El metilfenidato es un estimulante del sistema nervioso central que se utiliza como primera línea en el tratamiento farmacológico del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y actúa incrementando la neurotransmisión dopaminérgica y noradrenérgica. El potencial de los psicoestimulantes para desencadenar síntomas psicóticos en niños se conoce desde hace más de 40 años, empleándose los términos alucinosis o toxicosis en alusión a la psicosis inducida por estimulantes. Se han reportado casos de psicosis, como efecto colateral, tanto a dosis elevadas como a dosis terapéuticas habituales, tras la primera dosis y tras años de tratamiento. Hasta el 0,25% (1/400) de los niños tratados con metilfenidato puede sufrir síntomas psicóticos como efecto colateral (1). La Food and Drug Administration (FDA) encuentra que en, aproximadamente, el 8% estos casos, la clínica persiste tras la retirada del tratamiento, recibiendo posteriormente otros diagnósticos (1). El metilfenidato, además, produce psicosis en el 40-60% de pacientes con esquizofrenia (2). Los síntomas psicóticos en pacientes con TDAH se consideran idiosincrásicos y difícilmente predecibles.