Ser víctima de un hecho violento en la infancia conlleva un mayor riesgo de desarrollar problemas emocionales, de conducta y sociales. Sin embargo, no todos los menores presentan consecuencias negativas graves. Su grado de resiliencia dependerá de la estabilidad emocional previa, el grado de autoestima, el estilo cognitivo y el tipo de experiencias, así como su capacidad de re...
Ser víctima de un hecho violento en la infancia conlleva un mayor riesgo de desarrollar problemas emocionales, de conducta y sociales. Sin embargo, no todos los menores presentan consecuencias negativas graves. Su grado de resiliencia dependerá de la estabilidad emocional previa, el grado de autoestima, el estilo cognitivo y el tipo de experiencias, así como su capacidad de resolución de problemas.
Los factores de protección implicados en la resiliencia incluyen un entorno familiar estable, relaciones útiles con los compañeros y apoyo comunitario. Hay ciertas estrategias de afrontamiento adaptativas, como esforzarse por resolver de manera realista los problemas cotidianos, adaptarse a la nueva realidad y olvidar o perdonar activamente lo que sucedió.
El mayor o menor uso de determinadas estrategias cognitivas de regulación emocional también puede condicionar el proceso de recuperación o estar vinculado a diferentes trayectorias de las víctimas ante eventos potencialmente traumáticos.
Un indicador positivo de la mejoría de la víctima es cuando se recupera la expresión verbal de los sentimientos y se ordena el caos de imágenes y recuerdos del hecho violento.
Son necesarias más investigaciones en un futuro próximo, como la influencia de la edad y el sexo de los menores y el papel de las estrategias de afrontamiento y regulación emocional.
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