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Diferencias en sintomatología depresiva a través del desarrollo adulto.

Fecha Publicación: 18/08/2010
Autor/autores: Antonio Riquelme Marín , Ana I. López Navas, Magdalena Gómez Díaz

RESUMEN

El propósito del presente trabajo ha sido estudiar las diferencias en sintomatología depresiva a través del desarrollo adulto. Para ello, se ha trabajado con una muestra total de 507 adultos. 111 personas tenían una edad comprendida entre 20 y 30 años, 159 entre 35 y 55, y las 237 restantes tenían una edad mayor o igual a 65.Al conjunto de la muestra se le aplicó la escala CES-D, y un inventario de síntomas de elaboración propia.Los resultados obtenidos arrojan diferencias en la relevancia de los síntomas, tanto en el conjunto de la muestra como a nivel subclínico.


Palabras clave: Depresión; Envejecimiento.
Área temática: .

Diferencias en sintomatología depresiva a través del desarrollo adulto.
FUENTE: PSICOLOGIA.COM. 2006; 10(2)

Antonio Riquelme Marín; Ana I. López Navas; Magdalena Gómez Díaz.
PALABRAS CLAVE: Depresión, Envejecimiento.
KEYWORDS: Depresión, Aging.

Resumen
El propósito del presente trabajo ha sido estudiar las diferencias en sintomatología depresiva a través del
desarrollo adulto. Para ello, se ha trabajado con una muestra total de 507 adultos. 111 personas tenían una edad
comprendida entre 20 y 30 años, 159 entre 35 y 55, y las 237 restantes tenían una edad mayor o igual a 65.
Al conjunto de la muestra se le aplicó la escala CES-D, y un inventario de síntomas de elaboración propia.
Los resultados obtenidos arrojan diferencias en la relevancia de los síntomas, tanto en el conjunto de la muestra
como a nivel subclínico.
Abstract
The purpose of the present work has been to study the differences in depressive symptoms trough adult
development. Therefore, we have worked with a total sample of 507 adults. 111 aged between 20 and 30 years,
159 between 35 and 55, and the 237 remaining were 65 or over.
The CES-D scale, and an inventory of depressive symptoms of own elaboration was applied.
The obtained results show differences in the relevance of the symptoms, at normal population's level as
subclínical.

Introducción
La depresión constituye uno de los principales problemas de salud mental a lo largo del desarrollo adulto. Sin
embargo, pese a la profusión de trabajos realizados a lo largo de las últimas décadas, sobre la implicación del
envejecimiento respecto al desarrollo y/o mantenimiento de este tipo de alteraciones, existe una gran disparidad
de resultados a nivel epidemiológico. Son muchos los factores que podrían ayudarnos a entender la amplitud
estas diferencias (Sable, Dunn & Zisool, 2002). Entre ellos, cabe destacar la instrumentación utilizada, el tipo de
muestra seleccionado, los criterios empleados, etc. No obstante, en distintos trabajos, se ha señalado el papel
crucial que pueden presentar las diferencias sintomatológicas relacionadas con la edad. (Stage, Bech, KraghSorensen, Nair & Katona, 2001; Kales & Valenstein, 2002; Gallo & Rabins, 1999, etc). De esta forma, dichas
diferencias podrían dificultar un diagnóstico adecuado, y por lo tanto un a estimación precisa de la presencia de
alteraciones depresivas a través de la edad.
Uno de los primeros investigadores que sugirieron la existencia de diferencias sintomatológicas entre los pacientes
con depresión ancianos y no ancianos fue Felix Post (Post, 1962). Sin embargo, y a pesar de las diferencias en los
síntomas característicos de la depresión en los diferentes grupos de edad, frecuentemente estas diferencias
resultan difíciles de identificar y por lo tanto influye en la infravaloración de la depresión en la vejez.
McNeil y Harsany (1989), pusieron de manifiesto que los síntomas somáticos representan una entidad propia en la
depresión de los ancianos. Además, los ancianos tienden a manifestar la sintomatología emocional al médico en
menor medida que los adultos más jóvenes. (Harper, Kotik-Harper & Kirby, 1990) Los síntomas psicológicos y los
emocionales son los más infracomunicados al contrario de los somáticos y neurovegetativos. (Lyness et al.,
1995). Este hecho lo encontramos reflejado en el trabajo realizado por Forsell, Jorm y Winblad (1994) en el que
concluyeron que las personas de edad avanzada presentan dificultades para reconocer o expresar sus
sentimientos y por lo tanto la sintomatología depresiva, ya que todos los ancianos, que participaron en su
investigación y que padecían un síndrome depresivo, habían consultado a su médico por la presencia de síntomas
somáticos y no directamente por los depresivos.

Por lo tanto, no es raro encontrar que un anciano deprimido no se queje de tristeza o que impute sus respuestas
emocionales a la edad y manifieste, prioritariamente los síntomas de la esfera corporal. (López Trigo, 2001). Es
más, la presencia de enfermedades físicas incide a su vez en el comportamiento del médico que con frecuencia
atiende la patología somática justificando la presencia de síntomas psíquicos por la presencia de aquella o del
tratamiento de la misma. (Franco, Sanmartín, Guija & Giles, 2003)
Este hecho ocurre no sólo en los médicos, sino también entre los propios familiares o personas cercanas al
anciano. En numerosas ocasiones, éstos no hacen una valoración adecuada de las quejas del mayor, justificando
la presencia de la mayoría de los síntomas como "propios de la edad" y dificultando así, por tanto, el correcto
abordaje y el tratamiento adecuado. (Franco & Giles, 1996). Todo esto trae como consecuencia que la depresión
en el anciano no se detecte adecuadamente, se infradiagnostique (Agüera & Hernán, 2000) y con frecuencia nos
encontremos con depresiones enmascaradas. (Alexopoulous, 2001)
Los sentimientos de culpabilidad o inutilidad, la tristeza, el pesimismo, la fatiga, la pérdida de interés y las
dificultades de sueño, han sido los síntomas más comunes encontrados en la población anciana deprimida por los
diferentes trabajos realizados al respecto. (Blazer & Williams, 1980; Henderson , Jorm, Mackinnon, Christensen,
Scott, Korten, & Doyle, 1993; Koenig, Cohen, Blazer, Krishnan & Siberty, 1993; Stage et al., 2001). Sin embargo,
los síntomas relacionados con la baja autoestima parecen ser menos frecuentes en los ancianos que padecen
depresión que en los adultos no ancianos. (Gurland, Fleiss & Goldberg, 1976; Steuer, Bank, Osten & Jarvik, 1980;
Wallace & Pfohl, 1995).
Franco et al. (2003) obtuvieron como resultado en sus trabajos, que los síntomas que más diferencian la
depresión del anciano de la del adulto joven son los que se refieren a la desvitalización, a la vivenciación negativa
o a la pérdida de futuro. Estos síntomas junto a la presencia de algunos afectos característicos del anciano pueden
llevar a la confusión y diagnosticar cuadros afectivos donde en realidad no existen, o por el contrario, considerar
sano a aquella persona que en realidad presenta una depresión.
Maes (2002) obtuvo que en personas de edad más avanzada había una mayor relevancia de determinados
síntomas depresivos, tales como problemas de peso, falta de reactividad, estado de ánimo deprimido, pérdida de
interés, insomnio, anergia, ansiedad, pérdida de autoestima, síntomas psicóticos y enlentecimiento psicomotor.
Resultados que vienen a coincidir con los trabajos realizados por Sharp y Lipsky (2002) o Stage et al. (2001),
entre otros.
La revisión de estos trabajos, parece por lo tanto poner de manifiesto que la relevancia de algunos síntomas
depresivos parece diferir en función de la edad, así como un acuerdo generalizado en la relevancia que los
síntomas ligados al deterioro somático y cognitivo adquieren en la vejez, no obstante, no existe el mismo acuerdo
generalizado respecto a la relevancia en la vejez de otro tipo de síntomas de naturaleza más emocional y
simbólica cuya importancia a lo largo del proceso de envejecimiento pudiera estar mediada por factores de tipo
sociocultural.
El objetivo por lo tanto de el presente trabajo es el de comparar la relevancia de síntomas depresivos de distinta
naturaleza a lo largo del desarrollo adulto.

Material y método
Sujetos
Los datos empleados en el presente trabajo, han sido extraídos de una investigación más amplia sobre
epidemiología de la depresión a través del desarrollo adulto. Dicho estudio se ha realizado sobre la población
adulta de la Región de Murcia (España). Concretamente, en este artículo haremos referencia a una muestra total
de 507 sujetos, divididos en tres subgrupos de edad:
El primer subgrupo (de aquí en adelante grupo 1) está formado por personas con una edad comprendida entre 20
y treinta años. Componen este subgrupo un total de 111 personas, de las cuales 42 son hombres y 69 mujeres.
La edad media es de 24,28 años.
El segundo subgrupo (grupo 2) está compuesto por 159 personas (61 hombres y 98 mujeres). El rango de edad
de esta comprendido entre los 35 y 55 años, siendo la media de 45,76.
El tercer subgrupo, (grupo 3) está compuesto por personas cuya edad es igual o superior a 65 años. El número
total de personas entrevistadas, es en esta ocasión de 237. Respecto a la variable sexo, 113 son hombres y 124
mujeres, siendo la media de edad de 71,7.

Finalmente, para establecer una comparación en la presencia de sintomatología depresiva a lo largo del desarrollo
en personas con sintomatología relevante, seleccionamos de los tres subgrupos anteriormente indicados a
aquellas personas que presentaban sintomatología depresiva en forma significativa, adoptando para dicha
selección el criterio de una puntuación en el cuestionario ces-d ≥ 16. De esta forma, a nivel subclínico, el
grupo uno quedaría compuesto por 25 personas, el grupo dos por 36 y el grupo 3 por 72.

Instrumentos

En el presente artículo haremos referencia a los siguientes instrumentos incluidos en una batería más amplia de
evaluación:
Escala CES-D (Radolff, 1977)
Inventario de síntomas depresivos (Elaboración propia)
Para la realización del inventario de síntomas se realizó una extensa revisión de la literatura psicológica. Dicho
inventario, que finalmente comprende un total de 56 síntomas, expresados en 58 ítems en los que se recogen los
criterios clínicos de los sistemas DSM-IV- TR y CIE- 10. Junto a los criterios de estos dos sistemas diagnósticos, se
realizó una revisión de contenido de los principales instrumentos psicométricos para evaluación de la depresión
(BDI, Beck, Ward, Mendelson, Mock & Erbaugh, 1961; CES-D, Radolff, 1977; MADRS, Montgomery & Asberg,
1979; HRSD, Hamilton, 1967; E.A.D.G., Goldberg, Bridges, Duncan-Jones, Grayson, 1988; SDS, Zung, 1965; y
SCL-90-R Derogatis, 1983). La revisión cualitativa de estos instrumentos nos permitió incorporar nuevos ítems
cuyo objetivo era constatar la presencia/consistencia de sus correspondientes síntomas. En este sentido, la
valoración de los síntomas, se realizó según su presencia durante las dos últimas semanas, con las opciones de
respuesta Nunca, Casi Nunca, Con frecuencia, la mayor parte del tiempo.
Procedimiento
La recogida de información se ha realizado por muestreo estratificado y aleatorio a través de la visita domiciliaria
de entrevistadores previamente entrenados para esta tarea a través de un seminario de formación.

Tabla 1. Síntomas depresivos

Resultados
Se obtuvieron las frecuencias absolutas de cada uno de los síntomas en cada uno de los grupos estudiados. Se
realizó la prueba estadística Chi-cuadrado sobre los ítems con la finalidad de identificar aquellos síntomas que se
relacionan significativamente con la edad. Estas pruebas estadísticas se realizaron tanto en población general
como en población subclínica.
El primer análisis se realizó sobre la población general, es decir, sobre los 507 casos que forman el total de la
muestra. Tras la obtención de las frecuencias absolutas en cada uno de los tres grupos y de la aplicación de la
prueba estadística Chi-cuadrado, observamos que de los 56 síntomas iniciales, son 25 los que se ajustan a este
criterio.
Los síntomas que son significativos con respecto a la variable grupo de edad, ordenados en función de la
significación obtenida, son los siguientes: disminución del interés sexual, consumo de substancias tóxicas,
enlentecimiento psicomotor, disminución de la autoeficacia, problemas de memoria, autocrítica, sentimientos de
ser una carga, disminución del apetito, baja satisfacción con la vida, disminución de la actividad, somatizaciones,
aislamiento social, hipersomnia, desesperanza, inquietud (psicomotora), astenia, llanto, comportamiento
autolesivo, hipocondriasis, baja autoestima, pérdida de interés, anhedonia y dificultad en la toma de decisiones.
En la tabla 2 podemos observar estos 25 síntomas, las frecuencias absolutas obtenidas en cada grupo, la
puntuación Chi-cuadrado y el nivel de significación. Los datos están ordenados en función de las frecuencias de
mayor a menor en el grupo de los ancianos.

Tabla 2. Diferencias en sintomatología según la edad

El mismo tratamiento estadístico fue aplicado a la población subclínica, en este caso, los resultados obtenidos nos
mostraron que de los 56 síntomas iniciales, únicamente doce resultaron ser diferentes al resto con respecto a la
variable edad.

Estos síntomas son:
-

Aislamiento social
Autocrítica
Problemas de interacción social
Enlentecimiento psicomotor
Astenia
Consumo de substancias tóxicas
Sentimientos de ser una carga
Disminución de autoeficacia
Dificultad en la toma de decisiones
Somatizaciones
Hipocondriasis
Disminución del interés sexual

En la siguiente tabla tenemos a los 12 síntomas, las frecuencias absolutas obtenidas en cada grupo, la puntuación
Chi-cuadrado y el nivel de significación. Los datos están ordenados en función de las frecuencias de mayor a
menor en el grupo de los ancianos.

Tabla 3. Diferencias en síntomatología según la edad (nivel subclínico)

En la mayor parte de los síntomas, las frecuencias más altas las encontramos en el grupo de ancianos, excepto en
cuatro variables, que resultan ser más frecuentes en otros grupos de edad.
Por tanto, la disminución del interés sexual, el enlentecimiento psicomotor, las somatizaciones, los sentimientos
de ser una carga, la disminución en la autoeficacia, la hipocondriasis, la astenia y la dificultad en la toma de
decisiones forman parte del grupo síntomas depresivos que se ven agudizados con el paso de los años cuando
trabajamos con una población que presenta elevada sintomatología depresiva, es decir, población subclínica.
Siendo por tanto la vejez la etapa de la vida donde esta sintomatología depresiva toma mayor fuerza con respecto
a etapas anteriores del adulto.

Si comparamos los resultados obtenidos en población general y población subclínica, podemos apreciar que el
número de síntomas significativos disminuye de un grupo a otro. En población general son veinticinco los
síntomas significativos y en la población subclínica son doce, los cuales aparecen en el grupo anterior. Aunque los
valores de significación son diferentes en cada grupo para cada síntoma.
Tanto en población general como en población subclínica, las frecuencias más elevadas las encontramos en el
grupo de los ancianos, en la mayor parte de los síntomas.
A la vez que algunos síntomas se agravan con la edad, otros disminuyen en frecuencia y por tanto en importancia
durante la ancianidad. Estos síntomas son: autocrítica, consumo de substancias tóxicas, problemas de interacción
social y aislamiento social, los cuales cobran mayor importancia a lo largo del desarrollo adulto que durante la
vejez.
Si observamos la evolución de los síntomas depresivos a través de los tres grupos, nos encontramos que los
síntomas relacionados con los déficits físicos se acentúan gravemente con el paso de los años, pasando
prácticamente desapercibidos en otras etapas de la vida.
En el caso de los adultos no ancianos, los síntomas relacionados con el entorno social, el consumo de substancias
tóxicas y las exigencias hacia uno mismo son los que cobran mayor importancia. Es más cuanto más jóvenes
mayor importancia parecen tener los problemas de origen social y de abuso de substancias, siendo la autocrítica
el síntoma más acusado entre los adultos maduros.

Discusión
Tras el análisis de los resultados obtenidos, podemos apreciar varias conclusiones. Los síntomas depresivos
relacionados con los déficits físicos se acentúan gravemente con el paso de los años, mientras que en otras etapas
de la vida éstos son síntomas que pasan prácticamente desapercibidos. Es decir, que los síntomas somáticos
representan toda una entidad propia en la depresión de los ancianos (McNeil & Harsany, 1989)
De acuerdo con esto, los ancianos cuando recurren al médico con sintomatología depresiva elevada tienden a
centrar sus quejas en los síntomas de origen físico, mostrando dificultades en el reconocimiento o incluso
expresión de sus sentimientos, lo cual facilita el enmascaramiento de la sintomatología depresiva. (Forsell, Jormy
& Winblad, 1994) Así, que con frecuencia nos podemos encontrar con ancianos deprimidos que no se quejan de
tristeza o que incluso impute sus respuestas emocionales a la edad y manifieste, prioritariamente los síntomas
relacionados con la esfera corporal. (López Trigo, 2001)
Sin embargo, y a pesar de la gran relevancia que tienen los síntomas somáticos en la depresión padecida por los
ancianos, no podemos olvidar que un alto porcentaje de pacientes deprimidos revelan alteraciones cognitivas,
como los problemas de memoria, alteraciones de la concentración o disminución de la atención. A pesar de ello,
nos podemos encontrar con que el rendimiento del anciano deprimido puede tener una apariencia normalizada.
(Menchón, Crespo & Antón, 2001)
En los resultados obtenidos en el presente trabajo, hemos encontrado una serie de síntomas depresivos
específicos que se agravan con la edad. Los síntomas depresivos que más se agudizan en los ancianos en
comparación con otros grupos de edades más jóvenes son: disminución del interés sexual, enlentecimiento
psicomotor, somatizaciones, sentimientos de carga, disminución de la autoeficacia, hipocondríasis, astenia y
dificultad en la toma de decisiones. En estos ocho síntomas, nos encontramos con algunos de origen físico y otros
de origen cognitivo.
Si realizamos una revisión de la literatura existente sobre este tema, nos encontramos con que los síntomas más
comunes encontrados en la población anciana deprimida son: los sentimientos de culpabilidad o inutilidad, la
tristeza, el pesimismo, la fatiga, la pérdida de interés y las dificultades de sueño. (Blazer y Williams, 1980; Kay,
Henderson & Scott, 1985; Koenig et al., 1993; Stage et al., 2001). Estos síntomas, son comparables con los
obtenidos en nuestro trabajo, y a pesar de que la comunidad científica, a día de hoy no ha llegado a conclusiones
determinantes sobre las características diferenciales de la depresión en población anciana, si podemos señalar,
como los trabajos realizados a clarificar este fin obtienen resultados similares.
Finalmente, otro resultado interesante de destacar son aquellos síntomas depresivos que con la vejez ven se
atenuados. Estos síntomas son: consumo de substancias tóxicas, autocrítica, problemas de interacción social y
aislamientos social. Estos síntomas muestran mayor gravedad cuanto menor es la edad de la persona deprimida.
Son síntomas que influyen directamente en la baja autoestima y que favorecen el retraimiento social; síntomas
que parecen estar menos relacionados con la depresión en el anciano y que sin embargo aumentan

considerablemente en la población joven. (Gurland, Fleiss & Goldberg, 1976; Steuer, Bank, Osten & Jarvik, 1980;
Wallace & Pfohl, 1995).

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