Objetivos
El propósito de este estudio fue explorar la relación entre el consumo de drogas depresoras del sistema nervioso central (como el alcohol, las benzodiacepinas y el cannabis) y su impacto en los trastornos del sueño y el bienestar psicológico de adultos. Se prestó especial atención a posibles diferencias según el género y a la necesidad de herramientas de evaluación precisas.
Metodología
Se realizó una revisión de la literatura científica a través de búsquedas sistemáticas en bases de datos reconocidas, como PubMed, SciELO, Cochrane, BVS y MEDES. Se aplicaron criterios de inclusión que priorizaron estudios recientes y relevantes en poblaciones adultas, así como criterios de exclusión para descartar investigaciones con datos incompletos o enfoques poco específicos. Se seleccionaron 8 estudios que cumplieron con los estándares metodológicos establecidos.
Resultados y Discusión
Los estudios analizados evidencian una relación negativa entre el consumo de sustancias depresoras y la calidad del sueño. En particular, el consumo de alcohol y benzodiacepinas se asocia con una reducción en la duración, eficiencia y arquitectura del sueño, lo que contribuye al incremento del riesgo de trastornos psiquiátricos, como ansiedad y depresión.
En cuanto al cannabis, los resultados fueron más heterogéneos: se encontró una asociación con mayores niveles de angustia psicológica en mujeres, mientras que algunos estudios sugieren una relación inversa con el estrés en ciertos subgrupos.
Asimismo, se observaron diferencias de género significativas: mayor prevalencia de insomnio en mujeres y mayor incidencia de ronquidos y apnea del sueño en hombres. Se utilizaron diversas herramientas estandarizadas para evaluar el consumo de sustancias, los trastornos del sueño (como el Insomnia Severity Index y el Pittsburgh Sleep Quality Index), y el bienestar psicológico (incluyendo escalas de ansiedad, depresión y estrés percibido).
Conclusión
Los hallazgos revelan una clara correlación entre el consumo de drogas depresoras y la alteración del sueño, lo que impacta negativamente en el bienestar emocional y la salud mental de los adultos. Esta evidencia subraya la necesidad de estrategias preventivas, así como de instrumentos de evaluación clínicamente validados y adaptados por género para abordar de forma eficaz estos problemas.
La detección temprana del consumo de sustancias y los trastornos del sueño puede ser clave para intervenciones terapéuticas más efectivas y personalizadas.
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