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Los claros y oscuros de la lógica rionegrina en la atención en adicciones, parece esconder una mirada punitiva, llevando a los pacientes a lograr la abstinencia cómo única meta posible, a fuerza de voluntad, para obtener una recuperación; pensando al consumo de sustancias como la problemática central en la vida del paciente. ¿Es posible romper con ese paradigma? ¿Qué pasa si el consumo cesa, pero no así los estresores externos? ¿Es posible que la ley cambie el foco?
Nuestra experiencia se centra en un modelo integral, donde la adicción es la punta de un iceberg, donde el tratamiento tenga un enfoque biopsicosocial, con una mirada más bien holística del individuo. La ley Nacional 26657 de Salud Mental, establece que las adicciones deberán abordarse como parte de las políticas de Salud Mental, garantizando los derechos del paciente.
Haremos un recorte, pensando en el Sistema de Salud Pública Rionegrina, desde la Ley provincial de Desmanicomialización (2440), la actual ley Nacional de Salud Mental (26657), los grupos GIA (Grupos Institucionales de Alcoholismo), hoy re-versionados a Grupos Institucionales de Adicciones, hasta la actualidad y los desafíos dentro del Dispositivo en el que Trabajamos en la Ciudad de Viedma, CISC – Centro de Integración Socio-Comunitario en Salud Mental y Adicciones.
En la actualidad, nos encontramos con estrategias pasadas, que no permiten abordar la totalidad de la problemática, la cual es compleja y dinámica.
Pensamos entonces, que el foco del tratamiento no debe centrase sólo en la abstención o en la reducción del daño, sino en algo más transversal en la vida del sujeto, respetando sus derechos, sus tiempos y abogando por la inserción social sobre la abstinencia. No tener como único horizonte el fin del consumo, sino trabajar sobre objetivos tangibles, concretos, que motiven a la persona a encontrar su propio camino a la cura, teniendo en cuenta la singularidad del sujeto.