Vol. 2, núm. 2 - Julio 2003
Revista Internacional On-line / An International On-line Journal
Aplicación de un programa de intervención temprana en psicosis.
Un nuevo desarrollo para las unidades de salud mental.
Vallina Fernandez, O., Alonso Sanchez, M., Gutierrez Perez, A., Ortega Ferrandez, J.A., Garcia Saiz,
A., Fernandez Iglesias, P. (Unidad de Salud Mental de Torrelavega. Servicio Cántabro de Salud)
Lemos Giraldez, S. (Facultad de Psicología. Universidad de Oviedo.)
Correspondencia:
e-mail: mailto:ovallina@correo.cop.es
Resumen
Los recientes desarrollos clínicos para la intervención temprana en psicosis proponen desarrollar
estrategias de detección y tratamiento de esta patología en sus primeros estadios. En este trabajo,
se presenta la aplicación de un formato terapéutico dirigido a estos fines desde una unidad de salud
mental del sistema público de salud. A la luz de los primeros datos obtenidos, se sugiere que esta
puede ser una nueva y efectiva manera de organizar tanto las intervenciones terapéuticas como la
asistencia a la psicosis desde las unidades de salud mental.
Abstract
Current clinical methods for early intervention in psychoses suggest the development of strategies
for the detection and treatment of this pathology in its early phases. Accordingly, in this paper it is
presented the application of a therapy method for this purpose in a public health system. From the
first gathered data, it is proposed as a new and effective way to organise either therapy
interventions or psychosis attendance in mental health units.
El inicio del tratamiento en las psicosis, como bien conocemos, no suele coincidir con el inicio de la
enfermedad. De hecho, lo mas normal es que entre estos dos momentos medie un periodo de varios
años de duración. Este retraso suele traer como consecuencia una recuperación posterior más lenta
e incompleta de la psicosis, un aumento de la comorbilidad (especialmente depresión, consumo de
tóxicos, suicidio, etc), un deterioro de las relaciones sociales y familiares y un peor pronóstico.
Algunos autores van aún más lejos, y llegan a afirmar que las limitaciones en la efectividad de las
actuales modalidades de tratamiento psicosocial e incluso la misma cronicidad de la psicosis, son el
resultado lógico del fallo en la aplicación de estas intervenciones a los momentos iniciales de la
enfermedad (Johannenssen et al. 2000). Esta demora en el tratamiento abarca dos momentos; el
que va desde el inicio de los primeros síntomas de enfermedad hasta el inicio de la psicosis se
conoce como el periodo de duración de la enfermedad sin tratar y el que va desde el inicio de la
psicosis ya manifiesta hasta el comienzo del tratamiento se denomina periodo de duración de la
psicosis sin tratar (McGlashan. 1999). La actuación de la enfermedad en estas fases, y la demora en
su tratamiento, facilitaría la ocurrencia de una serie de circunstancias vitales como: fracasos
escolares y laborales, autoagresiones, angustias familiares, consumo de drogas, conductas
delictivas, etc. que producirían un modo de "toxicidad psicológica" cuyos efectos limitarían el
posterior nivel de recuperación de la enfermedad aunque se dispusiese de un tratamiento eficaz y
aplicado a tiempo tras la aparición de un primer episodio (McGorry, Yung & Phillips, 2001).
Detectar el trastorno con la mayor rapidez posible, para posteriormente instaurar el adecuado
tratamiento, se hace una necesidad evidente. Para ello se necesitaría disponer de marcadores claros
y específicos que puedan servirnos con certeza como indicadores de la presencia o no de una
psicosis incipiente. Häfner et al. (1999) muestran que la mayoría de los primeros episodios; un 73%
de los casos, se inician con síntomas prodrómicos inespecíficos o con síntomas negativos, el 20% lo
hacen con síntomas positivos, negativos e inespecíficos, y un 7% se inicia con síntomas positivos
únicamente. Además, observaron que la mayoría presentaba una forma de inicio crónica, con una
fase prodrómica de cinco años de duración, con un tramo ya claramente psicótico de más de una
año de evolución antes de la primera admisión, y con una primera admisión tras unos dos meses de
presentar el primer episodio completo. Tratar de obtener esos marcadores claros y específicos que
puedan servirnos con certeza como indicadores de la presencia o no de una psicosis incipiente es el
principal propósito de los principales grupos científicos internacionales en estos momentos. Para este
fin, y siguiendo a Yung & McGorry (1996) adoptamos el concepto de "estado mental de alto riesgo".
Desde esta perspectiva, el pródromo inicial en psicosis pasa de ser visto como la forma prepsicótica
mas temprana de un trastorno psicótico, es decir, una forma atenuada de psicosis, a otra según la
cual, conforma un factor de riesgo para su desarrollo, especialmente si se combina con otros
factores de riesgo propios del trastorno (Ej., antecedentes familiares) pero donde las
manifestaciones prodrómicas no conducen necesariamente a la psicosis y que incluye una
combinación de síntomas psicóticos atenuados, tales como suspicacia o cambios perceptivos;
síntomas inespecíficos afectivos y neuróticos, como ansiedad, humor deprimido y alteraciones del
sueño; cambios conductuales, que habitualmente son respuestas a otros fenómenos e incluyen
aislamiento y abandono de actividades habituales y síntomas básicos; la percepción fenomenológica
de los déficit neuropsicológicos que produciría la psicosis y entre los que destacan los trastornos de
pensamiento y perceptivos. Birchwood, Todd & Jackson (1998) sostienen la existencia de un
"periodo crítico" que abarcaría estos primeros momentos de la enfermedad y que parece ser el
momento en el que se forman aspectos fundamentales para el posterior curso de la enfermedad. De
entre estos, se destacan el modelo de respuesta individual a la psicosis que facilita o dificulta su
posterior ajuste y adaptación, procesos evolutivos que pueden tener implicaciones para la
prevención de morbilidad secundaria como la depresión o el suicidio y los orígenes y metamorfosis
de los componentes de la emoción expresada de los familiares (especialmente sobreimplicación y
criticismo).
Ante esta panorámica, quienes abogan por el desarrollo de modalidades de intervención precoces,
promueven la idea de que una adecuada atención en las fases iniciales de la enfermedad puede
mejorar los resultados de la misma, disminuyendo su discapacidad y reduciendo los costes de su
atención. Para ello se proponen dos estrategias básicas: reducir el periodo que suele pasar la
enfermedad sin recibir tratamiento y un combinado y amplio tratamiento ajustado a las especificas
características de las fases iniciales de la enfermedad (McGorry & Edwards, 1997).
Para llevar a cabo estos propósitos, en la última década han ido surgiendo una serie de servicios
clínicos y de grupos de investigación que están generando una importante cantidad de
investigaciones y de materiales clínicos para la intervención. De entre estos, los que en nuestra
opinión presentan aportaciones más sólidas y aplicables a nuestro medio y de los cuales hemos
tomado y adaptado nuestro protocolo de intervención son los siguientes: El Centro de Prevención e
Intervención en Psicosis Temprana (EPPIC) en Australia (McGorry & Edwards.1997), el Proyecto para
la Identificación y Tratamiento Temprano de la Psicosis (TIPS) en Noruega y Dinamarca
(Johannenssen, Larsen, McGlashan & Vaglum. 2000) y el Servicio de Intervención Temprana de
Birminghan y la Iniciativa para la Reducción del Impacto de la Esquizofrenia (IRIS) en Gran Bretaña
(Macmillan & Shiers. 2000). El trabajo que presentamos aquí, se adhiere a estas indicaciones y
presenta los primeros resultados que se han obtenido en nuestro servicio tras la implantación de
esta nueva manera de tratar la psicosis.
Método
En este estudio intentamos observar los efectos de un programa de intervención temprana en
psicosis. Para ello comparamos dos centros de atención primaria de dos zonas básicas de salud
diferentes. En el centro que denominamos experimental se aplica el programa de ITP para centros
de atención primaria, y en el control ningún tipo de intervención. Posteriormente, los pacientes
derivados desde ambos centros, una vez acceden al programa, reciben el mismo tipo de
tratamiento. El objetivo del estudio es doble; por un lado se trata de observar si este tipo de
actuaciones mejora la captación y la derivación desde los centros de atención primaria, reduciendo
de este modo el tiempo que pasa la enfermedad sin recibir tratamiento. Por otro lado, comprobar si
la intervención en esas fases iniciales de la enfermedad con el programa de tratamiento expuesto
aquí tiene algún tipo de incidencia en el transito a la psicosis y en el curso posterior de esta.
Sujetos
Los pacientes incluidos en este estudio, son usuarios de la unidad de salud mental del área sanitaria
de Torrelavega-Reinosa (Cantabria). Los criterios de selección de la muestra han sido tener una edad
comprendida entre 16 y 30 años, no haber tenido un episodio psicótico previo de más de una
semana de duración, no presentar una clara etiología orgánica como causa de su clínica actual y
pertener a uno de tres grupos de riesgo propuestos por Yung et al. (1998): Grupo de síntomas
psicóticos atenuados. Caracterizado por la presencia de al menos unos de los síntomas siguientes:
ideas de referencia, creencias extrañas o pensamiento mágico, trastornos perceptivos, pensamiento
y habla extraña, ideación paranoide, conducta o apariencia extraña. Los síntomas deberán tener una
desviación de 2-3 puntos en las escalas de contenido inusual del pensamiento o de suspicacia de la
BPRS o de 1-2 puntos en el caso de la escala de alucinaciones y deberán tener una ocurrencia de
varias veces por semana, siendo el cambio en el estado mental de una semana por lo mínimo. Grupo
de síntomas psicóticos breves e intermitentes. Estos síntomas se resolverán espontáneamente
dentro de una semana e incluyen al menos uno de estos síntomas; delirios, con una puntuación 4 o
más en la escala de contenido inusual de pensamiento o de suspicacia de la BPRS, y alucinaciones,
con puntuaciones superiores a tres en la escala de la BPRS. En nuestro estudio utilizamos las
puntuaciones que en la PANSS equivaldrían a estas de la BPRS.
Grupo mixto de factores de riesgo estado-rasgo. Incluye la combinación de estados mentales de alto
riesgo caracterizados por síntomas neuróticos inespecíficos (ansiedad, depresión), pero de suficiente
severidad y duración para indicar un marcado deterioro con algún familiar de primer grado con
historia de alteraciones psicóticas o de personalidad esquizotípica. Este grupo debería presentar
cambios estables en el estado mental o en su funcionamiento con una reducción de 30 puntos o más
en la escala de funcionamiento global durante al menos un mes.
Evaluación
La evaluación se lleva a cabo en dos formatos diferenciados: evaluación de estados mentales de alto
riesgo (EMAR) y evaluación de primeros episodios psicóticos. Para los pacientes del grupo de riesgo
se aplican las siguientes pruebas: Escala de los Síndromes Positivo y Negativo (PANSS) de Kay,
Opler & Fiszbein. (1986) en su versión española de Cuesta y Peralta. Esta escala, en formato de
entrevista estructurada, permite una evaluación global de la sintomatología positiva y negativa, así
como de 16 escalas de psicopatología general. En la actualidad, esta escala se aplica solamente en
primeros episodios, habiendo sido sustituida por la SOPS; Escala para la evaluación de síndromes
prodrómicos en la evaluación de estados mentales de riesgo (McGlashan et al. 2001).
Inventario Psicopatológico de Frankfurt (FBF-3) (Süllwold & Huber, 1986), en versión española de
Jimeno, Jimeno y Vargas (1996). Se trata de un cuestionario autoaplicado para la evaluación de los
síntomas básicos, en el que el paciente valora la presencia de quejas subjetivas en 10 escalas
clínicas (pérdida de control, percepción simple, percepción compleja, lenguaje, cognición y
pensamiento, memoria, motricidad, pérdida de automatismos, anhedonia, y angustia e irritabilidad
por sobreestimulación)
Escala de Señales Tempranas (ESS) (Birchwood. M. et al. 1989), escala autoaplicada para la
detección de señales tempranas de psicosis a través de cuatro escalas generales (ansiedad,
negativismo, desinhibición y psicosis incipiente).
Cuestionario Familiar (FQ) de Barrowclough y Tarrier (1992): Se trata una lista de 59 problemas
centrados en el paciente, con una categoría abierta de "otros" para poder incluir dificultades
idiosincrásicas. El familiar indica en tres escalas tipo Likert, con un intervalo de cinco puntos, la
frecuencia con la que ocurren las conductas, la cantidad de malestar que causan tales
comportamientos y en qué medida se sienten de capaces para enfrentarse con tales dificultades.
Escala de Funcionamiento Social (S.F.S.) Birchwood & Cochrane (1990). Evalúa
funcionamiento que son cruciales para el mantenimiento en la comunidad
esquizofrenia. Las siete áreas que explora son: Aislamiento/ implicación
interpersonal, actividades pro sociales, ocio, independencia / competencia,
desempeño y empleo / ocupación.
aquellas áreas de
de personas con
social, conducta
Independencia /
Para los pacientes que presentan su primer episodio además de las anteriores se aplican:
Entrevista para la Evaluación Retrospectiva del Inicio de la Esquizofrenia (IRAOS) de Hafner et al.
(1992). Permite la evaluación de la sintomatología, los deterioros psicológicos, las características
sociales y demográficas y el desarrollo evolutivo de aquellos puntos de referencia centrales en el
curso temprano de la psicosis.
Cuestionario sobre Creencias Personales (PBIQ). (Birchwood, Mason, MacMillan & Healy. 1993).
Permite obtener las creencias personales del paciente sobre su enfermedad a través de cinco
escalas: Control sobre la enfermedad, yo como enfermedad, expectativas, estigma y contención
social.
Procedimiento
A continuación describimos el protocolo diseñado para el área sanitaria de Torrelavega-Reinosa en
Cantabria. Comprende una población de unos 160.000 habitantes y se aplica desde la unidad de
salud mental a través de un programa que se viene desarrollando desde Octubre del 2000. La
unidad de salud mental ha adaptado y desarrollado un protocolo clínico-asistencial (ver figura 1)
destinado a la ITP con dos ejes básicos, desarrollar una estrategia local de detección y evaluación
temprana desde los centros de atención primaria y servicios locales de salud mental y la aplicación
de una estrategia terapéutica combinada que incluya la prestación de tratamiento neuroléptico con
atípicos a dosis bajas y terapia cognitivo conductual.
El protocolo que presentamos en este trabajo está pensado para su desarrollo desde un servicio
publico de salud y supone la aplicación integrada de diversos subprogramas a lo largo de un periodo
de tres años: (1) Programa de ITP para centros de atención primaria. (2) Programa para el
tratamiento farmacológico temprano. (3) Programa psicoeducativo para pacientes y familiares e
intervención familiar en primeros episodios. (4) Programa de terapia cognitiva dirigida al ajuste y
superación de la psicosis. (5) Programa de terapia cognitiva para síntomas psicóticos positivos
(Vallina, 2001; 2002).
El programa empieza con los talleres psicoeducativos para los médicos en los centros de primaria
para continuar posteriormente con la derivación al servicio desde estos centros, consulta joven
(dispositivo especifico del INSALUD dirigido a atender población juvenil que no suele frecuentar las
consultas convencionales de atención primaria) y cualquier otro dispositivo de la comunidad. A
continuación, se realiza el proceso evaluativo, y en función de los resultados de la evaluación, se
organizan los pacientes en tres grupos: Aquellos que presentan un estado mental de alto riesgo
caracterizado por síntomas inespecíficos y con antecedentes familiares; a estos se les realiza un
análisis funcional de sus alteraciones y si procede se llevan a cabo intervenciones psicológicas
encaminadas al tratamiento específico de sus problemas (ansiedad, alteraciones del sueño,
depresión, etc.) a la vez que entran en seguimiento durante tres años. Si en este periodo se
agravase su estado y aumentase su clínica se aplicaría el protocolo clínico del grupo de pacientes con
síntomas psicóticos atenuados. Otro grupo lo constituyen quienes presentan un estado mental de
alto riesgo caracterizado por presentar síntomas psicóticos atenuados o con carácter breve e
intermitente. Estos pacientes son tratados farmacológicamente con neurolépticos atípicos a dosis
bajas en combinación con terapia cognitivo-conductual y con psicoeducación sobre el funcionamiento
de los procesos psicológicos. Los pacientes de este grupo que realizasen un tránsito a la psicosis
pasarían al protocolo de primeros episodios y recibirían el tratamiento indicado para esta fase. Por
último, el grupo de pacientes que ya manifiestan un claro diagnóstico de psicosis, y que están en su
primer episodio, se abordan con un tratamiento combinado de psicofármacos, terapias psicológicas
encaminadas al ajuste a la psicosis (COPE) y al tratamiento de los síntomas positivos (STOPP),
psicoeducación y terapia familiar. En los tres casos se prioriza el tratamiento ambulatorio desde la
unidad de salud mental, incluyendo atención domiciliaria si se precisa, con el fin de mantener los
cuidados en la comunidad y evitar cualquier corte traumático en el desempeño psicosocial del
paciente.
Resultados preliminares
En el primer año de nuestro trabajo hemos recogido unos primeros datos, que si bien son
meramente descriptivos, nos pueden orientar de los efectos de esta modalidad de intervención
temprana en psicosis en nuestro entorno sanitario real.
Características generales de la muestra
A lo largo del primer año, accedieron al programa un total de 30 pacientes procedentes de todo el
área de salud.. Once pacientes procedían del grupo experimental (36%) y 2 del grupo control
(6,6%), el resto se distribuía entre los restantes 7 centros de salud (37,3%) y presentaba una gran
dispersión en las derivaciones. Dados los resultados, se formaron dos grupos para el análisis; el
experimental y el resto de los centros se reunió en otro grupo control.
La edad media era de 21,7 años para el grupo experimental y de 20,4 para el control. El grupo
experimental tenia un 80% de mujeres y un 20% de hombres, mientras que el control tenia un 56,6
% de mujeres y un 43,4 de hombres. La duración de la enfermedad sin tratar (aquí se refiere al
inicio de los primeros síntomas de malestar clínico antes de entrar en el programa como pacientes
de estado mental de alto riesgo o como primer episodio) fue de 27 meses para el grupo
experimental y de 31 para el control. La duración de la psicosis sin tratar fue de 2 semanas para el
grupo experimental y de 12 semanas para el grupo control. Y por último, el grupo experimental tenia
un 30 % de pacientes con antecentes de consumo de drogas frente a un 16% por parte del grupo
control.
Clasificación diagnóstica de las derivaciones
En cuanto al tipo de pacientes enviados al programa, el grupo experimental derivó un 54,5 % de
pacientes que cumplían criterios para la inclusión dentro de la clasificación de estado mental de alto
riesgo, un 9% de trastornos de personalidad, un 18% de trastornos paranoides, un 9% de trastornos
esquizofrénicos y un 9% de trastornos depresivos. Por su parte, el grupo control derivó un 40% de
pacientes calificados de estados mentales de alto riesgo, un 25 % de esquizofrenias, un 8% de
trastornos esquizofreniformes, un 8 % de trastornos delirantes, un 12 % de trastornos depresivos y
un 4% de trastornos de personalidad.
Transición a la psicosis
Tras el primer año de programa, dos de los pacientes del grupo de alto riesgo, el 12 %, han
desarrollado un episodio psicótico. En ambos casos, se trata de pacientes con una elevada presencia
de síntomas psicóticos atenuados en el momento de entrar en el programa, con una marcada
reducción de su funcionamiento psicosocial, con más de dos años y medió de duración de
enfermedad sin tratar y que han producido el tránsito dentro de los seis primeros meses del
programa, a pesar de estar recibiendo tratamiento farmacológico y psicoterapéutico.
Discusión
Los primeros datos obtenidos en nuestro servicio parecen avalar la viabilidad de aplicar estos
procedimientos en entornos asistenciales públicos de nuestra red sanitaria. Parece que los primeros
años de la enfermedad (tratada o no tratada) suponen una ocasión extraordinaria para poder
impedir o limitar el potencial decline habitual de las psicosis interviniendo tempranamente y
conseguir así una mejor recuperación de la enfermedad. De un lado, comprobamos que la aplicación
de estos procedimientos obtiene unos mínimos periodos de enfermedad sin tratamiento y posibilita
el inicio del tratamiento en los primeros momentos de la psicosis o incluso en sus fases presicóticas.
Mas específicamente, la reducción del periodo de psicosis sin tratar, que depende más de un
adecuado reconocimiento por los médicos de primaria se ha conseguido, Pero el periodo de la
enfermedad sin tratar, que incluye toda la fase prodrómica y que depende fundamentalmente del
propio paciente como primer sensor de problemas y como solicitador de la posterior ayuda o
tratamiento, nos sigue pareciendo demasiado alta. Esto plantea la necesidad de medidas más allá de
los centros de salud, pero aún no disponemos de suficiente evidencia terapéutica para iniciar
actuaciones de corte más social o comunitario, aun necesitamos acumular más experiencia y
conocimiento. Por otra parte, observamos cómo la aplicación de esta modalidad de intervención
temprana en los centros de atención primaria obtiene un muy buen filtrado de pacientes y una
optima calidad de las derivaciones, sin colapsar los servicios con derivaciones indebidas, optimizando
además las capacidades diagnosticas de los médicos. Esto la presenta como una excelente estrategia
tanto para la prevención primaria como para la coordinación entre los distintos niveles de asistencia
que configuran nuestros sistemas sanitarios. Por último, hemos visto cómo nuestras tasas de
transición a la psicosis en estos pacientes de alto riesgo son homologables a las obtenidas con el
mismo procedimiento por el grupo de trabajo australiano (Yung et al. 2002) y superiores a otras
modalidades de intervención que, en unas ocasiones aplicaron como formas de intervención
solamente formatos psicoterapéuticos de apoyo y en otras una combinación de fármacos
antidepresivos y psicoterapia de apoyo (Larsen et al. 2001). En este apartado se plantea una
cuestión crucial. Si el paciente es captado en las primeras fases de la enfermedad (momento
prodrómico de alto riesgo previo al surgimiento de la psicosis) y se trata de manera combinada con
neurolépticos atípicos a dosis bajas y psicoterapia cognitivo conductual ¿por qué aún así acaba
desembocando en una psicosis? ¿No son tan eficaces como pensábamos los tratamientos de los que
disponemos en estos momentos? ¿Quizás estos tratamientos se están aplicando de una manera
inadecuada, ya sea por una dosis incorrecta en el caso de los neurolépticos o por una excesiva
fragilidad de los procedimientos psicológicos? ¿O es que, y aunque clínicamente si es distinguible
una etapa anterior a la psicosis con sintomatología distinta y de menor intensidad psicopatológica,
en lo que refiere a sus consecuencias ya son indistinguibles de las propias de un primer episodio
psicótico, y este momento prodrómico ya es también tardío? Como sugieren Cornblatt, Lencz &
Obuchowski (2002), quizás estamos ante distintos perfiles de pródromos que, a su vez, ya
configuran distintos tipos de enfermedad y que incluso en sus primeros momentos ya precisan de
tratamientos diferenciados y adaptados a cada patrón sintomático y a cada momento anterior a la
psicosis.
Con todo, y siendo conscientes de que aún estamos al inicio del inicio en este campo, los primeros
momentos de la psicosis se presentan como la mejor etapa para una óptima intervención
biopsicosocial como la que aquí hemos presentado. Proponemos además, que los centros de salud
mental, por su composición interdisciplinar, su agilidad funcional, su conexión con los centros de
atención primaria de salud y por ser la puerta de entrada al servicio asistencial especializado,
pueden ser el lugar idóneo para el desarrollo de estas nuevas modalidades de intervención,
facilitando, además, la continuidad de cuidados a lo largo de todos los dispositivos asistenciales o
comunitarios que fuese utilizando el paciente, puesto que se proporciona un tránsito guiado y no
traumático entre estos, y permite aplicar una lógica asistencial y terapéutica armónica a lo largo de
toda esa ruta.
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