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Formación en psicoterapia.

Fecha Publicación: 12/07/2010
Autor/autores: Alberto Fernández Liria , Beatriz Rodríguez Vega

RESUMEN

La psicoterapia es un instrumento básico de intervención del psiquiatra general y, por tanto, debe formar parte de la formación básica de cualquier psiquiatra. Este principio se contempla en el programa de la especialidad, aunque éste no especifica cómo alcanzarlo. Los programas de residencia deben garantizar la formación en habilidades básicas de entrevista, en la actitud psicoterapéutica y en el manejo de los factores comunes a las diferentes escuelas psicoterapéuticas que la investigación ha puesto de manifiesto que se asocian a buenos resultados. Los instrumentos para lograr esta formación incluyen en primer lugar la práctica supervisada y las estrategias de sensibilización a las posibles interferencias de las características personales del terapeuta en su trabajo con sus pacientes, que puede lograse a través de la experiencia terapéutica personal, de la supervisión o del trabajo específico de las dificultades en la adquisición del rol de terapeuta.En este momento se plantea la posibilidad de que algunos residentes puedan completar, una vez terminado su período normal de residencia, su formación en psicoterapia a través de un área de capacitación específica en psicoterapia que supondría dos años de formación adicional. La puesta en marcha de tal área de capacitación específica no implica, de ningún modo que puedan existir psiquiatras generales sin la formación básica a la que hacíamos referencia. Tal acreditación debería facultar para la práctica de intervenciones mas específicas o para realizar tareas tales como la supervisión de las personas que están realizando la formación básica.Se discuten los requisitos que, para atender a estas tareas deberían cumplir las unidades docentes acreditadas tanto para la formación de psiquiatras generales como para la formación del área de capacitación específica en psicoterapia.


Área temática: .

FORMACIÓN EN PSICOTERAPIA
Autores:
z

Alberto Fernández Liria

z

Beatriz Rodríguez Vega
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM 2000; 4(2)

RESUMEN
La psicoterapia es un instrumento básico de intervención del psiquiatra general y, por tanto, debe
formar parte de la formación básica de cualquier psiquiatra. Este principio se contempla en el
programa de la especialidad, aunque éste no especifica cómo alcanzarlo. Los programas de
residencia deben garantizar la formación en habilidades básicas de entrevista, en la actitud
psicoterapéutica y en el manejo de los factores comunes a las diferentes escuelas psicoterapéuticas
que la investigación ha puesto de manifiesto que se asocian a buenos resultados. Los instrumentos
para lograr esta formación incluyen en primer lugar la práctica supervisada y las estrategias de
sensibilización a las posibles interferencias de las características personales del terapeuta en su
trabajo con sus pacientes, que puede lograse a través de la experiencia terapéutica personal, de la
supervisión o del trabajo específico de las dificultades en la adquisición del rol de terapeuta.
En este momento se plantea la posibilidad de que algunos residentes puedan completar, una vez
terminado su período normal de residencia, su formación en psicoterapia a través de un área de
capacitación específica en psicoterapia que supondría dos años de formación adicional. La puesta
en marcha de tal área de capacitación específica no implica, de ningún modo que puedan existir
psiquiatras generales sin la formación básica a la que hacíamos referencia. Tal acreditación
debería facultar para la práctica de intervenciones mas específicas o para realizar tareas tales
como la supervisión de las personas que están realizando la formación básica.
Se discuten los requisitos que, para atender a estas tareas deberían cumplir las unidades docentes
acreditadas tanto para la formación de psiquiatras generales como para la formación del área de
capacitación específica en psicoterapia.

FORMACIÓN EN PSICOTERAPIA: CONTEXTO GENERAL
La formación en psicoterapia y la correspondiente acreditación de psicoterapeutas se lleva a cabo
por diferentes procedimientos y desde diferentes instituciones en los distintos países de nuestro
entorno. Generalmente, estos procedimientos son coherentes con el sistema general de formación y
acreditación de la práctica de las tecnologías vigentes en estos países. Hay países, como el reino
Unido, en los que quien acredita a una persona como médico, arquitecto o ingeniero es, en última

instancia, el Colegio correspondiente, independientemente de que éste, exija un título expedido por
una universidad. Hay países en los que algunas de estas prácticas pueden ser llevadas a cabo con
acreditación de entidades no oficiales. Y hay países, como el nuestro, en los que quien capacita
para el ejercicio de éstas prácticas es el Estado, a través de un título expedido por el Ministerio de
Educación y Ciencia. También en países en los que esto ocurre así, pueden ser exigibles en algunos
casos otros requisitos, como la colegiación. Pero en estos casos el colegio no puede reconocer a
personas que no ostenten el título ni establecer condiciones adicionales para la colegiación. Actúa
como un registro (además de un órgano de defensa de intereses corporativos).
La psicoterapia es una práctica que históricamente llevan a cabo profesionales de diferente
titulación (sobre todo psiquiatras y psicólogos clínicos, pero, en algunos países también
trabajadores sociales o enfermeros...) y para cuyo desarrollo se han articulado soluciones muy
diferentes en distintos países. En el nuestro, sencillamente, no existe regulación oficial y, en
principio, no es perseguible el que una persona cualquiera pueda anunciar sus servicios como
psicoterapeuta avalado por alguna sociedad que no ha cumplido mas trámite que el de inscribirse
en el registro, o, incluso, por su propio convencimiento de que lo que hará se llama psicoterapia.
No existe, por tanto, un procedimiento reglado de acreditación.
Consecuentemente, tampoco existe un procedimiento reglado de formación. Actualmente existen
tres vías para conseguir ésta. La primera es la que ofrecen cada una de las sociedades de
psicoterapeutas de las diferentes orientaciones. Proporcionan una formación de escuela que
permite, en último término, acceder a la sociedad. Nada, fuera del prestigio de cada sociedad
garantiza nada sobre contenidos o resultados. Un intento de consensuar unas reglas del juego y
establecer un sistema de garantías en este campo es el que ha representado la Federación Española
de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) que ha acordado, para sus asociaciones miembros un
conjunto de mínimos a cumplir y que se supone que puede otorgar una cierta garantía de control.
Se trataría, en último término de un control privado, avalado, en última instancia por el propio
prestigio de la Federación que, sabedora de ello, se ha debatido desde sus inicios en el dilema de
consolidar éste siendo rigurosa en los requisitos de admisión o ganar fuerza, ampliado su base con
la incorporación del mayor número de sociedades. En cualquier caso se trata de un procedimiento
que no es el coherente con el procedimiento general de acreditación ni formación vigente en
nuestro país, donde, en principio, para el resto de las profesiones, ambas actuaciones son realizadas
por el Estado que, en todo caso, acredita alguien para, subsidiariamente, llevarlas a cabo en su
nombre.
La segunda vía de acreditación es la universitaria. En el momento actual existen títulos propios de
diferentes universidades que acreditan formación en diferentes modalidades de psicoterapia a
través de una formación de postgrado. Algunos de ellos son seguidos por un número importantes
de residentes de Psiquiatría y Psicología Clínica, que han encontrado en ellos un complemento para
su formación en las muy deficitarias condiciones actuales. Cabe, en todo caso, decir aquí que,
afortunadamente, en nuestro país, la formación especializada para ejercer las profesiones sanitarias
ha sido asumida, por ley, por el propio aparato sanitario, a través del sistema MIR y equivalentes,
que garantizan el aprendizaje a través de la práctica supervisada en las condiciones reales en las
que se produce la asistencia en el sistema público y que esta reaparición de la institución
universitaria en la acreditación de postgrado, aunque, de algún modo, supone una mejor garantía
que las proporcionadas por la vía descrita en el párrafo anterior, dista de ser lo deseable.
La vía que reseñaremos en tercer lugar es la de la formación especializada a través del sistema
de residencia en las dos especialidades (Psiquiatría y Psicología Clínica) que es el objeto de esta
ponencia y que, a nuestro modo de ver es la que debería marcar la pauta para las otras. Pero para
ello serán precisas algunas reflexiones previas. En cualquier caso, lo coherente con el sistema de
acreditación y formación profesional vigente en nuestro país es que el organismo acreditador sea el
Estado (a través de un título del Ministerio de Educación) y que el estado proporcione un sistema
de formación para acceder a tal acreditación (a través de los programas MIR y PIR). Ello sin

menoscabo de que puedan autorizarse otras entidades formadoras siempre que cumplan los
requisitos de la enseñanza oficial. Como sucede en otros ámbitos de la formación (colegios,
universidades...)

PSIQUIATRÍA Y PSICOTERAPIA
El sesgo biologicista que, torpemente potenciado por la industria farmacéutica, ha invadido en los
últimos años la práctica de la psiquiatría, ha provocado el que se haya llegado a plantear la cuestión
de si la psicoterapia forma parte del arsenal terapéutico básico de la psiquiatría y,
consecuentemente, el que se haya pensado en la posibilidad de acreditar como psiquiatras a
personas sin formación en psicoterapia. Las intervenciones psicoterapéuticas o psicosociales en
general, constituyen (en combinación o no con tratamientos medicamentosos) el tratamiento de
primera elección de una gran parte de los trastornos mentales (de la agorafobia y otros trastornos
fóbicos a las obsesiones, pasando por los trastornos de la conducta alimentaria, los trastornos
subsecuentes al estrés traumático, los trastornos de la personalidad o la patología psicosomática) y
son un elemento coadyuvante imprescindible en el tratamiento de casi todos ellos. Parece imposible
que alguien sin lo que podríamos llamar una sensibilidad psicoterapéutica pueda ejercer una
profesión que, de llevarse a la últimas consecuencias las ideas hoy prevalentes, verá mañana
repartido su campo de actuación entre neurólogos y endocrinólogos (sino máquinas expendedoras
de psicofármacos) y psicólogos. Sin embargo la tendencia a la que nos referimos ha cobrado tal
fuerza que, por ejemplo, los colegas alemanes, conscientes del disparate que supone este
reduccionismo, han considerado necesario rebautizar la especialidad como Psiquiatría y
Psicoterapia. Si bien nos parece que hay que tomar buena nota del modo en el que los alemanes
han abordado el problema de la formación en psicoterapia de los residentes de psiquiatría, no
creemos que deba imitárseles en lo que a la denominación se refiere. Nos parece que aún podemos
apostar por plantear que se trata de una denominación redundante. Al menos tan redundante como
sería Psiquiatría y utilización de Psicofármacos. Y no creemos que sea menos disparatado concebir
que alguien pueda llamarse psiquiatra sin saber llevar a cabo intervenciones psicoterapéuticas que
sin saber utilizar los psicofármacos.
A pesar de las apariencias sustentadas por el contenido de los programas de los congresos cada vez
mas enteramente patrocinados y dirigidos por la industria farmacéutica, en todos los foros en los
que se ha planteado seriamente la cuestión, se ha llegado a la misma conclusión que esbozábamos
mas arriba. Así lo ha hecho la Asociación Psiquiatrica Americana (Docherty, Herz & Gunderson
1993), la sección de psiquiatría de la Unión Europea de Medicos Especialistas o la asociación
europea de médicos residentes en psiquiatría (estas últimas posturas serán expuestas y analizadas
por el Profesor Gómez Beneyto en esta misma mesa).
Probablemente esta toma de postura conlleve la necesidad de una definición precisa y restrictiva
de la psicoterapia del tipo de la que fue propuesta por la Danish Psychiatry Society y adoptada por
el grupo de trabajo de Psiquiatría de la UEMS (Fernández Liria y Rodríguez Vega 1997), la de
Jorge Luis Tizón (1992) o la de los autores de este trabajo (Fernández Liria y Rodríguez Vega
1997). Pero, en la medida en la que el término psicoterapia se refiera a un tipo de intervención
orientada al tratamiento de los trastornos mentales y problemas de salud mental deberá concernir a
la formación de los profesionales de la psiquiatría.

DIFICULTADES
La formación en psicoterapia entraña dificultades de diferente orden. Probablemente la que ha

producido mas reservas es la de la dificultad en la definición de en qué consiste la actividad
psicoterapéutica y la existencia de escuelas psicoterapéuticas muy diferentes. Tal dificultad se
ha pretendido resolver a través de cuatro estrategias diferentes. La primera está representada por
programas en los que se ofrece a los discentes la posibilidad de formarse en una única orientación
(la del servicio o entidad docente) con absoluta ingnorancia de las otras. Esta estrategia es
compatible (con matices) con la propuesta alemana, que considera válida la formación en una de las
tres orientaciones que considera acreditadas (psicoanalítica, cognitivo-conductual y centrada en el
cliente). Tiene el inconveniente de proporcionar un mismo título a profesionales con formaciones
muy diferentes. La segunda solución consiste en restringir la formación en psicoterapia a la de las
terapias manualizadas que, por haber demostrado su eficacia en el tratamiento de trastornos
concretos a través del ensayo clínico aleatorizado, pueden considerarse como empíricamente
validadas (en realidad un corto repertorio de intervenciones conductuales, cognitivas e
interpersonales). Tiene el inconveniente de obviar el entrenamiento en habilidades básicas y de dar
por bueno el muy discutible principio de "validación empírica" en el que se sustentan estas terapias.
La tercera solución consiste en hacer participar en la formación a docentes de diferentes
orientaciones permitiendo que el discente opte entre ellas o realice su propia síntesis. Aunque nos
parece preferible a las anteriores, está sujeta al riesgo de la falta de sistematicidad, peligro aún mas
grave cuanto mas corto es el período de residencia. La cuarta solución consistiría en proporcionar
una formación básica en aquellas habilidades que la investigación proceso-resultados ha puesto de
manifiesto que constituyen los factores comunes a las intervenciones de diferente tipo y que
parecen en relación con los buenos resultados. Hoy existen resultados suficientes de la
investigación para plantear este tipo de programas y existen propuestas recientes cuyo uso se ha
extendido rápidamente (incluso en nuestro país) y de las que se han informado de buenos resultados
(Beitman & Yue 1999). Realizaremos una propuesta en este sentido para la formación de
psiquiatras generales.
La segunda de las dificultades intrínsecas se refiere a la metodología docente. La psicoterapia no
puede aprenderse en los libros. Su aprendizaje requiere práctica clínica supervisada y, muy
frecuentemente, los servicios no disponen ni del personal ni de la estructura adecuada para realizar
esta supervisión (mas adelante nos referiremos a ello). En la medida en la que la práctica de la
psiquiátrica supone una implicación de la persona del terapeuta aún mayor que el resto de la
psiquiatría, se suscita la cuestión de la experiencia terapéutica personal. La UEMS, por ejemplo, si
bien no la considera imprescindible la recomienda enfáticamente (strongly). En la propuesta que
desarrollaremos no plantearemos la necesidad de que del terapeuta en formación se someta él
mismo a terapia, pero sí que el programa le proporcione un espacio específico (además de la
supervisión, que tiene en este campo uno de sus objetivos) en que trabajar las dificultades en la
adquisición del rol de terapeuta y sensibilizarse en la implicación de estos aspectos personales en el
desempeño del trabajo terapéutico.

SITUACIÓN ACTUAL
El actual programa para la formación de residentes en psiquiatría establece la obligatoriedad de la
formación básica en psicoterapia y, además, la posibilidad de desarrollar durante ocho meses
una formación adicional en la materia, considerada uno de los posibles campos de especial
interés, durante el cuarto año. Sin embargo entre los requisitos que se exigen a las unidades
docentes para acreditarse no hay ninguno que garantice el que esto pueda llevarse a cabo (puede
haber unidades docentes acreditadas en las que nadie esté capacitado para hacer de supervisor o en
las que no se realice este tipo de prestación).
Probablemente las unidades en las que actualmente se proporciona siquiera una formación básica
en este campo constituyen la excepción. La realidad es que actualmente puede terminarse la
residencia y accederse al título de psiquiatra sin una formación básica en psicoterapia y que, los

residentes que quieren acceder a este tipo de formación, generalmente, tienen que buscarla como
un complemento, al margen del programa de la residencia. Por eso es imprescindible tomar
medidas para que se pueda cumplir lo que establece el programa.
Recientemente la Comisión Nacional de la Especialidad se ha planteado la posibilidad de
incorporar la formación en psicoterapia como una de las áreas de capacitación específica en las
que se podría recibir dos años de formación adicional al terminar la residencia (de psiquiatría o
psicología clínica). Parece una buena idea siempre que se entienda que lo que esta formación postresidencia proporcionaría es una especialización que se adquiriría sobre la formación básica en
psicoterapia que debería recibir todo residente. La propuesta que expondremos a continuación se
refiere a la formación básica para todo residente.

UNA PROPUESTA PARA LA FORMACIÓN EN PSICOTERAPIA DE RESIDENTES DE
PSIQUIATRÍA
De acuerdo con lo anterior nos parece que la formación en psicoterapia que los programas de
residencia deberían proporcionar para los psiquiatras generales debería basarse en los siguientes
principios:
1.- Debe estar basada en la práctica supervisada de la clínica, con
asunción progresiva de responsabilidad. A este respecto los programas
de residencia proporcionan ­ contra lo que frecuentemente se dice - un
marco mucho mas ventajoso que los habituales encuadres de escuela. La
formación sobre análogos o sobre poblaciones y en encuadres
específicamente seleccionados para facilitar la aplicación de técnicas muy
depuradas, que se practica en la mayoría de esas escuelas (a las que la
demanda acude buscando una intervención predefinida), puede ser el
marco idóneo para el adoctrinamiento en determinadas ideologías pero no
para la formación de clínicos en la práctica de la psicoterapia. La
responsabilidad progresiva supone comenzar como observador en
tratamientos conducidos por un terapeuta experto, desarrollar bajo
supervisión tratamientos programados conjuntamente sobre pacientes
evaluados por ambos y planificar y llevar a cabo tratamientos con un
grado de supervisión progrsivamente decreciente.
2.- Debe seguir las vías marcadas por los trabajos de investigación. La
investigación de proceso-resultados y la investigación sobre factores
comunes nos han mostrado la importancia de algunos elementos que se
asocian a buenos resultados - mas allá de las diferencias de escuela -, y
que, por tanto, deberían ser objeto de entrenamientos específicos. Entre
estos aspectos se encuentran por ejemplo la importancia del encuadre - y
consecuentemente del contrato -, la alianza de trabajo y el mantenimiento
del foco - y consecuentemente la formulación y el establecimiento de
objetivos - o el manejo de los sentimientos negativos hacia la terapia o el
terapéuta ­ y consecuentemente el reconocimiento y potenciación de la
alianza terapéutica y el manejo de los aspectos transferenciales y
contratransferenciales de la relación. Beitman y Yue (1999) han
propuesto un sistema de formación basado en este planteamiento.
3.- Debe otorgar una importancia central a la supervisión reglada y
entendida no sólo como lugar en el que se expresan dudas o se consultan

posibles alternativas, sino, sobre todo, en el que la actividad y las
experiencias del psicoterapeuta en formación pueden ser observadas en
perspectiva y donde puede ser entrenada la capacidad de autoobservación.
La supervisión grupal es un instrumento útil y para muchas tareas puede
ser más rica que la individual. Pero la supervisión individual es
imprescindible precisamente porque es el marco en el que, allí donde
surjan, es posible señalar y trabajar las interferencias que aspectos mas
personales del terapeuta en formación pueden tener sobre su actividad
terapéutica.
4.- Debe prestar atención a los aspectos de la persona del terapeuta
implicados en la práctica de la psicoterapias y en la adquisición del
rol de terapeuta. Esto se consigue a través del entrenamiento de la
capacidad de autoobservación y del conocimiento de los modos
idiosincrásicos de relación interpersonal del terapeuta en formación que
pueden interferir con su trabajo. Este conocimiento puede ser obtenido
desde luego, a través de la experiencia personal en psicoterapia, pero
también de la supervisión y de actividades específicamente orientadas
hacia ello en los programas de formación. Los ejercicios estructurados, el
trabajo con la familia de origen del terapeuta, o los grupos de trabajo
sobre las dificultades en la adquisición del rol de terapeuta son algunos de
los instrumentos que pueden ser útiles. En diversos servicios se llevan ya
a cabo grupos de trabajo sobre dificultades en la adquisición del rol de
terapeuta, dirigidos por un profesional externo a la institución (a veces de
otro área sanitaria o de un centro sin contacto directo con esos residentes)
con un planteamiento que, por decirlo de algún modo, podría considerarse
semejante al de los grupos que Michel Balint realizaba con los médicos
generales. Ni que decir tiene que esto plantea dificultades institucionales
que, a veces, solo pueden ser resueltas forzando la legalidad. En cualquier
caso, por una u otra vía, éste es un aspecto básico de la formación.
5.- Debe estar estructurada de tal modo que el progreso en la
formación sea evaluable. Esto es importante no tanto porque ello nos
permitiría poder garantizar la capacitación de las personas acreditadas
sino, sobre todo, porque una de las dificultades del proceso por el que
atraviesan las personas que se están formando en psicoterapia es la
dificultad en percibir los avances que acompañan a las esferas que exige
tal formación y ello se asocia a un efecto de desmoralización que dificulta
el aprendizaje. Una de las virtudes de el método que ya hemos citado
desarrollado por Beitman y Yue (1999) es que proporciona un sistema de
autoevaliuación continua que permite a los formandos apreciar los
cambios que se producen en sus actitudes y su modo de actuar como
consecuencia de la formación.
Estos principios pueden organizarse a través de la estructuración de la formación en dos niveles
que se pueden desarrolar en cada uno de los dos ciclos de la residencia

PRIMER NIVEL O NIVEL BÁSICO
1-Objetivos: Se refieren a la adquisición de conocimientos y experiencia
en las siguientes áreas:

1.1- Entrenamiento en factores comunes., habilidades en técnicas de
entrevista y comunicación humana.
1.2- Conocimientos generales de los modelos psicoterapéuticos de más
amplia difusión.
1.3- Saber hacer una buena derivación e indicación psicoterapéutica.
1.4- Sensibilización al impacto que el pensamiento, sentimientos y actitud
y, en general la persona del terapeuta, tiene sobre la relación con el
paciente y el devenir del tratamiento.
2-Procedimiento: Cada uno de los siguientes apartados, se han de dar de una forma integrada en la
formación, aunque aquí, para mejorar la comprensión, los separemos.
2.1- Didáctico
Talleres y seminarios sobre factores comunes,
técnicas de entrevista y comunicación,
introducción a los diferentes modelos
psicoterapéuticos y teoría del cambio en
psicoterapia.
2.2-Experiencial
Grupo de trabajo sobre dificultades en la
adquisición del rol de terapeuta, entrenamiento
en relajación y grupo de supervisión. Supervisión
individual.
2.3-Actividad clínica
Observación del trabajo del supervisor, inicio del
trabajo psicoterapéutico supervisado, centrado en
primeras entrevistas de evaluación y elaboración
del plan terapeutico.
2.4- Técnicas de entrenamiento recomendadas
Orientación en lecturas y clases teóricas,
enseñanza de técnicas específicas, observación y
discusión
del
trabajo
de
terapeutas
experimentados,
role
playing,
ejercicios
estructurados, feedback de los pares en el grupo,
discusión de resúmenes escritos de la sesión que
ha llevado a cabo el terapeuta en supervisión con
su paciente, autoconfrontación mediante la
visualización y discusión de las grabaciones
audio o vídeo del propio alumno, uso de la
relación supervisor-supervisado
2º NIVEL O NIVEL DE ESPECIALIZACIÓN

El segundo nivel se lleva a cabo en los dos años siguientes.
1- Objetivos:
1. Profundizar en el conocimiento y manejo de la psicoterapia
2. Conocimiento general de técnicas de intervención específicas en salud mental infantojuvenil.
3. Formación en aspectos éticos y cuestiones diferenciales de género, etnia o cultura.
4. Sensibilización a la necesidad de auto-cuidado en una profesión de alto estrés.
5. Conocimiento general de la metodología de investigación en psicoterapia

2-Procedimiento
2.1- Didáctico
Talleres y seminarios.
2.2-Experiencial
Supervisión
individual
con
supervisores
acreditados en el modelo correspondiente,
supervisión en grupo, supervisión del trabajo de
supervisión de un principiante.
2.3-Actividad clínica
Psicoterapias individuales supervisadas, con
diferentes formatos y sobre diferentes
diagnósticos.
El desarrollo anterior es un ejemplo que podría sustituirse por otros muchos. Pero la Comisión
Nacional de la Especialidad debería proponer unas directrices en este sentido en las que, además se
establecieran unos requisitos mínimos (horas de terapia, horas de supervisión, actividades
experienciales...). La Asociación Española de Neuropsiquiatría ha puesto en marcha un grupo de
trabajo para hacer una propuesta en este sentido.

AREA DE CAPACITACIÓN ESPECÍFICA EN PSICOTERAPIA
El Ministerio de Educación ha abierto la posibilidad de creación de Areas de Capacitación
Específica que supondrán la posibilidad de seguir vinculado a la unidad docente mediante una beca
durante dos años mas. En este momento está ya aprobada la correspondiente a Enfermedades
Infecciosas. La Comisión Nacional de la Especialidad de Psiquiatría está valorando la posibilidad
de establecer un área de Psicoterapia. En el encuentro de tutores organizado por la AEN en Palma
de Mallorca el pasado mes de noviembre se debatió este tema y algunos de los presentes
expresaron su temor de que la puesta en marcha de este área pudiera interpretarse en el sentido de
que los psiquiatras que no accedieran a ella podrían no tener formación psicoterapéutica y que lo
coherente con la postura según la cual la psicoterapia constituye una parte irrenunciable y básica de

la práctica psiquiátrica era no aceptar una formación aparte de la básica.
Nos parece que el que exista un área de acreditación específica no tiene porque suponer que la
formación básica no se proporcione durante la residencia. La puesta en marcha (sumamente
probable) del área de capacitación específica en Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia no
significa que ningún psiquiatra pueda dar por concluida su formación sin haber tenido la
experiencia de trabajar con niños o adolescentes. Lo mismo ocurriría con ésta. El haber realizado
esta formación adicional podría en un futuro, ser exigible, por ejemplo, para actuar como
supervisor de residentes que estén cursando su formación básica. En cualquier caso la discusión de
este tema excede los límites de esta ponencia.

REPERCUSIÓN SOBRE LA ACREDITACIÓN DE UNIDADES DOCENTES
En este momento las unidades docentes acreditadas están pendientes de un proceso de
reacreditación por la Comisión Nacional de la especialidad. La nueva acreditación se hará con los
mismos criterios que la anterior. En ellos nada garantiza que la formación básica en psicoterapia
que debería recibir todo residente pueda ser llevada a cabo. Se debería exigir a las Unidades
docentes 1) que realicen actividades psicoterapéuticas en las que que pueda formarse el residente,
2) que dispongan de personal cualificado para actuar de supervisor (a éste habría que exigirle,
como mínimo, el tener la acreditación en pasicoterapia como área de especial interés), 3) que se
organicen de modo que las actividades de supervisión puedan llevarse a cabo y 4) que habiliten
procedimientos por los que puedan llevarse a cabo las actividades mas experienciales (el grupo de
trabajo sobre dificultades...)
De momento las comisiones nacionales de Psiquiatría y Psicología Clínica(o, en su defecto, las
asociaciones científicas, deberían proponer un sistema de formación de formadores que permitiera
salir del actual impasse.
CONCLUSIÓNES
La psicoterapia es una parte sustancial e irrenunciable de la práctica psiquiátrica. No es concebible
un sistema de formación que no contemple la correspondiente a este aspecto específico ni un
sistema de acreditación que reconozca psiquiatras que no sean capaces de llevar a cabo
intervenciones psicoterapéuticas.
El órgano acreditador debe ser el Ministerio de Educación en colaboración con el de Sanidad a
través de las comisiones nacionales de las especialidades de Psiquiatría y Psicología Clínica. El
sistema de residencia debe proporcionar la formación básica (independientemente de que puedan
acreditarse otros instituciones docentes).
La formación básica en psicoterapia que debe proporcionar la residencia se debe basar en la
práctica clínica, con asunción progresiva de responsabilidad y con un procedimiento reglado de
supervisión que incluya la consideración de los factores personales que interfieren ocasionalmente
el trabajo terapéutico. Debe centrarse en el manejo de los factores comunes que la investigación ha
demostrado que se asocian a la consecución de resultados. Debe prestar atención a la implicación
de aspectos personales del terapeuta que puedan interferir en el trabajo terapéutico completando
por otros procedimientos el trabajo de supervisión. Y, por fin, debe dotarse de un sistema de
autoevaluación que permita al formando apercibirse de sus avances.
La situación actual dista de ajustarse a estos requisitos. Las comisiones nacionales de las
especialidades de Psiquiatría y Psicología Clínica, deben dictar directrices sobre como realizar la

transición desde la situación actual a la deseable. Es preciso revisar los criterios de acreditación de
unidades docentes y establecer procedimientos para garantizar supervisores y actividades
experienciales en todas las unidades docentes.

BIBLIOGRAFÍA
Beitman BD, Yue D. Learning psychotherapy: Atime-efficient, research- based and outcomemeasured psychotherapy training program. New York: Norton 1999

Docherty JP, Herz MI, Gunderson J. Psychosocial treatment research in psychiatry: a task force
report of the American Psychiatric Association. American Psychiatric Press 1993)

Fernández Liria A, Rodríguez Vega B. La perspectiva integradora en psicoterapia: una reflexión
desde la práctica pública. en Fernández Liria A, Hernández Monsalve M, Rodriguez Vega B
(coords). Psicoterapias en el sector público: un marco para la integración. Madrid: AEN 1997. 13141.

Tizón JL. Una propuesta de conceptualización de las técnicas de psicoterapia. Rev Asoc Esp
Neuropsiquiatría 1992; 12: 283-294.


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