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En los trastornos alimentarios la importancia de los factores biológicos y psicológicos parece estar fuera de toda duda. La genética, se dice hoy, juega un papel determinante aunque no sepamos exactamente de qué forma. Determinadas características de personalidad se han considerado también como un elemento básico que podría predisponer a ciertos trastornos. Tampoco está claro de qué modo y sí parece clara la relación entre ciertas características de personalidad y determinadas cargas genéticas. Pero siendo importante todo ello, la única explicación plausible para el incremento en la incidencia y prevalencia, al que hemos asistido en las últimas décadas, en relación con los trastornos alimentarios parece apuntar hacia los factores socioculturales. Un estereotipo de belleza generador de insatisfacción con el propio cuerpo y la diseminación de ideas, valores e imágenes en el sentido de la globalización (que no es solo económica) es el elemento clave explicativo de muchos aspectos relacionados con los trastornos alimentarios en esta época de la historia que nos toca vivir. Y en esa diseminación juegan un papel relevante los medios de comunicación. Relevante no es sinónimo de causal pero el hecho de no ser causal no le resta relevancia.