Se trata de un breve ensayo que relaciona la antipsiquiatria con la posmodernidad y sus fatales consecuencias para el hombre de estos tiempos.
Hospital Dr. Miguel Enriquez
-- ¿Quién eres tú? - dijo la Oruga.
No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó
un poco intimidada:
-- Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme
esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll.
No soy filósofo, comunicador social, periodista o crítico de arte, sólo, quizás un lector apasionado de Rufo Caballero (físicamente desaparecido), Pedro de la Hoz, Rolando Pérez Betancourt, e Ignacio Ramonet, entre otros, cuyas lecturas siempre me hacen reflexionar sobre el problema de difícil solución, que sus escritos proponen, siendo este
desafío, en el cual acabo de adentrarme, y que algunos tomarán como arrogancia o estupidez, o ambas, una visión, ¿otra?, de lo que mentes más preclaras que la mía, han explicado de forma extraordinaria, antecediéndome.
Parafraseo, sin dudas, pues no recuerdo la frase original, con sus puntos, comas, y un largo etc, a Einstein, cuando dijo que sólo dos cosas eran infinitas en el universo, este mismo, que ya sabemos está en constante expansión, y la estupidez humana, y agrego, también en constante expansión. Desde que en la comunidad primitiva, surgió el excedente, o sea aquella porción sobrante de alimentos, que guardaba el jefe de la tribu o sacerdote, para momentos críticos, de maremotos, tsunamis, o inundaciones, siempre los poderosos han sufrido de una fuerte, pero sutil ironía, desde la época en
que surgió el dinero como recurso de cambio, das tanto, te doy esto, haciéndose cada día más imprescindible, desde ese entonces, el consumo fue abriéndose paso. Y digo consumo y no consumismo pues no quiero exponerme tan rápido a los que hayan seguido la lectura sin aburrirse.
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