Teoría de la evolución: ciencia e ideología (6). Complejidad irreducible, diseño
inteligente, creacionismo.
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2005; 9(1)
Fernando Ruiz Rey.
Psiquiatra
Raleigh, NC. USA
E-mail: F5R7R0@aol.com
Los elementos básicos de la teoría de la evolución darwiniana: ocurrencia de variaciones espontáneas y principio
de selección natural, se han aplicando a distintos aspectos de la evolución de los seres orgánicos; en este
proceso, las teorías colaterales de apoyo, necesarias para el funcionamiento explicativo de la doctrina, han
variado de acuerdo al progreso de las disciplinas de las que forman parte. La genética es, sin duda, una de las
disciplinas más significativas para la doctrina darwiniana, en tanto que es la que estudia las fuentes y los
mecanismos de la ocurrencia de las variaciones, fundamentales para que se haga vigente el principio de selección
natural. No es sorprendente entonces, constatar que los énfasis de la doctrina se han desplazado, siguiendo los
hallazgos experimentales y las posibilidades teóricas de las teorías anexas, sin perder la constante referencia a la
selección natural, que da el sello darwiniano a la doctrina, tomándose frecuentemente por dadas, las variaciones
oportunas.
Como los elementos básicos de la doctrina darwiniana necesitan de la presencia de teorías auxiliares y se aplica a
distintos aspectos del proceso de la vida orgánica, la doctrina de la evolución darwiniana se puede descomponer
en diversos segmentos teóricos, como la teoría de la evolución propiamente tal, la teoría de la descendencia de un
ancestro común, la teoría de la diversificación de las especies, la teoría del gradualismo, etc. (1) Por esta
complejidad, algunos autores prefieren describir la doctrina, como un programa de investigación complejo y
cambiante. No es posible tampoco, construir modelos simples de la evolución y, menos aún, corroborarlos, dado
que su objeto es primariamente histórico; todos los cambios a los que se refiere la evolución han ocurrido en
tiempos remotos de los cuales solo tenemos evidencia indirecta en vestigios de fósiles y estudios de similitudes y
de diferencias estructurales sistemáticas de los seres vivientes; la geología colabora con evidencias parciales y
con su propias hipótesis y teorías. Los modelos matemáticos y computacionales construidos desde algunas áreas
de la doctrina, principalmente en relación a la genética -particularmente la genética de poblaciones-, parten de
supuestos que son precisamente esenciales de la teoría general que se propone probar y solo toman en
consideración algunos aspectos abstractos del proceso que intentan explicar.
Franklin J (2), escribe en relación a lo dicho: "no hay controversia en aseverar que el darwinismo es una teoría
lógicamente compleja, y que sus relaciones con la evidencia empírica es distante y multifacética. Uno no observa
directamente las variaciones genéticas al azar que llevan a la evolución de las especies, ni siquiera las variaciones
continuas en el registro de fósiles, sino que se debe recurrir a argumentos sutiles para la mejor explicación,
partiendo de variedades a especies y, así en adelante. El vigor, o lo que sea, de estos argumentos, individual o
colectivamente, es puramente una cuestión de lógica." Pero parece que la lógica empleada en la defensa de la
doctrina como una totalidad explicativa de la evolución de la vida en el planeta, no resulta compulsiva, ni
convincente. Por lo contrario, se ha señalado que los recursos ad hoc empleados para acomodar las dificultades
observacionales y teóricas de este proceso explicativo, debilitan la doctrina y la convierten en una teoría que lo
explica todo, con la implicación que, de este modo, en realidad, no se explica nada o, muy poco.
La teoría de la evolución darwiniana es en rigor una teoría explicativa retrospectiva. Los experimentos conducidos
en laboratorios en tiempo presente, con organismos menores como, virus, bacterias e, incluso moscas drosófilas,
que se reproducen en cortos periodos de tiempo, permitiendo estudiar varias generaciones y explorar
posibilidades evolutivas, han dado resultados muy limitados, como son: la adquisición de resistencia a los
antibióticos por las bacterias, la cutícula protectora de los virus para los efectos del sistema inmunitario, los
cambios de color en polillas, etc. No hay evidencia experimental sólida que muestre cambios (mutaciones)
definitivos conducentes a nuevas especies. Pretender, en base a estos resultados de laboratorio, proyectar como
altamente posible la posibilidad de la ocurrencia de mutaciones favorables y progresivas que permitan a la
selección natural modelar el árbol evolutivo de la vida en su totalidad, no resulta plenamente convincente, ni
satisfactoria.
Por otro lado, tampoco los estudios morfológicos de las especies y variedades ofrecen pruebas definitivas que
convenzan a todos los naturalistas de la vialidad de la evolución darwiniana, Esto no significa que la mayoría de
los estudiosos del tema, no concuerden en sostener que la hipótesis de la evolución es razonable, pero que aún
no se tienen datos sólidos para postular el mecanismo fundamental de cómo esto ha ocurrido.
La teoría de la evolución es una hipótesis aceptada por la mayoría de los naturalistas y biólogos, puesto que
existen numerosas observaciones (morfológicas, embriológicas y experimentales) que la convierten en una
hipótesis posible. Los estudios morfológicos: órganos homólogos y análogos, órganos rudimentarios, estudios
inmunológicos con antígenos, etc., muestran que los seres orgánicos, con toda su diversidad, presentan aparentes
conexiones y áreas de similitud, lo que da la impresión que podría haber un proceso de evolución entre estas
diversas formas vivientes. El hallazgo del Archaeopteryx, un fósil con aspectos que corresponden a las de las aves
y aspectos que corresponden a los reptiles, se consideró inicialmente -luego se descartó- como un eslabón -una
especie intermedia-entre las aves y los reptiles, que parecía dar un fuerte apoyo a la evolución darwiniana (9) Sin
embargo, y en rigor, no se conocen los detalles bioquímicos y microbiológicos de esta progresión evolutiva.
No obstante las dificultades señaladas, y curiosamente, la doctrina de la evolución darwiniana goza de
considerable popularidad y ejerce gran presión intelectual, no solo en el ámbito de las ciencias biológicas, sino que
también, en otras disciplinas como, la sociología, la psicología e, incluso, la psiquiatría. Sin embargo, no todos los
pensadores actuales se sienten totalmente seducidos por esta teoría, así por ejemplo, tenemos intelectuales que
se podría pensar que estuvieran inclinados a aceptar su validez, como Noan Chomsky del MIT, que se manifiesta
escéptico de cualquier explicación darwiniana del lenguaje, aunque considera las capacidades lingüísticas como
innatas y, el filósofo Jerry Fodor, proponente del acercamiento materialista a la mente, que se resiste a cualquier
intento de entender nuestro trabajo cognitivo en términos de selección natural. (3)
Sin duda, la teoría de la evolución darwiniana gozó casi desde su comienzo, de una creciente aceptación y
capacidad de seducción. Este atractivo se ha atribuido a la economía de los principios propuestos para explicar el
proceso evolutivo: selección natural y variaciones al azar; y a la manera como están formulados, esto es, son una
explicación materialista y mecanicista, expresados en forma lógica y sencilla, operando automáticamente. Es
sencilla, porque unifica todos los fenómenos relevantes con una hipótesis (doble: selección natural y variaciones
favorables) concebida en términos simples de existencia o de no existencia. Y es automática, porque las
variaciones ocurren al azar, sin control, ni orden, cernidas por una condición natural, inevitable y ciega: la
selección natural. (4) Como es fácil apreciar, la teoría sigue los pasos de la altamente exitosa mecánica
newtoniana que en el siglo XIX gozaba de vigor y prestigio en el ámbito de las ciencias. Pero, también en esta
sencillez, radica su limitación para describir los fenómenos biológicos -para no mencionar lo psicológico y lo
cultural-, los dos principios entran en dificultades al tener que describir las formas y estructuras biológicas y,
como señala Grene M (24), otras categorías de organización se filtran en la doctrina para este propósito. Esta
autora argumenta que en biología, se requiere un acercamiento complementario que incluya diversos elementos
explicativos, no solo dos como en el darwinismo tradicional, y es prueba de esta situación, la necesidad de
emplear muchas teorías e hipótesis accesorias que ayuden a la aplicación de los principios básicos de la doctrina,
a los diversos fenómenos que intenta explicar.
La teoría de Darwin se nutrió del ambiente cultural de su época y, a su vez, pasó a integrarse con él al responder
a las concepciones y valores que se desarrollaban en ese entonces. La fe en la ciencia como respuesta a las
interrogantes que acosan la existencia del ser humano, la idea de progreso y evolución histórico-social, el
liberalismo económico y el individualismo que encontraron eco en el darwinismo social, el debilitamiento de
algunas concepciones religiosas rígidas ante el creciente empuje del racionalismo y elnaturalismo. El ambiente era
propicio para la aceptación de la teoría darwiniana que se erigía como puramente científica y objetiva, y daba
cabida y justificación, a una dinámica social de competencia y lucha, con poca o, sin ninguna, consideración a los
caídos en la pobreza y en la marginación social. (5)
Las circunstancias han cambiado, la ciencia como tal ha tomado un rol más humilde, aún reconociéndose sus
impresionantes logros; el liberalismo económico desconsiderado y sin control, así como el darwinismo social
simple, se condenan públicamente; e, incluso, el relativismo cultural en versiones y grados diferentes, encuentra
cabida en algunos círculos intelectuales. Sin embargo, todavía la doctrina de la evolución darwiniana parece gozar
de prestigio y fuerza más allá de la ciencia biológica misma, surgiendo figuras como Richard Dawkins y Daniel
Dennett que la defienden con vigor y elocuencia, y elaboran proyecciones socio-culturales, teniéndola como base
sólida e inconmovible.
Darwin injertó al ser humano en el árbol de la evolución de los seres vivos de la Tierra, le otorgó un puesto
cúspide, pero lo redujo a ser un mero producto natural. Las habilidades y gracias de este ser, han entonces de ser
explicadas desde la evolución, siguiendo los principios básicos que rigen este proceso: variaciones y selección
natural. Darwin mismo elucubra en este sentido en The Descent of Man, y muchos otros autores lo han seguido
haciendo desde entonces. Pero estas incursiones se alejan del campo biológico propiamente tal, para entrar en
áreas especulativas más propias de otras disciplinas y, suelen hacerlo, envestidas del prestigio de la objetividad
científica y de la racionalidad más pura; aceptan sin dificultades este reduccionismo materialista mecanicista que
lo explica todo.
En este sentido, cabe citar las declaraciones de Richard Dawkins (6), que aunque reconocido darwinista a ultranza
y no representativo de todos los evolucionistas darwinianos, se puede considerar que verbaliza una consecuencia
extrema de la doctrina de Darwin. Frente a las preguntas por la búsqueda de propósito y de sentido de la
existencia humana y del Universo, Dawkins responde que estas preguntas no son "sensibles", ni "legítimas", y
agrega, "pienso que no lo hay,..." No es difícil ver que una doctrina llevada a estas últimas consecuencias, no solo
desborda los límites de la ciencia empírica, sino que postula una metafísica menesterosa y atrevida.
Estas incursiones proponen una antropología de carácter darwiniano que encuentra, desde adherentes
incondicionales a opositores acérrimos. Se debe reconocer que explicar y, realmente comprender
satisfactoriamente, lo complejo como producto de lo simple, el orden como emergente del azar, la autonomía y la
libertad como generada por lo funcionalmente mecánico y automático, no resulta fácil de aceptar para muchos
que reflexionan sobre estos temas. No es sorprendente, por tanto, que frente a las pretensiones hiperbólicas del
darwinismo surjan otras posiciones intelectuales nacidas en el seno mismo de la libertad del ser humano que el
darwinismo jibariza.
Los fundamentos metafísicos y metodológicos del darwinismo deberían ser revisados a la luz de las profundas
transformaciones que sufren la física y la ciencia en general, con el advenimiento de las teorías de la relatividad y
de la mecánica cuántica. Además, las reflexiones epistemológicas postpositivistas disuelven el marco rígido,
objetivo y absoluto en el que pretendía operar la ciencia durante el modernismo, y enfatizan la reconstrucción
histórica de la ciencia. Pero esta revisión no ocurre en el darwinismo, por el contrario, se observa en algunos
sectores, un empecinamiento extemporáneo en la persistencia de dicha metafísica y metodología.
Michael Behe presentó en Darwin's Black Box (7), una perspectiva bioquímica de las variaciones sobre las que
trabaja la selección natural. Según este autor, las variaciones morfológicas en el fenotipo, especialmente en los
órganos complejos -por pequeñas que sean-, involucran cambios mayúsculos a nivel bioquímico, que es el nivel
donde se gestan las funciones vitales del organismo. Para Behe, entonces, la teoría de la evolución, para ser
validada, debe ser capaz de mostrar las etapas sucesivas en la formación de los sistemas bioquímicos complejos,
y explicar como se va pasando de una a otra.
La mayoría, si no todas, las estructuras biológicas mayores -como el ojo-, consisten de acuerdo a Behe, en un
conjunto discreto de sistemas. Cada uno de estos sistemas -retina, lente, sistema muscular ocular y lagrimal,
etc.-pueden funcionar, en alguna medida y forma por si mismos, independientemente; la integración de estos
sistemas genera una función óptima. Behe sostiene que estos sistemas tienen una "complejidad irreducible",
esto es, funcionan, porque todos sus componentes contribuyen a la operación básica que realiza el sistema, si
falta una parte, simplemente no funciona. De tal manera que, por definición, resulta inconcebible que cualquier
precursor de un sistema pueda funcionar, ya que siendo precursor, no posee todos los componentes necesarios
(está en evolución, incompleto, agregándose partes) y, por tanto, si no funciona, no puede ser elegido por la
selección natural. El sistema tendría que haberse generado de una vez para poder entrar a la selección natural.
El análisis de un sistema irreducible nos muestra que sus partes deben estar inter relacionadas de una manera
determinada para que se produzca la función óptima, por lo que cada parte, o componente de este sistema, tiene
a su vez, que estar formado y funcionar de una manera adecuada. En los sistemas biológicos estos componentes
están constituidos por grupos celulares, siendo las células por si mismas, sistemas irreducibles, pero, aún en el
interior de estas, encontramos integrados sistemas para ejecutar funciones diferentes: estructura celular,
comunicación intra-celular, transporte interno, etc. El sistema biológico es un sistema de sistemas fina y
apropiadamente integrados; según Behe, es este el nivel -estructural-funcional-, donde se debe entender y
comprobar, la doctrina de la evolución darwiniana.
El estudio de un sistema irreducible requiere que conozcamos sus componentes e integración funcional, y aquí se
enfrentan dificultades, porque numerosos aspectos de estos sistemas nos son desconocidos. Sin embargo, hay
sistemas bioquímicos que, de acuerdo a Behe, conocemos suficientemente bien y podemos estudiarlos.
Behe analiza varios sistemas funcionales, como los cilios y flagelo bacterianos, el sistema de coagulación
sanguíneo, etc. y destaca la precisa organización estructural y funcional de estos sistemas que considera sistemas
irreducibles. Behe señala que si se especula en los posibles pasos de formación evolutiva del sistema de la
coagulación sanguínea, por ejemplo, y se consideran las cualidades concretas de las distintas y numerosas
proteínas envueltas en este complejo sistema, la aparición de ellas como mutaciones de los genes disponibles,
tomaría una cantidad de tiempo que rebalsa la edad del universo. Pero la objeción mayor a la posibilidad evolutiva
de este tipo de sistemas, es que las proteínas deben aparecer una a una, paso a paso, pero el sistema no
funciona hasta que unos cuantos pasos se hayan producido. Esta situación implica que las primeras proteínas
aparecidas en este proceso evolutivo no tienen función, por lo que, de acuerdo con la teoría darwiniana misma,
pueden ser fácilmente eliminadas por la selección natural.
Behe empuja a la teoría de la evolución de un nivel macroscópico -variaciones morfológicas menores y gradualesa un nivel microscópico, en el que tiene que enfrentarse con la exquisita riqueza y complejidad de la vida, en
términos bioquímicos. Es a este nivel en donde tiene que probar la vialidad de la hipótesis de cambios graduales y
sucesivos capaces de explicar el surgimiento de los sistemas bioquímicos irreducibles y, también, de otros
procesos bioquímicos complejos. Behe exige un lenguaje concreto, químico, rechaza términos genéricos o
metafóricos. Es fácil vislumbrar que, si la teoría de la evolución darwiniana ya tenía problemas en explicar
convincentemente el nivel macroscópico morfológico ahora, en la complejidad y concretidad bioquímica, los
problemas se han hipertrofiado a tal punto, que Behe piensa que simplemente la teoría es incapaz de explicar
coherentemente la emergencia evolutiva de los sistemas bioquímicos complejos.
La estructura funcional de los sistemas biológicos irreducibles, conduce a Behe a considerarlos como diseños
inteligentes. Nos dice Behe: "...-un diseño es evidente cuando un número separado de componentes
interactuando están ordenados, de tal modo, que logran una función más allá de los componentes
individuales." (7. pág. 194) En un organismo no todos los sistemas son irreducibles, por tanto, no todos los
sistemas son diseños; la identificación de un diseño no resulta sencilla, pero "entre mayor es la especificidad de
los componentes interactuando requeridos para producir la función, mayor es nuestra confianza en la conclusión
de diseño." Un diseño, escribe Behe, puede y, de hecho, coexiste en los organismos junto con otras estructuras
funcionales que no son originadas como sistemas irreducibles, sino que evolutivamente, ya sea por selección
natural o, por mecanismos hereditarios varios.
Por sus características de organización para conseguir un fin -una función-, un diseño implica una inteligencia que
dispone y planifica un sistema para su debida operación, no necesariamente perfecta, pero óptima. Behe no va
más allá, los datos científicos solo permiten inferir el diseño inteligente, pero la ciencia no tiene la evidencia para
determinar la identidad del agente diseñador. Behe escribe: "Cuando una pregunta es demasiado difícil de
contestar con inmediatez para la ciencia, esta la olvida feliz mientras investiga otras preguntas más accesibles. Si
la filosofía y la teología quieren intentar hacerlo en el entre tanto, nosotros los científicos les debemos desear
éxito, pero nos reservamos el derecho de retornar al asunto, cuando la ciencia tenga algo más que agregar." (7.
Pág. 251)
Behe reconoce que los científicos tradicionales se resisten a la perspectiva del diseño inteligente, sin embargo,
para él, esta es una realidad derivada de las observaciones y del análisis de los sistemas irreducibles. Para Behe,
hablar de una inteligencia creadora en la génesis de estos sistemas, no está reñida con la ciencia. Para el autor,
esta resistencia se debe a una concepción arbitraria y estrecha de la actividad científica y, muy especialmente a
prejuicios metafísicos que limitan el espectro de la ciencia a lo `natural'. Behe piensa, por el contrario, que la
incorporación de esta nueva perspectiva en ciencia, es una muestra de creatividad y de apertura a nuevas
hipótesis e investigaciones y, al mismo tiempo una llamada a analizar seriamente los datos observacionales
básicos antes de proponer cualquier doctrina explicativa.
La idea de diseño inteligente ha sido extensamente utilizada por un grupo de intelectuales y religiosos
fundamentalistas que interpretan la Biblia en forma literal, sosteniendo que el mundo fue creado por Dios hace
más o menos 10000 años. Estos creacionistas se han opuesto tenazmente a la doctrina evolutiva darwiniana y
mantienen con sus adherentes una lucha política pública, encarnizada y sostenida. Se acusan mutuamente de
proponer posiciones doctrinarias sin poseer evidencia científica, y de los argumentos pasan frecuentemente a las
burlas y a los insultos. Esta inflamada polémica ha recalcado los aspectos ideológicos que acompañan al
darwinismo desde su comienzo. Pero hay que señalar y recalcar, que los científicos que adhieren a la Teoría del
Diseño Inteligente no participan de esta concepción religiosa fundamentalista. Incluso aceptan parcialmente la
evolución y sostienen que el concepto de diseño emana de los hechos observacionales mismos; no se trata de un
golpe de fuerza de tipo religioso, sino de una necesidad auténticamente científica.
El concepto de diseño inteligente no es nuevo, ya el obispo William Paley la utilizó en tiempos de Darwin, pero no
elaboró adecuadamente el concepto, y lo contaminó con elementos circunstanciales. Palley fue duramente
criticado, pero la esencia del argumento -según Behe- no fue tocada, y él se encarga de rescatarlo y presentarlo
en términos bioquímicos. El concepto de diseño plantea un desafío serio a los adherentes de la evolución paso a
paso, pieza por pieza. Las voces levantadas en defensa del darwinismo, intentan explicar la graduación evolutiva
de los procesos bioquímicos, apelando a una buena dosis de imaginación y de buena voluntad. Pero, en verdad, el
desafío es realmente serio para la doctrina y, tal vez, el comentario de Jerry Coyne (8) en su revisión -muy
crítica- de Darwin's Black Box ilustre la situación. Coyne escribe: "No hay duda que los procesos descritos por
Behe son de una complejidad abismal y su evolución será difícil de desmarañar. Contrario a las estructuras
anatómicas, cuya evolución puede trazarse con fósiles, la evolución bioquímica debe ser reconstruida a partir de
organismos vivientes altamente evolucionados, y podríamos ser incapaces por siempre de visualizar los primeros
proto-procesos [proto-pathways]. Pero no es válido, sin embargo, asumir que, porque un hombre no puede
imaginar tales procesos, estos no hayan existido."
Aunque el tipo de argumento dado por Coyne pueda convencer a muchos de los ya adherentes a la teoría de la
evolución darwiniana, no toca la lógica del concepto de diseño, apela a una rica imaginación y no ofrece datos
biológicos científicos concretos. Además, las variaciones espontáneas y útiles son siempre un supuesto en este
tipo de argumentos darwinianos y, que como hemos visto, no han sido empíricamente confirmadas. La teoría de
la evolución darwiniana, por variaciones y selección natural, solo ha podido ser confirmada en escala menor en
organismos poco complejos; la `especiación' por variaciones y selección natural, dista mucho de haber sido
corroborada. En consecuencia, aplicar la dinámica darwiniana a la totalidad de la vida en el planeta, incluyendo al
hombre y sus atributos, carece de base empírica sólida y filosóficamente conduce a conclusiones difíciles de
aceptar, además de divinizar a la materia.
Los evolucionistas darwinianos defienden el carácter científico de su teoría señalando que, la astronomía, la
geología, la arqueología y otras ciencias históricas, al igual que la macro evolución, validan sus hipótesis a través
de experimentos naturales: confirman hipótesis si calzan con lo observable y esto conduce a predicciones válidas.
(10) Dawkins defiende con pasión la evolución -y su versión- contra los creacionistas que sostienen que, tanto la
doctrina darwiniana de la evolución, como la versión religiosa literal de la creación del mundo, no están al alcance
de la verificación científica. Dawkins, sin embargo, insiste que la evolución está basada en evidencias, olvidando
que los datos observacionales evidencias- están, en buena medida, condicionados por la teoría de base.
Pero no todos los darwinianos participan de la exaltación de Dawkins. Blackburn S (11), por ejemplo, propone
cautela ante los excesos de la teoría, y sugiere que sería más prudente usar el darwinismo como marco de
referencia dentro del que se formulen las preguntas adecuadas para someterlas al trabajo empírico. Blackburn
también rechaza las especulaciones de los `ultra' darwinistas y sociobiólogos, porque pueden dañar la doctrina
básica con determinismos y modelos genéticos de la conducta humana, que restan vialidad a los principios
darwinianos en el plano científico empírico.
Como ya se ha señalado repetidamente en este trabajo, a pesar de las dificultades que encuentra la doctrina
darwiniana a nivel biológico, muchos intelectuales afines a ella, intentan explicar toda la evolución de los seres
vivos, incluyendo las gracias y dotes del ser humano; de este modo, se alejan peligrosamente del terreno
científico (aún considerando la ciencia como meramente explicativa: ciencia en una débil acepción). La doctrina se
desliza del legítimo terreno científico, para caer en lo ideológico, en la elaboración de una doctrina especulativa
del origen de la vida sobre el planeta, de la naturaleza del hombre y de la cultura.
Bibliografía
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35 (Nov., 1958), 185-193.
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6. Dawkins Richard (1996). Richard Dawkins on Evolution and Religion. Interview "Think Tank". www. World-ofdawkins.com/Dakins/Work/Interviews/thinktank.shtml
7. Behe Michael (1996). Darwin's Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution. The Free Press.
8. Coyne A Jerry. God in the details: The Biochemical Challenge to Evolution. From Nature, September 19, 1996.
www.world-of-dawkins.com/Catalano/box/nature/shtml
9. Weber Michael: Webmic's Page. Vouchers for the evolution (descent). http:
//tools.search.yahoo.com/language/translation/translatedPage2.php?lp=de_
10. Wikipedia (2004). Evolution. en2.wikipedia.org/wiki/Evolution/
11. Blackburn Simon. I Rather Think I Am a Darwinian
royalinstitutephilosophy.org/articles/blacburn_darwinian.html.
Royal
Institute
of
Philosophy.
http://
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