Artículo |
16/03/2017
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ong>Resumen
La Organización Mundial de la Salud estima que más de 800.000 personas mueren por suicidio cada año y por cada suicidio hasta 20 individuos más han intentado suicidarse1 1. La evaluación y el tratamiento del riesgo de suicidio se consideran una capacidad central de los psiquiatras y no obstante las directrices difieren en sus recomendaciones y no hay modelo en general aceptado. Es mejor conceptuar la evaluación y el control del riesgo como un proceso no como un solo suceso que incluye evaluación estructurada, intervención y reevaluación. Aquí, comentamos los beneficios de la evaluación del riesgo, la selección de herramientas, la evaluación del riesgo en pacientes con autolesiones y el reto singular de trabajar con pacientes que albergan pensamientos de suicidio que no revelan. Algunos psiquiatras muestran renuencia a utilizar las herramientas de evaluación del riesgo de suicidio por la inquietud de que la estratificación del riesgo es demasiado inexacta para ser útil; los tratamientos específicos del suicidio, que comprenden medicación y psicoterapias, no están disponibles o no mejoran los desenlaces; o que un énfasis excesivo en el control del riesgo podría conducir a una medicina defensiva. Aunque las herramientas son imperfectas, casi todos los expertos están de acuerdo en que una evaluación estructurada, lo que significa una forma congruente de evaluar e integrar los factores de riesgo y protectores, tienen más probabilidades de desencadenar información relevante para el paciente y producir formulaciones de riesgo congruentes. Así mismo, existen varios tratamientos específicos de suicidio basados en evidencia, tales como medicamentos por lo general disponibles, psicoterapias cada vez más disponibles e intervenciones interdisciplinarias relativamente simples2 . Si bien la incertidumbre en torno al riesgo de suicidio de un paciente podría conducir a recomendaciones conservadoras, el uso y la documentación del proceso de evaluación del riesgo que alecciona a los pacientes sobre su riesgo, y a la vez prioriza la autonomía y el tratamiento ambulatorio, debieran dar lugar a la atención individualizada más apropiada, la comunicación eficaz con otros profesionales y la protección médico-legal.
Una literatura creciente respalda esta afirmación. El modelo de Evaluación Colaborativa y Control de las Tendencias Suicidas (CAMS) es un modelo clínico prototipo organizado en torno al llenado cooperativo del Formulario del Estado del Suicidio cuantitativo y cualitativo (SSF). Este modelo, que fomenta la solución de problemas para reducir los factores que favorecen el suicidio y refuerzan la adaptación, está concebido para mejorar la alianza paciente-profesional clínico, crear la motivación y evitar la hospitalización. Al llenar el SSF inicial se identifican a los factores que favorecen el suicidio y la forma de seguimiento abreviada rastrea la mejoría3 . Basándose en la CAMS, investigadores patrocinados por el sector militar desarrollaron un enfoque más completo y flexible, el modelo Control Terapéutico del Riesgo (TRM). En este modelo, los profesionales clínicos aumentan la evaluación con una herramienta de la evaluación del riesgo que seleccionan, a fin de estratificar el riesgo por lo que respecta a la gravedad (bajo, medio o alto) y temporalidad (agudo o crónico) y para desarrollar en colaboración un plan de seguridad basado en un patrón de seis pasos4 . Los modelos de CAMS y TRM comparten un énfasis clínicamente motivado en evitar la hospitalización involuntaria, aduciendo que puede da- ñar la alianza y dar lugar a desventajas psicosociales que podrían exacerbar el riesgo de suicidio a largo plazo..
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World Psychiatry (Ed Esp)
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