MC Romero-Mohedano. Psicologia.com. 2014; 18:9.
http://hdl.handle.net/10401/6607
Artículo original
Manifestaciones clínicas y diagnóstico de la enfermedad
mental en población inmigrante
Diagnostic and clinical features of mental disease in immigration
Mª del Carmen Romero-Mohedano1*, Laura Carrión Expósito2, Sergio Ruiz Doblado3
Resumen
La inmigración es un fenómeno social con importante repercusión en nuestra sociedad. Aunque
no se ha podido demostrar que el hecho de emigrar suponga un factor de riesgo para la salud
mental, parece que el gran estrés al que se ven sometidos estas personas puede precipitar
alteraciones mentales o agravar trastornos ya presentes. Los más frecuentes son los trastornos
afectivos y dentro de éstos, el duelo migratorio, que no requiere de intervenciones específicas,
así como el síndrome de Ulises. Se destaca la importancia del apoyo social en esta población
como factor de prevención más influyente.
Palabras clave: Régimen Salud mental, Inmigración, Psiquiatría social, Psiquiatría
transcultural.
Abstract
The immigration is a social phenomenon with a significant effect in our country. Although it has
not been demonstrated that those who emigrate assume a risk factor for mental health it seems
that the great stress they are subjected to may precipitate or aggravate mental disorders already
present. The most common are mood disorders and migratory grief that does not require
specific interventions, as well as Ulysses syndrome. Highlights the importance of social support
in this population as the most influential prevention factor.
Keywords: Prisons Mental health, Immigration, Social psychiatry, Transcultural psychiatry.
Recibido: 05/09/2013 Aceptado: 21/10/2013 Publicado: 24/09/2014
* Correspondencia: h82carom@yahoo.es
1 Psiquiatra. Hospital de Día. Hospital de la Merced. Osuna (Sevilla). España..
2 Médico interno residente de Psiquiatría. Hospital de la Merced. Osuna (Sevilla). España.
3 Director Unidad Gestión Clínica Psiquiatría. Hospital de la Merced. Osuna (Sevilla). España.
Psicologia.com ISSN: 1137-8492
© 2014 MC Romero-Mohedano, Carrión Expósito L, Ruiz Doblado S.
MC Romero-Mohedano. 2014; 18:9. http://hdl.handle.net/10401/6607
Introducción. Aspectos generales sobre inmigración y salud mental
Durante los últimos años, la inmigración es uno de los factores que mayor impacto están
teniendo a nivel social, económico, cultural y sanitario en nuestro país. Datos epidemiológicos
estiman que en torno a un 12,1% de la población española es de origen extranjero, y de ellos
unos 926.000 se encuentran en situación irregular según un cómputo hecho en el año 2012 a
partir del padrón municipal. La mayoría provienen de países en desarrollo y ocupan puestos de
trabajo con peores condiciones y de escaso reconocimiento social. Los nichos laborales que
configuran este mercado (agricultura, hostelería, construcción y servicio doméstico) suponen un
elevado porcentaje de la actividad sumergida, generando bolsas de inmigración irregular.
Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía acogen prácticamente al 70% de los
inmigrantes, de los cuales un 49% son latinoamericanos, un 25% son africanos
(fundamentalmente marroquíes) y un 21% europeos no comunitarios (predominando los
rumanos) (Vidal, 2006).
Los trastornos mentales son la segunda causa de consulta sanitaria entre la población
inmigrante en nuestro país (Achotegui, 2009). Las demandas en atención primaria por este
motivo suponen un 20% entre los españoles, mientras que entre inmigrantes es del 50%. El
número de estudios realizados en España para determinar la prevalencia de las diferentes
patologías mentales en este colectivo es muy escaso, aportándose datos muy dispares. Las más
comunes son las somatizaciones, reacciones adaptativas, trastornos de ansiedad y depresión. De
forma aproximada, la prevalencia de depresión entre la población inmigrante demandante de
atención sanitaria oscila en los diferentes estudios realizados entre 5.4% y 40.7%, aportando
además una prevalencia de ansiedad del 51.9%. Aunque menos frecuentes, pueden presentarse
trastornos de la conducta, en particular los comportamientos defensivo-agresivos, paranoides o
disociativos (Sayed Ahmad, 2007). Las crisis de identidad provocadas por las rápidas
transformaciones culturales y el cambio del sistema de valores de referencia podrían actuar
como un factor de inseguridad capaz de provocar un trastorno psicótico (Castilla, 1980), que
puede ir desde una actitud de desconfianza y temor a reacciones de tipo paranoide. Un
problema recientemente detectado en población inmigrante es el llamado síndrome de Estrés
Crónico del Inmigrante o Síndrome de Ulises, que se generalizó a partir del año 2000 cuando las
condiciones de los inmigrantes se complicaron. Ha sido fundamentalmente descrito en
inmigrantes ilegales o con riesgo de serlo y consiste en un trastorno fruto del estrés al que están
expuestos, a caballo entre el estrés agudo y los trastornos adaptativos, que engloba cuatro áreas
sintomatológicas: depresiva, ansiosa, somatomorfa y disociativa.
Según concluyen los más recientes estudios realizados, la inmigración no es en sí misma una
causa de enfermedad mental, pero supone un fenómeno generador de estrés que actuaría como
factor de riesgo para padecerlas, cuya intensidad y repercusión depende del estado de salud del
inmigrante, de cómo se sitúe frente a su grupo cultural de origen y hacia el grupo de acogida y
de cómo éste reaccione ante el inmigrante (Achotegui, 2002). Según la Fundación Española de
Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM) el estrés provocado por el cambio radical de cultura y el
sentimiento de discriminación que sienten muchos ciudadanos extranjeros son causa de esta
creciente emergencia de patologías mentales (Achotegui, 2009).
No hay que olvidar que gran parte de los inmigrantes se ven forzados a sobrevivir en
condiciones precarias (falta de soporte familiar y psicosocial, precariedad laboral e irregularidad
legal, condiciones ínfimas de vivienda y habitabilidad, discriminación racial, marginación social
y políticas de exclusión) que pueden repercutir negativamente en su estado de salud psíquica
(Sayed Ahmad, 2008). Asimismo se enfrentan a obstáculos de accesibilidad a los recursos de
salud mental (situación de irregularidad y temor a la repatriación que hace que muchas
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personas no quieran acudir a los servicios de salud, los bajos ingresos económicos, el
desconocimiento de sus derechos básicos, la vida itinerante que dificulta la continuidad en la
asistencia, las barreras idiomáticas y las diferencias culturales que los distancian de los
profesionales). Las migraciones de este siglo se caracterizan por las rupturas familiares, la
exclusión social y la criminalización del inmigrante, lo que lleva a situaciones especialmente
difíciles y a un empeoramiento de los estresores que afectan a esta población. Joseba Achotegui,
del Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y Refugiados (SAPPIR) de
Barcelona, considera que los estresores más importantes son la separación forzada de los seres
queridos, el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de
oportunidades, la lucha por la supervivencia y el miedo o la indefensión por carecer de derechos.
El informe de la OMS sobre los Determinantes Sociales en Salud (OMS, 2008) destaca la
pobreza y la marginalización como los principales factores de riesgo sanitario en inmigrantes.
A través de un proceso biopsicosocial el ser humano se integra en un entorno físico y cultural en
continuo cambio y es capaz de adaptarse a las distintas dificultades que se le presentan. Esta
adaptación supone un continuo proceso de ajuste con progresos y retrocesos, pérdidas y
ganancias, que abarcan tanto las relaciones externas como internas del sujeto y a la estructura
de su personalidad, que lo exponen a reacciones de angustia y de depresión debido a la ruptura
de vínculos, pero que también le lleva a la adquisición de habilidades y aumenta las
posibilidades de supervivencia. En el caso de la inmigración, el proceso de adaptación a los
cambios y el consiguiente duelo se verá influido por los valores y normas que constituyen la
cultura de su grupo étnico y se caracterizará por la presencia de sentimientos ambivalentes que
generan un estado de estrés crónico, que podría mermar la capacidad de adaptación y de
resolución de conflictos del inmigrante, produciendo una serie de reacciones y trastornos (Sayed
Ahmad, 2006).
Antes de la partida, durante la elaboración del proyecto migratorio, el inmigrante vivencia un
debate interno sobre la conveniencia de emigrar, entrando en conflicto los problemas
socioeconómicos y personales que sufre con las expectativas que se plantean como solución a
esos problemas. Aparecerá la ilusión, pero también la angustia y los sentimientos de indefensión
y desamparo, de forma más o menos intensa en función de las propias características de
vulnerabilidad y de personalidad del sujeto. La llegada supone un conflicto de encuentro entre
las normas propias y las de la sociedad receptora, surgiendo la ambivalencia por la coexistencia
de emociones positivas (abandonar la pobreza, expectativas de mejora de vida...), con las
negativas de las propias circunstancias de la acogida, de tal forma que su actitud puede pasar de
una visión idealizada a un rechazo generalizado de la sociedad receptora, con los consiguientes
sentimientos de frustración por las expectativas insatisfechas, culpa por haber abandonado a sus
conocidos, deseos de volver, miedo al futuro y al fracaso, angustia, crisis de identidad,
agresividad y alteraciones del comportamiento y de la convivencia, debido a la
desestructuración de la vida psíquica del sujeto. En este momento la comunidad acogedora
juega un papel crucial en la evolución de este proceso ya que, facilitando el acceso a todo lo
necesario para acomodarse (documentación, contrato de trabajo, vivienda, protección de la
salud...), se ayuda a iniciar un proceso de integración y convivencia donde no se produciría una
elección de cultura sino una coexistencia de la propia con la de acogida. Así, se ha constatado la
importancia del apoyo social durante la experiencia migratoria, mostrando sus efectos positivos
sobre la salud mental y el bienestar subjetivo de los extranjeros a través de una serie de
mecanismos: el sentido de pertenencia (evitando sentimientos de aislamiento, marginación y
exclusión social), el intercambio de recursos e información indispensables para afrontar sus
múltiples problemas, y el papel amortiguador del apoyo emocional al disponer de vínculos de
confianza con quienes compartir sentimientos y experiencias vitales, que protegen al individuo
de los efectos negativos del estrés asociado a la experiencia migratoria.
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De esto se deduce que el proceso de adaptación es bilateral, porque depende de la interacción
entre inmigrados y sociedad de acogida (Sayed Ahmad, 2007). Cuando la relación entre las
culturas es asimétrica, basada en el rechazo, la desigualdad y la exigencia para que el sujeto
renuncie a sus propios valores y asuma los de la sociedad receptora, se produce lo que se llama
asimilación, con el consiguiente riesgo de la desadaptación, marginación y exclusión social que
pueden generar estrés, ansiedad y problemas de salud mental. Cuando es el propio inmigrante
quien rechaza la cultura del país de acogida se produce la automarginación, con consecuencias
muy similares. Por tanto, la integración sólo se dará cuando hay interés por adoptar la
pluralidad cultural tanto por parte de las personas inmigradas como por parte de la sociedad
receptora.
Mantener la Identidad Aceptada por ambas partes
SÍ
SÍ
NO
Integración
Asimilación
Integrarse y ser aceptado
en la sociedad de acogida
NO
Separación/segregación
Marginalización
Esquema modificado de Sayed-Ahmad, 2006.
El proceso de adaptación también es heterogéneo, en función de las diferencias culturales,
lingüísticas, religiosas, de género y edad. Así, la adaptación y la salud mental de las mujeres
inmigrantes, más dependientes de los hombres, no sólo depende de sus factores individuales de
personalidad y de las diferencias culturales, sino de las condiciones de trabajo, del grado de
apoyo social y de la posibilidad de poder conciliar sus papeles de madres y trabajadoras (SayedAhmad, 2007). En los ancianos apenas existe proceso de adaptación, debido a que no existe un
proyecto migratorio propio. En el caso de menores y adolescentes (Sayed-Ahmad, 2006), la
ausencia de proyecto migratorio propio y la interrupción de su trayectoria vital anterior a la
migración, las posibles actitudes negativas de la sociedad de asentamiento y las dificultades de
promoción educativa, social y laboral, podrían entorpecer su proceso de adaptación. Los
principales problemas psicosociales encontrados en los hijos de inmigrantes son, según Pechevis
(1995): fracaso escolar, aislamiento social, escasas posibilidades de promoción, pobreza del
ambiente sociofamiliar, dificultades de comprensión de las normas socioculturales y tendencia a
la deculturación.
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Depresión y ansiedad en el inmigrante: "el duelo migratorio" y el "síndrome de
Ulises"
En la expresión clínica de estos trastornos influyen muchos aspectos de tipo cultural que
conviene conocer para no confundir las reacciones vivenciales con los auténticos cuadros
depresivos y evitar así tanto la psiquiatrización del malestar, como el nihilismo terapéutico ante
las enfermedades. Debemos tener en cuenta que cada cultura tiene sus propios valores y cuenta
con su propio léxico emocional para definir qué es malestar. En algunas de ellas se desvaloriza la
vida interna del individuo preponderando el concepto de grupo y los intereses comunes, con lo
que podemos encontrar una escasa capacidad de elaboración psicológica de las emociones.
En 1993 la OMS lleva a cabo un estudio acerca de la sintomatología de la depresión entre
distintas culturas observando que los síntomas más comunes eran hasta en un 75% de los casos:
tristeza, apatía, anhedonia, sentimientos de incapacidad, ansiedad, tensión física y dificultades
de atención y concentración (Martínez, 2006). Se encontraron marcadas diferencias entre
grupos en las ideas de muerte y de culpa (que puede ser de tipo paranoide, relacionada con el
pensamiento mágico y la hechicería, cuando la persona no está preocupada por el mal que ha
causado, sino por el temor al castigo; o de tipo depresivo, cuando el sentimiento básico es el
sufrimiento por haber hecho daño al otro). Asimismo, la ansiedad en el proceso migratorio se
puede manifiestar como depresiva, que surge de las experiencias de pérdida de todo lo que se ha
dejado con el temor de no poder recuperarlo jamás; paranoide, como respuesta a las exigencias
de adaptación vividas por el sujeto como abrumadoras y con temor al fracaso; o de "confusión"
psicológica, por los sentimientos ambivalentes hacia lo que se ha dejado y lo nuevo encontrado
(Sayed Ahmad, 2006).
En la mayoría de las culturas de origen de los inmigrantes la depresión se acompaña de
sintomatología somática que expresa el sufrimiento mental debido al estrés crónico y la forma
cultural de manifestar el malestar, ya que la expresión corporal de los sentimientos se asocia a la
expresión mental o emocional. Las más frecuentes son: malestar general, fatiga (sobre todo en
mujeres asiáticas y magrebíes), cefaleas de características tensionales (que pueden estar
relacionadas con ingesta excesiva de alcohol), parestesias, mareos, trastornos gastrointestinales
y alteraciones del sueño, sobre todo el insomnio de conciliación, que a nivel biológico se podría
explicar por el incremento de catecolaminas y glucocorticoides por el estrés, que impide la
relajación para poder dormirse. Otro síntoma asociado es la confusión temporoespacial que se
puede acompañar de fallos de memoria y atención, disociación y despersonalización. Desde una
perspectiva psicoanalítica la confusión se hallaría relacionada con el uso de la defensa de la
negación en situaciones extremas, que favorece la fragmentación de los objetos. Desde una
perspectiva biológica puede explicarse como efecto del incremento cortisol en respuesta a un
estrés crónico, que actúa sobre la corteza y el hipocampo produciendo alteraciones de la
memoria. Debe ser diferenciada de los cuadros confusionales orgánicos y de los episodios
psicóticos agudos.
El llamado duelo migratorio es un conjunto de emociones, representaciones mentales y
conductas relacionadas con la pérdida de objetos, personas y de su propia identidad y la
frustración de expectativas del proyecto migratorio que ponen en marcha un proceso de
creación de nuevos vínculos con la sociedad de acogida y de reorganización de la personalidad
(Sayed Ahmad, 2007). Suele manifestarse con síntomas depresivos, ansiedad, somatizaciones,
síndromes confusionales de desorientación, pérdida de memoria e incluso, en situaciones
críticas y de inestabilidad emocional, puede presentar síntomas psicóticos. Su intensidad
depende de las características de vulnerabilidad y de personalidad del sujeto y de las
circunstancias sociales en su nuevo medio. En principio no es patológico y sólo precisa
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acompañamiento y contención emocional, pero puede ser la base sobre la que se desarrollen
enfermedades mentales graves como la depresión. Posee unas características diferenciales de
otros duelos (Achotegui, 2000):
-
Es parcial, ya que el objeto de duelo, su país de origen, no desaparece y cabe la
posibilidad de contactar nuevamente con él o de regresar definitivamente, frente al
sentimiento de pérdida irreemplazable que se da en los duelos por la muerte de alguien
cercano. Consiste en una separación temporoespacial que puede implicar intensas
ansiedades confusionales y sintomatología disociativa asociada.
-
Es recurrente, favoreciendo la aparición de trastornos depresivos. Además, el regreso
del inmigrante supone una nueva migración ya que en el tiempo que ha vivido fuera de
su país se han producido muchos cambios, tanto en la personalidad del inmigrante
como en la sociedad de la que partió.
-
Se debe a múltiples pérdidas: la familia y amigos, lengua, cultura, tierra, nivel social,
contacto con el grupo étnico y riesgos físicos ligados a la migración.
-
Es vincular, ya que los lazos afectivos con el país de origen siguen activos durante toda
la vida y se expresan a través de las "fantasías de regreso", íntimamente relacionadas
con la recurrencia del duelo migratorio.
-
Da lugar a cambios en la identidad ("conjunto de las autorrepresentaciones que
permiten que el sujeto se sienta por una parte como semejante y perteneciente a
determinadas comunidades de personas y, por otra, diferente y no perteneciente a
otras"). El elaborar adecuadamente el duelo migratorio supone la construcción de una
nueva identidad más compleja y más rica.
-
Da lugar a una regresión psicológica como mecanismo defensivo, evitando contactar con
la realidad de un modo realista y maduro. Se expresa mediante la queja y la protesta
hacia quienes los ayudan, conductas de dependencia actuando de forma sumisa ante las
figuras de autoridad, y también mediante la búsqueda de líderes que hacen la función de
imágenes parentales.
-
Supone la puesta en marcha de mecanismos de defensa y de errores cognitivos en el
procesamiento de la información que, cuando son masivos, distorsionan la visión de la
realidad para hacerla menos frustrante e impiden la adaptación, que es el objetivo
evolutivo de la mente. Los más utilizados son: negación (que se expresa como
confusión); proyección (todo lo malo está en el otro culturalmente distinto, base de la
xenofobia y el racismo); idealización (se exageran las cualidades del país de origen y del
país de acogida, negándose sus defectos); formación reactiva (por el deseo de amoldarse
a la nueva cultura, evita mantener sus valiosas tradiciones, dando lugar a una
"hiperadaptación o asimilación" que podría compensarse a través de síntomas
somáticos).
-
Se acompaña de sentimientos de ambivalencia de amor y rabia hacia el país de origen y
el de acogida (por todo lo que le han aportado, por haber tenido que marcharse del
primero y por las frustraciones que supone adaptarse y progresar en el segundo).
-
Se transmite intergeneracionalmente debido a que la exclusión y la marginación
impiden los procesos de integración e interculturalidad. El duelo de los hijos de
inmigrantes es aún más complejo que el de sus predecesores, ya que estas personas han
nacido en el nuevo país y se han educado en su cultura pero a través de los vínculos
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familiares y del contacto con el país de origen han interiorizado también la cultura de
los padres. Esto explica el mayor índice de trastornos mentales, fundamentalmente de
tipo ansioso-depresivo, en los descendientes de inmigrantes de "primera generación".
-
Tiene lugar en una serie de fases. J. Bowlby (1985) hace referencia a cuatro etapas en la
elaboración psicológica de los procesos del duelo: negación (no se acepta la realidad del
cambio); resistencia (quejas ante el esfuerzo que supone la adaptación); aceptación (se
instala en la nueva situación); restitución (reconciliación afectiva con lo que se ha
dejado atrás y con la nueva situación). Estos procesos mentales concluyen con la
aceptación de la nueva realidad externa y la adaptación a la misma, integrándose de
manera crítica las nuevas circunstancias y dando lugar a la reorganización del
sentimiento de identidad sin renunciar al anterior, con lo que se logra mayor autoestima
y estabilidad emocional (Tizón, 2004). Para una correcta elaboración del duelo será
favorable que el sujeto tenga capacidades personales de afrontamiento y resolución de
conflictos, así como una situación administrativa regular con acceso normalizado a la
vivienda, trabajo, educación y salud pública en el contexto de un entorno solidario.
Si por distintos motivos, los conflictos internos y externos que suponen la nueva situación no se
superan, se produce un duelo mal elaborado o complicado que se acompaña de baja autoestima,
sentimientos de frustración y fracaso que podrían dar lugar a trastornos mentales adaptativos
ansiosos, depresivos e incluso psicóticos.
Como ya adelantábamos más arriba, dentro de las manifestaciones depresivas cabe destacar un
cuadro que Achotegui y otros autores llaman Síndrome de Ulises (como el héroe griego que
padeció innumerables adversidades lejos de sus seres queridos), que emerge en la actualidad
como un problema de salud en directa relación con el empeoramiento de las condiciones en las
que se produce la inmigración, suponiendo un estrés tan intenso que supera toda capacidad de
adaptación y da lugar a síntomas de tipo depresivo, ansioso, somatomorfo y disociativo
(Achotegui, 2002). La base psicológica y psicosocial de este trastorno se encuentra en la
combinación de los estresores clásicos de la inmigración como el idioma, la ausencia de una red
de apoyo social sólida y la falta de sensación de control de la situación, con sentimientos de
soledad, desesperanza y fracaso en el logro de los objetivos, la vivencia de carencias extremas, el
miedo a la pérdida de la integridad física y a la detención y expulsión, a lo que se añade la poca
competencia para manejar estos cuadros por parte del sistema sanitario. Se clasifica como
parcial o completo según el número o la intensidad de los síntomas, y en mayor o menor según
se den todos los estresores del cuadro o sólo algunos (Achotegui, 2008).
Este síndrome se hallaría a medio camino entre los trastornos adaptativos y el trastorno por
estrés postraumático (Achotegui, 2004). A la hora de hacer el diagnóstico diferencial tendremos
en cuenta:
-
Trastorno por estrés agudo. En el síndrome de Ulises el estrés es crónico.
-
Duelo. El síndrome de Ulises no tiene que ver con la muerte de un ser querido.
-
Trastornos depresivos. La sintomatología depresiva presente en este cuadro es ante
todo la tristeza y el llanto, se dan con menos frecuencia los pensamientos de muerte y
faltan toda una serie de síntomas básicos de la depresión standard como la apatía.
-
Trastorno adaptativo, ya que éste se caracteriza por un malestar superior al esperable
dada la naturaleza del estresor identificable. En el caso de los inmigrantes no habría un
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estresor sino muchos, crónicos y de gran intensidad que superan las capacidades de
adaptación de los seres humanos.
-
Trastorno por estrés posttraumático, cuya característica esencial es la aparición de
síntomas característicos que sigue a la exposición de un acontecimiento estresante y
extremadamente traumático donde el individuo se ve envuelto en hechos que
representan un peligro real para su vida o cualquier otra amenaza para su integridad
física. En el síndrome de Ulises además del miedo, son factores esenciales la soledad, el
sentimiento de fracaso y la lucha por la supervivencia que no tienen nada que ver con el
concepto de trastorno de estrés posttraumático en sí mismo. Además en el trastorno
por estrés posttraumático, a diferencia del síndrome que describimos, hay apatía y
baja autoestima.
Consideramos que el síndrome de Ulises se halla en el límite entre la salud y el trastorno mental
ya que, aunque supone una respuesta del sujeto ante una situación de estrés superior a sus
capacidades de adaptación, si esta situación no es resuelta existe un gran riesgo de que el sujeto
acabe enfermando. No todas las personas que viven las situaciones de estrés límite que
describimos padecen el trastorno, pero aún no se conocen con precisión qué factores de
protección o de vulnerabilidad existen respecto al mismo. Al plantear la delimitación y
denominación del síndrome de Ulises se pretende evitar que estas personas sean
incorrectamente diagnosticadas, lo que supondría un estrés aún mayor, al que hay que añadir
los efectos adversos de los tratamientos, los gastos sanitarios, etc. El objetivo de la intervención
en este cuadro supone evitar que estas personas acaben empeorando y lleguen a padecer un
trastorno mental, por lo que atañe no sólo a psicólogos o psiquiatras, sino a trabajadores
sociales, educadores sociales, etc.
En el abordaje terapéutico de la sintomatología ansioso-depresiva, es muy importante la
relación médico-paciente, considerar las diferencias idiomáticas y culturales, explicar y
comprender sus prácticas terapéuticas tradicionales y abordar las dificultades asistenciales.
Determinados factores culturales y la inestabilidad laboral, geográfica y económica determinan
que el índice de abandonos de tratamientos en este colectivo sea muy elevado. Según Worden
(1997), en el abordaje psicofarmacológico del estrés y el duelo migratorio, en los casos con
síntomas de elaboración natural del duelo sin que cumplan criterios de trastorno depresivo en
sentido estricto, puede ser útil el uso de ansiolíticos. Los antidepresivos pueden estar indicados
en el duelo complicado y en el síndrome de Ulises.
Psicosis en el inmigrante
Podemos afirmar que la inmigración es un factor de riesgo significativo para el desarrollo de
trastornos psicóticos, que persiste en subsiguientes generaciones, y que va mediado por factores
no sólo culturales o étnicos, sino principalmente sociales y económicos. La desigualdad social
(desempleo, hacinamiento, fragmentación familiar), el racismo y la discriminación, actuando de
forma sinérgica con otros factores como la historia familiar, el aislamiento social y el mayor
consumo de tóxicos pueden ser alguno de los aspectos más importantes. Respecto a las
manifestaciones clínicas, apenas existe bibliografía que muestre aspectos diferenciales entre
población inmigrante y autóctona.
Se han propuesto cinco hipótesis para explicar la elevada incidencia de psicosis entre la
población inmigrante (Martínez, 2006): diferencias demográficas que situaban al inmigrante en
una situación de mayor vulnerabilidad; índices elevados de psicosis en el país de origen;
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migración selectiva de sujetos con mayor predisposición a desarrollar psicosis; la experiencia
migratoria en sí como factor estresante; y por último, la tendencia a sobrediagnosticar
esquizofrenia en población inmigrante debido a limitaciones culturales e idiomáticas. Varios
estudios posteriores han demostrado que tan sólo los dos últimos podrían ser considerados a la
hora de explicar las diferencias epidemiológicas en psicosis.
Enfermedades ligadas a la cultura
Son enfermedades propias de determinados grupos étnicos o localizaciones geográficas, no
conocidas en occidente, que no se encuentran bien representadas en las clasificaciones
psiquiátricas y que son difíciles de diagnosticar y tratar (son una de las causas que incrementan
los diagnósticos erróneos de psicosis en inmigrantes). Algunos de los síndromes psiquiátricos
asociados a la cultura ya descritos en España son el "koro"o el "ataque de nervios" (Sayed
Ahmad, 2007). Es necesario remitir estos cuadros a profesionales de salud mental interesados
en temas culturales. Se remite al lector interesado en esta área de conocimiento a la bibliografía
especializada relacionada con los síndromes psiquiátricos asociados a la cultura.
Síndromes Vinculados a la Cultura (Sayed-Ahmad, 2002)
Ufuyane.- Atribuido al efecto de pociones mágicas, se manifiesta por sollozos, gritos, pérdida de
conocimiento y convulsiones. Es frecuente en el sur de África y en Kenya.
Ataque de nervios.- Es frecuente entre los latinos tanto en el mediterráneo como en América. Se
manifiesta con sintomatología disociativa y ansiosa: bochornos, inquietud, agitación, agresividad y
pérdida del conocimiento.
Ansiedad maligna.- Se da en África (Nigeria). Es un estado de ansiedad intensa debida al estrés por el
esfuerzo de adaptación a las situaciones vitales y los frecuentes cambios culturales. Se manifiesta por
intensa ansiedad, agitación, irritabilidad y miedo.
Vudú.-Es el miedo a la muerte súbita propia o de familiares, asociado a la creencia de que puede
acontecer por ruptura de algún tabú, por una maldición y por actos de brujería. Los síntomas más
frecuentes son: gran angustia, intenso miedo, alteraciones neurovegetativas, sintomatología delirantealucinatoria y confusiones. Se da en África, Sur América, Australia y las Islas del Pacífico.
Mal de ojo.- Es característico de la cultura mediterránea, y se da sobre todo en niños y mujeres. Se
atribuye a la capacidad o poder que tienen algunas personas en la mirada causando el mal a la persona
envidiada por alguna característica o posesión. Las manifestaciones más frecuentes suelen ser de tipo
psicosomático como el insomnio, fiebre, diarreas, vómitos, cefaleas y malestar generalizado.
Zar.- Es bastante común en Etiopía, Somalia, Sudan, Egipto (Nubia), norte y medio-este de África. El
trastorno se caracteriza por experiencias de posesión tipo disociativo, con gritos, estereotipias, bailes y
cantos. En estas sociedades no se considera como algo patológico.
Amok.- Se trata de un ataque indiscriminado de homicidio en masa. El individuo en un estado semejante
al disociativo empieza a correr sin cesar destrozando todo lo que encuentra a su paso, matando a
personas y animales que se ponen en su camino. Elige armas enormemente destructivas y lugares muy
concurridos para cometer su homicidio masivo. Se da en Indonesia y Malasia
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Koro (Síndrome de Retracción Genital).- Es una reacción de ansiedad intensa por miedo a la
retracción de los genitales, ya que suponen que por excesos de actividad sexual se produce pérdida de
elementos Yang con el semen rompiéndose el equilibrio Yin-Yang de forma que el pene va
retrayéndose e incluso se invagina dentro del abdomen pudiendo causar la muerte. Se distribuye
geográficamente en sudeste de Asia, sur de China, India y Malasia.
Referencias
-
Martínez, J.L.; Fernández, M. 2006. Inmigración y exclusión social. En: Vidal Fernández, F. (dir): V Informe
FUHEM de políticas sociales: La exclusión social y el estado de bienestar en España: 409-439. FUHEM.
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mentales en inmigrantes en España. Revista Norte de Salud Mental, Vol. 35: 50-55.
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-Sayed-Ahmad, N.; Río Benito, M.J.; Fernández Regidor, G. 2007. En: Manual de atención sanitaria a
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Alianza Editorial. Madrid.
-Achotegui. J. 2002. Trastornos afectivos en los inmigrantes: la influencia de los factores culturales. Ed.
Jano. Barcelona.
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MC Romero-Mohedano. 2014; 18:9. http://hdl.handle.net/10401/6607
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MC Romero-Mohedano, Carrión Expósito L, Ruiz Doblado S. Manifestaciones clínicas y
diagnóstico de la enfermedad mental en población inmigrante. Psicologia.com [Internet]. 2014
[citado 24 Sep 2014];18:9. Disponible en: http://hdl.handle.net/10401/6607
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