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Psicópatas criminales versus psicópatas integrados: un análisis psicológico-forense, legal y criminológico.

Fecha Publicación: 31/10/2011
Autor/autores: José Pozueco Romero

RESUMEN

La Jurisprudencia española se encuentra frecuentemente ante dictámenes periciales en los que aparecen términos como psicópata, trastorno antisocial de la personalidad, personalidad psicopática, psicópata desalmado, psicopatía epileptoide, sociopatía, etc. De esta forma, no es infrecuente que los juristas (magistrados, jueces, fiscales, abogados) se hallen desorientados ante tanta terminología que, pese a todo, en absoluto se constituyen en sinónimos. La Doctrina, por su parte, disiente de la visión tradicionalmente ya asentada en la Jurisprudencia de que los psicópatas sean sujetos inimputables. Muchos penalistas conocen bien los textos y estudios psicológicos y psiquiátricos que al respecto existen, y en ellos suelen basarse para establecer ciertas diferencias que aparentemente son sutiles. Una de las controversias más prolongadas es si los términos trastorno antisocial de la personalidad y psicopatía son la misma entidad. La controversia se polemiza aún más por el hecho de contemplar la existencia y diferencia de los denominados psicópatas integrados con respecto a los psicópatas criminales. En esta revisión se pretende ahondar en y remarcar esas sutiles diferencias, ya que se ha demostrado reiteradamente que ambas entidades diagnósticas, si bien comparten algunos rasgos en común, no son el mismo concepto ni comportan las mismas consecuencias.


Palabras clave: criminología; doctrina; jurisprudencia; PCL-R; penología; psicopatía; sociopatía; trastorno antisocial de la personalidad.
Área temática: .

Pozueco Romero JM. Psiquiatria.com. 2011; 15:48.
http://hdl.handle.net/10401/4741

Revisión teórica
Psicópatas criminales versus psicópatas integrados: un
análisis psicológico-forense, legal y criminológico
Criminal psychopaths versus successful psychopaths: A psychological-forensic, legal, and criminological analysis

Pozueco Romero, José Manuel1*

Resumen
La Jurisprudencia española se encuentra frecuentemente ante dictámenes periciales en los que
aparecen términos como psicópata, trastorno antisocial de la personalidad, personalidad
psicopática, psicópata desalmado, psicopatía epileptoide, sociopatía, etc. De esta forma, no es
infrecuente que los juristas (magistrados, jueces, fiscales, abogados) se hallen desorientados
ante tanta terminología que, pese a todo, en absoluto se constituyen en sinónimos. La Doctrina,
por su parte, disiente de la visión tradicionalmente ya asentada en la Jurisprudencia de que los
psicópatas sean sujetos inimputables. Muchos penalistas conocen bien los textos y estudios
psicológicos y psiquiátricos que al respecto existen, y en ellos suelen basarse para establecer
ciertas diferencias que aparentemente son sutiles. Una de las controversias más prolongadas es
si los términos trastorno antisocial de la personalidad y psicopatía son la misma entidad. La
controversia se polemiza aún más por el hecho de contemplar la existencia y diferencia de los
denominados psicópatas integrados con respecto a los psicópatas criminales. En esta revisión se
pretende ahondar en y remarcar esas sutiles diferencias, ya que se ha demostrado
reiteradamente que ambas entidades diagnósticas, si bien comparten algunos rasgos en común,
no son el mismo concepto ni comportan las mismas consecuencias.
Palabras claves: Criminología, doctrina, jurisprudencia, PCL-R, penología, psicopatía,
sociopatía, trastorno antisocial de la personalidad.
Abstract
Spanish jurisprudence is frequently faced with the fact that in some expert reports appear terms
like psychopath, antisocial Personality disorder, psychopathic personality, cruel psychopath,
epileptoid psychopathy, sociopathy, etcetera. In this way, it's not infrequent that jurists
(magistrates, judges, public prosecutors, lawyers) became disorientated with so much
terminology which, despite all, they are nothing at all about synonym terms. Doctrine, on the
other hand, dissents from the traditionally point maintained by the Jurisprudence that
psychopaths are non-attributed individuals. Many penologists know very good psychological
and psychiatric manuals and research studies on subject, and they are usually based on them to
make some differences which apparently are fines. One of the controversies more extended is if
the terms antisocial personality disorder and psychopathy are the same category. The polemic
controversy goes further by the fact of contemplating the existence and difference of the socalled "successful" psychopaths compared with criminal psychopaths. In this review, it's
pretended to go deeply into and emphasize those fine differences, now that it's been proved
repeatedly that both diagnosis categories, if it's of course true that they share some common
features, they are neither the same concept nor involve the same consequences.
Keywords: Antisocial personality disorder, criminology, doctrine, jurisprudence, PCL-R,
penology, psychopathy, sociopathy.
Psiquiatria.com ­ ISSN: 1137-3148
© 2011 Pozueco Romero JM.

Pozueco Romero JM. Psiquiatria.com. 2011; 15:48.
http://hdl.handle.net/10401/4741

Recibido: 07/12/2010 ­ Aceptado: 06/01/2011 ­ Publicado: 31/10/2011

* Correspondencia: jmpozueco@hotmail.com
1
Doctorando en Psicología. Máster Universitario en Prevención y Tratamiento de la Violencia (Facultad
de Educación, Universidad de Extremadura).

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1. Introducción
Exceptuando aquellos períodos del Medievo en los que se creía que la psicopatía y cualquier
otra conducta y personalidad anormales eran bien de origen demoníaco, bien de corte
estrictamente hereditarista-biologicista-fisionomista-antropométrico, el resto de enfoques
teórico-investigadores han arrojado sobrada luz que, a día de hoy, y tras más de 200 años de
historia amarga y controvertida sobre el término, nos permiten haber llegado a un consenso
generalizado entre los estudiosos de la psicopatía tanto desde el punto de vista clínico-forense y
como desde el punto de vista criminológico.
La posición legalista mantenida tanto por la Jurisprudencia como por la Doctrina es,
particularmente en España, muy confusa, quizás debido, en parte, al disenso entre ciertos
sectores científicos que no parecen ponerse de acuerdo al respecto, quizás debido a la no
familiaridad de los juristas ni con el argot psicológico-psiquiátrico ni con los grandes avances
científicos y la innumerable cantidad de investigaciones que hasta la fecha de hoy se han venido
realizando al respecto desde diversas disciplinas.
Centrándonos en la concreta legislación española, el tratamiento jurisprudencial, penológico
y penitenciario que ha venido recibiendo el constructo de psicopatía es poco más o menos que
una mera disputa terminológica de opiniones y disquisiciones intelectuales fundamentadas en
argumentos legalistas pero no empíricos, todo lo cual ha ido en detrimento del normal
procesamiento judicial de muchos psicópatas al considerar en éstos alguna especie de eximentes
y/o atenuantes que realmente no se aprecian desde el punto de vista psicológico y criminológico.
A pesar de esto, el avance empírico en el estudio de la psicopatía es imparable.
En la presente revisión se realiza, en primer lugar, un recorrido histórico sobre el concepto
de psicopatía desde las principales ciencias sociales (Sociología, Criminología y Derecho) y de la
salud mental (Psicología, Psiquiatría y Medicina). A continuación, exponemos la criminalidad
de los psicópatas, especificando los delitos más frecuentes en los que estos sujetos están
involucrados. Posteriormente, se realiza un análisis sobre la posición jurídico-penal que han
venido teniendo los psicópatas en nuestro sistema legal desde antaño hasta la actualidad.
Finalmente, el estudio de algunas de las sentencias más relevantes de nuestro Tribunal Supremo
nos ayudará a obtener una visión más global de la situación controversial en torno a este
concepto.

2. Las ciencias sociales y de la salud mental ante los psicópatas
En 1996, el doctor ROBERT D. HARE escribió un artículo de revisión titulado Psychopathy:
A clinical construct whose time has come (Psicopatía: Un constructo clínico para los tiempos
que vienen) que fue publicado en la prestigiosa revista Criminal Justice and Behavior. Sin duda
alguna, este artículo de revisión puso magistralmente de manifiesto la situación actual en la que
se encontraba la psicopatía, tanto a nivel teórico como a nivel de investigación. Se trata de uno
de los artículos más citados de entre los innumerables trabajos que ha publicado HARE y el cual
ha servido de referencia para los diversos investigadores de todo el mundo, ya que incluso ha
servido de base para la elaboración de posteriores artículos de revisión y capítulos de libro.
Recientemente, en otro espléndido artículo de revisión español que vuelve a rememorar el
del doctor HARE (1996a), se ha puesto de manifiesto una realidad psicosocial que es la que nos
interesa traer aquí a colación: «la psicopatía es una de las entidades clínicas más controvertidas,
y ello se debe a diversos elementos de confusión que se sitúan en dos planos distintos: el
conceptual y el terminológico» (TORRUBIA y CUQUERELLA, 2008, p. 26).

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Las fuentes históricas que nos pueden traer a la memoria ejemplos de psicópatas pueden ser
tantas como especulativa sea la imaginación de cada historiador. Sin embargo, y a pesar de que
podemos encontrar incluso referencias bíblicas e históricas de algunos personajes que más o
menos emulan al psicópata (MOLTÓ y POY, 1997), lo cierto es que la psicopatía no comenzó a
tomar forma como un constructo clínico con entidad propia hasta principios de 1940,
fundamentalmente con la influyente obra del psiquiatra norteamericano HERVEY MILTON
CLECKLEY: The Mask of Sanity (La Máscara de la Cordura).

2.1.

La Psiquiatría Médica: De la manie sans délire a las personalidades psicopáticas

Conocida generalmente en aquellos tiempos como la folié raisonnante ("locura razonante"),
el médico-psiquiatra francés PHILIPPE PINEL publicó en 1801 un Tratado Médico-Filosófico
sobre la Alienation Mentale que, sin duda, dejó huella en los coetáneos y en los posteriores
estudiosos de las enfermedades mentales, huella que afectó negativamente al concepto de
psicopatía, ya que comenzó a llamárseles a estos sujetos con epítetos tan peyorativos y
esperpénticos como los de imbéciles morales, idiotas morales, degenerados constitucionales,
insanos morales, etc. En definitiva, al psicópata se le ha venido llamando de todo menos por su
nombre.
Sin lugar a dudas, este tipo de etiquetas y/o nomenclaturas terminológicas peyorativas
fueron las responsables de irle creando al concepto de psicopatía una mala posición en las
indagaciones de aquellos albores y una mala prensa en la actualidad. Es evidente que la
psicopatía se ganó una muy mala reputación, precisamente, debido a la incapacidad de aquellos
clínicos de antaño tanto por llegar a un consenso general ­en cualquier caso, una empresa
imposible en aquellos tiempos, con tantas escuelas o corrientes como había­ como por la
imposibilidad de delimitar científicamente las ostensibles hoy en día diferencias entre los
psicópatas y los que lo parecen.
Como bien ha advertido el profesor GARCÍA-PABLOS DE MOLINA (2003), desde que en 1896,
en la primera edición de su obra seminal, definiera KRAEPELIN la personalidad psicopática, la
doctrina psiquiátrica ha polarizado en torno a esta categoría buena parte del debate científico.
En el momento de verificar posibles conexiones entre anomalía o trastornos psíquicos y crimen,
el concepto de psicopatía ha ocupado un papel estelar, a pesar de que su delimitación no concite
precisamente consenso alguno ­con razón se ha dicho que no existe "el" psicópata
(GÖPPINGER, 1975), ni dos psicópatas iguales­: el número y la heterogeneidad de las
personalidades psicopáticas ­tipologías­, la etiología muy diversa que se atribuye a tales
cuadros clínicos y los rasgos de personalidad descritos en cada caso demuestran la complejidad
del problema.
Fue el psiquiatra alemán EMIL KRAEPELIN quien en 1903, con la séptima edición de su
influyente obra Psychiatrie: Ein Lehrbuch, (Psiquiatría: Un Manual) vino a poner un poco de
sentido al sinsentido histórico que el concepto de psicopatía había recorrido hasta entonces.
Aunque seguían resonando ciertos ecos de la antaño manía/locura sin delirio, KRAEPELIN
comenzó a hablar de los estados psicopáticos y, sobre todo, de las personalidades psicopáticas.
(DOLAN y COID, 1993; MELOY, 1988). Ya en esta época, él fue quien primero advirtió que los
psicópatas ni se encontraban recluidos dentro de los sanatorios mentales ­los llamados, por
aquel entonces, manicomios­ ni mucho menos que sólo se circunscribían al submundo
delincuencial.
Veinte años después, en 1923, el doctor KURT SCHNEIDER, otro psiquiatra alemán y pupilo
de KRAEPELIN, tomó el testigo de éste y lo plasmó en su obra Die Psychopathischen

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Personlichkeiten (Las Personalidades Psicopáticas), sin duda la obra más influyente en los
postulados teóricos y nosológicos de las posteriores clasificaciones psiquiátricas internacionales,
tanto las de la AMERICAN PSYCHIATRY ASSOCIATION ­APA­ como las de la
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD ­OMS­.
Lo que hizo SCHNEIDER (1923) fue poner de manifiesto que existían hasta diez subtipos de
personalidades psicopáticas: hipertímicos, deprimidos, miedosos, fanáticos, vanidosos, lábiles,
explosivos, fríos, abúlicos y asténicos. Se trata de diez subtipos que, curiosamente, se parecen
sobremanera a los actuales diez trastornos de la personalidad recogidos en el DSM-IV-TR de la
APA (2000). Otra de las novedades que hizo notar este autor fue advertir sobre lo que ya había
apuntado su mentor, es decir, que los psicópatas se encontraban también fuera de los contextos
penitenciarios. En general, y muy conocida, la fórmula de SCHNEIDER definía las
personalidades psicopáticas con una frase que ya ha quedado para la posteridad: «aquéllas que
por su anormalidad sufren o hacen sufrir a la sociedad» (SCHNEIDER, 1943, p. 17).
Aunque las personalidades psicopáticas de KRAEPELIN y de SCHNEIDER supusieron un
cierto nuevo aire en la comprensión del concepto de psicopatía tal y como lo entendemos en la
actualidad, quizás lo único que podríamos reprocharle a ambos es el hecho de que enmarcaran
la psicopatía dentro de un sistema de clasificación psicopatológico en el que, en ningún caso,
tiene hoy cabida este constructo, ya que, precisamente, una de las características esenciales de la
psicopatía es, como ya subrayó CLECKLEY (1941, 1976), la ausencia de manifestaciones
psicopatológicas de cualquier tipo.

2.2.

La Psicología Criminal y Forense: Psicópatas subclínicos versus psicópatas puros

Y esto es precisamente lo que vino ­tal como se refleja en el subtítulo de su libro­ a aclarar el
doctor HERVEY MILTON CLECKLEY en 1941, con su ya clásica obra citada antes: The Mask of
Sanity. Tras la quinta edición de esta obra, en 1976, fue el doctor HARE quien, posteriormente,
elevara a la categoría de empíricas las observaciones y descripciones clínicas tan precisas que
realizara CLECKLEY con el estudio de sus propios pacientes.

2.2.1.

Los psicópatas subclínicos o "socializados"

Como decíamos, en 1941 apareció publicada la primera edición de esa obra, que sin duda
marcaría un entonces y un después en la comprensión de la psicopatía como un constructo
clínico-forense válido y fiable para los tiempos modernos y los nuevos estilos de ser y de vida. El
doctor CLECKLEY puso el foco de atención en los aspectos personales y emocionales del
psicópata, más que en sus características o rasgos conductuales, a los que otorgó su debida
importancia, pero siempre en base a lo que ocurría en la mente y sentimientos de estos
individuos.
Así, la nueva hipótesis o concepto que formuló CLECKLEY en 1941 fue el de afasia
semántica. Este autor describía la mente y pensamiento del psicópata del siguiente modo:
Cuando examinamos a un psicópata, los procesos lógicos del pensamiento funcionan
perfectamente (...) En un análisis de su discurso verbal, todos los juicios de valor y las apreciaciones
emocionales son correctos (...) Sin embargo, esa capacidad aparente es incapaz de guiar de modo
efectivo el comportamiento del sujeto: sólo cuando el sujeto conduce su vida podemos encontrar
evidencia de lo poco que esa comprensión teórica que posee significa para él (...) Lo que tomamos
como evidencia de su cordura no influirá de modo sustancial o consistente en su comportamiento.

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El psicópata muestra la más absoluta indiferencia ante los valores personales, y es incapaz de
comprender cualquier asunto relacionado con ellos. No es capaz de interesarse lo más mínimo por
cuestiones que han sido abordadas por la literatura o el arte, tales como la tragedia, la alegría o el
esfuerzo de la humanidad en progresar. También le tiene sin cuidado todo esto en la vida diaria. La
belleza y la fealdad, excepto en un sentido muy superficial, la bondad, la maldad, el amor, el horror y
el humor no tienen un sentido real, no constituyen una motivación para él. También es incapaz de
apreciar qué es lo que motiva a otras personas. Es como si fuera ciego a los colores, a pesar de su
aguda inteligencia, para estos aspectos de la existencia humana. Por otra parte, es inútil explicarle
dichos aspectos, ya que no hay nada en su conocimiento que le permita cubrir esa laguna con el
auxilio de la comparación. Puede, eso sí, repetir las palabras y decir que lo comprende, pero no hay
ningún modo para que se percate de que realmente no lo comprende (CLECKLEY, 1941, pp. 90-91).

Ya lo expresaron más gráficamente JOHNS y QUAY (1962) cuando señalaron que el
psicópata «se sabe la letra, pero no la música». Por tanto, en este sentido, se hace necesario
distinguir en los psicópatas entre una conciencia intelectual y una conciencia moral (POZUECO
ROMERO, 2010b), y siempre en referencia a las conductas que ejecutan. En pocas palabras, esta
distinción se basaría en lo siguiente: saben lo que hacen, pero no les importan en absoluto las
cicatrices psicológicas y/o emocionales que dejan con sus actos. Entonces, ¿podemos decir que
falla algo dentro de la conciencia del psicópata? En caso de que fallare algo, ¿de qué se trataría?
¿Se tratará de un déficit cognitivo? ¿Se tratará de esa especie de demencia o afasia semántica?
¿Es posible que los psicópatas no piensen en voz alta? ¿Y en voz baja? Esta última es la
verdadera conciencia, esa que todos conocemos y describimos generalmente como "una
vocecilla interior que nos dice lo que está bien y lo que está mal", algo así como "el diablillo
bueno y el malo", en suma: el centinela de nuestra conciencia.
Parece evidente que, en los psicópatas, la lógica del razonar sensatamente y de la
conversación interior ­en voz baja­ permanecen ausentes. Incluso las conversaciones
exteriores, dirigidas a los demás, de estos individuos encierran una gran multitud de
incongruencias y de saltos inopinados de un tema a otro, como si parecieran, sin serlo, como los
esquizofrénicos, los cuales presentan un descarrilamiento del lenguaje muy ostensible. Pero los
psicópatas, insistimos, ni deliran, ni viven en otro mundo, ni han perdido el juicio.
Sin embargo, como acertadamente señala el profesor VICENTE GARRIDO en su libro El
Psicópata, el problema en todo esto es que el psicópata puede enmascarar fácilmente esas
disonancias o incongruencias lingüísticas mediante sus espectaculares dotes de manipulador y
por su gran encanto superficial.
Ahora, eso sí: en cierto modo podemos "detectar" algunas de esas incongruencias si seguimos
y estamos atentos a un principio básico, esencial, con el que podemos desenmascararlo en
buena medida: se trata, simplemente, de comparar lo que dice con lo que hace.
Hay que tener en cuenta que los psicópatas presentan una enorme discrepancia entre su
discurso verbal y sus actos. Esto es precisamente lo que llevó al doctor CLECKLEY a formular
su conocida y difundida hipótesis de que el psicópata pudiera sufrir una especie de demencia o
afasia semántica, postulando la existencia de «una anormalidad o defecto en un nivel profundo
que perturba la integración y la apreciación normal de la experiencia». Tras formular su
hipótesis, no tardaron los científicos de laboratorio en tratar de probar la verosimilitud de la
misma a través de una pluralidad de técnicas de investigación biomédicas y estudios de
psicológicos de laboratorio, pero siempre con muestras de psicópatas encarcelados, y, más en
concreto, con delincuentes comunes que, por lo general, suelen ser diagnosticados de TAP, de
ahí muchos de los resultados contradictorios en la investigación actual.

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La hipótesis de CLECKLEY sobre la afasia semántica es muy sugerente, pero requeriría de
muchos matices, objeto de análisis para un estudio aparte. En la presente revisión, lo que nos
interesa son los 16 rasgos o características clínico-descriptivas que en la edición de 1976 nos
ofreció este autor sobre los que él consideraba como psicópatas "subclínicos", descripciones que
realizó tras largas observaciones de años de trabajo con pacientes de su propia consulta. En la
Tabla 1 enumeramos el listado de 16 características.

TABLA 1. Los 16 rasgos o características clínicas del psicópata, según HERVEY M. CLECKLEY (1976)

1.

Encanto superficial y notable inteligencia.

9.

Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.

2.

Ausencia de delirios y
pensamiento irracional.

de otros signos de

10.

Pobreza o escasez generalizada de reacciones
afectivas básicas.

3.

Ausencia de nerviosismo y de manifestaciones
psiconeuróticas.

11.

Pérdida específica de insight (intuición).

12.
4.

Poco fiable, indigno de confianza, irresponsable.

Insensibilidad en las relaciones interpersonales
ordinarias.

5.

Falsedad o insinceridad.

13.

Conducta desagradable y exagerada bajo los efectos
del alcohol y, a veces, sin él.

6.

Incapacidad para experimentar remordimiento o
vergüenza.

14.

Amenazas de suicidio raramente consumadas.

7.

Conducta antisocial sin motivo aparente o que la
justifique.

15.

Vida sexual impersonal, frívola y poco integrada o
estable.

8.

Falta de juicio y dificultades para aprender de la
experiencia.

16.

Incapacidad para seguir cualquier plan de vida (o
proyecto a largo plazo).

Durante las últimas décadas, el psiquiatra norteamericano HERVEY CLECKLEY se ha
convertido en un referente principal para los estudiosos de la psicopatía (PATRICK, 2006).
Como decíamos, fue en la quinta edición de su The Mask of Sanity, publicada en 1976, donde el
doctor CLECKLEY expuso y especificó estos 16 rasgos psicopáticos, haciendo la primera
descripción comprehensiva del psicópata prototípico e intentando clarificar el problema de las
terminologías y contrarrestar la tendencia a incluir bajo el rótulo de psicopatía trastornos muy
diferentes.
A diferencia de otras posturas anteriores, CLECKLEY (1976) consideraba que la psicopatía
era un trastorno grave ­más peligroso incluso que la psicosis­ debido a su apariencia externa
de normalidad. En su opinión, el comportamiento antisocial de los psicópatas es sólo una de las
posibles manifestaciones de un síndrome clínico más amplio, cuyo núcleo está representado por
una serie de características distintivas a nivel emocional e interpersonal. Es por ello que este
autor concibió al psicópata como un individuo de trato social aparentemente agradable pero
altamente asocial, superficial e impulsivo.

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Aunque algunos de los criterios, ítems o rasgos psicopáticos formulados por CLECKLEY son
indicadores de desviación social, este autor mantenía que la conducta antisocial y destructiva,
por sí misma, no era suficiente para establecer un diagnóstico de psicopatía, aconsejando
distinguirla de la criminalidad común. De hecho, contempló la posibilidad de que las
personalidades psicopáticas no se encuentran únicamente en las instituciones penitenciarias,
sino también en algunas de las posiciones sociales más respetadas, como científicos, médicos,
psiquiatras, juristas y hombres de negocio (CLECKLEY, 1976).
CLECKLEY se refirió a estos casos como manifestaciones subclínicas del trastorno al
considerar que el concepto de "trastorno" implicaba un cierto grado de incapacidad o desajuste
social. Sin embargo, este autor enfatizó que se trataba de manifestaciones alternativas de la
misma patología que subyace a los casos clínicos, ya que los casos subclínicos muestran signos
de experimentar reacciones internas similares a las de los casos clínicos. Es por esta razón por la
que, en términos alegóricos, sugirió que el psicópata padece demencia semántica, pues no es
capaz de comprender las experiencias genuinamente humanas en profundidad, aunque finge
entenderlas. Es decir, el psicópata es capaz de imitar la moral y otros sentimientos sutiles del ser
humano y tampoco tiene dificultad alguna en entender las normas de la interacción social, pero
le faltan las emociones asociadas a dichas reglas.
La existencia de los psicópatas "subclínicos" que CLECKLEY puso de relieve, como veremos
luego, dio lugar a una sucesiva e imparable retahíla de términos que vienen a ser la misma
entidad. Según este autor, lo que verdaderamente diferencia a los psicópatas que continuamente
entran y salen de las prisiones o los hospitales psiquiátricos y a los psicópatas "con éxito" es que,
en estos últimos, la apariencia de normalidad es mucho más firme (CLECKLEY, 1976).

2.2.2.

Los psicópatas criminales o "puros"

El legado de los 16 criterios de la psicopatía propuestos por CLECKLEY es innegable. Estos
rasgos han sido utilizados como un tipo de definición operativa de la psicopatía, en un principio,
para realizar evaluaciones clínicas globales y, posteriormente, como un listado o conjunto de
escalas de evaluación (HARE, 1980, 1985, 1991, 2003b).
Fue precisamente el doctor ROBERT D. HARE, profesor emérito en la Facultad de Psicología
de la Universidad de British Columbia (Canadá), quien, partiendo de las características señalas
por CLECKLEY, fue elaborando su conocido instrumento de evaluación de la psicopatía desde
1980 hasta 1991 que fue publicado formalmente: se trata del Psychopathy Checklist-Revised
(PCL-R), del que recientemente, en 2003, se ha publicación su segunda edición, incluyendo esta
vez datos normativos de la población reclusa femenina.
En términos operativos, el concepto de psicopatía aportado por HARE en su PCL-R se
distingue de los trastornos o cuadros psicopatológicos por un patrón característico de síntomas
en tres planos o niveles: afectivo, interpersonal y conductual (HARE, 1991, 1993, 1996a). Así, en
el plano afectivo, estos individuos se caracterizan por experimentar emociones lábiles y
superficiales, por su falta de empatía, de ansiedad y de sentimientos genuinos de culpa o
remordimiento, así como por su incapacidad para establecer vínculos duraderos con personas,
principios u objetivos. En el plano interpersonal, son arrogantes, egocéntricos, manipuladores,
dominantes y enérgicos. Finalmente, en el plano conductual, son irresponsables, impulsivos y
buscadores de sensaciones; suelen trasgredir con facilidad las normas sociales, y se caracterizan
por un estilo de vida socialmente inestable que incluye comportamientos parasitarios y faltos de
planificación. Entre las expresiones más obvias de estas tendencias de personalidad, HARE y su
grupo destacaron la conducta criminal, el abuso de sustancias y el fracaso en cumplir con las

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obligaciones sociales o en hacerse cargo de las responsabilidades (HARE, 1991; HART, HARE y
HARPUR, 1992).
En la Tabla 2 exponemos los primeros 22 ítems originales de la psicopatía que sirvieron a
HARE para que, entre 1980 y 1985, elaborase un borrador del instrumento de evaluación de la
psicopatía ­llamado PCL (HARE, 1980, 1985)­ con el cual se hicieron numerosas
investigaciones que, posteriormente, dieron lugar a su revisión ­el PCL-R (HARE, 1991)­.

TABLA 2. Los 22 rasgos o características forenses del psicópata, según ROBERT D. HARE (1980,
1985)

1.

Locuacidad / Encanto superficial.

12.

Relaciones sexuales promiscuas.

2.

Diagnóstico previo de psicopatía (o similar).

13.

Problemas de conducta precoces.

3.

Egocentrismo / Sensación grandiosa de la autovalía.

14.

Falta de metas realistas a largo plazo.

4.

Propensión al aburrimiento / Baja tolerancia a la
frustración.

15.

Impulsividad.

16.

Conducta irresponsable como padre o madre.

5.

Mentira patológica y decepción.
17.

Relaciones maritales frecuentes.

6.

Dirección / Falta de sinceridad.
18.

Delincuencia juvenil.

7.

Falta de remordimiento y culpabilidad.
19.

Elevado riesgo bajo parole o probation.

8.

Falta de afecto y escasa profundidad emocional.
20.

9.

Insensibilidad / Falta de empatía.

Incapacidad para aceptar la responsabilidad de sus
actos.

10.

Estilo de vida parásito.

21.

Varios tipos de delitos.

11.

Colérico / Falta de control conductual.

22.

Abuso de drogas o alcohol no directamente
causados por la conducta antisocial.

Como decimos, tras este primer listado original de 22 ítems psicopáticos, HARE y su grupo
fueron realizando varios cambios en el listado para construir uno que fuera sencillo de utilizar.
Estos cambios incluyeron eliminar dos ítems, uno porque era difícil de puntuar ­ítem 22,
"Abuso de drogas o alcohol no causado directamente por la conducta antisocial"­ y el otro
porque proporcionaba poca información útil ­ítem 2, "Diagnóstico previo de psicopatía"­. El
ítem 16 ­"Conducta irresponsable como padre"­ fue cambiado por "Irresponsabilidad" en
general. Otros títulos también fueron levemente modificados sin alterar la naturaleza de la
característica de conducta a la que se refiere el ítem. Los ítems y procedimientos de puntuación
actuales están descritos con más detalle que anteriormente, y algunas dificultades y aparentes
inconsistencias en los criterios de puntuación fueron convenientemente revisadas. El resultado
de todas estas revisiones fue el actual Listado de Psicopatía de 20 ítems.

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Teniendo en cuenta todo este perfil en sus tres planos y el original PCL de los años ochenta,
el doctor HARE comenzó a elaborar su actual PCL-R, en el cual se encuentran explicitados los
actuales 20 rasgos esenciales del psicópata criminal o "puro". Dado que la psicopatía
enmarcada en el PCL-R puede entenderse también como una dimensión o como un continuo ­
en el que los sujetos van desde nada psicopáticos (0 puntos) hasta psicópatas puros (40
puntos)­, las variaciones de "psicópatas" que pueden surgir son múltiples, muy variadas y, en
absoluto, nada desdeñables. En cualquier caso, el concepto completo de psicopatía es,
justamente, ése que viene caracterizado por los citados 20 rasgos que al principio, en 1991,
fueron divididos en dos factores y que más modernamente, en 2003, ha seguido la misma
estructura factorial, pero con la novedad de haberlos separado por facetas ­concretamente
cuatro­ y de haber incluido datos normativos sobre población penitenciaria femenina.
En la Tabla 3 se expone el listado exacto de los 20 rasgos psicopáticos según las facetas a que
corresponden.

TABLA 3. Los 20 rasgos o características del psicópata "puro", según ROBERT D. HARE (2003b)

1.

Locuacidad y encanto superficial.

Faceta 1

2.

Sentido desmesurado de autovalía.

Interpersonal

4.

Mentiroso patológico.

5.

Estafador/engañador y manipulador.

6.

Ausencia de remordimientos o sentimientos de culpa.

Faceta 2

7.

Afecto superficial y poco profundo.

Afectiva

8.

Insensibilidad afectiva y ausencia de empatía.

16.

Incapacidad para aceptar la responsabilidad de sus propios actos.

3.

Necesidad de estimulación y tendencia al aburrimiento.

Faceta 3

9.

Estilo de vida parásito.

Estilo
Impulsivo
/
Irresponsable

13.

Ausencia de metas realistas a largo plazo.

14.

Impulsividad.

15.

Irresponsabilidad.

Factor 1
Interpersonal
Afectivo

/

Factor 2
Desviación Social

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10.

Pobre autocontrol de sus conductas.

Faceta 4

12.

Problemas de conducta en la infancia.

Antisocial

18.

Delincuencia juvenil.

19.

Revocación de la libertad condicional.

20.

Versatilidad criminal.

11.

Conducta sexual promiscua.

17.

Frecuentes relaciones maritales de corta duración.

Ítems que no saturan en ningún
factor ni faceta

Dado que este instrumento de evaluación emplea una escala de puntuación tipo LIKERT, la
suma de las evaluaciones individuales de los ítems proporciona una puntuación total en el PCLR entre 0 y 40, indicativa del número de rasgos y conductas psicopáticas mostradas por un
determinado sujeto (HARE y HART, 1993), y representativa del grado en que éste se aproxima
al psicópata prototípico descrito por CLECKLEY (1941, 1976). Según el autor de este
instrumento de evaluación, una puntuación igual o superior a 30 es la puntuación de corte a
partir de la cual se puede establecer el diagnóstico de psicopatía; asimismo, las puntuaciones
medias ­iguales o inferiores a 29­ podrían estar indicando la presencia de graves trastornos
psicopatológicos o psiquiátricos ­por ejemplo, esquizofrenia paranoide­.
Uno de los aspectos más importantes de este listado de 20 rasgos psicopáticos es que el
concepto de psicopatía está operacionalizado empíricamente a través del PCL-R, siendo el único
instrumento de evaluación de la psicopatía fiable y valido en contextos penitenciarios, que fue
para la población para la que se creó; existen otros instrumentos derivados de éste e igualmente
válidos y fiables para ser utilizados en contextos clínico-forenses y civiles con población adulta
(PCL:SV; P-SCAN; B-SCAN), así como con población infanto-juvenil (APSD y PCL:YV).
Aunque muchos investigadores han pretendido medir la psicopatía mediante subescalas de
tests más amplios, huelga decir que cualquier otra subescala que dice medir psicopatía no es
válida ­como, por ejemplo, la clásica escala Pd o de desviación psicopática del MMPI­, de
modo que establecer un juicio clínico-forense de "psicopatía" a través del empleo de este tipo de
subescalas ni es correcto ni es psicopatía sensu stricto; a lo sumo, podría ser un indicativo de
tendencias psicopáticas, las cuales habría que contrastarlas a través del uso de los PCL.

2.2.3.

Los modernos psicópatas "predelincuentes", "con éxito" o "integrados"

Decíamos anteriormente que los psicópatas "subclínicos" observados por CLECKLEY en su
propia consulta privada generaron un gran interés ­que aún hoy permanece vigente, incluso con
mayor ímpetu­ en conocer si existen los que más modernamente han sido denominados como
psicópatas "predelincuentes" o "subcriminales" (HARE, 1993, 2003a), psicópatas "exitosos" o
"con éxito" (WIDOM, 1976, 1977, 1978; BABIAK, 1995a, 1995b, 1996a, 1996b, 2000; BABIAK y

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HARE, 2003, 2006; HARE y BABIAK, 2004; LILIENFELD y WIDOWS, 2005; HALL y
BENNING, 2006; KRUEGUER, 2006; LILIENFELD y FOWLES, 2006; PATRICK, 2010) o
psicópatas "integrados" (GARRIDO GENOVÉS, 2000, 2001, 2002, 2003, 2004; MARIETÁN,
2008; POZUECO ROMERO, 2009, 2010b, 2011a, 2011b), es decir, individuos psicopáticos ­con
algunos rasgos de la psicopatía­ que, sin ser técnicamente delincuentes, logran triunfar en
profesiones socialmente bien consideradas (KRAEPELIN, 1896; SCHNEIDER, 1923;
CLECKLEY, 1941, 1976; HARE, 1993; WIDIGER y CORBITT, 1993; TORMO, 2007; TORRUBIA
y CUQUERELLA, 2008).
En su influyente libro Without Conscience, el doctor HARE (1993) vino a poner en
conocimiento de la sociedad en general la existencia de este tipo de individuos, a los que él
calificó de "predelincuentes". Estableciendo la diferencia con los delincuentes comunes multireincidentes, el propio autor, en extensión, asevera lo siguiente:
Muchos psicópatas se pasan la vida entrando y saliendo de cárceles y correccionales. La pauta
característica es ir de un trabajo u otro a la prisión y después vuelta a las calles, vuelta a la prisión
(quizás a un centro de salud mental) y después fuera otra vez. En los hospitales psiquiátricos no
suelen pasar mucho tiempo ya que, muy pronto, el personal de da cuenta de que el psicópata sólo da
problemas e interrumpe la rutina institucional. Son como pelotas de ping pong fuera de control.
Sin embargo, muchos psicópatas nunca ingresan en la cárcel ni en ningún otro centro. Parece que
funcionan razonablemente bien ­son abogados, médicos, psiquiatras, mercenarios, oficiales de
policía, líderes religiosos, militares, hombres de negocios, escritores, artistas y demás­, sin
contravenir la ley o, al menos, sin que les cojan. En realidad, son tan egocéntricos, insensibles y
manipuladores como el resto de psicópatas; sin embargo, su inteligencia, su familia, sus habilidades
sociales y sus circunstancias les permiten construir una fachada de normalidad y obtener lo que
desean con relativa impunidad.
Algunos estudiosos los llaman "psicópatas con éxito". Otros opinan que individuos de esa clase
benefician a la sociedad. Según este argumento, debido a que son capaces de ignorar las normas
sociales, los psicópatas inteligentes pueden trascender los límites del pensamiento convencional,
aportando una chispa de creatividad a las artes, el teatro, el diseño y demás. Bajo mi punto de vista,
por mucho que aporten, lo importante son los corazones rotos que dejan, las carreras que destrozan
y la gente utilizada que dejan en el camino, y todo en nombre de su necesidad de "expresar su
verdadero yo".
Antes que llamarlos psicópatas con éxito ­después de todo, su éxito es frecuentemente ilusorio y
siempre a expensas de otros­, prefiero darles el apelativo de psicópatas predelincuentes
[subcriminales]. Su conducta, aunque técnicamente no ilegal, violan los criterios éticos que tenemos
la mayoría y se coloca en esa zona gris de la ley. Los psicópatas predelincuentes exhiben la misma
conducta y actitud en todas las áreas de su vida, a diferencia de la gente que conscientemente adopta
una actitud egoísta y sin escrúpulos en sus negocios, pero que son razonablemente honestos en otras
áreas de su vida. Si mienten y engañan en su trabajo ­y salen bien parados de ello e incluso los
admiran­ mentirán y engañarán en otras áreas de su vida (HARE, 1993, pp. 113-114).

Como decimos, a estos mismos sujetos, otros autores los han denominado psicópatas "con
éxito" o psicópatas "integrados". Así, independientemente del calificativo que empleemos para
denominarlos, este tipo de sujetos tienen siempre el mismo perfil: todos aquellos psicópatas
adultos que hasta el momento de su detención o hasta que los desenmascararon pasaban por
ciudadanos ejemplares, en realidad, no aparecieron ni aparecen de la nada: «eran las mismas
personas antes y después de su detención y/o desenmascaramiento. Son psicópatas ahora y
eran psicópatas antes» (HARE, 1993).

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2.3.

La Sociología Criminal o de la Desviación: Los sociópatas

A finales y principios de los años 30 del pasado siglo, los sociólogos estudiosos de la conducta
desviada y criminal no estaban en absoluto de acuerdo con el término psicópata, de ahí que
autores como GEORGE EVERETT PARTRIDGE propusiera el término sociopatía como
sustituto para tratar de acabar con la duradera y ácida polémica teórico-conceptual existente
(PARTRIDGE, 1927, 1930).
En una revisión de la investigación y la teoría realizada durante los 50 años anteriores sobre
la "categoría esquiva" de la personalidad psicopática, el conocido psiquiatra británico Sir
AUBREY LEWIS (1974) comentó lo siguiente:
Este trastorno revela una preocupación por el estado nosológico del concepto... sus implicaciones
forenses, sus subdivisiones, sus límites [y] la propiedad de identificar la personalidad psicopática
con un comportamiento antisocial. El efecto de la lectura de textos literarios aparentemente sólidos
es descorazonador; existe una cantidad enorme de teorías inútiles y polémicas repetitivas, y una gran
oscuridad terapéutica (LEWIS, 1974, pp. 137-138).

Setenta años antes ya se habían cuestionado los mismos aspectos, en especial si la
personalidad psicopática era o no sinónimo del verdadero comportamiento antisocial. La
revisión detallada de PARTRIDGE (1930) sobre el concepto de la psicopatía, que prevalecería
después, comienza del siguiente modo:
Las ideas relacionadas con la personalidad psicopática están ampliamente esparcidas en los
ámbitos psiquiátrico y criminológico. Mucho de lo que se ha escrito es casi incidental cuando se
estudia la delincuencia en general; algunos se refieren a los diferentes tipos de trastornos mentales
en los que están implicadas las desviaciones de la personalidad (PARTRIDGE, 1930, p. 53).

En relación con la cuestión de si la psicopatía y el comportamiento antisocial son una sola
cuestión, PARTRIDGE estableció lo siguiente:
Comparativamente, se ha prestado poca atención [psicopatológica] a las desviaciones de la
personalidad que, aunque distintas, no se expresan en comportamientos antisociales.
Existe la creencia de que al menos algunos tipos crónicos de comportamientos desviados son las
extensiones visibles de los aspectos profundos de la personalidad (PARTRIDGE, 1930, p. 75).

Por otro lado, al comentar las relaciones halladas entre la psicopatía diagnosticada y las
historias recogidas de comportamientos criminales o delincuentes, PARTRIDGE puntualizó lo
siguiente:

En la producción de la delincuencia en general, la importancia de la psicopatía ha recibido cierta
atención. Hemos visto que algunos encuentran una gran proporción de personalidades psicopáticas
en grupos criminales o entre los delincuentes en general, y algunos sólo parecen encontrar una
pequeña proporción (PARTRIDGE, 1930, p. 93).

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En la conclusión de su análisis, PARTRIDGE se preguntó si la tendencia de los nosólogos
(los psiquiatras de la época) a centrarse en los comportamientos antisociales, a expensas de la
estructura profunda de la personalidad y sus variantes psicopáticas, reflejaba simplemente que
estos comportamientos eran muy "obvios". Sobre este respecto, el autor opinaba lo siguiente:
Una razón por la que se ha generado confusión sobre los llamados psicópatas es que, en estos
casos, las desviaciones de la personalidad aparecen en edades muy tempranas y en una forma
distinta... La principal diferencia... reside en que las formas sociopáticas son más objetivas
simplemente en sus manifestaciones o patrones adaptativos, o al menos son las que más fácilmente
pueden observarse (PARTRIDGE, 1930, pp. 98-99).

A medida que los nuevos conceptos y teorías del psicoanálisis se fueron consolidando
durante la década de los años veinte, las nociones preliminares y más extendidas en relación con
el carácter de los psicópatas fueron el objeto/tópico principal de las publicaciones de los
clínicos, cada uno de los cuales partía de su escuela de pensamiento. La mayoría se vieron
enfrascados en esta tarea gracias a un texto de FREUD (1915/1925) titulado «Algunos tipos de
carácter observados con el trabajo psicoanalítico»; en este texto, FREUD describió «actos
peculiares» que no parecían ser propios del carácter del individuo. Al exponer la dinámica
subyacente a un subgrupo de estos casos, refiriéndose a la «criminalidad a partir de un sentido
de culpa» ­los denominados delincuentes por sentimientos de culpa­, FREUD escribió lo
siguiente:
El trabajo analítico lleva a la sorprendente conclusión de que tales acciones se producen
precisamente porque están prohibidas y, al llevarlas a cabo, la persona disfruta de una sensación de
alivio mental. Sufren una sensación aprensiva de culpa, de la que no conocen el origen, y, una vez
que han cometido la acción prohibida, la opresión se mitiga (FREUD, 1915, p. 342).

Este texto freudiano fue el desencadenante de numerosos trabajos clínicos de otros
psicoanalistas y neopsicoanalistas. Entre los que se escribieron desde principios hasta mediados
de los años veinte cabe citar el «Joven díscolo» de AICHHORN, el estudio de REICH sobre «El
carácter esclavizado por el impulso», el análisis de ABRAHAM sobre la vida e «Historia de un
impostor», y los trabajos de ALEXANDER en torno al «carácter neurótico».
Aunque PARTRIDGE lo intentó y los psicoanalistas continuaban sin salir de sus clásicas
explicaciones de tipo circular (HARE, 1993), la propuesta de emplear el término sociopatía
como sustituto del de psicopatía no llegó a buen puerto (POZUECO ROMERO, 2001, 2010b). Si
bien es cierto que actualmente algunos autores norteamericanos de libros populares prefieren
emplear el término sociopatía, la mayoría de los científicos sigue manteniendo la nomenclatura
tradicional de psicopatía, estableciendo sutiles diferencias. Así, mientras el problema
subyacente del psicópata se encuentra en "algo" interno a su misma estructura de personalidad,
el de los sociópatas descansaría, más bien, en la estructura de las características de la sociedad
de cada momento (LYKKEN, 1995).
Lejos de posicionarnos en uno u otro sentido, es mi opinión que ambos conceptos, si bien no
son totalmente contradictorios, pueden emplearse ­pero no indistintamente, ni tampoco como
si fueran intercambiables­ siempre y cuando estas diferencias se hagan notar, se subrayen
(POZUECO ROMERO, 2001).
Ante todo este panorama, es posible que las numerosas tipologías existentes de psicópatas
tampoco hayan contribuido a clarificar el concepto más general de psicópata, el cual sigue

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siendo actualmente impreciso para algunos autores. Lamentablemente, los amplios esfuerzos
doctrinales de, por ejemplo, M. CRAFT han sido desoídos con frecuencia. En su influyente obra
Psychopathic Disorders and Their Assessment, CRAFT (1966), después de revisar el desarrollo
histórico de esta categoría tan ambigua, concluyó que dos son los rasgos distintivos de una
personalidad psicopática: 1) una incapacidad para responder emocionalmente en situaciones en
las que se esperaría alguna respuesta, tratándose de una personalidad normal; y 2) una
irresistible tendencia a actuar impulsivamente. En base a esto, el autor estableció que de estos
dos rasgos distintivos generales se derivarían otros rasgos secundarios: agresividad, ausencia de
sentimiento de culpa, falta de motivación o pulsión positiva, no influenciabilidad por el temor al
castigo, etc.
Por otra parte, recientemente se han venido realizando diversos estudios empíricos que han
probado que las tipologías de psicópatas no sólo diversas sino, además, necesarias. Tal es el
caso de, por ejemplo, la investigación llevada a cabo por HUGUES F. HERVÉ, J. YONG HUI
LING y ROBERT D. HARE, presentada como ponencia en una Conferencia celebrada en New
Orleans bajo el título de La Psicopatía Criminal y los Subtipos (HERVÉ, LING y HARE, 2000).
Partiendo de la base de que el concepto de psicopatía contenido en el PCL-R se compone de
las cuatro facetas anteriormente expuestas, se podría hablar de subtipos de psicópatas. Al
mismo tiempo, considerando que este instrumento consta de 20 ítems o rasgos, existen distintas
combinaciones que pueden llevar a que se obtenga un puntaje elevado ­es decir, igual o mayor
que 30­, debiendo tener al menos 2 puntos en 10 ítems y 1 en los demás.
Como ya estableciera HARE (1996a), la psicopatía puede considerarse, en vistas de la
polémica generada al respecto, tanto una categoría discreta ­o taxón­ como una categoría
continua ­es decir, un continuo dimensional que, según las puntuaciones del PCL-R, puede ir
desde más a menos psicopático­. En consecuencia, no todas las personas que delinquen y que
obtienen un puntaje elevado en el PCL-R son iguales.
Para demostrar esta hipótesis, HERVÉ, LING y HARE (2000) llevaron a cabo un análisis de
los resultados obtenidos en reclusos con puntajes elevados en el PCL-R. De acuerdo a la
puntuación obtenida por ellos en cada una de las cuatro facetas, identificaron tres grupos o
subtipos de psicopatía y un cuarto grupo de pseudopsicópatas o sociópatas. Este estudio tuvo
sus consecuencias posteriores, ya que le valió a HARE para que puliera su PCL-R y publicara en
2003 su segunda edición. Los 3 subtipos de psicópatas hallados fueron los siguientes:
· Clásico o prototípico: puntaje elevado en las cuatro facetas.
· Manipulador: puntaje alto en la Faceta 1 (Interpersonal) y en la Faceta 2 (Afectiva), y más
bajo en las otras dos facetas.
· "Macho": puntaje bajo en la Faceta 1 y alto en las demás.

Tras los resultados obtenidos del total de la muestra, un 32% correspondía al psicópata
clásico o prototípico, un 25% al manipulador, un 27% al "macho" y un 16% al pseudopsicópata o
sociópata. El hallazgo más destacado fue que los tres primeros subtipos habían obtenido un alto
puntaje en la Faceta 2 (Emocional, Afectiva), mientras que los pseudopsicópatas o sociópatas
eran completamente distintos, habiendo obtenido un puntaje significativamente inferior en esta
faceta y caracterizándose mucho más por conductas típicas de las Facetas 3 y 4.

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Una de las principales implicaciones de este estudio se relaciona con la posibilidad de
tratamiento de estos sujetos. Dado que la psicoterapia apela principalmente a las emociones,
ésta podría resultar más efectiva para el grupo de los sociópatas que para los tres subgrupos
restantes de psicópatas, debido a sus características emocionales (HARE, 1998b, 2004b). En
este sentido, resulta evidente que el puntaje o puntuación obtenida en el PCL-R es relevante no
sólo para evaluar la respuesta a los tratamientos psicoterapéuticos, sino también, como pasamos
a ver a continuación, como factor con gran capacidad predictiva del riesgo de peligrosidad,
violencia y reincidencia (HARE, 1998a, 2004a).

3. Criminología: la violencia y criminalidad de los psicópatas

3.1.

Conductas antisociales, agresión y violencia

Las características o rasgos esenciales que definen la psicopatía ­egocentrismo,
grandilocuencia, narcisismo, autojustificación, impulsividad, falta general de inhibiciones
comportamentales y necesidad de poder y control­ constituyen, según señala HARE (1993,
2003b), la fórmula perfecta para los actos antisociales y criminales. Visto así, podría decirse que
los psicópatas presentan, en esencia y por sus rasgos definitorios, una mayor propensión que las
demás personas a la realización de actos antisociales y/o que, en definitiva, son unos candidatos
perfectos para delinquir (HARE, 2002a, 2002b).
Si bien es cierto que los psicópatas son responsables de una gran cantidad de crímenes
violentos y desasosiego social (HARE, 1996a; MOLTÓ y POY, 1997), no debemos aceptar, sin
más, la idea generalizada y con cierto aroma lombrosiano de que éstos son unos criminales en
potencia. Como ya hemos visto en el caso de los psicópatas integrados, es evidente que no todos
estos individuos llegan a tener un contacto formal con la ley.
Sin embargo, en el caso de los psicópatas criminales, se ha demostrado científicamente que
existe una íntima relación conceptual entre la violencia y la psicopatía (HARE, 1998a, 2000,
2004c, 2008), ya que en muchas de las características que son importantes para la inhibición de
las conductas violentas y antisociales ­empatía, capacidad de establecer vínculo profundos,
miedo al castigo y sentimiento de culpa­ se encuentran seriamente disminuidas o simplemente
ausentes en los psicópatas (PATRICK, 1994, 2000).
En cualquier caso, lo que sí parece ser una condición común a todos los psicópatas es que los
mismos se encuentran «condicionados por un primario "trastorno" de la vida afectiva, que
implica una dificultad en su actividad mundana, en su contacto interhumano» (RODRÍGUEZ
BALLESTEROS, 1962, p. 554). Se produce una distorsión de las relaciones sociales que se
convierten en incómodas, llegando incluso en ocasiones a dejar de existir. Esto genera un
comportamiento claramente antisocial que se muestra, principalmente, por un profundo
egocentrismo, puesto que el psicópata tiene como objetivo prioritario satisfacer sus propias
necesidades, sin preocuparles los demás.
Los tres rasgos que mejor y más notablemente caracterizan la personalidad del psicópata son
(SUÁREZ MONTES, 1962, p. 644): la asocialidad, la falta de fijación afectiva y una actitud de
satisfacción de necesidades egoístas incapaces de controlar.
El psicópata puede estar capacitado para conocer intelectualmente las normas sociales en
uso; de hecho, las conoce y adopta una actitud respecto a ellas. De lo que carece el psicópata es

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de la capacidad para asumir en su ser/fuero interno el orden social establecido y los principios
por los que éste se rige (JIMÉNEZ DÍAZ y FONSECA MORALES, 2006). Los psicópatas ven las
normas como obstáculos que se interponen en la consecución de sus ambiciones, y, por
supuesto, responden ante estos obstáculos, y lo hace de muy diversas formas. Para estos sujetos,
lo que están haciendo es correcto de acuerdo a su valoración de las normas: es correcto para su
propio código, ya que ellos tienen sus propias normas (POZUECO ROMERO, 2009, 2011b).
Luego, si es correcto y sale mal, el responsable no es él, sino los demás. Ésta es la principal razón
por la que los psicópatas, en sus relaciones sociales, constituyen una fuente segura de conflictos.
Es más, debido a la interacción de las circunstancias ambientales con su propia disposición
personal, es fácil que desemboquen en posibles comisiones delictivas. Así, cuanto menor sea su
adaptación a los valores morales de la sociedad, menos reparos va a tener en violarlos y mayor
será tanto su peligrosidad como su probabilidad de actividad criminal.
La agresividad y la violencia es otra de las notas características de muchos psicópatas, pero
sólo las emplean cuando el encanto, la manipulación, las amenazas y la intimidación no les
resultan efectivos para lograr los propósitos que se habían fijado (POZUECO ROMERO, 2010b,
2011c). A este respecto, no podemos olvidar que los psicópatas son magníficos manipuladores
de las demás personas, cosificándolas, es decir, utilizándolas como meros objetos ­cosas­ para
conseguir sus propios objetivos. El psicópata tiene la rara pero efectiva habilidad de captar las
necesidades de los demás a través de la seducción, así como de sondear y dar en el blanco con
respecto a los puntos débiles de los otros. Es decir, el psicópata trabaja primero la ambición del
otro y después, evidentemente, lo engaña. Todo este ciclo de manipulación psicopático está
repleto de una retahíla de mentiras que utiliza como herramienta de trabajo y que le llevan a
desvirtuar la verdad con el objetivo de conseguir algo para él.
Trasladándonos de nuevo al ámbito de lo empírico, diversos estudios de investigación han
puesto de manifiesto la estrecha relación existente entre la psicopatía y el comportamiento
violento en los delincuentes varones (PATRICK y ZEMPOLICH, 1998). La mayoría de los
estudios publicados indican que hay una elevada incidencia y frecuencia de crímenes violentos y
de comportamientos agresivos en los individuos con una puntuación alta en el PCL-R. Como
veremos en el siguiente apartado, el tipo de delito suele variar según el grupo de que se trate.
Adelantemos ahora que, en contra de la idea tan estereotipada, los no psicópatas tienen más
probabilidades que los psicópatas de ser encarcelados por asesinato ­normalmente por la
comisión del mal denominado crimen "pasional" cometido contra un conocido, que
generalmente suele ser una mujer, y más concretamente la pareja o ex-pareja del homicida­; en
cambio, se ha comprobado que los psicópatas tienen más probabilidades de victimizar a
extraños ­para conseguir de ellos dinero u otros beneficios­ sin llegar a matarlos
(WILLIAMSON, HARE y WONG, 1987).
Por otro lado, los psicópatas también son más agresivos y hostiles en la cárcel para controlar
a los demás (PATRICK, 1995, 2000). Fuera de las prisiones, los delitos violentos de los
psicópatas incluyen frecuentemente amenazas y el uso de la fuerza física y de las armas, y
también es más probable que cometan delitos violentos poco tiempo después de haber sido
puestos en libertad (SERIN y AMOS, 1995).
Lo que estos y otros muchos estudios están indicando es que los psicópatas emplean la
violencia para manipular y controlar a los demás, y poco más; la falacia de que los psicópatas
emplean la violencia para subyugar y atemorizar a sus víctimas no es más que eso: una falacia
proveniente tanto de los casos más extremos ­los conocidos asesinos en serie­ como del
sensacionalismo mediático aireado en la sociedad a través de las películas que todos conocemos.
Si bien la maquinación y/o la mente retorcida ­ambas frecuente y erróneamente confundidas
con el concepto de maquiavelismo­ de estos sujetos puede darse en algunos cas

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