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LA LANGUIDEZ . UN ESTADO EMOTIVO MUY ACTUAL

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Autor/autores: ANTONIO DAVID PEREZ ELIZONDO
Fecha Publicación: 24/06/2021
Área temática: Psicología general .
Tipo de trabajo:  Artículo Editorial

Instituto Materno-Infantil del Estado de México Profesor Emérito de la Universidad del Estado de México

RESUMEN

La languidez es una molesta sensación de estancamiento y vacío existencial que estamos experimentando muchos en la actualidad; probablemente el estado emocional prevaleciente en estos tiempos. Una sensación indefinida de ver transcurrir los días observando el acontecer vital a través de un espejo empañado.

El espectro de la salud mental oscila entre la algarabía entusiasta y vigorosa del bienestar y la depresión representando el fondo del malestar afectivo-emocional. La anhedonia, desmotivación, y pérdida sentida del vigor productivo la caracterizan.

Palabras clave: Languidez, cansancio, agotamiento


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La languidez . Un estado emotivo muy actual
Antonio David Pérez-Elizondo
Médico Internista-Dermatooncólogo
Instituto Materno-Infantil del Estado de México
Profesor Emérito de la Universidad del Estado de México

Resumen
La languidez es una molesta sensación de estancamiento y vacío existencial que estamos
experimentando muchos en la actualidad; probablemente el estado emocional prevaleciente en
estos tiempos. Una sensación indefinida de ver transcurrir los días observando el acontecer vital
a través de un espejo empañado. El espectro de la salud mental oscila entre la algarabía entusiasta
y vigorosa del bienestar y la depresión representando el fondo del malestar afectivo-emocional.
La anhedonia, desmotivación, y pérdida sentida del vigor productivo la caracterizan.

Palabras clave: Languidez, cansancio, agotamiento.

Abstract
The languor is an annoying sensation of stagnation and existential emptiness that many of us are
experiencing today; probably the prevailing emotional state in these times. An indefinite
sensation of watching the days go by observing the vital events through a foggy mirror. The
spectrum of mental health oscillates between the enthusiastic and vigorous hubbub of well-being
and depression representing the background of affective-emotional distress. Anhedonia,
demotivation, and felt loss of productive vigor characterize it.

Key words: Languish, tired, exhasusted


Introducción
Desde hace algunos meses al momento actual se me dificulta mediar palabra y entablar una
conversación con el prójimo cercano interviniendo una pereza absoluta; no me concentro en las
tareas básicas o rutinarias, menos aún en las que implican un mayor esfuerzo físico y
particularmente mental. Sólo dejo transcurrir el día que me resulta aburrido, improductivo, largo
y rutinario experimentando una extrema ansiedad para el arribo de la esperada noche, tiempo
de descanso y desconexión del molesto mundo exterior anhelando se acompañe de un sueño
largo y profundo. Es evidente la falta de entusiasmo y emoción que anteriormente poseía, es una
extraña sensación de estancamiento y vacío sin rumbo que da lugar a mirar muy lejos en pleno
de la nada llenando un lapso desesperanzador ocupado por distractores insulsos, fieles
acompañantes de una creciente soledad. 1, 2. 3
¿Cómo explicar este fenómeno cada vez más experimentado por gran parte de la población?
El psicólogo y sociólogo estadounidense Corey Keyes se cuestiona que a pesar de vivir en
promedio 30 años más que hace más de un siglo, somos más dependientes y enfermizos, ¿es
posible que contribuyamos a la consciente negación de la salud y el alcance de la felicidad, aunque
sea momentánea?. El investigador postula un cambio substancial en la sintomatología de algunos
padecimientos psiquiátricos que actualmente conocemos e identificamos; así podemos no estar
deprimidos pero sufrimos de anhedonia y paralización afectivoemocional, entre otros muchos
estados mentales con manifestaciones poco referidas.
En nuestro devenir terrenal y dentro del amplísimo espectro de la salud psicológica puede
recorrerse desde el malestar depresivo asociado al abatimiento, cansancio extremo,
desvalorización, labilidad del estado del humor y tristeza hasta el otro polo, la concepción
motivante del bienestar del dominio propositivo extendido hacia los demás con bienvenida
aceptación. Keyes acuñó el término languidecimiento como la ausencia de algarabía y plenitud
sensitiva que sin corresponder a una patología psíquica propicia la desatención, indolencia
afectiva, pérdida desapercibida de la empatía, el motivo alentador o motor anímico individual y
colectivo con la disminución evidente en la eficiencia académica y laboral exacerbándose la
caracterización antisocial y la sensación de inexorable rechazo y soledad.


Sin duda, esta insostenible languidez, entre la falta de la propia energía revitalizante, un supuesto
camino incierto por recorrer sin rumbo fijo muchas veces sofocante, y la atemorizante ausencia
de poder fantasear parece convertirse en un riesgo potencial para padecer un trastorno mental;
y al parecer transmisible.
Por obviedad representa un peligro ya que no percibimos la progresiva pérdida de disfrutar algo
placentero, o la desaparición de la impulsividad positiva siempre contagiosa. Nos vamos
convirtiendo en personas indiferentes a la indiferencia, es el momento en el que negamos nuestro
YO en constante sufrimiento sin buscar la ayuda requerida para reencontrarnos consigo mismos,
más lamentable aún no procuramos algún intento por hacerlo.
La abrupta e inesperada llegada de la pandemia del siglo nos transformó por completo, las
cuarentenas incesantes y prolongadas con la restricción del voluntario desplazamiento, el
distanciamiento de los seres humanos, entes sociales por naturaleza, y el teletrabajo agobiante y
sin final, al igual que la indudable cifra inclemente de nuevos casos que no parece detenerse con
un índice de morbimortalidad con promedio siempre cambiante e inusitado son eventos que no
dan tregua a la abundancia y tranquilidad con cambios radicales en la estabilidad psicológica de
la comunidad.
La académica chilena Vanetza Quezada alude a la incontrolabilidad, un hecho ajeno y frustrante
que imposibilita cualquier acción equilibrada a nuestro favor, de tal manera que a pesar de todo
intento que ejecutemos nada funciona; es cierto que todos los días que transcurren son iguales
en estas circunstancias. La convivencia con este desastre sanitario mundial por más de un año ha
condicionado una ruptura drástica de nuestra forma tradicional de vivir y relacionarnos con los
otros; estamos a la deriva, sin control de nuestro destino inmediato, desapacible y tormentoso
entre el temor al contagio viral y sus funestas consecuencias y la cada vez una lejana libertad
usurpada por el nuevo sistema en el poder con los cambios absolutistas ambivalentes y de
decisiones insólitas que no imaginábamos.
Los científicos trabajan sin cesar para tratar y curar el cuadro clínico agudo y de larga duración
provocado por la COVID, sin embargo, son más las personas que cultivan y perpetúan los
problemas de longevidad psicoemocional mientras en los primeros instantes de la hecatombe
sin precedentes se despertó el sistema amigdalar del encéfalo en la detección de amenazas
desconocidas en estresante alerta de huida aprendimos con el tiempo que el uso de cubrebocas,
el sano distanciamiento social y la llegada de las anheladas vacunas nos deberían proteger
aliviando en parte la inclemente sensación de miedo terrorífico a la enfermedad, el dolor
acontecido del año pasado ha menguado pero no desaparece del todo.
Del mismo modo, Rodrigo Gilibrand también profesor del Departamento de psiquiatría Oriente
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, describe esta sensación perturbadora de
desvitalización apática en la que prevalecen la des motivación, la ausencia del deseo y la
frustración; esta generación languideciente es el grupo que padecerá ansiedad marcada y grave
depresión mayor entre otras comorbilidades psicológicas en la década siguiente.

¿Que requerimos para derrotarla?
Todos nosotros vivimos el estallido de algo escandaloso e inusual a nivel global, un evento de
singular peligro para la salud sin precedente en la memoria social remota que rompió la
normalidad aparente habitual, además de millones de contagiados y fallecidos, muchos de ellos
seres queridos muy próximos, da lugar a lo que podríamos denominar fase de duelo. El agotador
encierro, el cansancio perpetuo, y quizás la falaz incertidumbre representan factores potenciales
del languidecer crónico, una especie de duelo sin clausurar, estrés postraumático y
metacognición de consecuentes efectos negativos.
La primera estrategia por ejecutar es aprender de nuevo a fantasear utilizando lo más recóndito
de nuestra íntima imaginación si en un futuro frente al presente adverso pudiese cambiar; a
sabiendas que es un fenómeno social ya muy común y compartido. Un proyecto mediato por
emprender incluso ajeno a lo acostumbrado, alejado de la rutina cotidiana, posiblemente leer
algo ilustrante y novedoso, tomar algún curso emprendedor como saber carpintería o tocar algún
instrumento musical, entre otras numerosas actividades motivantes y recreativas. Un segundo
paso comprendería la inclusión de compañeros y amigos cercanos a caminar juntos
placenteramente sin prisa alguna en complementar un objetivo particular definido.
sabernos ignorantes al respecto esto sería una ejemplificación de salida de un infierno
indiscutible, 4, 5.


Comentario
El ser humano es el ente más enigmático que existe sobre esta tierra, no pide nacer, no desea
morir, pero no sabe vivir. Reflexionamos sobre el verdadero sentido de la vida cuando
experimentamos una crisis existencial; es posible que no sea así, mas bien no tiene sentido la
forma en la que vivimos. Al igual que el resto de lo existente, representamos la obra maestra de
una inteligencia muy superior, esta nos invita fervientemente a vivir nuestra existencia sin
criterios, interpretaciones o prejuicios injustificables, sin entenderla, sólo experimentarla
plenamente. Aunque no fácil de hacer es la apertura mental al gozo del presente contemplada a
través de la inocencia de la mirada de un niño, sin la etiqueta viciada de un adulto.
Para la languidez psicológica no hay intervención o prescripción médica efectiva, son los
determinantes culturales, políticos y socioeconómicos los obligados a participar de manera
directa para aliviarla. Otra tarea por nosotros fuera de control.

Bibliografia
1. Carrizo L. Salud mental en Uruguay en época de COVID 19. Estado de Situación RISEP 2021; (4).
2. Fromm E. psicoanálisis de la sociedad contemporánea. 1990
3. Grant A. El malestar que sientes tiene un nombre: se llama languidez. New York Times 21 abril
2021.
4. Keyes C. The mental health continuum : from languishing to flourishing in life . Jr Health Social
Res. 2002, 43: 207-222
5. WHO. Pandemic fatigue. Reinvigorating the public to prevent Covid-19. Copenhagen OE: WHO,
2020.

Psiquiatria. com ­ ISSN: 1137-3148

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