Uno de los aspectos más controvertidos dentro de los trastornos de ansiedad en general y en especial en el TOC es su relación con los trastornos del estado de ánimo (Vallejo, 1995; López-Ibor y cols, 1995). Existirían dos puntos de vista claramente opuestos: el primero defendería una separación categorial (Roth y cols, 1972), mientras que el segundo iría a favor de un continuum entre los trastornos de ansiedad y los trastornos afectivos.
Este segundo punto de vista parece estar en boga en la actualidad a partir de las modernas agrupaciones sindrómicas denominadas espectros (espectro obsesivo, espectro bipolar...). La relación del TOC con los trastornos afectivos es un tema discutido ya desde finales del siglo XVIII (ver revisiones de Prat y cols, 1971 y de
Vallejo, 1995, 2000). Estas relaciones se han hallado especialmente desde una perspectiva clínica. Por ejemplo,
Krafft-Ebing (1879) ya subrayó la identidad de las ideas obsesivas y melancólicas. Por otro lado, otros autores como Kraepelin, Maudsley, Bonhoeffer o Marchand contemplaban las obsesiones como algo integrante o en
estrecha relación con el contexto afectivo, en especial con las fases melancólicas. Otros clásicos (Schneider, Stengel, Heilbroner, Lange, Bleuler, Slater, Bumke, Lewis, Pollitt, Alberca, Amat y Barcia, entre otros) señalaron la presencia de ideas obsesivas en el curso de una fase depresiva. Por otro lado, en la mayoría de clasificaciones sobre trastornos obsesivos se aisla un grupo que hace referencia a la relación con la patología afectiva (Costa-
Molinari, 1971).