Psicologia.com. 2017 VOL 21
Artículo de Revisión
La sensibilidad a la ansiedad como diana terapéutica en el
tratamiento psicológico del trastorno de pánico: una
revisión
Susana Amodeo Escribano
Resumen
El trastorno de pánico es el trastorno de ansiedad que conlleva un mayor deterioro
psicosocial, siendo una causa de consulta frecuente en atención primaria y especializada.
Los tratamientos de corte cognitivo-conductual han demostrado su eficacia en el
tratamiento de este trastorno. Sin embargo, queda un amplio margen de mejora dándose
aún altas tasas de respuesta inadecuada y siendo en muchos casos necesario tratamiento
adicional. Hoy en día hay un creciente interés en estudiar factores de vulnerabilidad
maleables para el pánico que puedan ser dianas terapéuticas. Un factor de riesgo cognitivo
conocido es la sensibilidad a la ansiedad entendido como el temor hacia los propios
síntomas de la ansiedad. En el presente artículo se revisan los tratamientos dirigidos a
disminuir esta diátesis cognitiva para el pánico.
Palabras Clave: trastorno de pánico, sensibilidad a la ansiedad, tratamiento
cognitivo-conductual del trastorno de pánico, tratamientos que disminuyen la sensibilidad a
la ansiedad
Abstract
Panic disorder is an anxiety disorder that involves greater psychosocial impairment, being a
frequent cause of consultation in primary and specialized care. The cognitive-behavioral
treatments have proven effective cutting the treatment of this disorder. However, there is
an ample room for improvement even giving high rates of inadequate treatment response
and in many cases required further treatment. Today there is a growing interest in studying
factors malleable vulnerability to panic that can be therapeutic targets. A risk factor is
known cognitive anxiety sensitivity treated as the fear of the anxiety symptoms themselves.
In this article treatments aimed at reducing this cognitive diathesis for panic are reviewed.
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Key Words: panic disorder, anxiety sensitivity, cognitive-behavioral treatment of panic
disorder, treatments that reduce anxiety sensitivity.
Conceptualización del Trastorno de Pánico
El trastorno de pánico (TP) se caracteriza por la presencia de ataques de pánico, inesperados
y recurrentes. Al menos uno de ellos va seguido de un mínimo de un mes de inquietud o
preocupación persistente por la aparición de nuevas crisis o sus consecuencias y/o por un
cambio significativo y desadaptativo en el comportamiento que se relaciona con los ataques
de pánico (APA, 2013).
El ataque de pánico se describe como la aparición súbita de miedo y/o malestar intensos
que alcanza su máxima expresión en minutos y ha de presentarse al menos cuatro de los
trece síntomas descritos; palpitaciones, sacudidas del corazón o ritmo cardíaco acelerado;
sudoración; temblor o sacudidas musculares; sensación de respiración dificultosa; miedo a
atragantarse; dolor o molestias en el tórax; nauseas o malestar abdominal; sensación de
vértigo, inestabilidad, mareo o desmayo; desrealización o despersonalización; miedo a
perder el control o volverse loco; miedo a morir, parestesias y escalofríos o sofocaciones. La
CIE-10 incluye además el síntoma de sequedad de boca y exige que por lo menos uno de los
síntomas del ataque corresponda a palpitaciones, sudoración, temblores o boca seca.
En el DSM-V, como novedoso, se propone la adición de los ataques de pánico como
especificadores en cualquier diagnóstico. Existe evidencia de que esta adición predice una
mayor gravedad de los síntomas y una peor respuesta al tratamiento para muchos
trastornos mentales, siendo un marcador de gravedad (Ulas et al, 2007).
No debe efectuarse el diagnóstico de TP, si las crisis de pánico se consideran secundarias a
los efectos fisiológicos de una enfermedad médica o sustancias (APA, 2013).
El TP debe diferenciarse de otros trastornos mentales que también pueden asociarse a crisis
de angustia. Los ataques de pánico que se producen con frecuencia en otros trastornos
psiquiátricos tienen un carácter más situacional o más o menos relacionados con una
situación determinada, por ejemplo, fobia específica, fobia social, trastorno de estrés
postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de ansiedad por separación y en el
contexto de un trastorno psicótico (APA, 2013).
Psicoterapia del trastorno de pánico
La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha sido ampliamente estudiada, y es un tratamiento
psicológico eficaz para el TP (Nivel 1) (Hoffart et al, 2016; Kaczkurkin y Foa, 2015; Porter y
Chambless, 2015; Sanchez-Meca et al, 2010; Arch y Craske, 2009; Hoffmann y Smits, 2008;
Gould, Otto y Pollack, 1995; Clum y Surls, 1993). En un meta-análisis de 42 estudios, la
exposición y las combinaciones de la exposición con reestructuración cognitiva y otras
técnicas de TCC tenían la evidencia más consistente de eficacia para el tratamiento del
trastorno de pánico (Sánchez-Meca et al, 2010).
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Componentes de la TCC para el TP
La TCC para el pánico se basa tanto en el condicionamiento interoceptivo como en las
teorías cognitivas del pánico. Las dos formas principales de TCC desarrolladas para el TP han
sido el tratamiento de control de pánico del grupo de Barlow (Barlow y Cerny, 1988; Barlow
y Craske, 2000), y la terapia cognitiva del grupo de Clark (Clark y Salkovskis, 1989). Ambos
tratamientos destacan los componentes de psicoeducación acerca del pánico para corregir
los conceptos erróneos con respecto a los síntomas de pánico; reestructuración cognitiva,
para identificar y corregir las distorsiones en el pensamiento, la exposición a las sensaciones
corporales interoceptivas temidas (por ejemplo, palpitaciones, disnea, mareos) y exposición
en vivo a situaciones temidas (por ejemplo, conducir, exponerse a zonas desconocidas,
aglomeraciones) para obtener la información correctiva que refuta las interpretaciones
catastrofistas.
Las estrategias que incluyen la exposición se han mostrado más efectivas para reducción del
pánico (Siev y Chambless, 2007). La forma en que se aplica la exposición (exposición
interoceptiva principalmente) varía sustancialmente entre los estudios y los terapeutas. Se
ha estudiado como técnica independiente (por ejemplo, Arntz, 2002), concurrentemente
con las técnicas de reevaluación cognitiva (por ejemplo, Deacon et al 2012), o en
combinación con la reevaluación cognitiva y la respiración diafragmática (por ejemplo,
Barlow et al, 2000; Deacon et al, 2013). A pesar de la popularidad del uso de estrategias
cognitivas y de control de la ansiedad junto con la exposición, el grado en que estas
aumentan los beneficios de la exposición no está claro (Lickel, Deacon, y Iverson, 2010)
Las posiciones que abogan por una mayor consideración de estrategias cognitivas y de
control de la ansiedad para hacer frente al pánico, están en la línea del modelo integrado de
TP desarrollado por Casey (Casey et al, 2004, 2005; Frentz et al, 2014). Los hallazgos de
estos últimos años podrían apuntar a trayectorias individuales de cambio, donde la
percepción de autoeficacia del pánico y/o la reestructuración de creencias catastróficas
juegan un importante papel en la superación del pánico (Frentz et al, 2014).
Aunque el tratamiento para el TP ha demostrado un éxito significativo, hay mucho margen
de mejora. La TCC ha demostrado tasas de remisión cercanas al 70% - 80% (Barlow,
Gorman, Shear et al, 2000; Barlow, Raffa y Cohen, 2002) y el mantenimiento de la mejora
(Barlow, Gorman, Shear et al, 2000; Addis, Hatgis, Cardemil et al, 2006), sin embargo, las
tasas de respuesta inadecuada al tratamiento (Smits et al, 2012; Frentz et al, 2014; Gloster
et al, 2015) y la necesidad de tratamiento adicional permanecen altas (Arch,
Wolitzky-Taylor, Eifert, y Craske, 2012; Frentz et al, 2014; Smits et al, 2012). Por lo tanto,
sigue habiendo una clara necesidad de nuevas estrategias de tratamiento, combinaciones
de las estrategias existentes o bien, personalizar el tratamiento según las características del
paciente, para aumentar las tasas de respuesta, especialmente entre pacientes refractarios.
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Trastorno de pánico y sensibilidad a la ansiedad
La evidencia de los estudios de gemelos sugiere influencias genéticas y ambientales
moderadas sobre la ansiedad y el trastorno de pánico en particular, lo que implica una
etiología compleja (Gregory y Eley, 2009). Otro factor de riesgo para el pánico parece
consistir en sesgos cognitivos. La tendencia a hacer interpretaciones amenazantes de los
síntomas de la ansiedad (sesgo de interpretación) es lo que se entiende como sensibilidad a
la ansiedad (Reiss, 1986, 1991; Reiss y McNally, 1985) y se relaciona fuertemente con la
presencia de trastorno de pánico (Teachman, Smith-Janik, Saporito, 2007; Clark et al, 1997).
La sensibilidad a la ansiedad hace referencia a la tendencia a percibir los síntomas
relacionados con la ansiedad con consecuencias somáticas, cognitivas y sociales
perjudiciales, amenazantes o peligrosas (Reiss, 1986, 1991; Reiss y McNally, 1985). Es
distinto de la ansiedad rasgo que se refiere a la medida en la que individuo es temeroso y
propenso a la ansiedad, sin embargo, la sensibilidad a la ansiedad es un miedo a
experimentar síntomas de ansiedad en sí mismos (Taylor, 1996; Zinbarg, Brown, Barlow, y
Rapee, 2001).
Este sesgo de interpretación sería, pues, un objetivo de los tratamientos de psicoterapia
existentes para el TP y disminuciones en el sesgo de interpretación relacionados con las
sensaciones corporales predecirían una mejoría de los síntomas del TP (Smits, Powers, Cho,
y Telch, 2004; Teachman 2005; Clerkin et al, 2015).
Sensibilidad a la Ansiedad como factor de riesgo amplio
Aunque las asociaciones más fuertes encontradas han sido entre la sensibilidad a la
ansiedad y el pánico (Teachman, Smith-Janik, Saporito, 2007; Clark et al, 1997; Schmidt et al,
2006), otros estudios han demostrado, además, relación entre la sensibilidad a la ansiedad y
diferentes subtipos de ansiedad (Schmidt et al, 2010; Naragon-Gainey, 2010; Olatunji y
Wolitzky-Taylor, 2009), lo que sugiere que podría ser un factor de riesgo para una variedad
de síntomas internalizados (Boettcher, Brake y Barlow, 2015) así como con otros tipos de
entidades nosológicas (Scholten et al, 2013; Heldt et al, 2011; Hovens et al, 2010; Ramsawh
et al, 2011).
Evaluación de la Sensibilidad a la Ansiedad
El Índice de Sensibilidad a la Ansiedad, Anxiety Sensitivity Index (ASI) es la medida más
ampliamente utilizada en la evaluación de la sensibilidad a la ansiedad (Peterson y Reiss
1992; Reiss et al 1986). En nuestro país la versión española se encuentra validada sobre
muestras clínicas y no clínicas (Sandin, Valiente, Chorot y Santed, 2005).
Estudios taxométricos indican que la sensibilidad a la ansiedad no un constructo o categoría
unidimensional (Taylor et al, 1996) lo cual motivó la construcción de la Escala Breve de
Sensibilidad a la Ansiedad, la Anxiety sensitivity Index-3 (ASI-3) (Taylor et al, 2007) que
evalúa las tres dimensiones más consistentemente replicadas de la sensibilidad a la
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ansiedad (i.e. física, cognitiva y social). La ASI-3 ha sido validada para la población española
no clínica (Sandín, Valiente,Chorot y Santed, 2007). En niños se utiliza el Índice de
Sensibilidad a la Ansiedad para Niños (Childhood Anxiety Sensitivity Index) (CASI; Silverman
et al, 1991) de la cual también se tiene versión española (Sandín, 1997). Datos sobre la
fiabilidad, validez y estructura factorial de la versión española de la CASI han sido obtenidos
por Sandín, Chorot, Santed y Valiente (2002).
Intervenciones específicas para disminuir la Sensibilidad a la Ansiedad
Dado que la sensibilidad a la ansiedad es un factor de riesgo y de mantenimiento para el
trastorno de pánico y otras psicopatologías, diseñar intervenciones eficaces cuyo objetivo
sea disminuir esta diátesis cognitiva tiene beneficios obvios.
Teóricamente, el modelo de sensibilidad a la ansiedad predice que esta puede ser alterada a
través de la intervención (McNally, 2001). Los primeros informes indican que la TCC
multicomponente (psicoeducación, exposición interoceptiva y reestructuración cognitiva)
normaliza las puntuaciones de la ASI en pacientes con pánico (McNally y Loren, 1987). Telch
et al. (1993) encontraron que los pacientes asignados al azar al grupo de TCC exhibieron
marcadas disminuciones en las puntuaciones medias de la ASI (pretratamiento: 33.7,
después del tratamiento: 13.9) mientras que los asignados al azar a una lista de espera no
exhibieron un cambio significativo (34.5 vs. 32.0). Otros ensayos controlados confirmaron
por lo general este hallazgo (Smits, Powers, Cho y Telch, 2004; Stewart y Watt, 2008).
La exposición interoceptiva se considera un componente indispensable en el tratamiento
del trastorno de pánico (Antony, Ledley, Liss, y Swinson, 2006; Keough y Schmidt, 2012), así
como en otro tipo de diagnósticos cuyo factor común sea la sensibilidad a la ansiedad
elevada (Barlow, 2002; Wald y Taylor, 2007). De hecho hoy en día se considera la exposición
interoceptiva como una intervención tras diagnóstica en el tratamiento de los trastornos
emocionales (Boswell et al, 2013; Barlow et al, 2014). En particular, se está utilizando como
un medio para aumentar de la tolerancia a las sensaciones físicas relacionadas con los
estados emocionales negativos (Boswell et al, 2013).
La exposición interoceptiva se refiere a la inducción y experimentación por parte del
paciente de sus sensaciones físicas temidas (por ejemplo, falta de aliento o asfixia,
palpitaciones, mareo) como un medio para reducir el miedo a esas sensaciones (Boswell et
al, 2013; Barlow, Sauer-Zavala, Carl, Bullis, y Ellard, 2014; Collimore y Asmundson, 2014;
Dixon et al, 2015).
Los síntomas de la ansiedad y del pánico pueden ser inducidos con una amplia variedad de
procedimientos de provocación más allá de sustancias bioquímicas como la inhalación de
CO2, infusiones de lactato, o cafeína. Estos procedimientos, incluyen métodos tales como la
hiperventilación, respiración a través de una paja, spinning, tensar músculos, girar para
lograr mareos etc. (Lee et al, 2006; Schmidt y Trakowski, 2004).
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Programas ASAT y ASERT
Hasta la fecha, la mayor intervención centrada en la reducción de la sensibilidad a la
ansiedad se ha llevado a cabo por Schmidt et al (2007) y Schmidt y Keough (2010). El
programa ASAT (Anxiety Sensitivity Amelioration Training) consta de una sesión intensiva de
50 minutos e incluye un componente psicoeducativo sobre la naturaleza de la ansiedad, la
sensibilidad a la ansiedad y mitos acerca de la nocividad de la activación fisiológica y un
componente de exposición interoceptiva. Los resultados indican que la condición ASAT
produjo una reducción significativamente mayor en la sensibilidad a la ansiedad medida con
la escala ASI (Reiss, Peterson, Gursky, y McNally, 1986) en comparación con la condición de
control de información general sobre la salud (30% vs.17%, respectivamente). La reducción
en la sensibilidad a la ansiedad se debió principalmente a una reducción en la subescala
física. El subfactor social mostró una reducción pequeña pero significativa, mientras que el
subfactor cognitivo no lo hizo. En términos del desarrollo de la psicopatología, los sujetos
que estuvieron en la condición ASAT mostraron una menor incidencia de diagnósticos del
Eje I durante el período de seguimiento de 2 años (Schmidt et al, 2007; Schmidt y Keough,
2010).
Más recientemente, una versión de ASAT ha sido desarrollada en un intento de aumentar su
potencia (Keough y Schmidt, 2012). El protocolo revisado, ASERT (Anxiety Sensitivity
Education and Reduction Training), también con una duración de 50 minutos, incluía el
componente psicoeducativo, ejercicios mas intensos de exposición interoceptiva y tareas
para casa (ejercicios de exposición interoceptiva y ejercicio físico aeróbico) para realizar a lo
largo de un mes. El nivel de reducción de sensibilidad a la ansiedad fue sustancial en el
grupo ASERT (cerca del 60% en 1 mes de seguimiento) y a diferencia de ASAT, ASERT
produjo reducciones significativas en los tres componentes de la sensibilidad a la ansiedad.
Una evaluación de seguimiento a los 6 meses indicó que el grupo de tratamiento retiene la
mayor parte de su reducción en los niveles de sensibilidad a la ansiedad, comparado con un
grupo control (información general para la salud) (Keough y Schmidt, 2012; Schmidt et al,
2014).
Otras intervenciones para disminuir la Sensibilidad a la Ansiedad
Ejercicio físico
Que el ejercicio puede tener un impacto positivo sobre la ansiedad a través de diferentes
vías es algo ampliamente contrastado (Jayakody et al, 2014). Teniendo en cuenta que en el
caso del pánico se teme a los síntomas de excitación asociados a la ansiedad, ha habido
creciente interés en la evaluación de la utilidad del ejercicio físico en el tratamiento del
mismo (Strohle, Feller, Onken, 2005; Strolhe, 2009; Herring, O'Connor y Dishman, 2010) y
varios estudios, concretamente, se han centrado en el uso del ejercicio en el tratamiento de
la sensibilidad a la ansiedad (Broman-Fulks et al, 2004, Smits et al, 2008). En estos estudios
el ejercicio aeróbico vigoroso se entiende como una forma de exposición interoceptiva a los
síntomas corporales. Los cambios fisiológicos pueden ser responsables de algunos efectos
beneficiosos, pero el ejercicio incorpora la exposición interoceptiva a las sensaciones
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corporales y a las situaciones temidas (Broman-Fulks et al, 2004, Smits et al, 2008). Debido a
la disminución en la sensibilidad a la ansiedad tras el ejercicio, estos estudios son
alentadores en términos del uso del ejercicio como una intervención coadyuvante para el
TP.
Entrenamiento en respiración
La reducción de la presión parcial de dióxido de carbono (pCO2) en el rango hipocápnico o el
aumento de la pCO2 en el rango hipercápnico a menudo resulta en síntomas similares a la
angustia en los pacientes con TP (Gorman et al, 2004). Otros estudios han observado niveles
hipocápnicos sostenidos en el TP (Meuret et al, 2008).
Las intervenciones dirigidas específicamente a la disregulación respiratoria pueden ser
eficaces en el tratamiento dirigido a la disminución de la sensibilidad a la ansiedad. Meuret
et al (2008) pusieron a prueba esta hipótesis mediante el diseño de una terapia de
entrenamiento de respiración asistida con capnometría que utiliza retroalimentación
inmediata para enseñar a los pacientes cómo elevar su pCO2 en una serie de sesiones de
entrenamiento. No se dieron otras instrucciones y no se utilizaron técnicas de debate
cognitivo ni de exposición. El tratamiento dio lugar a un aumento sostenido de los niveles de
pCO2 mediante la disminución de la frecuencia respiratoria y tuvo éxito en reducir
sustancialmente los niveles de sensibilidad a la ansiedad medidos con la escala ASI (Meuret
et al, 2008). La hiperventilación provoca que la concentración de CO2 de la sangre caiga por
debajo de lo normal, dando lugar a alcalosis respiratoria que provoca toda una serie de
sensaciones corporales temidas, como aceleración del corazón, dificultad respiratoria,
parestesias, dolor en tórax, entumecimiento o sensación de mareo, síntomas comúnmente
experimentados durante los ataques de pánico (Meuret et al, 2006, 2004).
Las reducciones en la hiperventilación (es decir, el aumento de los niveles de pCO2)
produjeron una disminución en el temor a las sensaciones corporales. Una posibilidad es
que el aumento de la pCO2 reduzca la aparición de las sensaciones corporales, y por lo tanto
reduzca el miedo asociado a ellos (Ley, 1985 a, b). Alternativamente, la alteración de los
niveles hipocápnicos lo largo del tiempo por medio de la elevación repetida de pCO2
durante las sesiones podría haber insensibilizado un sistema de alarma de asfixia
hipersensible (Klein, 1993), lo cual conduce a una reducción en las cogniciones catastróficas
(por ejemplo, "voy a asfixiarse cuando me falta el aliento"). En otras palabras, el aumento
de la pCO2 puede haber dado lugar a un aumento del umbral para las sensaciones de
asfixia, lo que reduce las señales interoceptivas relacionadas con la respiración que
provocan los ataques de pánico (Meuret et al, 2001, 2006, 2008).
Algunos estudios han encontrado que la hiperventilación relacionada con el miedo está
vinculada principalmente a los incrementos en el volumen de aire inspirado en lugar de a los
aumentos en la tasa de respiración (Abelson et al, 2001). Un posible papel central del
volumen tiene importantes implicaciones teóricas y prácticas. Los protocolos de terapia
cognitivo-conductual que incluyen entrenamiento respiratorio tradicional (Schmidt et al,
2000) pueden haber puesto mayor énfasis en la disminución de la frecuencia respiratoria
como objetivo de tratamiento, en vez de disminuir el volumen de aire inspirado (Meuret et
al, 2005, 2004, 2003, 2006, 2008, 2009; Conrad et al, 2007).
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Terapia cognitiva basada en Mindfulness (TCBM)
La sensibilidad a la ansiedad es un sesgo cognitivo que puede desempeñar un papel
importante en la asociación entre la atención y el pánico. Como ya se ha dicho, la
sensibilidad a la ansiedad se refiere a un aumento de la sensibilidad hacia los síntomas de
ansiedad, con la creencia de que estos son perjudiciales La evidencia inicial sugiere que el
entrenamiento en atención plena podría beneficiar el bienestar de los pacientes mediante la
reducción del impacto de la sensibilidad a la ansiedad en su angustia emocional (McCracken
y Keogh, 2009). La reducción de los sesgos cognitivos como la sensibilidad a la ansiedad
podría ser uno de los mecanismos cognitivos que explican la asociación inversa entre la
atención y la ansiedad. Los individuos que puntúan alto en sensibilidad a la ansiedad
obtienen bajas puntuaciones en atención plena, mostrando específicamente dificultades
con la experimentación el estado actual sin evaluar o juzgar su contenido (interpretación)
(McCracken, Keogh, 2009; Vujanovic, Zvolensky, Bernstein, Feldner, McLeish, 2007; McKee,
Zvolensky, Solomon, Bernstein, Leen-Feldner, 2007). Esto apoya la opinión de que la
atención plena puede estar asociada con la reducción de los sesgos cognitivos como la
sensibilidad a la ansiedad, que a su vez podría reducir la internalización de los síntomas
(Chambers, Gullone, 2009).
La TCBM se ha aplicado con éxito a diversas poblaciones clínicas incluyendo dolor crónico,
cáncer, depresión, trastorno bipolar y trastornos de ansiedad (Kabat-Zinn, 1982, 1990;
Miller, Fletcher, Kabat-Zinn, 1995; Teasdale et al, 2000; Evans et al, 2008; Williams et al,
2008).
Teniendo en cuenta las características particulares del trastorno de pánico, la TCBM,
también se ha aplicado en dos estudios. Los resultados indican que los pacientes con
trastorno de pánico permanecieron en remisión sin recaídas después de 12 meses (Kim et
al, 2010; Kim et al, 2009). En un interesante estudio llevado a cabo por Kim et al. (2013) se
analizó el efecto de un programa de Mindfulness sobre la sensibilidad a la ansiedad en
pacientes con trastorno de pánico. El programa se llevó a cabo a través de 8 sesiones de 90
minutos en formato grupal. Se estudiaron 13 grupos de hasta 12 participantes cada uno. El
programa estaba manualizado e incluía técnicas tales como escaneo del cuerpo, respiración
de tres minutos, meditación sentada, caminar atento, así como enfoques más cognitivos,
como educación sobre la enfermedad y acerca de distorsiones cognitivas específicas para el
trastorno de pánico. Se complementaba con tareas para casa a fin de fomentar el uso de la
atención plena en la vida cotidiana a través de la práctica regular.
La respuesta al tratamiento y la remisión después de participar en el programa se asociaron
con una disminución significativa en sensibilidad a la ansiedad acuerdo con la puntuación
ASI-R y los resultados se mantuvieron tras un año de seguimiento. La disminución de los
niveles de sensibilidad a la ansiedad podrían lograrse en virtud de un aumento del nivel de
tolerancia a la ansiedad, a través de la atención plena de los pensamientos, sentimientos y
sensaciones corporales (Kim et al, 2013).
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Conclusiones
Gran parte de la carga asociada a los trastornos de ansiedad podrían evitarse mediante la
prevención y la intervención temprana (Feldner, Zvolensky, Babson, Leen-Feldner y Schmidt,
2008). Si bien hay muchos tratamientos cognitivo-conductuales bien establecidos para los
trastornos de ansiedad y el pánico (Chambless y Ollendick, 2001), la investigación centrada
en la mejora de los factores de riesgo se encuentra aún en una etapa incipiente (Feldner,
Zvolensky y Schmidt, 2004; Schmidt et al, 2007). Diferentes voces han hecho hincapié en la
identificación de factores de riesgo maleables de la ansiedad y en el desarrollo de
intervenciones eficaces sobre los mismos (Feldner, Zvolensky y Schmidt, 2004; Schmidt et al,
2007; Schmidt y Keough, 2010; Zvolensky, Schmidt, Bernstein y Keough, 2006).
En este sentido, varios estudios se han centrado específicamente en la disminución de la
sensibilidad a la ansiedad como factor de riesgo conocido, siendo los resultados muy
alentadores. Las estrategias terapéuticas que se emplean pueden ser diferentes, pero todas
comparten la exposición a las sensaciones asociadas con la ansiedad. Diseñar intervenciones
cuyo objetivo principal sea la disminución de la sensibilidad a la ansiedad puede tener
especial utilidad no sólo en el tratamiento del trastorno de pánico, sino también en toda
una amplia gama de trastornos cuyo factor común es el temor asociado a los estados
emocionales negativos con sus correlativas sensaciones pues dicho temor tiene el potencial
de contribuir directamente al mantenimiento de la psicopatología. Dado que la sensibilidad
a la ansiedad a menudo conduce a la evitación, parece plausible que la sensibilidad a los
síntomas asociados con emociones intensas podrían cumplir una función similar
(Naragon-Gainey, 2010; Schmidt, Zvolensky y Maner, 2008; Boettcher, Brake y Barlow,
2015).
Por otro lado, pese a contar con un gran número de estudios dónde se demuestra la eficacia
de las terapias cognitivo-conductuales para el pánico, estos se basan en paquetes
terapéuticos que constan habitualmente de unas 12-15 sesiones (Taylor, Jakubovski y Bloch,
2015). Recientemente han adquirido especial énfasis los estudios a cerca de programas de
tratamiento más breves y fácilmente aplicables en los servicios de salud mental a los que
puedan acceder un mayor número de pacientes (Deacon y Abramowitz, 2008; McHugth,
Smits y Otto, 2009; Keough y Schmidt, 2012)
Dos componentes terapéuticos que parecen claves e imprescindibles en el tratamiento del
pánico son, la psicoeducación acerca del pánico y el alcance de los síntomas asociados y la
exposición a los mismos.
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Psicóloga Clínica Adjunta
Servicio de Psiquiatría. Fundación Jiménez Díaz. Madrid España.
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