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Internet y la dialéctica entre mente y cerebro.

Autor/autores: J.A. Talavera
Fecha Publicación: 10/05/2010
Área temática: .
Tipo de trabajo: 

RESUMEN

Todos probablemente tengamos retenidas imágenes de películas de tiempos de la Segunda Guerra Mundial donde señoritas con auriculares estaban sentadas delante de mesas con paneles frontales llenos de agujeros. Eran operadoras de teléfono. Los más viejos quizás todavía recordemos a la "telefonista" de nuestro propio pueblo, con esa mesa de madera y esos cables que iba insertando en los agujeros metálicos de la parte frontal. Cada agujero era la conexión al teléfono de una casa particular. Eran los años de la "conmutación de circuitos". Con el tiempo las cosas han cambiado mucho. Las operadoras han sido sustituidas por centralitas automáticas. Primero basándose en relés. Después, siguieron los circuitos electrónicos con componentes discretos y en los últimos años a base a circuitos digitales integrados.


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REVISTA ELECTRÓNICA DE PSIQUIATRÍA
Vol. 2, No. 2, Junio 1998
ISSN 1137-3148

Internet y la dialéctica entre mente y
cerebro.
J. A. Talavera

ARTÍCULO ESPECIAL

Departamento de Psicología Social y
Metodología.
Facultad de Psicología. Universidad Autómoma
de Madrid. España.
Correspondencia:
E-mail: juan.talavera@uam.es

Trabajo publicado en Monografías de Psiquiatría (ISSN 0214-4220). Reproducido con permisos del
autor y del editor.
Talavera J. Internet y la dialéctica entre mente y cerebro. Monogr Psiquiatr 1998;10(2):3-5.

Todos

probablemente tengamos retenidas imágenes de películas de tiempos de la
Segunda Guerra Mundial donde señoritas con auriculares estaban sentadas delante de
mesas con paneles frontales llenos de agujeros. Eran operadoras de teléfono. Los más
viejos quizás todavía recordemos a la "telefonista" de nuestro propio pueblo, con esa
mesa de madera y esos cables que iba insertando en los agujeros metálicos de la parte
frontal. Cada agujero era la conexión al teléfono de una casa particular. Eran los años de
la "conmutación de circuitos". Con el tiempo las cosas han cambiado mucho. Las
operadoras han sido sustituidas por centralitas automáticas. Primero basándose en relés.
Después, siguieron los circuitos electrónicos con componentes discretos y en los últimos
años a base a circuitos digitales integrados.
A pesar de este desarrollo tecnológico, el servicio básico de las compañías de teléfonos
se puede resumir en lo que hacían desde años las operadoras: conectar el cable del
teléfono del que llama con el cable del teléfono que es llamado. Sin embargo, las
grandes centrales telefónicas automáticas no han dejado de asombrar al visitante con sus
cientos de paneles llenos de miles de unidades capaces de que tecleando un número,
desde cualquier lugar, pueda encontrarse una casa en la inmensidad de una ciudad y
sonar precisamente allí el teléfono. Estos portentos de la tecnología han cautivado, antes
de la aparición de los ordenadores, a algunos autores dedicados al estudio de la mente.
Se han sugerido analogías con el cerebro y formulando modelos teóricos. Con la
neurona como elemento base y con sus miles de millones de conexiones sinápticas, el
cerebro parecía tener muchos elementos similares a estas impresionantes centrales
automáticas.

Las cosas han cambiado mucho, pero la idea de la "conmutación de circuitos", como se

conoce a esta forma de establecer las comunicaciones, está inmersa en nuestra vida
diaria. "¿Con quien me ha dicho que quiere hablar?". "Su línea está ocupada ¿desea
esperar?. En el momento que se quede libre le paso la llamada". Para que puedas
comunicarte con una persona primero se tiene que establecer una línea de comunicación.
La línea se establece seleccionando y poniendo en contacto los circuitos eléctricos de los
teléfonos de las respectivas personas. En los primeros tiempos ese contacto era físico,
por ejemplo, al introducir la operadora la clavija. En la actualidad son más bien canales
virtuales que posibilitan pasar señales eléctricas entre los equipos. En otra ocasión
volveremos a hablar de este concepto. De momento, solo pretendemos tener una idea
clara de lo que representa la conmutación de circuitos en las comunicaciones.
Los ingenieros estaban tan ocupados en mejorar las características de las centralitas
automáticas que cuando comenzó a extenderse el uso de los ordenadores y se empezaron
a comunicar entre ellos, se siguió empleando el clásico concepto de la conmutación de
circuitos. Un ordenador marcaba el número que tiene otro ordenador con que él quiere
comunicarse. Suena la llamada en el otro extremo. El que es llamado levanta el teléfono
y se establece un canal a través del cual la información es transmitida. Exactamente
como hacemos las personas, salvo que para marcar y levantar el teléfono los
ordenadores no lo hacen con la mano sino generando los códigos directamente en
señales eléctricas. Además, dado que las líneas están diseñadas para transmitir voz,
requieren unos aparatos especiales que se llaman "módems". Los módems sirven para
transformar las señales digitales generadas por los ordenadores en señales analógicas
capaces de circular por las líneas telefónicas. Son esos pitidos que oímos cuando por
error llamamos a un teléfono que tiene conectado un fax.
En los años sesenta, con una creciente base instalada de ordenadores, aparecieron
nuevas alternativas de comunicación de datos. Las redes locales, que tanto éxito han
tenido posteriormente, estaban iniciando sus primeros pasos. Paralelamente una idea se
estaba abriendo paso: la de enviar la información a trozos. Es como si dices una frase y
cuelgas. Llamas un poquito después y emites otra frase. Si el que está escuchando quiere
responder también llama, nos contesta y cuelga. Parece una forma un poco absurda de
comunicarse y no es sorprendente que tuviera fuertes detractores. Pero tiene una ventaja
muy importante: es posible mantener conversaciones con dos o más personas
simultáneamente pues se pueden intercalar llamadas desde distintas procedencias.
Obviamente, eso de llamar una y otra vez no es nada práctico. Si dispusiera nuestro
teléfono de un ordenador que gestionara las llamadas de forma tan rápida que nosotros
habláramos y escucháramos de forma continua, las cosa seria distinta. En efecto, esto se
ha conseguido. Para ello, ha habido que hacer diferentes cambios en los métodos de
comunicación. Como el tiempo de llamar a un abonado es largo, se dejan los
ordenadores conectados, al menos mientras dure la sesión. Como se pueden recibir
llamadas de distintos sitios hay que identificar los mensajes con una dirección de
procedencia. También se requiere posibilidad de acumularlos según van llegando. En
definitiva, estamos produciendo un salto cualitativo que va de considerar el
establecimiento de la comunicación como una conexión de líneas a un intercambio de
mensajes conteniendo información. Es lo que ha venido a llamarse "conmutación de
paquetes" frente a "conmutación de circuitos". Se denomina "paquete" a un mensaje que
contiene básicamente las direcciones de procedencia y de destino.
Hasta tal extremo se ha llegado en la separación entre el medio físico y la información
transportada que cada trozo de información es empaquetado, puesto su dirección y
enviado por no se sabe que ruta. Así, podemos estar comunicando nuestro ordenador de
Madrid con otro de Barcelona con paquetes que unos caminan a través de Zaragoza y
otros pasan a través del centro de Valencia. Así, se puede llegar a sugerir que los nuevo

conceptos de comunicaciones aportan mayor relevancia a la información que a las
conexiones. ¿Podemos decir lo mismo en el caso del cerebro? ¿Se puede argumentar la
mayor importancia de los símbolos mentales frente a las conexiones sinápticas?

Información y más información
Comunicar ordenadores para compartir recursos de procesamiento. Es decir, si se desea
ejecutar un complejo programa se envía al ordenador especializado de cualquier parte
del mundo que este disponible. Eso era precisamente lo que deseaba el Departamento de
Defensa de los Estados Unidos que había financiando generosamente ordenadores muy
potentes y muy caros a distintos centros de investigación y universidades. Cada vez
disponía de un presupuesto más exiguo y abogaba por que se compartieran más los
recursos disponibles. Fue la razón más importante para que se aprobara un pequeño
proyecto de nueve mes de duración. Se trataba de conectar diez centros de investigación
que estaban trabajando para temas militares. Estos desarrollos eran, por supuesto,
secretos. Dos ingenieros, uno venido de Nueva York Robert E. Kahn, y otro trabajando,
en la Universidad de California, Vinton G. Cerf, se convirtieron en el alma del
desarrollo que con los años se ha convertido en Internet.
Una idea que diferenció este proyecto de comunicaciones de otros, sobre todo de los
gigantes de la informática y de las comunicaciones como IBM o ATT, es que tenía que
comunicar centros con ordenadores de muy distintas marcas y modelos que a su vez
estaban interconectados entre sí a través de distintas redes internas incompatibles. Por
ello se puso especial énfasis en la diversidad; en comunicar redes previamente aisladas.
Esto último es lo que ha venido a dar su nombre: "ínter" y "net". Así, ahora sigue
habiendo muchas redes de ordenadores pero ninguna llega a tantos usuarios como
Internet.
Otra de sus características surgió de las prisas y esta vez las prisas fueron para bien.
Debido a las presiones para entregar los equipos en el plazo de nueve meses, los
diseñadores se pusieron como objetivo hacer las cosas de la manera más simple para que
dieran pocos problemas. En realidad, el diseño de una red básicamente se centra en
definir un conjunto de reglas para que los ordenadores se entiendan. Al conjunto de
reglas se llama protocolo. Estos protocolos son publicados y la gente de software hace
programas que los cumplen. Comparativamente se puede constatar que el protocolo
propuesto en la Internet (el TCP/IP) es mucho más simple que los propuestos por la
Unión de Telecomunicaciones como el conocido X25.
El primer nodo de la red fue establecido en Septiembre de 1969 en la Universidad de
California. La información transmitida se dividía en paquetes de 1000 bits. Estos
paquetes podían contener aproximadamente 120 caracteres de texto, con una cabecera
indicando las direcciones del destinatario y del remitente, así como, un campo para
control de errores de transmisión. Después de terminar con la interconexión de los
primeros centros se observó un fenómeno curioso. Los investigadores utilizaban más la
red para comunicarse entre ellos que para utilizar la distribuida capacidad de
procesamiento de los ordenadores. El correo electrónico, hoy en día, sigue siendo una de
las aplicaciones más utilizas de la red dada la ventaja en velocidad que conlleva. En
concreto, de los centros que estaban a orillas del Atlántico a las Universidades a orillas
del Pacifico, los mensajes tardaban en llegar una media de 20 milisegundos.
Poco a poco se fueron adhiriendo nuevos centros. Pero en 1971 tan solo eran 15. Una
nimiedad comparado con las abrumadoras cifras actuales. Es más, aunque entonces ya
empezó a ser conocida por Internet y su protocolo había tomado el nombre y la

estructura definitiva (TCP/IP), todavía no tenía toda la funcionalidad de hoy en día.
Permitía tener correo electrónico, mandar ficheros, arrancar, incluso, la ejecución de un
programa en un ordenador remoto. Si embargo, todavía le faltaba algo para ser la
Internet que hoy conocemos y algunos usan con tanta asiduidad. De momento dejamos
aquí la historia. Vamos a saborear el aparente triunfo de la perspectiva mentalista sobre
la biologicista en las comunicaciones. Con un ratón en la mano y haciendo "click' click"
surcamos un océano que nunca se acaba. Es como disponer de un genio que esta
dispuesto a contestar cualquier pregunta que formulemos; la mayor parte de las veces de
forma descabellada. Las horas se pasan volando, sin moverse de casa, inmerso en
sensaciones intelectuales.
Pero un día llega un recibo del banco. Es uno de tantos que continuamente nos avisan de
pagos. Todo se vuelve pagar. Es de Telefónica. Lo abrimos pensando por adelantado
cuanto es lo que toca pagar y fruncimos el entrecejo. ¿No se habrán equivocado?.
Sospechamos la causa. Hemos estado "conectados" a Internet, a través de nuestra línea
telefónica, demasiadas horas. Detrás de esos gráficos tan bonitos aparecen los que
creíamos ya estaban "demodés". Volvemos a descubrir por ahí debajo las líneas con sus
conmutaciones de circuitos. Es más, son los que se llevan el dinero. Algo que ni Cerf ni
Kahn han podido evitar. En su caso había un padrino rico para pagar las facturas: el
Pentágono. Decididamente no es el nuestro.
Si, efectivamente, la realidad tangible se impone. También hay facturas para los
pensamientos. Debajo de ellos están unas células con axones y dendritas. Requieren,
para su funcionamiento, un flujo de sangre que les aporte y extraiga sus productos
metabólicos. Un transporte activo de iones y de moléculas transmisoras impone unos
limites y unos costes a este genio tan maravilloso que es capaz de producir tan variada
riqueza de imágenes y símbolos que llamamos mente humana.

Referencia a este artículo según el estilo Vancouver:
Talavera J. Internet y la dialéctica entre mente y cerebro. Psiquiatría.COM [revista electrónica] 1998 Junio [citado 1
Jul 1998];2(2):[7 pantallas]. Disponible en: URL: http://www.psiquiatria.com/psiquiatria/vol2num2/art_7.htm
NOTA: la fecha de la cita [citado...] será la del día que se haya visualizado este artículo.

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