 25 por ciento de los pacientes que estaban más activos, en comparación con el cinco por ciento que era inactivo.
Incluso entre los participantes cuyos escáneres cerebrales revelaron signos de atrofia, los participantes más activos mental y físicamente continuaron desempeñándose dos veces mejor que los participantes menos activos en las pruebas cognitivas. Estos resultados sugieren que los estilos de vida activos pueden retrasar los síntomas de la demencia frontotemporal familiar al proporcionar alguna forma de resistencia cognitiva a las consecuencias de la degeneración cerebral.