Notas sobre Epistemología. Empirismo-Positivismo.
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2004; 8(1)
Fernando Ruiz Rey.
Psiquiatra
Wake County Human Services
Raleigh, NC. USA
E-mail: F5R7R0@aol.com
El empirismo moderno comienza con John Locke (1632-1704) como una reacción contra el racionalismo
cartesiano que sostenía la posibilidad de adquirir conocimiento sin relación a la experiencia, y proponía la
presencia de ideas innatas en la mente del hombre. El empirismo inglés alcanza su máxima expresión con David
Hume (1711-1776) (1, 2).
Hume influido por la metodología científica basada en la observación -mostrada claramente en las teorías de
Newton- prosigue con el análisis empirista de Locke y Berkley, extremándolo en su búsqueda de una base sólida
para poder entender el origen del conocimiento y los productos de la actividad racional. Hume se va ha atener
estrictamente a los datos de la experiencia y va ha rechazar las especulaciones metafísicas como incapaces de
justificar las ideas y creencias humanas con argumentos racionales infalibles. Hume se va a centrar en la
"experiencia y observación" para establecer "una ciencia de la naturaleza humana" que posea una "fundación
sólida" y constituya "un método experimental de razonamiento..." (3).
Para esta tarea, Hume recurre a un escepticismo filosófico moderado, con él se deshace de las respuestas fáciles,
y conduce su análisis al origen empírico de todas las ideas con que el ser humano construye el conocimiento del
mundo.
Hume hace una cuidadosa distinción entre impresiones, producto inmediato de la experiencia, por tanto, directas,
vívidas y vigorosas; e ideas que son una copia de las impresiones y, por lo tanto, indirectas y más débiles ("Copy
Principle"). Hume escribe: "A aquellas percepciones que penetran con más fuerza y violencia podemos llamarlas
impresiones; y bajo este nombre comprendo todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones según hacen su
primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de estas en el pensamiento y
razonamiento;" (4, pág. 43).
La ideas tienen siempre su origen en las impresiones -se elimina la concepción de las ideas innatas, presentes,
por ejemplo, en Descartes- en consecuencia, siempre se puede rastrear el origen de las ideas compuestas hasta
sus elementos más simples -ideas simples- que tienen un origen directo en las impresiones; "Todas nuestras
ideas simples en su primera aparición se derivan de impresiones simples que les corresponden y representan
exactamente" (4, pág. 46).
Las ideas son unidades discretas y separables. Las ideas provenientes de las impresiones se copian en la memoria
cuya función primordial es conservar el orden y lugar como se formaron estas ideas. Otra facultad que reconoce
Hume es la imaginación, que al contrario de la memoria es completamente libre, no sigue ningún orden y puede
generar todo tipo de composiciones de ideas (fantasía, poesía, etc.). Las ideas que maneja la imaginación son
menos vívidas que las que conservan la memoria. Pero esta anárquica libertad de la imaginación se ordena en
base a tres principios de asociación que unen las ideas y les otorgan organización: principio de semejanza (este
animal se asemeja a ese otro animal); principio de contigüidad (el libro está sobre la mesa); y principio de
causalidad (al girar el picaporte se abre la puerta). Hume nos dice: "Las cualidades [que se encuentran en la
experiencia misma], de las que procede esta asociación, y por las que el espíritu es según esta manera conducido
de una a otra idea, son tres, a saber: `semejanza, contigüidad en tiempo o lugar, y causalidad"" (4, Pág. 54). La
más extensa e influyente en el proceso de asociación es el principio de causa efecto, este principio es lo único que
nos lleva más allá de nuestros sentidos y de la memoria.
Tanto las ideas como los principios tienen según este pensador, origen en la experiencia. Como las impresiones y
las ideas son separables, nada hay que las una, excepto las asociaciones hechas por el hábito, siguiendo los
principios señalados; así el principio de causalidad no es más que un producto del habito de experimentar: un
acontecimiento A seguido, contiguo y unido constantemente, de un acontecimiento B, vez tras vez. Sin embargo,
no existe ninguna garantía en la naturaleza de que B vaya a seguir a A. Por ejemplo, la salida diaria del sol,
apoyada por la teoría de la rotación de la tierra sobre su eje, no constituye una garantía, puesto que la teoría
misma se construye en base a observaciones repetidas. De tal manera que, no existe ninguna certeza racional
que soporte la causalidad.
Hume explica "No tenemos otra noción de causa y efecto, sino la de ciertos objetos, que siempre han estado
unidos y que en todos los casos pasados se han visto que son inseparables. No podemos penetrar en la razón de
esta unión. Observamos solo el hecho mismo y vemos que, en la unión constante, los objetos adquieren una
unión en la imaginación" (4, pág. 100). La necesidad física (a una causa le seguirá siempre el mismo efecto) que
presenta la relación causa efecto es también resultado de la experiencia repetitiva o hábito; la necesidad emerge
en el espíritu con esta repetición como un reflejo natural, y se manifiesta como una "determinación del espíritu
"(4, pág. 136). La idea de necesidad no está en la impresión misma, ni en ningún proceso mental interior, sino en
la fuerza de convicción que gane la impresión con la repetición de los eventos; la necesidad es un sentimiento:
"más un acto sensitivo que una parte cognitiva de nuestra naturaleza" (3, pág.183).
La causalidad se define, entonces, en palabras de Hume: "como un objeto precedente y contiguo a otro, y unido
de tal modo con él en la imaginación que la idea del uno determina al espíritu a formarse la idea del otro, y la
impresión del uno a formarse una idea más enérgica del otro" (4, pág. 137). La causalidad es producto de la
experiencia, los razonamientos acerca de ella son posteriores: "la causalidad......sólo en la medida que es una
relación natural [basada en la experiencia] y produce una unión entre nuestras ideas, somos capaces de razonar
sobre ella o hacer una inferencia a partir de ella" (4, pág. 100).
Íntimamente ligado a la causalidad está la inducción, esto es, del conocimiento de un número finito de
particulares se infiere una ley universal. Hume (5, Book I, Part III, Section vi) dice: "no pueden haber argumentos
que prueben que aquellas instancias de las cuales no hemos tenido experiencia se parezcan a aquellas de las que
hemos tenido experiencia."......./ "es imposible convencernos con la razón del por qué deberíamos extender la
experiencia más allá de aquellas instancias particulares que han caído bajo nuestra observación", y: "aún después
de la observación constante y frecuente de la conjunción de objetos, no tenemos razón para sacar ninguna
inferencia acerca de ningún objeto más allá de los que hemos tenido experiencia." (5, Book I, Part III, Section xii)
Aún más, Hume (6, pág. 15) rechaza la inducción concebida como una probabilidad: "Es evidente que Adam con
toda su ciencia, no hubiera podido nunca demostrar que el curso de la naturaleza debe conformarse al pasado. Lo
que es posible no se puede demostrar nunca que es falso; y es posible que el curso de la naturaleza pueda
cambiar, puesto que podemos concebir tal cambio. "Nay" iré más lejos, y afirmo que no podría él probar con
ningún argumento probable de que el futuro se debe conformar al pasado. Todos los argumentos probables se
construyen sobre la suposición de que existe conformidad entre el futuro y el pasado, y por tanto no puede
probarlo".
Los argumentos de Hume en contra el procedimiento inductivo han pasado a ser conocidos como "el problema de
la inducción" (Kant lo llamará `el problema de Hume'). Este problema Hume lo resuelve psicológicamente junto
con la causalidad. La situación lógica del problema lo enfrentaran los neopositivistas del siglo XX, y Karl Popper
ofrecerá una solución, esquivándolo como principio del conocimiento de la naturaleza.
Hume hace aún otra distinción entre, las relaciones de ideas y creencias de facto (matters of fact). Las relaciones
de ideas son asociaciones formadas en el interior de la mente, sin una referencia externa inmediata y no son
informativas; se pueden construir demostraciones irrefutables de esta manera, como la aritmética y el álgebra
(cuyo origen se remonta a las relaciones de objetos que permiten las cualidades de cantidad y número), éstas
constituyen verdades universales, pero no informan nada acerca del mundo exterior. En cambio, las creencias de
facto tienen referencia inmediata con lo externo, son informativas y constituyen la base del conocimiento
científico. Para Hume, la costumbre o la repetición de las experiencias es el fundamento de todas las ciencias
naturales, en cuanto establece las asociaciones de causalidad. El conocimiento del mundo es entonces, el
resultado de la aplicación de los principios de asociación forjados en la experiencia repetida.
Nuestras creencias de facto toman su fuerza del sentimiento nacido de la experiencia y, no de la razón. Para
Hume, la razón es insuficiente para guiar nuestras creencias, los hábitos adquiridos por repetición pueden
producir una convicción muy poderosa, independiente de la razón. Así "9 X 12 = 108" es una verdad fácilmente
establecida racionalmente, pero, en realidad aprendemos las tablas de multiplicación repitiéndolas. La fuerza de
esta convicción es tal, que, como ya se ha señalado, da origen a nuestra idea de "necesidad" en la asociación
causa-efecto.
El análisis de Hume aplicado al conocimiento del mundo exterior resulta en que lo único que se tiene de él, es un
conjunto de impresiones que asociadas por los principios de contigüidad y causalidad nos llevan a idear un mundo
exterior del cual en rigor no tenemos acceso. "nuestros sentidos no nos ofrecen sus impresiones como imágenes
de algo distinto o independiente y externo, porque no nos comunican más que una percepción única, y no nos
procuran jamás otra indicación de algo más allá de ella" (4, pág. 150). Y más aún, aplicando esta metodología a
nuestro propio ser, nos encontramos que la idea del "yo" es otra fabricación, ya que rastreando esta idea no
podemos encontrar ninguna "impresión" de ese "yo". Lo que experimentamos cuando observamos nuestro ser, es
un conjunto separable de ideas, como los carros de un ferrocarril, unidas por los principios de asociación, pero sin
ninguna otra evidencia substancial que explique su coherencia.
El análisis crítico de Hume lo lleva a un escepticismo radical: las matemáticas son solo un conocimiento derivado
de las relaciones de ideas y nada nos dicen del mundo; las observaciones experimentales solo nos ayudan a
formar hábitos, pero la realidad externa desaparece en esta filosofía; y nuestro propio ser se reduce a un puñado
de ideas con la continuidad provista por la memoria. Sin embargo, el propósito de Hume no es limitarse solo al
escepticismo, sino construir un conocimiento sobre bases cognitivas firmes, para esto analiza los alcances y
limitaciones del entendimiento humano. Para Hume el conocimiento no puede ser absoluto puesto que se tienen
solo experiencias limitadas, por lo que nuestras conclusiones serán siempre tentativas, modestas y cautelosas.
Esta situación debe generar una actitud reservada, que Hume llama, "escepticismo mitigado", y constituye, para
el filósofo, la actitud epistemológica adecuada en consideración a las limitaciones señaladas. No obstante, el
mismo Hume se da cuenta que la tendencia natural del hombre es alejarse de "la reflexión tranquila y
profunda" (4. pág. 180), para dejarse llevar por las creencias fáciles y no justificadas del diario vivir.
El desarrollo consecuente y a fondo del programa empirista, reduce la validez de las ideas y, por lo tanto del
conocimiento de la naturaleza, a su origen empírico: impresiones. Este programa positivista y naturalista de
Hume, tiene cierta consonancia con las ciencias cognitivas actuales, lo que da a su pensamiento una vigencia
interesante, además de contribuir en forma importante a la concepción empírica de las ciencias.
El empirismo de Hume influye significativamente en Auguste Comte (1798-1857) iniciador del movimiento
denominado positivismo. Esta doctrina toma el método científico de observación e inducción como el
procedimiento certero para obtener el conocimiento, no solo de la naturaleza, sino además de la vida social para
guiar al hombre al orden adecuado, a la moral y al progreso. Para Comte la sociedad se encuentra en un estado
de desarreglo y descomposición que requiere de una urgente intervención. Pero para poder iniciar la tarea de
regeneración de la sociedad se requiere del control de nuestros impulsos desordenados y egoístas, lo que se logra
ante el Orden Externo hecho presente por las ciencias que mediante la inducción han llegado a la determinación
de las leyes naturales, Comte escribe: "esta base [objetiva] consiste para nosotros en las leyes u Orden de los
fenómenos por los que la Humanidad es regulada" (7). Ante este Orden, aunque no sea perfecto, es posible que el
hombre se pliegue (sumisión racional) a la realidad (economía del orden externo) y permita la emergencia y el
desarrollo de una nueva moral y de la simpatía social: "La sujeción de la Humanidad a este orden es
incontestable; tan pronto como el intelecto nos ha posibilitado comprenderlo, es posible para los sentimientos de
amor, ejercer una influencia moderadora sobre nuestras tendencias discordantes" (7).
"Así es que una síntesis intelectual o estudio sistemático de las leyes de la naturaleza, es necesario por razones
más altas que las de satisfacer nuestras facultades teóricas, que son en su mayor parte débiles, aún en aquellos
hombres que se dedican a una vida de pensamiento. Es necesario porque resuelve de una vez el más difícil
problema de la síntesis moral" (7). Esta concepción del orden externo de la naturaleza, provee la base para la
acción humana: "la eficacia de nuestras acciones depende enteramente de su conformidad a este orden" (7).
El movimiento intelectual que conduce a la síntesis positiva de las ciencias para la afloración de la moral y el
desarrollo de la ciencia central y unificadora -la sociología- es el positivismo. El intelecto nos trae y manifiesta el
orden de la naturaleza, pero al mismo tiempo se subordina al "corazón", a los sentimientos sociales, ante la
"Necesidad inmutable del mundo exterior" (7). De esta manera, se construye "el único sistema de vida que está
permanentemente adaptado a nuestra naturaleza" (7). La motivación de nuestra conducta se traslada de fuentes
interiores, desorganizadas e inconsistentes, a una fuente exterior, ordenada y estabilizadora.
Las ciencias de la naturaleza revelan las leyes y el orden de la naturaleza, esto junto con la historia considerada
como una totalidad sujeta también a leyes, permiten el desarrollo del Sistema de Filosofía Positivista comtiano
para efectuar la síntesis positiva. El Positivismo constituye la culminación del desarrollo del conocimiento humano,
primero se tuvo la etapa Teológica (explicaciones en base a entes trascendentales), luego siguió la etapa
Metafísica (explicaciones en base a conceptos), y por último se llega al verdadero conocimiento producto de la
objetividad científica.
Con el positivismo se inicia el estudio de la Moral y del fenómeno social desde una nueva perspectiva y se
establecen las leyes generales del desarrollo social e intelectual del ser humano. "Pero tan pronto como el espíritu
Positivo se extiende al tratamiento de los asuntos sociales, éstos toman de inmediato precedencia sobre todos los
demás, y así el punto de vista moral, se hace de la mayor importancia"......."el punto de vista social es lógica y
científicamente, superior a todos los demás, siendo el único punto desde el cual todas las concepciones científicas
se pueden considerar como una totalidad" (7). Las teorías científicas no se justifican a si mismas, sino que cobran
su verdadero sentido y valor en relación al hombre, más bien a la humanidad: "Estudiarlas en otro espíritu, no
solo sería inmoral, sino que también altamente irracional. Porque como proposiciones de una verdad pura
objetiva, nuestras teorías científicas no pueden ser nunca verdaderamente satisfactorias. Estas solo pueden
satisfacernos desde el punto de vista subjetivo; esto es, limitándose al tratamiento de asuntos que tienen una
relación directa o indirecta con la vida humana. Es el sentimiento social el que determina estos límites; fuera de
los cuales nuestro conocimiento permanecerá siempre, tanto imperfecto como inútil" (7)
Las leyes de la naturaleza no son susceptibles de ser cambiadas por la acción humana, sin embargo, a medida
que nos acercamos al campo de la vida humana y de la sociedad, éstas, aunque sujetas también a leyes, son
susceptibles de modificaciones, con lo que el hombre "sin miedo, ni alarde, puede llegar a ser, el arbitrador,
dentro de ciertos límites, de su propio destino..." (7). El conocimiento del orden, así mismo como la estimación de
sus imperfecciones y límites, "indican y definen las fronteras de la intervención humana" (7).
Con el desarrollo científico de la sociología y el establecimiento de las leyes de la estática y dinámica social se
compartirán opiniones y la sociedad ganará en estabilidad, pues no habrá razón para las luchas religiosas y
políticas. Para Comte, tanto para la física como para la sociología, la libertad de consciencia, no tiene sentido, la
verdadera libertad consiste en la sumisión racional a las leyes científicas. El Progreso radica en la consciencia y el
entendimiento gradual de las leyes que regulan la actividad humana y que según Comte traerán el bienestar y la
moralidad ordenada al género humano.
Según las propias palabras de Comte, "el objeto de nuestra filosofía es dirigir la reorganización espiritual del
mundo civilizado" (7), por lo que la filosofía se liga íntimamente a la política. Con esta meta es fácil comprender el
lema del movimiento positivista: Amor, Orden, Progreso (8), y la prosecución de la fe positivista hasta el
desarrollo explícito de una religión secular, la religión universal de la Humanidad (con: sacerdotes, catecismo,
santoral, etc.).
El positivismo se basa en las ciencias y su metodología de observación, análisis e inducción, con ellas construye su
sistema integrativo e inicia los estudios sociales. El positivismo da a su vez a las ciencias, su total respaldo y
ratifica su veracidad. En la tradición positivista se pueden distinguir dos vertientes, el positivismo como regla de
vida y normativa social, y el positivismo como doctrina del saber. Es esta última la que perduró, caracterizando al
saber como lo fundado en los hechos y en sus relaciones, con aversión a la metafísica y al conocimiento
apriorístico y deductivo. Sin embargo, son muchos los movimientos filosóficos que presentan características y
elementos positivos, por lo que el término positivista tiene un carácter equívoco en la historia de la filosofía, y
cada movimiento intelectual debe considerarse en su propio contexto histórico (9).
Bibliografía
1)
Kemerling,
Garth
(2001).
www.philosophypages.com/hy/4t.htm
Hume:
Empiricism
Naturalism.
Philosophy
Pages.
2) Morris, WE (2001). David Hume. The Sanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 1999 Edition) Edward N Zalta
(ed). URL plato.stanford.edu/entries/hume
3) Hume, David (1739). A Treatise of Human Nature. Intuduction. Ed. LA Selby-Bigge, 2nd ed. revised by PH
Nidditch, Oxford: Clarendon Press, 1975
4) Hume, David (1739). A Treatise of Human Nature. Traducción y selección Juan Segura Ruiz: del conocimiento.
Biblioteca de Iniciación Filosófica. Aguilar. Buenos Aires. Segunda edición 1959.
5) Hume, David (1739-40). Treatise of Human Nature. Ed. Ernest Rhys. Everyman's Library.
6) Hume, David (1740). An Abstract of a Book lately published A Treatise of Human Nature. Ed. JM Keynes, P
Sraffa. Archon Books, Hamden, Connecticut, 1965.
7) Comte, Auguste. A General View of Positivism. from General View of Positivism (1830-42). Translated by JH
Bridges, Robert Speller and Sons, 1957. http://www.marxist.org/reference/subject/philosophy/works/fr/comte.ht
8) Comte, Auguste. Modern History Sourcebook: Auguste Comte (1798-1857): A General View of Positivism. A
General View of Positivism. pp 1-7. London: Routledge and Sons. 1907). www.forham.edu/halsall/comtepositivism.html
9) José Ferrater Mora (1965). Diccionario de Filosofía. Editorial Sudamericana.
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