http://hdl.handle.net/10401/6624
Avances en Salud Mental Relacional
Advances in Relational Mental Health
ISSN 1579-3516 - Vol. 12 - Núm. 3 Diciembre 2013
Órgano Oficial de expresión de la Fundación OMIE
Revista Internacional On-Line / An International On-Line Journal
EL GRUPO DE PSICOANÁLISIS MULTIFAMILIAR. UN CAMPO
DINÁMICO INTERACTIVO
Dr. Norberto Mascaró Masri (Psiquiatra, psicoanalista y psicoterapeuta de grupos multifamiliares.
Bilbao)
npmascaro@yahoo.es
RESUMEN
Este trabajo presenta una serie de reflexiones sobre el campo dinámico interactivo que se produce en el
GPMF, contexto social que provee un espacio asistencial heterogéneo y abierto que a través de su
acción terapéutica favorece el cambio psíquico. Este recurso sofisticado y complejo permite el abordaje
de la dimensión individual, familiar y social de la mente, incluyendo en un mismo espacio y tiempo
intervenciones que corresponden a cada ámbito, todos ellos insertos en la cultura. Es por ello, que el
GPMF requiere una aproximación específica, que integre conocimientos del funcionamiento psicológico
individual, de la dinámica de la familia y de los grupos pequeños y de las relaciones e influencia sociales.
Palabras clave: Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar. Objeto enloquecedor.
SUMMARY
This paper presents a series of reflections regarding the dynamic interactions that take place in the
Multi-family Group, a social context that provides an open, therapeutic, heterogeneous space that
favours psychic change. This sophisticated and complex resource allows the simultaneous approach of
the individual, family and social dimensions, inserted within the culture. Due to this the Multi-Family
Group requires of a specific approach that integrates knowledge of the individual's psychological
functioning, the family dynamics, the small groups and the social relationships and influences. The ideas
seek to underline and enrich the Theory and the Practice of Multifamily Psychoanalisis that J. García
Badarraco developed throughout his life and work experience around Therapeutic Communities and the
Multi-family groups. From his works we have extracted central concepts regarding the therapeutic
process, ego resource deficits , psychic change, identification processes, the "maddening object"," the
normal and pathological interdependence schemes" and fundamentally the notion of a "healthy
potentiality".
Keywords: Multi-Family Group. Maddening object.
© 2014 CORE Academic, Instituto de Psicoterapia
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El grupo de psicoanálisis multifamiliar.
Un campo dinámico interactivo
1. HISTORIA
Desde sus comienzos, la actividad psicoanalítica estuvo marcada por divergencias en cuanto a la forma
de tratar y comprender las necesidades de determinados pacientes. Sabemos que los llamados
pacientes "difíciles", pusieron a prueba no sólo el bagaje técnico, sino también la propia teoría. S.
Ferenczi (1932) fue el primero en señalar esas discrepancias teóricas y técnicas con el psicoanálisis
vigente de su época, cuando advierte que la mayoría de los pacientes necesitaban algo más que las
interpretaciones para alcanzar alguna mejoría. Posteriormente, autores como R. Fairnbairn, M. Balint, D.
Winnicott y J. Bolwy en Europa y H. Sullivan, F. Fromm Reichmann, F. Alexander, H. Kohut y otros en
EEUU., desarrollaron ideas que pusieron el acento en la influencia de las relaciones en el origen de la
patología, así como en la resolución de la misma. En Argentina E. Pichon-Rivière fundador de la
Psicología Social y J. García Badaracco creador del Psicoanálisis Multifamiliar transitaron el mismo
camino, ampliando el marco de abordaje psicoanalítico, a los grupos pequeños y grandes y a la familia.
Es así, que estas nuevas aproximaciones posibilitaron la analizabilidad de pacientes que antes eran
difícilmente tratados.
Los autores antes señalados y muchos otros, privilegiaron los efectos del ambiente sobre el recién
nacido, jerarquizando la primera teoría del trauma expuesta por S. Freud, relacionada con las actitudes
abusivas en la infancia, sobre la segunda que atribuía el trauma a la pulsión y a la fantasía. También
señalaron la relevancia de la noción de "déficit" reduciendo la importancia del conflicto intrapsíquico y
destacaron la coexistencia de los aspectos sanos que permitían el análisis, con los aspectos patológicos
que debían ser tratados. Los trabajos sobre "alianza terapéutica" de R. Sterba (1934), E. Zetzel "1956) y
R. Greenson (1967) así lo demuestran.
Es así que el psicoanálisis crece y se transforma, y no puede sustraerse de los aportes del
postmodernismo a la ciencia. T. Kuhn (1980), E. Morin (1990) y A. Honneth (1992) contribuyeron a
modificar y actualizar el paradigma psicoanalítico, abriendo nuevos y fructíferos caminos. El primero,
modificando las nociones de "objetividad" y de "experiencia fija y neutra", demostrando la inexistencia
de un observador neutral ya que éste participa en la observación con sus valores, premisas y creencias.
El segundo, abriendo la perspectiva de la "complejidad" e "hipercomplejidad" en el conocimiento de lo
humano, y el tercero, recorriendo el camino del "reconocimiento" desde las estructuras capitalistas, los
grupos sociales y la familia, llegando a las relaciones íntimas del bebé con su entorno.
Como consecuencia de estas influencias, surgen en EEUU a partir de la década del 90 las corrientes
intersubjetivistas que influyen y revolucionan el psicoanálisis actual. Refiriéndose a este tema, A. Eiguer
(2006) señala tres grupos de apogeo del intersubjetivismo, el primero en Nueva York, liderado por S.
Mitchell y continuado por P. Bromberg, L. Aron y J. Benjamín quienes desarrollan la corriente
interrrelacional, en la que se apoyan en nuestro medio J. Coderch, A. Ávila Espada, C. Rodríguez Sutil y
otros que desarrollan el llamado "psicoanálisis relacional". El segundo grupo también en Nueva York,
corresponde a los llamados intersubjetivistas radicales que rompen con el psicoanálisis, entre ellos se
encuentran R. Storolow, G. Atwood y D. Orange, y un tercer grupo en California, que representan T.
Ogden y O. Renik que mantienen los puentes con el psicoanálisis, aunque cuestionan la enseñanza
freudiana. La mayoría de las críticas de los intersubjetivistas se refieren al proceso de la cura y a la
metapsicología freudiana, pero como señala A. Eiguer todavía no han presentado una propuesta del
funcionamiento de la mente. De todas maneras, estas contribuciones pueden enriquecer nuestro
modelo aunque provengan del campo de la psicología bipersonal. Resulta significativo que estos
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aportes, resaltan la "presencia" del terapeuta como persona, introduciendo la noción de subjetividad
como constitutiva de un espacio de encuentro en donde confluyen las tres dimensiones de la mente, la
intrasubjetiva, la intersubjetiva y la transubjetiva, que en realidad son una sola y que corresponde a lo
que J. García Badaracco (2000) planteó metapsicologicamente en términos de la "presencia de los otros
en nosotros" y que llamó "la dimensión social primaria de la mente". La naturaleza de la mente humana,
no es mente si no está referida a una ecología, es decir a los otros (J. García Badaracco y col., 2008).
Estos aportes superan las concepciones metapsicológicas tradicionales centradas en el psiquismo
individual y las herramientas utilizadas en los tratamientos psicoanalíticos individuales, vinculares,
grupales y familiares, que se valieron del uso del encuadre tradicional, de la interpretación de la
transferencia, de la contratransferencia y de otros aspectos relacionados con la neutralidad, la
abstinencia y la objetividad y que se mostraron ineficaces en el trabajo con infinidad de pacientes y que
en el GPMF encontraron un abordaje adecuado producto de los cambios que la experiencia obligaba.
Como se puede observar son múltiples los conocimientos que confluyen en el GPMF, espacio sociomental, que como señalan J. M. Ayerra y J. L. López Atienza (2003), requiere por parte de los
coordinadores de una preparación adecuada para abordar simultáneamente en un espacio único las
diferentes dimensiones de la mente.
2. CAMPO DINÁMICO INTERACTIVO
Cuando hablo de "campo dinámico interactivo" me refiero al ámbito real de las relaciones en el que se
producen los movimientos generados por la acción mutua. Incluye el campo psicológico de estructura
multifamiliar, pero quiero destacar la interacción como motor del cambio psíquico. Esto implica que las
intervenciones terapéuticas son actos que tienen sus consecuencias y que están compuestos por
palabras y actitudes que de acuerdo a su adecuación producen o no, efectos terapéuticos. Esta posición
se diferencia de la postura tradicional en la que el psicoanalista interpreta y no actúa. Ahora sabemos
que no solamente los gestos y las palabras son actos, sino que también los pensamientos y los
sentimientos son actos de la mente y todo acto tendrá una repercusión en su entorno. Es así, que en la
acción confluye lo transferencial en su sentido histórico, con la situación ambiental de ese momento
que influirá a su vez sobre el individuo, favoreciendo situaciones nuevas que producirán el cambio
psíquico buscado. Es oportuno recordar que H. Loewald (1960) fue uno de los primeros psicoanalistas
en emplear el término interacción aplicado a la relación terapéutica. Su trabajo pionero "La acción
terapéutica del psicoanálisis" inició el camino que hoy transitamos.
Volviendo a la noción de campo, es inevitable seguir las ideas desarrolladas por K. Lewin en la Psicología
de la Gestalt que nos sirven de apoyo para nuestras formulaciones. Para el fundador de la Psicología
Social moderna el comportamiento humano está condicionado por la tensión entre las percepciones
que el individuo tiene sobre sí mismo y sobre su ambiente psicológico (espacio vital) en un momento
dado. Esta situación tiene el carácter de un "campo dinámico". M. y W. Baranger (1961-62) apoyándose
en estas ideas, publicaron un trabajo pionero en donde describieron "La situación analítica como un
campo dinámico". Señalaron que en este campo se producía un encuentro profundo entre dos
subjetividades intensamente comprometidas en la tarea de promover el cambio psíquico, la del
paciente y la del analista. Los autores trataron de articular los principios básicos del psicoanálisis, como
encuadre, transferencia, contratransferencia, interpretación, neutralidad, abstinencia, objetividad, etc.,
con los fenómenos que son propios del encuentro entre dos personas, paciente y analista, con sus
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historias, sus sentimientos, pensamientos y valores y con una manera de actuar determinada.
Mantuvieron la dialéctica sujeto-objeto y siguieron a H. Racker en los desarrollos sobre
contratransferencia y consideraron al analista como observador-participante dando un paso más en la
concepción tradicional del observador no participante. De estas conceptualizaciones surgen la
necesidad de la "segunda mirada" y la de "baluarte".
Este encuentro de subjetividades crea un espacio intersubjetivo en donde se desarrolla la acción
terapéutica. Hoy nadie duda que el diálogo analítico es una interacción continuada de influencia mutua.
Lo intrapsíquico y lo interpersonal, aunque reconocidos como separados, están íntimamente
relacionados y ocupan un papel central en el trabajo terapéutico. T. Ogden (2007) habla de la
"irreductible subjetividad" del analista en el encuentro con el paciente y dice que las actuaciones de
éste en el vínculo terapéutico requieren de una reflexión posterior compartida con el paciente. La
"segunda mirada" que proponían los Baranger, ya no la realiza el analista en la soledad del consultorio
o con un supervisor, sino con el propio paciente en el encuentro terapéutico.
Cuando me refiero al encuentro de subjetividades estoy pensando en el encuentro de las transferencias
del paciente y del terapeuta y en la interacción mutua. De esta manera se complejiza un fenómeno que
históricamente se simplificaba con la presencia de un observador neutro y objetivo cuya transferencia
se excluía del campo terapéutico. Desde esta perspectiva el concepto de contratransferencia queda
cuestionado, no por su inutilidad, sino porque reduce la comprensión de lo que ocurre en ese campo
dinámico interactivo.
Siguiendo la perspectiva bipersonal, J. Coderch (2010) señala que la transferencia no es sólo la
repetición del pasado, sino que permite la organización del presente de una manera nueva e inédita que
favorece el cambio psíquico. E. Braier (2009), refiriéndose al mismo tema introduce una perspectiva de
doble direccionalidad que apunta a que, lo que aconteció en el pasado no sólo determina el presente y
el futuro, sino que el propio presente, de allí la eficacia terapéutica, puede modificar y reorganizar ese
pasado, que volviendo a actualizarse repetidamente se sigue modificando, así se produce el cambio
psíquico.
En el GPMF todos somos participantes de una experiencia terapéutica cuyo campo psicológico
multifamiliar dibujamos activamente con nuestras transferencias y además, lo modificamos con
nuestras propias acciones. Es así que los coordinadores debemos afrontar la complejidad que nos
produce la participación como personas, es decir con nuestra propia historia, con nuestros sentimientos,
pensamientos y valores, que se traducen en actos, como decía anteriormente, y por otra parte,
mantener la necesidad de una distancia emocional que nos permita aportar nuestro conocimiento
vivencial de una manera adecuada. Contribuye a ello asumir una relación igualitaria con los otros, sean
pacientes designados, familiares o terapeutas. La ligera asimetría, como señala J. Coderch (2010) está
marcada por una actitud particular con los semejantes. A. Eiguer (2009) hablando de una ética vincular,
plantea la necesidad por parte del terapeuta de asumir una actitud de respeto, evitando los juicios de
valor, de reconocimiento, aceptando las diferencias, de responsabilidad, haciéndose cargo del
sufrimiento ajeno y de reciprocidad, produciendo un intercambio creativo. El conocimiento de que el
campo interactivo también está determinado por nuestra forma de participar nos hace más humildes y
precavidos, y a su vez con esta actitud favorecemos un clima emocional de confianza, seguridad y
solidaridad. J. García Badaracco nos enseñó que "mejor que aplicar un conocimiento es escuchar y
aprender del paciente", "no querer tener razón", "respetar el tiempo que cada persona tiene para
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participar" y "tolerar la incertidumbre de no entender". Ésta es la mejor manera de ayudar a las
personas y a su vez ayudarnos a nosotros mismos en la difícil tarea de favorecer el cambio psíquico.
Así, el GPMF permite promover una conversación compartida y amplia, que incluya a los participantes
en su dimensión humana, que permita indagar en lo más auténtico de las personas: sus sentimientos,
sus pensamientos, sus valores y sus acciones, es decir en su subjetividad. Conversación, que en un clima
emocional adecuado permita "humanizarnos" al conectar con los sentimientos universales de amor,
cariño, lealtad y solidaridad, pero también los de desvalimiento e indefensión que quedaron ocultos en
la estructura defensiva y que requieren sostén, asistencia y empatía para ser "rescatados". De esta
manera emergerán los aspectos más auténticos de las personas y así poder desentrañar, como nos
enseñó J. García Badaracco, la "virtualidad sana", es decir los aspectos sanos que quedaron detenidos y
no se pudieron desarrollar. Este campo interactivo nos ofrece una experiencia vivencial, única e
intransferible para cada participante, que permitirá los cambios psíquicos necesarios para afrontar las
situaciones vitales con más eficacia y menos sufrimiento.
Como han podido observar, muchas de las consideraciones que aplicamos al campo del GPMF son
traslaciones modificadas del campo de la relación bipersonal. Es llamativo que los psicoanalistas
influidos por las corrientes intersubjetivistas e interrelacionales no hayan extendido sus conocimientos a
otros campos, como la psicoterapia grupal y familiar. Somos nosotros los que tenemos la
responsabilidad de crear nuestro propio paradigma, incluyendo los conocimientos de diferentes
disciplinas que abarcan lo individual, en todas sus vertientes, lo familiar, lo social y lo cultural. J. García
Badaracco lo desarrolló en su gráfico sobre las articulaciones de los diferentes conocimientos que
definen el PMF. Como señala E. Morin (2001), más que yuxtaponer los conocimientos dispersos de las
ciencias y las humanidades, se trata de enlazar, articular y reflexionar sobre la complejidad humana,
enriqueciéndola con sus contradicciones y sus diferentes puntos de vista, generalmente parciales, que
permita al ser humano asumir una identidad biológica, subjetiva y social.
En el trabajo que presenté en la "Jornada Romana de Psicoanálisis Multifamiliar", (N. Mascaró Masri,
2011) desarrollé una serie de ideas relacionadas con el trabajo en el GPMF. Decía que la experiencia nos
había llevado a utilizar un encuadre natural y flexible en donde la transferencia encuentre su máxima
expresión. Este grupo abierto en donde los participantes no están sujetos al compromiso de asistencia y
se rige por reglas mínimas: lugar, día, hora y duración, está adaptado a las necesidades de los pacientes
y sus familiares, a diferencia de los encuadres tradicionales en donde los participantes deben ajustarse a
normas de procedimientos que desnaturalizan la transferencia y a su vez, la participación espontánea y
auténtica. La disponibilidad de los coordinadores, su capacidad de asistencia y contención crearán un
clima emocional de seguridad y confianza que promueve la solidaridad: "pensar juntos lo impensable" y
"compartir el sufrimiento".
Esta situación especial permitirá el despliegue de la transferencia en toda su plenitud. Transferencia
"múltiple", ya que todos los participantes configuran un campo psicológico de estructura multifamiliar y
"dispersa" (metáfora del prisma), como señale hace años (Mascaró, 1990), porque reduce la intensidad
emocional y permite su abordaje y a su vez da lugar a la emergencia de los aspectos del yo que
quedaron interferidos en el crecimiento y desarrollo de la personalidad.
Planteada la transferencia en el contexto relacional no la podemos separar de la acción que provoca y
que a su vez la condiciona. Podemos decir que la "identificación proyectiva mutua" adquiere vigencia en
la relación interpersonal. J. García Badaracco utilizó el concepto de interdependencia porque expresa
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con mayor precisión las relaciones interpersonales con el entorno y las que configuran el mundo
interno. Este término incluye la dimensión inconsciente de la relación que se expresa por el juego
transferencial y que corresponde a lo que los psicoanalistas influidos por la intersubjetividad llaman
vínculo, y una dimensión más centrada en la interacción que incluye a los factores socio-culturales que
inciden permanentemente sobre las personas (Mascaró y Maruottolo, 2010). Es decir que la
transferencia sería el núcleo inconsciente de la interdependencia y la acción la consecuencia de ella y de
dichos factores ambientales.
Anteriormente señalé, que el encuentro de las subjetividades complejizaba la relación terapéutica,
pienso que esta situación debe ser estudiada dentro del campo de las interdependencias recíprocas. No
es infrecuente que las interdependencias patógenas se mantengan por la acción de los propios
terapeutas. Nos preguntamos como salir de ellas para favorecer el cambio psíquico. Mi respuesta que
pongo a vuestra consideración, sigue los pasos de T. Ogden en cuanto a que estas situaciones, que en
frecuentes oportunidades producen un "impasse" terapéutico, deben ser abordadas en el espacio de
reflexión posterior al GPMF (segunda mirada) y deben ser resueltas en el propio grupo compartiendo
con los pacientes, familiares y co-terapeutas las vicisitudes que nuestra tarea entraña. El compromiso
emocional con la tarea nos hace más vulnerables como profesionales, porque es imposible mantener
una distancia "óptima" en todo momento y con todos los participantes, pero el asumir nuestras propias
dificultades que muchas veces van más allá de lo profesional, nos hace más fuertes como personas. Esta
forma de resolver las dificultades, ya la instrumentábamos hace muchos años en algunas actividades de
la CT, siguiendo la propuestas de J. García Badaracco de abordar los problemas con los pacientes y sus
familias, ofreciendo un modelo de respeto, reconocimiento y responsabilidad entre los profesionales
que asumían sus errores y compartían las dificultades con los interesados. Trabajar de esta manera es
más saludable y nos permite crecer a todos en el ámbito profesional y personal.
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