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El caníbal alemán.

Autor/autores: Hugo Marietán
Fecha Publicación: 01/01/2004
Área temática: Personalidad, Trastornos de la Personalidad .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Para este caso utilizamos como fuente principal los artículos aparecidos en el diario La Nación por considerar que, a pesar de que son innumerables las fuentes internacionales, en casi todas se repite más o menos lo mismo, y, además es un material de fácil acceso a cualquier lector interesado.

Agregamos otras fuentes cuando aportan detalles nuevos. Al principio del artículo trascribimos textual la información periodística y luego realizamos un análisis especulativo basado exclusivamente en estas noticias.

Palabras clave: caníbal


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El caníbal alemán.

Hugo Marietán.

Médico psiquiatra (UBA), Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Director de la Revista Alcmeon (www. alcmeon. com. ar).  Argentina.

[2/2/2004]


Para este caso utilizamos como fuente principal los artículos aparecidos en el diario La Nación por considerar que, a pesar de que son innumerables las fuentes internacionales, en casi todas se repite más o menos lo mismo, y, además es un material de fácil acceso a cualquier lector interesado. Agregamos otras fuentes cuando aportan detalles nuevos. Al principio del artículo trascribimos textual la información periodística y luego realizamos un análisis especulativo basado exclusivamente en estas noticias.

Fuente: www. lanacion. com. ar

3 de diciembre de 2003

 


Comienza el juicio contra el hombre que confesó ser caníbal

El alemán Armin Meiwes, de 42 años, declaró haberse comido en parte a un individuo que conoció por Internet

BERLIN. - Armin Meiwes, quien confesó haberse comido en parte a un hombre al que conoció por Internet, declaró hoy en la primera sesión del juicio que se le sigue por asesinato que su interés por el canibalismo se remonta a su pubertad, cuando fantaseaba con comerse a compañeros de colegio.

Meiwes, un técnico informático de 42 años al que la prensa alemana bautizó como "el caníbal de Roteburgo", se mostró tranquilo y lúcido al describir ante la Audiencia Provincial de Kassel (centro del país) el origen de sus fantasías caníbales.

En su declaración, explicó que cuando tenía entre 8 y 12 años fantaseaba con descuartizar y comerse a compañeros de escuela que le gustaban, y mencionó como origen de esas fantasías el deseo frustrado de tener un hermano pequeño.
Mientras la acusación plantea un delito de asesinato con motivación sexual y perturbación del descanso de los muertos, la defensa habla de "homicidio por deseo" y apoya su argumentación en el testamento de la víctima, en el que declaró que se sometió voluntariamente al ritual caníbal.
La víctima, un ingeniero de 43 años que residía en Berlín, respondió a un anuncio del acusado en el que éste buscaba a hombres dispuestos a ser devorados, y viajó al domicilio de Meiwes, en la pequeña localidad de Roteburgo del Fulda.

 

 

Internet aportó pistas

Las autoridades dieron con la pista del supuesto caníbal gracias a la advertencia de un estudiante de la ciudad austríaca de Innsbruck quien, tras descubrir en Internet un anuncio en el que Meiwes buscaba a nuevas víctimas, avisó a la central de la Oficina Federal de lo Criminal (BKA), la policía criminal alemana.

En diciembre del pasado año, la policía registró el domicilio de Meiwes, un caserón del siglo XVIII donde vivía solo, ocupando unas pocas habitaciones tras la muerte de su madre, y encontraron cuatro bolsas de plástico con restos humanos en el congelador y varios huesos y un cráneo humano enterrados en el jardín.

Meiwes se entregó a la policía y confesó haber matado y descuartizado a su víctima, así como haber grabado todo el ritual con una cámara de video que se presentará como prueba en el juicio, que concluirá previsiblemente a finales del próximo mes de enero.

Las autoridades se incautaron en el citado caserón de dieciséis ordenadores personales, 221 discos duros y 307 videos de contenido relacionado con prácticas caníbales.

 

 

Una obsesión de su pubertad

Durante su pubertad vivió solo con su madre y se sentía abandonado, y para "crear" a ese hermano imaginario desarrolló ese tipo de fantasías, que le excitaban sexualmente, señaló.
"Rubio y delgado, ése hubiera sido el tipo", precisó al describir la clase de chico de sus fantasías.

El acusado agregó que películas de zombis e imágenes de mataderos de animales avivaron sus fantasías caníbales, y manifestó que "la idea la tenía, y así es como terminé haciéndolo".

La fiscalía considera el proceso como el primero de estas características en la historia penal internacional, pues presenta la particularidad de que el canibalismo no está tipificado específicamente como delito.

A pesar de que expertos judiciales estiman bastante elevado el riesgo de que Meiwes vuelva a cometer un crimen semejante, en caso de que le condene será difícil que se le someta a un internamiento de seguridad, porque no tiene precedentes penales.

Además, un informe psiquiátrico certifica que Meiwes domina plenamente sus facultades mentales, por lo que no podría aplicársele una condena de muchos años como las que cumplen en centros penitenciarios especiales los enfermos psíquicos.

 

BERLIN Escalofriantes detalles de un caso de canibalismo que conmociona a Alemania y que representa un desafío legal sin precedente en el país fueron revelados ayer, cuando Armin Meiwes contó de qué forma mató, descuartizó y se comió los restos de un hombre al que citó por Internet.

"Mi idea era que él se convirtiera en parte de mi cuerpo", dijo Meiwes, un especialista en computación de 42 años, al explicar ante un tribunal de Kassel qué lo impulsó a matar a Bernd Juergen Brandes. La víctima era un ingeniero berlinés un año mayor que él, que en marzo de 2001 respondió a un aviso en Internet que convocaba a "hombres jóvenes y robustos, de entre 18 y 30 años, para ser devorados".
Meiwes, bautizado por la prensa "el caníbal de Rotenburgo", insistió en que no hizo nada "en contra de la voluntad" de Brandes, cuyo pene habrían comido juntos.

El caso representa un enorme desafío legal, precisamente porque la víctima parece haber consentido el acto -lo que habría quedado demostrado en un video filmado por Meiwes, que será presentado como prueba el próximo lunes-, porque se certificó que domina plenamente sus facultades mentales y porque el canibalismo no está tipificado como delito en la jurisprudencia alemana.
La fiscalía acusa a Meiwes de "asesinato por placer" y de "perturbación de la paz de los muertos", por lo que podría ser condenado a una pena máxima de 15 años de prisión. Pero la defensa alega que se trató de un "homicidio a pedido", una forma de eutanasia que se castiga con penas de entre seis meses y cinco años.

 

 

"Era como comulgar"

Según la declaración de Meiwes, Brandes murió el 10 de marzo de 2001 en la buhardilla de la casa del acusado, en Rotenburgo, un pueblo ubicado a unos 40 kilómetros de Kassel. Antes de fallecer, la víctima ingirió 20 tabletas de somníferos y media botella de aguardiente. Luego, Meiwes le cortó el pene, que comieron juntos.

Meiwes agregó que degolló y descuartizó el cadáver del ingeniero 10 horas más tarde, cuando éste se desmayó por la abundante pérdida de sangre. Luego congeló unos 30 kilos de su carne -20 de los cuales comió durante las siguientes semanas- y enterró en el jardín sus huesos y su cráneo.
"Lo recordaba (a Brandes) en cada pedazo de carne que me comía. Era como comulgar", dijo Meiwes, y confesó que el descuartizamiento del cuerpo le causó "placer". Sin embargo, aseguró que "el momento de la muerte fue terrible". "Durante el acto sentí odio, rabia y felicidad a la vez -agregó-. Toda mi vida había deseado esto. "

Meiwes reveló que su interés por el canibalismo surgió cuando tenía entre 8 y 12 años y fantaseaba con comerse a compañeros de colegio. Recordó que entonces vivía solo con su madre y se sentía abandonado, y que la idea de tener un hermano pequeño lo obsesionaba -"alguien que fuera parte de mí", explicó-. Así, llegó a crear uno imaginario, al que llamaba Frank.

Por otra parte, Meiwes dijo que la idea de cortar un cuerpo humano lo excitaba sexualmente, y que para estimular sus fantasías miraba películas de zombis y de matanzas.
Meiwes dijo que comenzó a poner anuncios en Internet en busca de un hombre a quien matar a mediados de 2000, un año después de la muerte de su madre. Aseguró que recibió 430 respuestas y que hay "cientos, miles" de personas intentando satisfacer sus deseos de comer carne humana o de ser comidos.

Después de concretar su deseo, Meiwes se encontró con otros cinco hombres que habían respondido a sus anuncios en Internet. Según él, tres de ellos sólo querían participar en un "juego de rol", en los que se interpreta a víctimas y a victimarios. Otro quería ser decapitado, pero a Meiwes le parecía demasiado gordo y no le cayó simpático. Y el quinto desistió después de que el autor del aviso le advirtió que, si visitaba su casa, "ésa sería la última vez".

La policía arrestó a Meiwes en diciembre de 2002, luego de registrar su casa, a la que se dirigió cuando un estudiante de la ciudad austríaca de Innsbruck advirtió sobre el siniestro anuncio en Internet. Allí, en un caserón del siglo XVIII donde Meiwes vivía solo, se encontraron cuatro bolsas de plástico con restos humanos en el congelador y varios huesos y un cráneo enterrados en el jardín.
También fueron incautados videocassettes en los que se veía a Meiwes cortándole el pene a su víctima o comiendo su carne con papas, verduras y vino tinto chileno.

BERLIN. En la segunda audiencia del proceso contra el denominado "caníbal de Rotenburgo", en Alemania, el imputado admitió la ferocidad e inmoralidad de su acto, pero rechazó las acusaciones de homicidio pues, desde su punto de vista, fue un caso de eutanasia, informaron hoy fuentes locales.

En la apertura del proceso, el 3 de diciembre de 2003, Armin Meiweis, de 42 años, había confesado, ante el tribunal regional de Kassel, que mató, cortó en pedazos y en parte devoró a un ingeniero de Berlín, de 43 años.
Pero, desde el punto de vista del acusado, no se trató de un homicidio, sino de un caso de eutanasia: "Yo consideré la muerte como socorro, como ayuda a morir, como ayuda al suicidio", dijo hoy Meiwes.

"Este es un tabú, por eso me debo justificar ante Dios y al mundo entero", agregó y admitió de inmediato: "Si hubiese ido hace un par de años al psicólogo, no hubiera llegado a tanto".
El acusado reiteró que la víctima esperaba morir de esa manera.

Cuando fue arrestado hace un año, Meiwes ya estaba buscando nuevas víctimas a través de Internet.
"Espero encontrar rápidamente otra víctima, la carne se está acabando", escribió en un e-mail a un amigo.
Los investigadores descubrieron que Meiwes cortó a su víctima en pedazos y los guardó en bolsas de plástico, y los fue comiendo uno tras otro. En total, calculan que consumió unos 20 kilos de carne humana.

 

 

Martes, 2 diciembre 2003
Fuente: IBLNEWS, AGENCIAS iblnews. com/noticias/12/93789. html

El profesor Andreas Marneros, director de la Clínica Halle de psiquiatría y psicoterapia, dijo al respecto: "Esto es canibalismo como perversión sexual, es un fenómeno conocido a través de los siglos. He tratado a cuatro de estas personas".

La fiscalía de la ciudad de Kassel dijo que un examen psiquiátrico reveló que Meiwes no está demente, pero que su víctima sí pudo haber sido incapaz de pensar racionalmente. Aunque la fiscalía concuerda en que la víctima expresó su deseo de morir, está buscando la cadena perpetua para este caso de asesinato motivado por deseos sexuales.
Sin embargo Ermel, el abogado de Meiwes quiere que lo condenen por "homicidio a petición", una forma de eutanasia ilegal que se castiga con una sentencia de seis meses a cinco años.

El problema, según expertos, es que la víctima de Meiwes quiso ser ingerida. Esto podría dificultar una condena por asesinato. El cargo por homicidio, un delito de menor grado, conlleva una sentencia de 15 años o menos. Tras este período, Meiwes quedaría en libertad.

El profesor Arthur Kreuzer, del Instituto de Criminología de la Universidad de Giessen, señaló que este caso podría marcar un hito en los anales judiciales. "Esto es un asesinato convenido por el asesino y la víctima, y no puede considerarse como el peor caso de asesinato premeditado", indicó. "Sin embargo, no creo que sea un homicidio a petición, porque no fue algo altruista sino un hecho egoísta", añadió.

El abogado de Meiwes reveló que su cliente tuvo a otros cuatro huéspedes en su casa, pero que los dejó marcharse. "Había un maestro, un cocinero, un empleado de hotel y un estudiante. Los tenía colgados del techo por los pies y no podían librarse por sí mismos. Uno se sintió indispuesto, otro no quiso continuar y entonces los dejó ir a todos", explicó.

Ermel dijo que Meiwes había conversado sobre canibalismo con al menos 280 personas en Internet que compartían sus puntos de vista. Alrededor de 200 personas en Alemania se ofrecieron para ser víctimas de un sacrificio. Había 30 individuos dispuestos a matar a otros, mientras que entre 10 y 15 deseaban participar como espectadores, según Ermel.

 

 

Especulación sobre este caso

El siguiente análisis está basado en la información periodística, a la que, en común acuerdo con el lector, daremos como cierta. Si luego se demuestra que han sido datos falsos, ya por fabulación, ya por inducción de la estrategia del abogado defensor, o cualquier otro motivo, al menos nos quedaremos con la satisfacción del ejercicio intelectual que, si bien erróneo en este caso particular, puede ser de utilidad en otros casos similares.

Ingerir carne como alimento es un hecho cotidiano en el grueso de la población animal. La vida necesita eliminar otra vida para sobrevivir. Es la ley biológica. Comer de su propia especie es un tabú que los humanos compartimos con otros muchos animales cuando la caza de especies distintas es abundante o, al menos, suficiente. Cuando la existencia de alimentos es dramáticamente insuficiente, ese tabú es sorteado. Es decir, no comer carne humana, para un humano, no es un hecho biológico, sino cultural.
La posibilidad de la antropofagia está latente en el humano, y se expresa en hechos especialísimos como lo fue el de los estudiantes uruguayos cuyo avión cayó en los andes y sobrevivieron comiendo los cadáveres de sus compañeros, o en casos de aislamiento sin posibilidad de otros alimentos: por naufragios, guerras, accidentes u otras circunstancias.

Distinto es el canibalismo (Esta palabra es anotada por los conquistadores españoles a los que indígenas les hablaban de ciertos nativos antropófagos de las Antillas cuyo nombre a los oídos europeos sonaba como caníbal, pero tal vez sea deformación de la palabra caribe) como parte de la cultura de una población como es el caso de algunas tribus distribuidas en distintas partes del planeta, donde la carne del congénere es parte de la dieta o se la utiliza con fines rituales, tal como lo narran múltiples testimonios a lo largo de la historia y en la actualidad. Dicen que el conquistador español Solís fue comido junto con sus hombres por los habitantes originales de las costas del “Mar dulce” (hoy Río de la Plata), y que otros conquistadores corrieron la misma suerte en varios puntos de la luego llamada América.
Ya aquí podemos diferenciar la antropofagia obligada, limitada a una situación, del hábito antropófago, propio del caníbal.

Otra punto es la expresión de la antropofagia que realiza el caníbal urbano, que rodeado de la abundancia de otros alimentos, prefiere el humano. Así es que en la inmensa mayoría de los casos sale a “cazar” su presa, usando distintas metodologías como vimos, por ejemplo, en el caso de Jeffrey Dhamer, el caníbal de Milwaukee.
El plus de sorpresa que agrega el caníbal alemán Armin Meiwes, es el consentimiento y la instigación del devorado, y en eso nos concentraremos.

 

 

Necesidades distintas

Habíamos establecido como concepto de psicopatía a las personalidades atípicas con necesidades distintas y maneras especiales de satisfacerlas . La apetencia de carne humana es un ejemplo radical del rasgo que llamamos “necesidades distintas”.

Hay que superar muchas inhibiciones para eliminar a otro humano, pero adquirir el grado de libertad interna como para ingerirlo es un paso superlativo. Es también un ejemplo extremo del rasgo capital que llamamos “cosificación”, por el cual se priva al otro de los atributos que lo hacen persona y se lo degrada al concepto de cosa. Con esta maniobra psíquica el psicópata tiene una mayor libertad de acción sobre el cosificado, lo puede manipular y ejercer su accionar psicopático sin tener en cuenta la resonancia afectiva que provoca en el afectado y liberándose, a su vez, del displacer interno que llamamos culpa. El otro se convierte en una cosa a usar para conseguir sus fines y luego desechar. Pero usar al otro como alimento creo que es uno de los límites de la cosificación.

Un psicópata devorador

No nos es difícil en el caso de Armin Meiwes llegar a describirlo como psicópata y no diagnosticarlo como psicótico. Fuera de los hechos de su biografía que lo preanuncian, si nos atenemos a este hecho, vemos que actuó con plena conciencia y a sabiendas de cada uno de los pasos que lo llevaron a devorar al Ingeniero. Comprendía lo que hacía y dirigió lúcidamente sus acciones destinadas a un fin premeditado largamente. Ocultó las pruebas que lo podían incriminar en un intento de zafar de las consecuencias de sus actos. Y tomo prevenciones para el caso de que algo saliera mal: realizó un video (dejó un testimonio para ser visto “por otros”), hizo dejar constancia de la voluntad del Ingeniero para este hecho, publicó su aviso en Internet con la suficiente claridad como para que no hayan dudas de sus intenciones.

En ningún momento se mencionan alteraciones sensoperceptivas, ni ideas delirantes de influencia, mandato u misión. Tampoco su conducta periférica, como es habitual en muchos psicópatas, salía del rango de lo normal, al decir de sus vecinos.

Luego del hecho no se atormentó con la culpa (autocastigo muy propio del neurótico), al contrario disfrutó de ingerir la carne frisada, a la que preparó en distintas variantes de comida y acompañó con un buen vino. Al ingerirla lo hacía con tal bienestar que lo asemejaba a una comunión (cuando se “come” simbólicamente la carne de Jesús, y se bebe el vino, que simboliza su sangre); lo incorporaba a su cuerpo, y recordaba a Bernd Juergen Brandes con cierta afectividad.

También disfrutó como lo hacen los asesinos natos al matar: “Durante el acto sentí odio, rabia y felicidad a la vez. Toda mi vida había deseado esto”
El placer sexual estuvo presente al momento de introducir el pene de Bernd a su boca y compartirlo, como en una relación sexual extrema con su partener. También en el hecho de “poseerlo” in extremis o en el de generar dolor para placer del otro (es Bernd el que le pide que le corte el pene, y luego que le taje el cuerpo, en un largo rito que duró diez horas y que concretizó un viejo deseo de Armin: “la idea de cortar un cuerpo humano me excitaba sexualmente”). Y todo esto con el agregado del “consentimiento” y la participación de su fuente de placer, lo cual lo diferencia de una violación, a pesar de la extrema violencia ejercida. ("Me dijo que desde niño deseaba de ser descuartizado e ingerido").

Luego está el aspecto lúdico, el jugar; primero al colocar el aviso en Intenet, que literalmente no tenía equívocos, pero que daba lugar a la fantasía, a la metáfora homosexual al convocar a "hombres jóvenes y robustos, de entre 18 y 30 años, para ser devorados". Pero a su vez era un aviso a la sociedad (al hacerlo público) de lo que iba a hacer (esto puede ser leído como una audacia, una asunción de riesgo, un desafío lúdico o un pedido a la sociedad para que lo detenga). También se nota lo lúdico en la selección del participante del juego, elige a uno de varios postulantes. Y toda la ceremonia de la muerte es un juego macabro entre dos. Tiempo después vuelve a apostar, coloca de nuevo su aviso en Internet, pero es decodificado correctamente y, esta vez, pierde y es atrapado. Fin de esta parte del juego, ahora comienzo la otra parte, apostar a obtener la mínima condena, mientras tanto disfrutar de ser el centro de la atención mundial.

La serenidad con que afronta el juicio, el reproche de los otros por sus actos, indica que, de acuerdo a sus códigos, él no tiene nada que reprocharse, es más, que ha hecho un bien infrecuente: "Yo consideré la muerte como socorro, como ayuda a morir, como ayuda al suicidio". Más allá del consejo y estrategia del abogado defensor con respecto a mostrarse arrepentido, a difundir que aquellos que tengan sus tendencias vayan a un psicólogo y otras chanzas, queda, como hito, lo irreversible del hecho. Al ser humano le cuesta aceptar su raíz animal y la amplitud de sus oscuridades.

 

Bernd, el devorado

Este hombre de 43 años, Ingeniero, del que no sabemos casi nada, al que solo podemos imaginarlo y hacernos preguntas, lee el aviso de Armin en Internet donde pedía "hombres jóvenes y robustos, de entre 18 y 30 años, para ser devorados". ¿Qué le hace interpretar literalmente ‘para ser devorados’? Solamente una afinidad, un punto en común, el deseo resultado de una necesidad distinta.

 

 

Para mí lo de Bernd está encuadrado en el concepto se suicidio. El medio que utiliza para suicidarse es otro hombre. Su idea de trascendencia es incorporarse al cuerpo de otro. Disparando nuestra furibunda tendencia a especular podríamos decir que hace que Armin se haga cargo, de alguna manera, de su vida ingiriendo su cuerpo.

No veo a Bernd con un ser pasivo o una víctima. Lo veo manejando activamente los últimos tramos de su destino. Deja en orden sus papeles, saca pasaje sólo de ida a Roteburgo, va al encuentro de su instrumento de muerte.

Lo veo forzando a Armin a sortear una de las reglas del juego, pedía hombres hasta 30 años, el se impone con sus 43. Lo seduce para que sea el elegido entre otros cuatro. Le impone secuencias en el rito de muerte. Lo impele a cortarle el pene (un transexual lo comprendería). Ve como su pene penetra la boca de Armin en un acto sexual excelso.

Le exige que le provoque dolor cortándole el cuerpo. El lento desangrarse dura diez horas, tiempo suficiente, al menos en las primeras horas, para dar marcha atrás, para parar, para evitar la muerte. No lo hace. Su determinación es inquebrantable. Borges tiene una frase paradigma de la histeria: “Yo, que quise ser otro”. Bernd concretiza este deseo, se imaginó día a día, bocado a bocado, siendo otro.

¿Estaba psicótico Bernd? No lo sabemos, el necesario recorrido biográfico puede darnos algunas pistas, pero no lo conocemos. Su acto inusual, execrable, da lugar a la sospecha, pero no es suficiente. Lo describen haciendo un viaje, dejando las cosas en orden, yendo voluntariamente a la casa de Armin, dirigiendo sus actos, comprendiendo la naturaleza de sus acciones; se lo infiere lúcido.

¿Era un depresivo, un melancólico más bien, que despreciaba su vida, su subjetividad, a tal punto de desear ser una cosa, un alimento? ¿Qué necesitaba purgar para darse una muerte tan lenta y dolorosa? No hay datos para contestar. El suicidio está muy emparentado con la depresión. Sin embargo ejecutar su propia muerte es culminación de muchos cuadros psiquiátricos, a veces consecuencias de posturas filosóficas.

¿Era un psicópata Bernd? Códigos propios, necesidades distintas, maneras atípicas de satisfacerlas, perversión, seducción, autocastigo extraordinario, manipulación, cosificación del otro al usarlo como instrumento de muerte y de trascendencia, autocosificación. ¡Cuántos rasgos psicopáticos…! Si tuviéramos más datos, tal vez hablaríamos de psicopatía, de asociación de psicópatas para concretar este juego macabro, de juego entre psicópatas.

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