Trastornos por ansiedad y su relación con la resonancia nuclear magnética.
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2007;11(1)
Guadalupe Sapiencia.
Resumen
La resonancia nuclear magnética conforma una de las prácticas de diagnóstico por imágenes más completas y
actualizadas del mercado, en lo que refiere a métodos de alta complejidad. Al parecer, este método no tendría
relación posible con los trastornos por ansiedad; sin embargo, dentro de sus contraindicaciones encontramos lo
que llamamos claustrofobia, la cual como consecuencia produce que, quien padece este trastorno decida con
frecuencia no practicarse este examen sino es bajo condiciones de anestesia. A partir de este enunciado es que
nos surge el interrogante de si ¿es posible la aparición de conductas fóbicas, en sujetos que no presentan este
diagnóstico, como consecuencia de la realización de una resonancia nuclear magnética?. Asimismo resulta
necesario entonces, establecer diferencias a nivel diagnóstico entre los conceptos de miedo, fobia, ataque de
pánico y ansiedad; utilizando esta distinción, como modalidad preventiva frente a la aparición de futuras
patologías. Por lo tanto una vez establecidos los patrones diagnósticos, proponemos recurrir a estrategias
cognitivas como intervención eficaz; las cuales por su parte nos permiten estabilizar rápidamente al paciente,
indicando luego, si fuese conveniente el correspondiente tratamiento. Si bien en este desarrollo nos detenemos
casi exclusivamente, en lo que el DSM IV describe como fobias específicas, surge la inquietud acerca de cuáles
serían los posibles comportamientos como consecuencia de la práctica de una resonancia nuclear magnética en
otras categorías diagnósticas de los trastornos por ansiedad.
Introducción
En el presente trabajo analizaremos la relación que existe entre las fobias y la resonancia nuclear magnética
(RNM). En principio, pareciera no haber ninguna relación posible entre esta entidad clínica psicopatológica y un
estudio de diagnóstico por imágenes. Por tal motivo y como consecuencia del trabajo diario en el servicio de
resonancia de una institución de diagnóstico por imágenes, es que nos acercamos a la investigación de esta
problemática; ya que la relación entre estas dos instancias se vuelve especialmente particular cuando el médico
prescribe a su paciente una resonancia nuclear magnética, situación que funciona como disparador de una serie
de fantasías en el paciente, con relación al equipo, al estudio, etc., que provocan en más de una oportunidad la
deserción o la no concreción del presente estudio.
A partir de este enunciado es que nos surge el siguiente interrogante que trataremos de resolver con el presente
escrito: ¿Es posible la aparición de conductas fóbicas en sujetos que no presentan este diagnóstico, como
consecuencia de la realización de una RNM?
Como punto de partida, abordaremos esta problemática comenzando por explicar a qué nos referimos con
resonancia nuclear magnética: se trata de una técnica utilizada como método de diagnóstico por imágenes, que
recurre al magnetismo de los núcleos atómicos de la materia (tejidos, órganos, huesos, etc.) captado por
microimanes, para obtener como resultado una señal. Esta "señal" es traducida en imágenes muy precisas, las
cuales revelan un sinnúmero de situaciones anómalas que un profesional puede interpretar para el diagnóstico de
diversas patologías. Físicamente, se realiza en una estructura cilíndrica, similar a un tubo, en la que se introduce
al paciente, esta estructura recibe el nombre de "Resonador", el cual se encuentra conectado a un equipo
informático y a un monitor, donde luego se podrán ver y revelar las imágenes en placas (Torsten 2003).
Las imágenes son producidas por ondas electromagnéticas, por lo tanto sabemos que no hay presencia de
radiaciones nocivas, lo cual transforma a la resonancia nuclear magnética en un método seguro, además de no
invasivo. A través de ella puede verse con excelente resolución el contraste entre tejidos duros y blandos,
lográndose una gran definición de estructuras anatómicas, tumorales, lesionales, etc.
El poderoso campo magnético del sistema de la RNM, hace que la misma atraiga a aquellos objetos que contienen
hierro (llamados ferromagnéticos) por lo que puede moverlos de forma repentina y con gran fuerza. Esto plantea
un posible peligro para el paciente o cualquier persona que se encuentre en la trayectoria del objeto. Se debe
tener mucho cuidado y no llevar al área del sistema de la RNM ciertos objetos "ferromagnéticos" como
destornilladores y tanques de oxígeno. Es esencial que el paciente se quite todos sus artículos metálicos antes del
examen; esto incluye relojes, alhajas y prendas de vestir con hilos o ganchos de metal. Atraerá también, todos
los objetos del cuerpo que contengan hierro, así es el caso de las bombas para medicamentos o sujetadores de
aneurismas.
Por tal motivo, todos los centros donde se hacen exámenes de RNM tienen un protocolo que, si se sigue
minuciosamente, tanto el técnico radiólogo que efectúa la RNM como el médico responsable, se aseguran de saber
sobre los implantes y materiales metálicos que posiblemente tenga un paciente, para poder tomar en estos casos
las precauciones especiales necesarias. En algunas ocasiones poco comunes, el estudio podría tener que
cancelarse, por ejemplo, cuando hay un sujetador de aneurisma ferromagnético y se quiere un examen de una
RNM, debido al peligro que esto supone de mover o desenganchar el sujetador. El campo magnético también
puede dañar un audífono externo o causar un desperfecto en un marcapasos cardíaco o estimulador eléctrico,
asimismo si el paciente tiene en el cuerpo una bala u otros fragmentos de metal, existe la posibilidad de que éstos
cambien de posición, causando así lesiones que hasta el momento no poseía. Los implantes u otros objetos
metálicos pueden distorsionar las imágenes, provocando lo que se llama "artefactos", término que se utiliza para
nombrar a los destellos de luz que aparecen en una imagen radiográfica por la presencia de metales en el cuerpo
y que pueden ser confundidos con una lesión. Si bien frente a la existencia de un implante metálico apto a ser
sometido un alto campo magnético, el examen de todas formas se podrá realizar, es preciso que los profesionales
que intervengan sepan exactamente la ubicación y la antigüedad que tienen los mismos en el cuerpo. De esta
manera se asegura no solo el paciente, sino también el médico de arribar a un diagnóstico correcto.
Por otro lado se debe considerar el caso de mujeres embarazadas o con niños pequeños que se alimenten del
pecho. En general, no hay riesgos conocidos de la rnm en mujeres embarazadas. Sin embargo, se reserva el
diagnóstico por RNM en pacientes con estas características sólo para problemas muy serios o anomalías
sospechadas, en especial en la placenta, ya que conforma un método menos peligroso para el feto que los rayos X
y más completo que el ultrasonido. Si se tendrá en cuenta, en aquellos casos donde la paciente está dando pecho
al momento del examen de RNM y se va a utilizar un medio de contraste. En esta oportunidad se le da la opción a
la madre de sacarse la leche antes del estudio para darle al bebé mientras se elimina el medio de contraste del
cuerpo, o esperar 24 horas para el amamantamiento, que es el tiempo estimado para la eliminación del cuerpo
del contraste aplicado.
De esta manera, abarcamos los diferentes puntos que se deben evaluar al momento de la realización de una RNM,
cómo funciona ésta, cuáles son sus alcances y de qué manera se debe proteger y preparar a un paciente.
Solamente resta establecer ¿Cuál es el problema de la claustrofobia en la implementación de una RNM?
Desarrollo
De acuerdo a esta categorización, en lo que respecta al Manual diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM-IV, 1994) éste clasifica a la claustrofobia dentro de los trastornos por ansiedad como una fobia
específica. Para lo cual afirma que "la característica esencial de la fobia específica es un miedo intenso y
persistente a objetos o situaciones claramente discernibles y circunscriptos y que la exposición al estímulo fóbico
provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad la que puede adquirir la forma de una crisis de
angustia situacional o más o menos relacionada con una situación determinada".
De esta manera, sabemos entonces que cuando una persona que padece este trastorno anticipa que va a entrar o
entra en un espacio cerrado experimenta una reacción de ansiedad intensa, que se manifiesta con falta de aire,
palpitaciones, mareo, etc. Debido a lo cual, normalmente esta clase de sujetos evitan los espacios cerrados. Por lo
que comienza con la utilización de mecanismos alternativos de acción, como por ejemplo, tomar escaleras en
lugar del ascensor, viajar en ómnibus en lugar de avión, o negarse a que le practiquen una rnm incluso cuando es
necesario.
Continuaremos estableciendo una clasificación de los trastornos por ansiedad por su subtipo diagnóstico debido a
que encierran en sí importantes consecuencias en cuanto a definir pronóstico y tratamiento. Como primera
aproximación mencionaremos algunas categorías diagnósticas de los trastornos por ansiedad. Estas son:
·
·
·
·
·
·
trastorno obsesivo-compulsivo,
crisis de angustia,
trastorno de pánico, fobia social,
trastorno de ansiedad generalizada,
trastorno por estrés postraumático,
ansiedad debida a enfermedad médica,
· trastorno de ansiedad inducido por sustancias, etc...
Los criterios diagnósticos para estas entidades se proporcionan en el Manual Diagnóstico y Estadístico de
Trastornos Mentales (1994) y en la Clasificación Internacional de Enfermedades en su décima edición (ICD-10)
(Tablas 1 y 2). Actualmente el DSM-IV estudia por separado el trastorno por crisis de angustia y el trastorno de
ansiedad generalizada, en una especie de jerarquización o delimitación de los síndromes.
Las tendencias más recientes sugieren que el trastorno de ansiedad generalizada puede ser más importante de lo
que en un principio se creía y quizá deba merecer por lo tanto un reconocimiento diagnóstico singular, habida
cuenta que probablemente dicho trastorno nos pueda estar indicando de forma general un estado de posible
recuperación incompleta con total relación vinculada a conflictos ansioso-afectivos.
Esta recuperación incompleta se advierte frecuentemente, en pacientes con estados de ánimo ansioso-depresivos
que mejoran al ser tratados con medicación antidepresiva. En estos casos, se resuelve por eliminación el estado
de ánimo depresivo, pero no se consigue una remisión completa de la patología ansiosa al seguir persistiendo en
el enfermo síntomas de inquietud, de ansiedad generalizada, insomnio, tensión y somatizaciones. En este estado,
que podríamos llamar residual, se puede observar en las respuestas incompletas al tratamiento de los subtipos de
los procesos ansiosos, como son el trastorno de pánico y otros. Por ello, y puesto que la ansiedad generalizada no
constituye una afección superficial, es preciso confeccionar una detallada historia clínica a los pacientes con una
enfermedad de este tipo. De esta forma, evitaremos pasar por alto y dejar sin diagnosticar estados encubiertos de
pánico, fobias, afecciones sub-sindrómicas y en definitiva cualquier subtipo de la enfermedad ansiosa, que caso de
cronificarse, raramente será una enfermedad estable.
En este sentido pareciera que los médicos de atención primaria por un lado tienden más a tratar los síntomas de
la ansiedad, alcancen o no el umbral diagnóstico, y los psiquiatras por el otro, orientan sus preferencias sobre
todo a los subtipos del trastorno de ansiedad, que normalmente constituyen afecciones comórbidas de la ansiedad
generalizada.
No obstante, en lo que refiere a la clínica de la ansiedad lo que podríamos llamar síndrome ansioso se puede
presentar principalmente bajo dos formas:
*Como un estado permanente de ansiedad ansiedad generalizada *Paroxística como un estado de crisis de
angustia
Resumiendo, se pueden dividir los trastornos de ansiedad en cuatro amplias categorías:
1-Trastornos de angustia y ansiedad: trastorno de angustia y trastorno de ansiedad generalizada
2-Trastornos fóbicos: agorafobia, fobia social y fobia específica
3-Trastornos obsesivos compulsivos
4-Trastornos por estrés post- traumático
Estableciendo aún, una distinción más específica, se pueden diferenciar diversas nociones en lo que refiere al
concepto de ansiedad, la cual podemos esquematizarlas en:
· Normal: la cual se explica por el estímulo desencadenante, por lo tanto es reactiva y existencial.
· Patológica: la que constituye en sí misma un sufrimiento, es una respuesta que termina por desadaptar al sujeto
en lugar de adaptarlo.
Por otra parte, también podemos establecer una diferencia entre la ansiedad:
· Primaria: es aquella que no deriva de otro trastorno psíquico u orgánico subyacente.
· Secundaria: la que se deriva o acompaña a enfermedades orgánicas o psíquicas.
Por su parte los trastornos por ansiedad conforman uno de los grupos más frecuentes dentro de las enfermedades
psiquiátricas, por lo que la asistencia a estos pacientes puede resultar altamente gratificante ya que estos
enfermos, cuyo sufrimiento es considerable, suelen responder positivamente a un tratamiento adecuado.
Como hemos expuesto a lo largo de estas líneas, las fobias de acuerdo a su grado de severidad, provocan una
cierta limitación en la vida de los sujetos que la padecen. Para la cual, la psicología cognitiva, desarrolló una serie
de técnicas de intervención que actúan a diferentes niveles dentro del sujeto y que por consiguiente resultan por
producir un quiebre en la conducta del sujeto.
Como fue señalado, la concepción acerca de las fobias distingue como síntoma fundante al miedo, vivido de
manera excesiva y persistente hacia un objeto o situación, el cual por su parte no representa un peligro objetivo,
real. Este miedo genera en la persona como respuesta, una cierta tendencia a evitar las situaciones que le
producen temor, aunque en líneas generales, quienes padecen este tipo de trastornos reconozcan que este miedo
es de origen irracional, por lo que frente al mismo nada pueden hacer. El temor, por su parte, puede disminuir,
teniendo en cuenta que quien lo padece debe encontrarse bajo circunstancias particulares, donde sienta y
permanezca en lo que él considere un "lugar seguro"; lo que por su lado, no es garantía de certeza, ya que aún
encontrándose en un sitio confortable; imagina que se encuentra frente a un peligro real, si tiene que enfrentar la
situación temida. (Cia 1994, Freud 1894)
Resulta dificultoso entonces, calcular la frecuencia que tienen las fobias en la población general, esto se debe a
que, por un lado quienes la padecen tienden a no decirlo o a considerarlas como parte de su ser; y por otro lado
no es una tarea sencilla para quien no está especializado en este tipo de problemáticas, establecer parámetros
diagnósticos entre lo que llamaríamos temores "normales" y temores de índole patológicos.
Sin embargo estadísticas realizadas en los Estados Unidos, según Robins y col. (1984) arrojan que uno de cada
nueve adultos padecen este trastorno y que comúnmente son algo más frecuentes en personas del sexo
femenino, que en el de sexo masculino.
En cuanto al espectro de posibles objetos o situaciones fobígenas, encontramos aquí dos posibles clasificaciones:
la primera, que afirma que es ilimitada la gama de situaciones y objetos posibles; y la segunda, fundamentada en
el material recogido del trabajo en el área clínica que supone un repertorio más acotado de fobias. Sostiene que
las mismas pueden ser o haber sido en alguna ocasión un estímulo potencialmente peligroso para el ser humano.
Esta teoría fue formulada por Seligman (1971) y es posible de ser aplicada para las fobias específicas a: los
animales pequeños, heridas o enfermedades, tormentas, agua, alturas, gente desconocida o extraña, por
extensión puede aplicarse también a la fobia por encontrarse lejos de un refugio o lugar seguro o sentirse
desprotegido; aquí también se incluyen: el miedo a volar, a navegar, a todas aquellas cuestiones que refieren
enfermedad como por ejemplo, miedo a las agujas, etc.
En líneas generales, lo habitual es que las fobias se vayan desarrollando gradualmente, para lo cual Lang (1968)
sistematizó los síntomas propios de las fobias; lo que permite una identificación segura de los mismos y el
establecimiento de un diagnóstico correcto y en cuestiones de tiempo más temprano. Estableció para tal función
una clasificación de los síntomas en tres tipos:
1. Síntomas Fisiológicos: son aquellos que comprenden todas las sensaciones producidas por una súbita activación
del sistema neurovegetativo al entrar en contacto o aproximarse al objeto o situación temida. Suelen ser
frecuentes y característicos en la claustrofobia, pudiendo asociarse a un ataque de pánico; estos son:
palpitaciones, espasmos del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca, sudoración, temblor o sacudidas,
disnea, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad,
mareo desmayo, parestesias escalofríos o sofocaciones.
2. Síntomas Comportamentales: en este tipo de trastorno, los síntomas más frecuentes son tratar de huir o de
escapar a la situación temida. Con lo cual es habitual que aparezcan sensaciones de desrealización o
despersonalización, que el sujeto se quede paralizado, o con la sensación de volar.
3. Síntomas Cognitivos: aquí se incluyen todo tipo de pensamientos subjetivos de carácter negativo y catastrófico,
confirmatorios para el individuo de la propia incapacidad de actuar en esa situación. Se asocian a sentimientos de
temor, vergüenza, rabia, impotencia, ideas de muerte, miedo a perder el control o a volverse loco.
Esta categorización establecida por Lang, conforma el conjunto sintomático con que el sujeto de características
fóbicas responderá de manera desproporcionada a la fuente objetiva de peligro, de esta manera los síntomas
pueden fluctuar juntos o separados, con la predominancia de algún grupo específico de ellos, lo que dependerá en
cada caso de las características particulares del individuo. Dicho de otro modo, esta situación le otorga un perfil
característico a la secuencia sintomática de quien padece este trastorno. Por lo tanto al responder el individuo con
este tipo de reacciones ya sean de índole fisiológicas, comportamentales o subjetivas; se va generando un círculo
vicioso que se autoperpetúa aumentando cada vez más la relación a las respuestas sintomáticas.
Asimismo, diversos factores intervienen para el mantenimiento en el tiempo de una fobia, por un lado y como ya
han sido mencionadas, las reacciones subjetivas, en la cual no solo encontramos pensamientos confirmatorios del
tipo "voy a perder el control" o "no voy a poder afrontarlo" sino también, pensamientos anticipatorios a posibles
consecuencias como por ejemplo "nadie me va a ayudar si me descompongo" o "voy a paralizarme", conformando
la ansiedad anticipatoria el síntoma primordial puesto en escena, que resuelve impracticable cualquier clase de
salida operativa, al ir de alguna manera bloqueando y restringiendo todo accionar en el futuro inmediato. De este
modo se incorporan a este repertorio de respuestas las conductas de evitación, reacción primaria y fundamental,
que actúa como factor de perpetuación de los miedos, dado que al no afrontarlos, el sujeto termina por no
aprender que el objeto o situación temida, no conforman de hecho una fuente amenazadora o de peligro como él
supone. Por último se encuentran lo que denominamos factores externos, conformados por el vínculo de
dependencia que se genera entre quien lleva este padecimiento con sus allegados, junto con los cuidados que va
requiriendo y recibiendo por parte de los mismos.
Frecuentemente se observa este tipo de conductas por ejemplo cuando su entorno comienza a realizar actividades
por ellos para evitarles el encuentro con la situación temida, de manera que se establecen relaciones de tipo
simbióticas, las cuales se van transformando en muletas permanentes, y pasan a conformar ingredientes
fundamentales en el mantenimiento de una fobia.
Como ha sido mencionado, la fobia es un miedo intenso, persistente e irracional hacia un objeto, situación o
actividad específica, debido al cual el individuo lleva una vida limitada. Con otros términos, puede definirse de
igual forma como un conjunto de reacciones, producto del encuentro de un sujeto frente a un objeto o situación
que le infunde miedo.
El miedo por su parte, se define como una experiencia desagradable en la que se comprometen sentimientos de
temor, malestar, preocupación, angustia y ansiedad, acompañados de una inestabilidad física muy intensa. El
mismo puede surgir como una reacción frente a un peligro real, o como respuesta a un peligro imaginario. En su
expresión normal, el miedo constituye un elemento fundamental en el aprendizaje de la conducta, y constituye un
excelente mecanismo defensivo del individuo. Por lo tanto, los miedos o temores normales constituyen señales de
alarma que, tienden a evitar situaciones presumiblemente peligrosas. Tal es así que el miedo a una explosión o a
una intoxicación, hacen que el individuo cierre la llave del gas; el miedo a un accidente en la vía pública provoque
una conducción cauta y prudente, etc (Gotilla 2004).
El miedo y fobia entonces, se diferencian fundamentalmente en su intensidad y en sus repercusiones.
En condiciones normales, el miedo suele aparecer ante circunstancias que objetivamente representan algún
peligro real, su repercusión en el estado anímico de quien lo sufre generalmente guarda proporción con el peligro
que se corre. Por el contrario, la persona que padece un trastorno como puede ser una fobia, siente una sensación
de miedo bastante más intensa, que no guarda relación con el objeto que lo produce.
Existe también una tercera distinción, las crisis de angustia, las cuales se caracterizan por la aparición súbita de
episodios, temporales y aislados, que cursan con una gran inquietud, miedo o malestar intensos. Se inician
bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros diez minutos. Se acompañan entre otros síntomas
de una gran descarga neurovegetativa, agobio, vivencia de muerte, de pérdida de control, etc. Su duración no
sobrepasa los 15-30 minutos, por lo tanto, si el cuadro se cronifica puede instaurarse un estado permanente de
angustia con ansiedad expectante, conductas anticipatorias y de evitación junto con un trasfondo desde el punto
de vista emocional, del tipo depresivo. Ocasionalmente pueden coincidir en su primer episodio con alguna
enfermedad orgánica que se esté padeciendo, o asimismo pueden desencadenarlas el excesivo consumo de
cafeína, ejercicio físico o consumo de tóxicos.
Este desarrollo por lo tanto, nos permite evaluar y diagnosticar presuntivamente de acuerdo a la sintomatología
que presente el sujeto, si no encontramos frente a un paciente con características fóbicas o frente a un sujeto que
esta atravesando una crisis de angustia. A partir de lo cual, nos resta especificar las diferentes posibilidades que
existen a manera de intervención.
Retomando en este punto, los desarrollos sobre la resonancia nuclear magnética encontramos lo que
denominamos las contraindicaciones, dentro de las cuales podríamos establecer dos grandes categorías: una de
ellas es la que corresponde a todas aquellas cuestiones vinculadas con las prácticas médicas específicas, como es
el caso de los marcapasos, los implantes metálicos o los clips cerebrales. La segunda categoría es la que
comprende a las vicisitudes psíquicas, y es en este punto donde nos detendremos a analizar qué es lo que ocurre
frente al surgimiento de una fobia y cuáles serían las maniobras posibles de establecer para cumplimentar un
estudio como la RNM.
Para lo cual encontramos de acuerdo a la observación cotidiana de los pacientes que, frente a la situación de
tener que realizarse una resonancia nuclear magnética existen diferentes tipos de comportamientos en los
mismos, lo que nos permite agruparlos de la siguiente manera:
· Pacientes que manifiestan verbalmente no sufrir claustrofobia, previo a la realización del estudio y que lo
efectúan normalmente
· Pacientes que manifiestan no sufrir claustrofobia previa a la realización del estudio y cuando visualizan el equipo
se niegan a practicarse la RNM
· Pacientes que manifiestan no padecer claustrofobias previa realización del estudio, se acuestan en la camilla se
los ingresa al tubo y en ese momento deciden no realizar el estudio.
· Encontramos también los que en idénticas circunstancias al ítem anterior comienzan con el estudio y
promediando el mismo deciden darlo por finalizado por no poder resistir más la sensación de encierro
· Pacientes que desde la prescripción médica deciden no realizarse el estudio por padecer claustrofobia.
Ahora bien, de acuerdo a esta clasificación nos surgen diferentes interrogantes, a saber: ¿a qué hacen referencia
las diferentes actitudes qué toman los pacientes frente a la resonancia nuclear magnética?, una explicación
sencilla sería aseverar que responden a un cuadro psicopatológico como es el caso de las fobias.
Pensando entonces, la clasificación anterior con relación a los pacientes como consecuencia de la realización de
una resonancia nuclear magnética, veamos en qué situaciones nos encontramos con un paciente fóbico y en
cuales otras con un sujeto que al practicarse una resonancia nuclear magnética, produce como respuesta frente a
la misma el miedo y en circunstancias más comprometidas pueden concluir en una crisis de angustia.
Como sabemos, aquellos pacientes a los cuales se les prescribe una resonancia nuclear magnética y que en
circunstancias previas fueron diagnosticados bajo las características de una fobia, por consecuencia se negarán a
llevar a cabo este examen. Sin embargo en sujetos que no presentan este diagnóstico y que sí acceden a la
práctica de una RNM les sucede frecuentemente que por diversos factores no pueden dar por finalizado este
estudio.
Analizando específicamente cada caso de los anteriormente mencionados, podríamos establecer que dentro de los
pacientes que manifiestan no sufrir claustrofobia previa a la realización del estudio y cuando visualizan el equipo
se niegan a practicarse la RNM y los que manifiestan no padecer claustrofobias previa realización del estudio, se
acuestan en la camilla se ingresa al tubo y en ese momento deciden no realizar el estudio, marcarían dos
circunstancias en las cuales la respuesta asociada a la conducta tomada por el paciente, está en el orden de lo
que definimos como miedo: experiencia desagradable en la que se comprometen sentimientos de temor,
malestar, preocupación, angustia y ansiedad, acompañados de una inestabilidad física muy intensa en este caso
en particular como respuesta a un peligro imaginario.
No obstante aquellos pacientes que aceptan la prescripción médica, ingresan al equipo, comienza el estudio y en
medio de esta lo interrumpen, con frecuencia es porque comienzan a cursas una crisis de pánico. Tal es así que la
interrupción del estudio se produce por una reacción brusca del lado del paciente, con gritos desesperados de
ayuda, golpes a los costados del equipo resonador, pataleos, y respuestas por parte de su sistema
neurovegetativo, los cuales de acuerdo a como ha sido manifestado en la definición de la crisis de angustia,
culminan varios minutos después de que el paciente fue retirado del centro del tubo. Frecuentemente esto ocurre
en estudios neurológicos como es el caso de los exámenes de cerebro, donde se le coloca al paciente una bobina,
la cual imita un casco de motocicleta y se lo ingresa hasta el centro del tubo. Situación que remite a una
sensación de encierro que consecuentemente provoca la interrupción del estudio.
Por lo tanto frente a estas circunstancias debemos planear estrategias de prevención y de acción para operar
satisfactoriamente con sujetos que reúnen ciertas características. Una posibilidad por consiguiente es la aplicación
de técnicas cognitivas adaptadas a la situación específica de la resonancia nuclear magnética.
Esta aplicación se pone de manifiesto con las diferentes intervenciones que a continuación describiremos:
1. Desensibilización sistemática: previamente a la realización del estudio, se le pide al individuo relajado que
realice una presentación jerárquica de estímulos fobígenos imaginarios cada vez más intensos, y luego es invitado
a afrontar en la realidad las situaciones desensibilizadas, que han perdido o atenuado su carácter ansiógeno.
2. Luego se puede continuar con técnicas de exposición: exposición que debe ser graduada, repetida y
prolongada. Para lo cual se puede efectuar una exposición gradual en imaginación, evocando la escena ansiógena,
para luego pasar a la vía final que sería la exposición gradual "in vivo". En este caso una vez que el paciente se ha
expuesto de manera imaginaria al resonador, se lo invita a ir al contacto con el mismo, se lo acuesta en la camilla
y se le coloca la bobina sin realizar el estudio todavía.
3. Es importante reforzar el concepto de la psicoeducación, donde daremos al individuo, explicaciones acerca de la
naturaleza de la ansiedad y del pánico y especialmente poner el acento en la no peligrosidad de los síntomas
fisiológicos, en caso de que ellos aparecieran durante la realización del estudio. En este punto es de suma
importancia recalcar al paciente que, en todo momento del otro lado de la sala del resonador, tanto el técnico
radiólogo como el médico de la consola pueden verlo y escucharlo. Por tal motivo, se le brinda al paciente un
llamador que debe tener entre sus manos durante la duración del examen y que al presionarlo será asistido de
inmediato.
4. Se le aconseja también que utilice técnicas de distracción mediante focalizar la atención a un objeto y
describirlo con lujo de detalles, visualizar recuerdos placenteros e imágenes de desempeño positivo y eficaz en
diferentes situaciones pasadas, activar viejas fantasías, recordar melodías, etc.
5. Se pueden facilitar también, técnicas de control respiratorio: donde se le enseña al sujeto a controlar su ritmo
respiratorio, con lo cual se reducen sus síntomas de pánico. Se lo va instruyendo para que pueda retardar
progresivamente su ritmo, hasta hacerlo descender en los ciclos respiratorios.
6. Para lo cual, las técnicas vagales, son igualmente útiles ya que se utilizan para la reducción de la frecuencia
cardiaca. En este caso le solicitaremos que si teme la irrupción de una crisis, durante 4 ó 5 segundos efectúe una
hiperventilación abdominal hinchando el vientre, o que intente soplar cerrando la boca y obturando las fosas
nasales. Por lo que al ser repetida varias veces, dada su eficacia, permite al individuo descubrir un medio rápido
para controlar su taquicardia y palpitaciones.
No obstante estas estrategias, existen también estadísticas donde según Greenberg (1985), aproximadamente
una de cada veinte personas necesita un sedante para mantener la calma en la realización de este tipo de
prácticas. Actualmente, gracias a los avances de la tecnología muchos pacientes evitan este problema porque el
examen es posible de ser realizado en máquinas más modernas con un diseño que recibe el nombre de
"resonador a cielo abierto", el que por sus características no presenta la forma de un tubo, sino que es
simplemente una camilla con un brazo que se extiende a unos 20 cm por encima de esta.
Por otro lado y aplicando el concepto de entorno social, algunos centros de diagnóstico permiten un acompañante
en la sala de la resonancia nuclear magnética, lo que le posibilita al paciente mantener la calma, ya que como
sabemos este acompañante funciona a manera de objeto contra-fóbico, cuya función es la de apaciguar los
niveles de angustia y ansiedad que le provoca a quien acompaña la situación temida. A punto tal, que es
frecuente que las salas de espera de aquellos sitios donde se encuentra ubicada la resonancia nuclear magnética
estén plagados de gente, sin embargo pocos de los que allí se encuentran serán a sometidos a esta práctica de
diagnóstico por imágenes.
El tratamiento de los Trastornos por Ansiedad
Una vez atravesada la situación de la resonancia nuclear magnética, en un paciente al que le fue indicado el
diagnóstico de trastornos por ansiedad, o fobias, debe concurrir a un profesional de la salud para el tratamiento
de la misma.
Como primera aproximación a la descripción del tratamiento propuesto, comenzaremos delimitando los objetivos
de la terapia cognitiva; la cual tiene como eje principal el ayudar al paciente a reconocer y detectar cuales son sus
procesos de pensamientos, para luego corregir o reestructurar sus distorsiones, con lo que con el transcurrir de
las sesiones logrará una perspectiva más objetiva de las situaciones que lo rodean. Resulta de gran importancia
esta concepción en relación a las metas del tratamiento, ya que como modelo dentro de la psicología, la terapia
de orientación cognitiva no presenta como objetivo el suprimir una secuencia conductual disfuncional o patológica,
sino que se empeña en enseñar al individuo nuevas secuencias no patológicas que resulten incompatibles con la
continuidad del trastorno que padece en este momento; además de ser asimiladas éstas como un nuevo
repertorio de recursos disponibles, dentro del conjunto de la personalidad.
Por lo tanto, para trabajar con trastornos por ansiedad, el terapeuta se esforzará en comunicar claramente el
modelo cognitivo desde la primera sesión, y lo irá reiterando a lo largo de la terapia, mediante el uso de
diagramas sencillos. De esta manera lo que se trata de buscar mediante esta exposición o socialización del
modelo es de ir diferenciando los síntomas fisiológicos, de los cognitivos, como así también los emocionales y
comportamentales.
Con lo cual consecuentemente, es frecuente que el paciente dirija al terapeuta la pregunta de ¿cuánto tiempo
habrá de durar el tratamiento? En respuesta a este interrogante Beck (1985) responde diciendo, que se tratará de
un tratamiento breve o a corto plazo, de 5 a 20 sesiones de 1 a 2 horas semanales; lo que le servirá al paciente
para desalentar la dependencia y favorecer la autosuficiencia del mismo. Asimismo, este modelo considera útil
contratar previamente al inicio del tratamiento un número específico de sesiones, una vez evaluado el caso, para
de esta manera prevenir deserciones tempranas, como así también prolongaciones innecesarias del tratamiento;
lo que terminaría por generar una dependencia del paciente hacia el terapeuta.
Es necesario entonces, para que el tratamiento sea efectivo que el paciente logre sentirse lo suficientemente
cómodo, cálidamente acogido y contenido, como para hablar abierta y honestamente de cosas que ha sido
reticente de contar a otras personas.
Por lo tanto debemos asegurarnos según este marco de trabajo, una relación terapéutica sincera, comprensiva y
empática, lo que facilitará el establecimiento de un rapport adecuado y de una alianza terapéutica efectiva para
trabajar en equipo y resolver los problemas.
Es frecuente que los profesionales que trabajen mediante este modelo, propongan lo que Beck (1985) llamó el
método socrático. Este implica que el terapeuta incita al cuestionamiento del paciente, procurando expandirse
más allá del pensamiento del mismo, con preguntas como; -"¿qué tengo para perder y ganar en esta nueva
situación que debo afrontar?", "¿qué sería lo peor que puede sucederme?", o, "¿qué puedo aprender de esta
experiencia?". De esta manera la terapia cognitiva se convierte en estructurada y directiva, adaptando estas
pautas a la personalidad del paciente, dado que una persona dependiente requiere más estructuración en un
tratamiento y alguien más independiente menos estructuración del mismo. Para lo cual utiliza procedimientos
estandarizados como:
· Establecer en forma conjunta con el paciente una agenda para cada sesión, con lo cual irá preguntando qué
problemas específicos serán encarados en la misma, y planeando las tareas para el hogar, estableciendo en ellas
prioridades a resolver y resumiendo las más importantes.
· Desarrollar un plan específico para cada paciente, en primer término aliviándole los síntomas para luego poder ir
enseñándole a reconocer sus pensamientos automáticos y distorsionados. Como última etapa, se le enseña a
identificar y modificar sus creencias disfuncionales o irracionales subyacentes a sus preocupaciones más
relevantes.
· Focalizar la terapia en la resolución de problemas presentes, mediante en un comienzo ayudar al paciente a
identificarlos, por ejemplo a partir de sus quejas, las cuales muchas veces son vagas o poco precisas. Este
proceso incluye una serie de pasos que a continuación describiremos:
1. En primer lugar conceptualizar cuáles son los problemas del paciente y qué significan estos para él 2.
Continuando con la elección de una estrategia o plan, así como también de tácticas y técnicas para el abordaje de
los mismos
3. De esta manera comprobar la efectividad de los métodos implementados
4. Y finalmente ayudar al paciente a recuperar la confianza en sí mismo y en sus propios recursos autocurativos.
No obstante, una de las premisas de la terapia cognitiva es que un individuo que desarrolla un trastorno por
ansiedad, no es a raíz de motivaciones inconscientes, sino porque ha aprendido maneras inadecuadas de manejar
sus experiencias vitales. Por lo tanto, mediante la implementación de una práctica orientada, se pueden aprender
modos más efectivos de autoconducir la vida.
Fundamentos teóricos del tratamiento
Del mismo modo, los desarrollos del modelo cognitivo se fundamentan en el razonamiento inductivo y en la
investigación empírica, donde se comprueban o revisan las hipótesis planteadas.
De esta manera, los pacientes son instruidos para verificar y pensar sus problemas de manera científica. Así el
paciente va probando cada hipótesis, y monitoreando al mismo tiempo sus pensamientos en esa situación
específica, con la ayuda de su terapeuta. Es importante entonces, saber que las personas que sufren de este tipo
de trastornos decodifican la información que reciben en términos de peligroso - no peligroso. Por lo tanto la
terapia cognitiva busca con sus fines flexibilizar y ampliar el abanico de significados posibles, lo que se logra
mediante el trabajo del paciente junto con el terapeuta, donde a través de las sesiones y de las tareas que realiza
en su casa, se entrena en detectar sus pensamientos y en reconocer su estilo propio de atribución de significados,
para de esta manera poder reemplazar o modificar aquellos que no resultan útiles para mejorar su calidad de
vida.
Generalmente la terapia cognitiva es acompañada con un tratamiento de orientación comportamental. Tal es así,
que el tratamiento comportamental de las fobias se desarrolló a partir de los hallazgos de la psicología
experimental, en particular de los trabajos de Wolpe (1958,1961) sobre la desensibilización sistemática.
Con lo cual, este tipo de terapia se basa en la hipótesis de que la mayoría de las conductas consideradas
"anormales", así como las "normales" son aprendidas; por lo tanto mediante esta consideración lo que no se ha
aprendido bien y si mal, puede ser desaprendido y reemplazado por un nuevo aprendizaje más adecuado. De esta
manera, lo que se logra es que el paciente, pueda ir afrontando las situaciones en lugar de evitar las cosas
temidas, mediante la utilización de técnicas de exposición graduada. Asimismo el paciente tiene entonces, la
oportunidad de aprender qué situación no es de hecho peligrosa, o tan atemorizante como pensaba, siempre y
cuando logremos revertir su tendencia a escapar, o a evitarla.
Como mencionábamos anteriormente, esta terapia está diseñada para extinguir o reducir la ansiedad, el miedo y
la evitación, exponiendo sistemáticamente a los pacientes a estímulos fobígenos, donde la labor del terapeuta
debe cobrar gran valor ya que es al que le corresponde convencer e ir animando al paciente, a involucrarse en
situaciones largamente temidas y desagradables.
Haremos referencia entonces, a la llamada exposición sistemática. Esta técnica consiste en afrontar algo que
viene siendo evitado por el paciente, porque le genera miedo y ansiedad. En el caso de este trabajo y cómo ya ha
sido mencionado hay que tener en cuenta que para que esta exposición sea más efectiva, ésta debe ser
graduada, repetida y prolongada, incluyendo tareas claramente diseñadas y especificadas. El paciente, debe
entonces confeccionar una lista con todas las cosas o situaciones que evita, y luego ordenarlas en una escala o
jerarquía graduada, de acuerdo al miedo que le producen.
El primer afrontamiento a realizar, debe ser lo suficientemente fácil como para que el paciente se anime a
intentarlo, pero lo suficientemente duro o difícil como para generarle algún miedo o ansiedad, ya que si una tarea
no produce ansiedad no resulta útil para la mejoría, quizás porque no brinda un contexto adecuado para el nuevo
aprendizaje. Los primeros afrontamientos deben repetirse frecuente y regularmente hasta que provoquen poca o
ninguna ansiedad, como sería en el casi específico del resonador nuclear magnético, recién entonces se encara y
repite el procedimiento con la siguiente tarea de la lista, para ascender el peldaño en la jerarquía de temores.
Cada afrontamiento progresivo debe prolongarse hasta que la ansiedad comience a ceder, cuanto más tiempo y
frecuencia se le dedique a estas tareas, más rápida será la mejoría.
A medida que el tratamiento va progresando, el paciente es invitado a asumir un rol más activo, en una
interacción colaborativa. Todos los procedimientos son abiertos y explicados claramente al paciente, quien es
invitado incluso en más de un oportunidad a leer manuales o capítulos que le conciernan sobre las estrategias
terapéuticas empleadas. El terapeuta se ofrece como modelo, admite sus errores, no se ubica ni se coloca en un
rol superior, de maestría, sino una actitud próxima, igualitaria, que propicie la autoobservación y la
autocorrección.
De esta manera, las personas van significando permanentemente al mundo, etiquetando cada hecho, donde al
incorporar los nuevos datos a los esquemas ya existentes; genera así un diálogo interno, donde va realizando
interpretaciones de lo que ve, lo que oye, juzga los acontecimientos como buenos, malos, temibles o agradables y
predicen si pueden serles inofensivos, peligrosos o agradables. Por lo tanto la función como profesionales de la
salud será la de colaborar con el paciente de manera activa y directiva, para que este de una nueva significación
más adecuada a la situación que en este momento debe atravesar.
Conclusiones
De acuerdo a lo expuesto a lo largo del presente escrito se arriban a las siguientes conclusiones:
En primera instancia, sabemos que es frecuente que quien deba practicarse una resonancia nuclear magnética, se
cuestione acerca de ella y de esta manera de curso al incremento de un desarrollo interno que proporcionará
datos para sus fantasías con relación a este examen. Por lo tanto, cuando un sujeto se acerca a la sala de espera
para realizarse este estudio, trae consigo datos adicionales que terminan por entorpecer la dinámica establecida
por la institución.
Generalmente y como consecuencia del manejo de la información, muchos de estos pacientes manifiestan su
deseo de practicarse la resonancia nuclear magnética en equipos de diseño abierto con antelación, pese a que el
médico ejecutante refiera a la diferencia en el resultado de las imágenes en equipamientos de estas
características, en relación con equipos de diseño cerrado. No obstante esta situación, los pacientes deciden de
todas formas practicarse el examen en equipos de diseño abierto, debido a manifestar su temor a la posible
respuesta frente a la situación de encontrarse varios minutos recostado en un equipo cerrado. Sin embargo, la
implementación de este tipo de diseños, es decir los llamados "resonadores a cielo abierto", en determinados
sujetos resulta no ser suficiente para prevenir el posible surgimiento de una crisis de angustia, presentándose
dificultades de índole emocional que concluyen en la interrupción del estudio. En este punto es donde la
intervención del psicólogo como profesional de la salud se hace necesaria, en primer lugar establecer un
diagnóstico de situación, en el cual se pueda diferenciar si nos encontramos frente a una situación que por
características defensivas del propio sujeto le provocan como respuesta el miedo, en segundo término, si este
temor que sugiere el paciente en un comienzo puede desencadenar una crisis de angustia; o finalmente si
estamos frente a un sujeto que padece una fobia.
Creemos que aún frente a un sujeto con características fóbicas, los desarrollos que ha hecho la psicología
cognitiva, nos permiten en la actualidad operar de manera rápida y efectiva. Resolviendo situaciones que
requieren una intervención inmediata, donde no solo está en riesgo la salud física del paciente, sino también
aquellas cuestiones que por algún motivo despiertan como señal de alarma respuestas de angustia o ansiedad.
Por lo tanto es posible pensar una modalidad de abordaje de este tipo de pacientes, que permita el encuentro
progresivo con la situación temida, tal como lo plantea la desensibilización sistemática, lo cual nos ofrecerá como
resultado, que quién deba practicarse como en este caso una resonancia nuclear magnética, llegue a ella
habiendo tramitado la mayor cantidad de temores potenciales o reales vinculados al estudio.
El logro de este objetivo será posible, mediante una intervención activa no solo del psicólogo, sino también de
todos aquellos agentes intervinientes al momento de la realización del estudio. De esta manera se genera un
ámbito de acción interdisciplinario, entre médicos, técnicos, psicólogos y personal administrativo que operan con
la condición "objetos contrafóbicos" evacuando y conteniendo las dudas del paciente, que como mencionamos en
párrafos precedentes, llega a la situación de la resonancia magnética con datos que frecuentemente difieren de la
realidad objetiva y que terminan funcionando como obstáculos. Hacemos referencia en este punto, a la inclusión
del personal administrativo como parte de un equipo interdisciplinario de una institución que efectúa este tipo de
prácticas, ya que quienes se desempeñan este puesto tienen que estar debidamente capacitados con relación a
las dudas que generalmente presentan los pacientes, pues es frecuente que los mismos mientras completan los
formularios con su historia clínica, consulten al personal administrativo sobre cómo es el equipo, cuánto tiempo
dura el estudio, etcétera, situación que allana el trabajo que luego deberán hacer los profesionales de la salud.
De todas formas y como hemos descripto a lo largo del presente escrito, no debemos olvidarnos que en la
construcción como sujeto intervienen no solo el plano biológico y psíquico sino también el social, que en el caso
de este tipo de trastornos cobra gran interés. Por lo tanto es de gran utilidad ofrecerle a quién se realiza una
resonancia nuclear magnética, la posibilidad de ser acompañado por alguien de su entorno que funcione a manera
de apaciguador de su angustia y contenedor de la misma.
De esta manera, creemos que operando desde todos los ámbitos posibles con un paciente, nos enfrentamos a un
menor riesgo de surgimiento de una fobia, sin embargo en el caso de la aparición de la misma producto de algún
disparador dentro del contexto de la resonancia nuclear magnética; forma parte de la ética como profesionales de
la salud el indicar al paciente a manera de intervención la consulta a un profesional capacitado en el área para el
tratamiento de la misma. Considerando la situación de un profesional que aborde este tipo de problemáticas
desde una mirada que se dirija hacia los orígenes y las causas del trastorno vivido en la actualidad, tal como lo
plantea Freud (1894) como en el caso de las series complementarias.
Si bien en este desarrollo nos detenemos casi exclusivamente, en lo que el DSM IV describe como fobias
específicas, siguiendo esta línea de pensamiento nos surge la inquietud acerca de cuáles serían los posibles
comportamientos como consecuencia de la práctica de una resonancia nuclear magnética en otras categorías
diagnósticas de los trastornos por ansiedad, y por consiguiente si potencialmente el resonador, con las
características físicas que presenta, podría funcionar como disparador del comienzo de una crisis de
angustia .Dejamos entonces, abierto estos interrogantes para ser resueltos en futuras investigaciones.
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