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Modelos animales de agresión patológica.

Autor/autores: Juan Antúnez , Mercedes Martín-López, José Navarro
Fecha Publicación: 11/11/2011
Área temática: .
Tipo de trabajo: 

RESUMEN

Un modelo puede definirse como la creación de una situación similar a un entorno natural para, así, poder estudiar las conductas típicas en este tipo de ambientes garantizando la validez ecológica. Los modelos animales de agresión constituyen una herramienta de gran utilidad a fin de conocer los sustratos de las conductas agresivas normales y patológicas, ya que replican situaciones naturales capaces de originar diversas formas de la conducta agresiva. En este trabajo se exponen los más destacados modelos de agresión patológica, clasificados en tres grupos: modelos de manipulación ambiental, modelos basados en la manipulación del individuo y modelos basados en la genética. Asimismo, se describen brevemente los pasos a seguir para poder desarrollar cada modelo, así como sus ventajas e inconvenientes.


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Antúnez JM. Psiquiatria.com. 2011; 15:56.
http://hdl.handle.net/10401/4799

Revisión teórica
Modelos animales de agresión patológica
Juan Manuel Antúnez1*, Mercedes Martín-López2, José Francisco Navarro3.

Resumen
Un modelo puede definirse como la creación de una situación similar a un entorno natural para,
así, poder estudiar las conductas típicas en este tipo de ambientes garantizando la validez
ecológica. Los modelos animales de agresión constituyen una herramienta de gran utilidad a fin
de conocer los sustratos de las conductas agresivas normales y patológicas, ya que replican
situaciones naturales capaces de originar diversas formas de la conducta agresiva. En este
trabajo se exponen los más destacados modelos de agresión patológica, clasificados en tres
grupos: modelos de manipulación ambiental, modelos basados en la manipulación del individuo
y modelos basados en la genética. Asimismo, se describen brevemente los pasos a seguir para
poder desarrollar cada modelo, así como sus ventajas e inconvenientes.

Recibido: 03/09/2010 ­ Aceptado: 25/11/2010 ­ Publicado: 11/11/2011

* Correspondencia: navahuma@uma.es
1,2y3 Departamento de Psicobiología, Facultad de Psicología. Universidad de Málaga, España

Psiquiatria.com ­ ISSN: 1137-3148
© 2011 Antúnez JM, Martín-López M, Navarro JF.

Antúnez JM. Psiquiatria.com. 2011; 15:56.
http://hdl.handle.net/10401/4799

Introducción

Agresión normal vs agresión patológica
La agresión normal es definida por Moyer1 como aquella conducta manifiesta que
implica la intención de infligir daño a otro organismo, ya sea a nivel físico y/o psicológico. Por
tanto, es una conducta básica que implica un alto coste y está presente en toda clase de animales
sin importar el tamaño ni el nivel de desarrollo cerebral. Este tipo de conductas abarcan toda la
escala evolutiva, pues va desde las anémonas hasta los humanos, pasando por ciervos volantes,
ranas, varanos, gallos y cebras, entre otros. Sin embargo, el hecho de que sea una conducta
básica no la exime de conllevar una comunicación mediante señales (amenaza vs. ataque) así
como una serie de mecanismos destinados a inhibirla. Debido a su histórica omnipresencia, así
como a que es una conducta empleada para garantizar la supervivencia del individuo, del grupo
y de la especie, la agresión es considerada un fenómeno normal y, por ende, adaptativo.
La agresión patológica es un término que surge al observar la existencia de diversas
características agresivas llevadas al extremo, con la consecuente pérdida de función
comunicativa así como con una desinhibición importante, transformándose en una conducta
desadaptativa y, por tanto, patológica. A la hora de considerar una conducta agresiva como
patológica se han propuesto cuatro criterios definitorios2,3. En la Tabla 1 se exponen los criterios
así como las diferencias entre los dos tipos de agresión.

Agresión normal

Agresión patológica

Relación proporcional entre provocación y agresión

Si

No

Alteración de los patrones o reglas conductuales de la
especie

No

Si

Sensibilidad a las señales sociales del oponente

Si

No

Frecuencia e intensidad de la agresión

Baja

Alta

Tabla 1. Criterios diferenciales entre agresión normal y patológica.

Medidas de agresión
En las investigaciones sobre agresión con modelos animales existe una tradición
consistente en emplear medidas cuantitativas tales como la latencia, la frecuencia y la duración
de los ataques del animal hacia su oponente. Sin embargo, estas medidas son consideradas
insuficientes a fin de revelar la magnitud de la conducta agresiva en multitud de ocasiones,
especialmente cuando las agresiones son muy desviadas. Ante este tipo de manifestaciones
agresivas, el análisis de la secuencia conductual podría ser bastante más informativo que los
datos de frecuencia, latencia y duración de los ataques. Así, se han sugerido medidas que
podrían ser más clarificadoras y descriptivas4, como las de amenaza/(ataque y persecución)
(T/AC), las tasas de ofensa/retirada (O/W), la dependencia del contexto y los análisis de primer
orden de cadena de Markov.

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Modelos de agresión patológica
Kaplan5 considera, en sentido amplio, que un sistema A es un modelo para el sistema B
si el estudio del sistema A resulta de utilidad a fin de comprender el sistema B sin tener en
cuenta las conexiones directas o indirectas entre A y B. En un sentido más estricto, este autor
indica que los modelos son isomorfos entre sí, de modo que ambos sistemas presentan la misma
estructura. Un modelo animal con relevancia biológica y/o clínica en las neurociencias de la
conducta es un organismo vivo empleado para estudiar las relaciones cerebro-conducta bajo
condiciones controladas, con el objetivo final de conocer más, y establecer predicciones, acerca
de esas relaciones en humanos y/u otras especies estudiadas, o en la misma especie bajo
condiciones cambiantes para las cuales se haya desarrollado el estudio6.
Los modelos animales son herramientas de gran valor empleadas a fin de examinar una
conducta particular en una situación concreta. De este modo, los modelos de agresión patológica
recrean ambientes o estados con la intención de desencadenar manifestaciones agresivas
patológicas concretas. En el presente artículo se han clasificado los modelos de investigación de
agresión patológica más relevantes en cuatro grupos. En primer lugar, se encuentran los
modelos basados en la manipulación neurofisiológica del individuo, en cuyo seno se localizan
los modelos de agresión inducida por lesión y los modelos de agresión inducida por
estimulación. En segundo lugar se encuentran los modelos de manipulación ambiental, donde
se incluye tanto el modelo de instigación social como el modelo de agresión inducida por
frustración. El tercer grupo de modelos está formado por aquellos en los cuales la manipulación
farmacológica es el elemento central, donde se incluyen los modelos basados en la
administración de alcohol, aquellos en los que la agresión se induce mediante depleción
serotoninérgica y los modelos en los que la agresión aparece inducida por la presencia de bajos
niveles de glucocorticoides. Finalmente, el cuarto grupo de modelos está basado en la
manipulación genética de los individuos mediante la selección de cepas hiperagresivas o
extremadamente dóciles. En la Tabla 2 pueden observarse los modelos de agresión patológica
más empleados en la actualidad7.

Modelo
de
instigación
social

El ratón residente es expuesto en su
caja de residencia ante otro macho
de
similares
características
protegido por un cilindro de
policarbonato
perforado.
Posteriormente se realiza un
encuentro agresivo siguiendo el
modelo de intruso residente.

Aumento de frecuencia
de
ataque
y
disminución
latencia
de ataque y amenaza
lateral.

Fish et al. (1999); de
Almeida y Miczek
(2002); Centenaro et
al. (2008); nakamura
et al (2008).

Agresión
inducida por
extinción

El ratón residente es entrenado a fin
de lograr una recompensa. Previo a
un encuentro intruso-residente la
recompensa deja de ser presentada.

Aumento
de
la
frecuencia de ataques y
de la amenaza lateral.

De Almeida y Miczek
(2002);
Berkowitz
(1993).

Agresión
provocada por
administració
n de alcohol

Los animales reciben una dosis de
alcohol
(1g/kg)
por
vía
intraperitoneal u oral previo a un
encuentro intruso-residente.

La frecuencia de los
ataques aumenta en un
20% de la población.

Miczek et al. (1992,
1998, 2008); Miczek
y de Almeida (2001);
Fish et al. (1999).

Agresión
inducida

Se reduce la serotonina del animal
mediante
una
dieta
o
la

Aumento
de
la
conducta muricida y de

Kantak et al. (1980);

por

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depleción
serotoninérgic
a

administración de fármacos y, a
continuación, se realizan encuentros
agresivos siguiendo el modelo de
intruso-residente.

la agresión ofensiva.

Bell et al. (2001).

Agresión
provocada por
déficit
de
glucocorticoid
es

Los
animales
son
adrenalectomizados
y
se
les
implanta un dispositivo depot de
baja liberación de corticosterona.

Aumento
en
la
frecuencia de ataques,
amenazas y tasa de
ataques
en
zonas
vulnerables.

Haller et al. (2001).

Agresión
cepas
agresivas

Se seleccionan cepas de animales
extremadamente agresivas.

Aumento
de
la
frecuencia
de
los
ataques, muestras de
amenaza y ataques a
zonas
vulnerables.
Disminución
de
la
latencia de ataque y de
la receptividad ante
señales de sumisión.

Haller et al. (2006).

en

Tabla 2. Modelos de agresión patológica más empleados en la actualidad.

Modelos de manipulación neurofisiológica
Las manipulaciones neurofisiológicas, entre las que se encuentran la estimulación
eléctrica y las lesiones cerebrales, fueron los primeros métodos de investigación desarrollados a
principios del siglo XIX a fin de conocer los mecanismos cerebrales de la agresión. Gracias a
estos primeros modelos ha sido posible un incremento significativo, a lo largo del último siglo,
en la comprensión de los mecanismos neurales que controlan este tipo de conductas agresivas.
Modelo de agresión inducida por estimulación. La estimulación eléctrica de
determinadas zonas cerebrales puede provocar conductas agresivas muy similares a las
observables en situaciones de campo. Uno de los puntos fuertes de este tipo de modelo es que, a
diferencia de otros más naturales, (agresión inducida por aislamiento, agresión inducida por
frustración) no es sensible a ciertas variables intervinientes en dichos paradigmas (ansiedad,
miedo, sedación y desórdenes motores y/o sensoriales), reflejando directamente las propiedades
antiagresivas o proagresivas de ciertas sustancias. En cuanto a la validez, cabe decir que pese a
que este modelo no posee una gran validez predictiva, se ha observado que resulta de gran
utilidad a fin de determinar la forma en que los medicamentos logran sus efectos antiagresivos.
Modelo de agresión inducida por lesión. Otro de los métodos pioneros en el estudio de
la agresión basados en la manipulación neurofisiológica de los individuos fue el de la agresión
inducida por lesión7, donde el modo de proceder consistía en lesionar quirúrgicamente al sujeto
a fin de ver los efectos proagresivos o antiagresivos subsecuentes.

Modelos de manipulación ambiental
Modelo de instigación social. La instigación es definida en el diccionario de la Real
Academia Española como el hecho de incitar o provocar. Esta provocación se logra en roedores
mediante una breve exposición ante un potencial rival, lo que activa una serie de circuitos

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neuronales de estructuras límbicas que desencadenan un aumento de la frecuencia y una
disminución de la latencia de la agresión, pudiendo dar lugar a un "arousal" específico de la
agresión. Una vez que la agresión ha sido instigada se desarrolla un patrón muy particular en las
conductas del animal: aparece la conducta agresiva y desaparecen conductas de otros ejes de
funcionamiento general tales como conductas de alimentación y sexuales. Estudios realizados
por diversos autores8,9 encuentran que la mayoría de los individuos instigados se vuelven, al
menos, el doble de agresivos que en ausencia de dicha provocación.
En el campo de la instigación social en roedores podemos citar los trabajos de Fish et
al.11, de Almeida y Miczek9, Centenaro et al.10, y Nakamura et al.12. El objetivo de la investigación
de Fish et al.11 consistía en analizar y comparar los efectos de un agonista selectivo de los
receptores 5-HT1b sobre la agresión inducida mediante instigación social o mediante consumo de
alcohol. Para llevarlo a cabo realizaron, en primer lugar, evaluaciones de los ratones residentes
al confrontarlos ante intrusos. Posteriormente se realizaba una fase de adaptación mediante la
que se administraba una inyección oral a los animales 15 minutos antes del encuentro intrusoresidente. Los encuentros, que se produjeron entre las 9 y las 19 horas y se realizaban con
intervalos de 3-4 días, eran grabados durante 5 minutos a partir del primer ataque. Finalmente,
para estudiar a fondo la agresión inducida por instigación se introdujo al instigador en un
cilindro de policarbonato perforado de 18x6 cm. (instigador que se debía sustituir tras 2 ó 3
exposiciones ante un mismo residente), el cual se situaba en el centro de la caja del ratón
residente. Tras esto, se realizaba un test conductual en la jaula del residente o en un área
neutral. Durante la investigación realizaron alternancias entre pruebas con instigación y
pruebas sin instigación a fin de controlar posibles variables extrañas. Además, los autores
evaluaron la variable duración de la exposición (mediante instigaciones de 30 s., 2 y 5 min.), la
persistencia de la instigación (dejando una latencia de 0, 15 ó 16 min. entre la instigación y el
posterior encuentro) y la especificidad del estímulo instigador (donde se establecieron como
instigadores una cría de ratón, un ratón joven, una hembra embarazado no familiar y un cilindro
vacío. Los principales resultados indicaron que tras la agresión inducida por instigación se
produjo un aumento significativo de la frecuencia de ataques y de la amenaza lateral, así como
una disminución del "grooming", al comparar estos patrones con la línea base obtenida de los
encuentros en área neutral.
De Almeida y Miczek9 realizaron una investigación para analizar los aumentos de
conducta agresiva provocados por instigación social a fin de comparar los efectos de un agonista
de los receptores 5-HT1B sobre conductas agresivas normales en ratones macho, sobre la
agresión inducida por instigación y sobre la agresión inducida por frustración. Para llevar a cabo
la instigación se usó un cilindro de 19x6 cm. de policarbonato perforado que se situaba, con el
animal instigador en su interior, en el centro de la jaula residente durante 5 min.
Posteriormente, el residente era situado en un área neutral en la que se producía el
enfrentamiento agresivo durante 5 min. Estos enfrentamientos se realizaban con una frecuencia
de dos por semana, uno con instigación y otro sin instigación, a fin de controlar las variables
extrañas. Además, para cada instigación se empleaba un nuevo animal, y la caja de instigación
se lavaba tras cada prueba con una solución de alcohol al 20%. Estos autores encontraron que
en el área neutral disminuían tanto la latencia de ataque, como la frecuencia del mismo y la
amenaza lateral. Además, comprobaron que tras la instigación se produjo un aumento de los
elementos agresivos evaluados de entre un 120-540% respecto al nivel de agresividad presente
en los encuentros realizados en área neutral sin instigación.
En la investigación de Centenaro et.10 se utilizó el modelo de instigación social con el fin
de evaluar los posibles efectos antiagresivos de fármacos agonistas de los receptores 5-HT1A y 5HT1B. Para ello, realizaron una serie de encuentros agresivos de 5 min. de duración a fin de
establecer una línea base de la agresión. También se realizó una selección de individuos para el

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experimento, empleando como criterio la realización de más de 10 bocados durante estos
primeros encuentros. Tras sucesivos encuentros, se fue estabilizando la agresión de los ratones
residentes. Posteriormente, se realizó una primera instigación empleando el mismo método e
instrumentos de Fish et al.11. Tras esta primera instigación, se procedió a implantar una cánula
en la corteza ventral orbitofrontal izquierda para, posteriormente, poder administrar
microinyecciones de agonistas, antagonistas y vehículos a los individuos entre 15 y 30 min. antes
de la prueba conductual. En la prueba conductual, el modo de proceder era el siguiente: se
introducía el cilindro con el instigador en el centro de la jaula del residente durante 5 min. Tras
esto, se dejaban pasar otros 5 min. hasta el encuentro agresivo entre residente-intruso, el cual
tenía una duración de 5 min. Mediante este procedimiento, Centenaro et al.10 observaron
aumentos de la agresión (incremento de la frecuencia de ataque con bocados) en todos los
ratones al compararlos con su línea base, la cual correspondía a la media de los tres últimos
enfrentamientos mediante el paradigma residente-intruso.
Otro de los estudios a destacar en el campo de la instigación social es el de Nakamura et
al.12, dirigido a conocer los efectos del destete precoz sobre la agresión bajo dos condiciones de
estrés: el estrés social (instigación social) y el estrés ecológico (restricción alimenticia). Aquí,
tras una primera fase de adaptación en la que se realizan los primeros encuentros de residenteintruso, se van realizando encuentros cada tres días a fin de obtener una línea base, de la
conducta agresiva. Los animales eran asignados a una de las dos condiciones experimentales:
instigación social o privación de alimentos. A los animales instigados, que eran residentes de 12
semanas, se les introducían durante 5 min. instigadores que, a su vez, estaban en el interior de
una caja de plástico de 11,5x4,5x4,5 cm. con agujeros de 0,2 mm. Durante la instigación se
medían conductas de autoaseo, rearing, deambulación, escarbar y olfateo de la caja. Una vez
finalizada la instigación el mismo animal instigador se empleaba como intruso en el encuentro
agresivo y se realizaba la medición de las mismas conductas citadas previamente. Finalmente,
de cara a analizar los resultados obtenidos con las pruebas de instigación, se observó que los
ratones destetados a edad normal eran más agresivos tras la instigación, cosa que no ocurría con
los destetados a edad temprana.
Finalmente, como se señaló con anterioridad, conviene tener en cuenta que los niveles
de agresión evocados mediante el empleo de este modelo en las pruebas realizadas en jaula de
residencia son hasta un 200% mayores que aquellos suscitados mediante la realización de
encuentros en área neutral (50-40% menos).
Agresión inducida por extinción. La omisión de una recompensa esperada (frustración)
se asocia a diversas formas de agresión intrínsecas a todos los animales. De hecho, la presencia
de frustración previa a un encuentro agresivo podría duplicar la intensidad de la conducta
agresiva, dando lugar a un tipo de agresión anormal. Así, el empleo de la frustración o extinción
se ha revelado como un método eficaz a fin de elicitar conductas agresivas desviadas así como
una herramienta mediante la cual examinar los circuitos neuronales y receptores que son claves
en este tipo de manifestación conductual. Además, los modelos en que las conductas agresivas
son inducidas mediante frustración han demostrado niveles considerables de validez
farmacológica (predictiva) a fin de conocer los efectos antiagresivos de diversas sustancias tales
como la nicotina, los cannabinoides y drogas ansiolíticas, así como de cara al estudio de los
efectos proagresivos del alcohol3,4.
Un ejemplo de la metodología empleada en el desarrollo de un modelo de agresión
inducida por extinción está presente en De Almeida y Miczek9, donde al inicio de cada sesión se
introduce un panel experimental en el medio de la jaula del ratón y se fija a la pared con
tornillos. El panel contiene un sensor para tocar con el hocico (nariz) y un estímulo en forma de
luz a la derecha y a la izquierda, con un recipiente para entregar líquido y una luz en el centro de

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la jaula. El recipiente donde se libera el líquido se encuentra conectado a una jeringuilla (como
si fuera una bomba de agua). Los dispositivos del panel, así como la bomba, son controlados
mediante un ordenador. Una vez preparada la jaula para las sesiones experimentales se
estableció un programa de reforzamiento de razón fija 1 (RF1) durante los dos primeros días
donde se reforzó cada aproximación de hocico con la liberación de 0.05 ml de líquido con
sacarina (10%). En sesiones sucesivas la razón se fue incrementando de manera gradual hasta
llegar a 5 y, posteriormente, la solución de sacarina fue disminuyendo en concentración del 10%
hasta el 8%, 6% y, ocasionalmente, 4%. La adquisición de la respuesta de hociqueo se adquirió
en cuestión de minutos durante la primera sesión experimental en ratones a los cuales se les
había restringido la ingesta de líquido a 8 horas diarias y que, previamente, habían sido
expuestos a sacarina en el líquido que tenían para beber. Durante las primeras tres semanas, las
sesiones experimentales diarias duraron 30 minutos y, durante las cuatro semanas siguientes 15
minutos para, finalmente, pasar a durar 5 minutos. Una vez que la tasa de respuestas se volvía
estable, se estableció un programa de extinción dos veces por semana. Durante las sesiones de
extinción las respuestas de hociqueo se reforzaron sólo en tres ocasiones. Tras el tercer
reforzamiento, las conductas de hociqueo siguieron produciéndose durante un periodo de 5
minutos. Durante las sesiones de no extinción (RF 5) las conductas de hociqueo fueron
reforzadas mediante envíos de un 4% de solución de sacarina durante toda la sesión diaria de 5
minutos. Cinco minutos después del final de la sesión de extinción o no extinción, cada ratón
residente se somete a una prueba de agresión con un intruso. El panel de reforzamiento se
mantiene en la jaula y se introduce un intruso macho en la jaula del residente. Este tipo de
enfrentamientos se programó cada dos días, y la latencia de los golpes propinados durante el
primer ataque así como la frecuencia de los ataques se midieron durante 5 minutos. Tras tres
enfrentamientos seguidos, la conducta agresiva se volvía estable y no se veía alterada por la
administración de sacarina.

Modelos de manipulaciones neurofarmacológicas
En 1960 se empezaron a identificar los substratos neuroquímicos de la violencia. Las
bajas concentraciones de serotonina se ha asociado con una elevada expresión agresiva en
ratones, mientras que los niveles bajos del metabolito de la serotonina 5-HIAA se ha relacionado
con la violencia en humanos12-16. Recientemente, se están estudiando otros sistemas de
neurotransmisión que pudieran estar implicados en las conductas violentas, algunos de los
cuales se exponen a continuación.
Modelos basados en la administración del alcohol. El alcohol es una droga muy
vinculada con muchos tipos de conducta agresiva, pues está presente en más del 50% de los
crímenes violentos17 y en el 86% de los asesinatos18. Pese a esto, no queda claro por qué ciertos
individuos son propensos a la agresión potenciada por el consumo de alcohol y otros no. Por
otro lado, diversos aspectos ambientales, conductuales y neuroquímicos también son críticos de
cara a estudiar la forma en que la agresión se ve potenciada por la administración de alcohol.
Partiendo de estos datos, no resulta extraño sospechar que el consumo de alcohol puede estar
estrechamente relacionado con distintas formas de agresión normal y, sobre todo, patológica.
En base a esta hipótesis, diversos autores11,19-23 han desarrollado modelos de agresión patológica
inducida por el consumo de alcohol.
Uno de los modelos pioneros de agresión inducida por alcohol ha sido el de Fish et al.11,
desarrollado a partir de la idea de que los modelos de la agresión potenciada pueden ser
particularmente relevantes en la exploración de alternativas farmacológicas para el tratamiento
de los trastornos agresivos y del control de impulsos. En este caso, el objetivo de la investigación

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realizada se centraba en conocer y comparar los efectos de un agonista selectivo 5-HT1B en la
agresión patológica como resultado de la instigación social o del consumo de alcohol. En un
primer lugar, se realizaron pruebas mediante el paradigma intruso-residente a fin de obtener
conductas agresivas fiables, así como una línea base. Posteriormente, se administró la máxima
dosis efectiva de alcohol a los ratones (1 g/kg). Tras esto, se realizó una serie de encuentros
agresivos siguiendo el paradigma intruso-residente prestando especial atención a la frecuencia
de los ataques, criterio empleado posteriormente para clasificar a los individuos en tres grupos:
a) agresión potenciada por alcohol (APA), formado por aquellos animales que, tras la
administración del alcohol, superaron la frecuencia de ataques de la línea base en dos o más
desviaciones típicas (20-30% del total de la muestra); b) agresión no potenciada por el alcohol
(ANPA), formado por los individuos cuya conducta agresiva no se vio modificada por la
administración de alcohol no; y c) agresión suprimida por el alcohol (ASA), formada por
aquellos individuos cuya conducta agresiva se vio reducida tras la administración de alcohol.
Otra investigación relevante en el área de los modelos de agresión potenciada por
alcohol es la llevada a cabo por Miczek y de Almeida22, destinada a diseñar un nuevo dispositivo
capaz de proporcionar reforzamiento operante a determinadas respuestas mediante la
liberación de alcohol dulce en la jaula de residencia. Gracias a esto es posible observar la
conducta agresiva ante un intruso tras el consumo de alcohol, y demostrar la inhibición de la
agresión inducida por alcohol mediante la administración de un agonista de los receptores 5HT1B. Para lograr su objetivo, el primer paso consistía en reforzar a los ratones a fin de que se
consolidara la conducta operante de hociqueo en la palanca mediante la liberación de una
solución de sacarina de 0,05 ml al 10%. Posteriormente, se añadió alcohol a la solución para
que, finalmente, el animal experimental obtuviera una dosis de mantenimiento de 1 g/kg de
alcohol. Tras esto, y al finalizar las sesiones de reforzamiento operante, el panel de
reforzamiento se extraía de la caja de residencia y se establecía un intervalo temporal de 15
minutos tras el cual se introducía a un ratón intruso en dicha caja de residencia. El encuentro
terminaba a los 5 minutos del primer ataque o pasados 5 minutos en el caso de no haber ningún
ataque. En conjunto, los resultados obtenidos en dicha investigación coincidían con los
obtenidos por otros autores, confirmando los potentes efectos del alcohol en el incremento de la
conducta agresiva.
A partir del análisis de los resultados obtenidos en las diversas investigaciones, puede
observarse cierto efecto en forma de U invertida en la relación entre alcohol y agresión: así, todo
apunta a que son las dosis bajas-moderadas de alcohol las que poseen más efectos pro-agresivos
en ciertos individuos, entendidos estos como el 20-30% de la población. Una vez llegados a este
punto, y dada la variabilidad en la conducta agresiva inducida por alcohol en los diferentes
sujetos, los investigadores se están centrando en la investigación de las diferencias individuales
facilitadoras de la agresión inducida por un consumo moderado de alcohol que permitan
explicar dicha diversidad. Una de estas diferencias individuales determinantes podría ser la tasa
de producción de glucocorticoides, variable de la que se hablará posteriormente, pues se ha
observado una estrecha relación entre aquellos individuos que presentan agresión inducida por
alcohol y unos bajos niveles de glucocorticoides.
Agresión inducida por depleción serotoninérgica. Diversos estudios han sugerido una
relación causal entre bajos niveles de serotonina (5-HT) y conducta agresiva mediante el empleo
de diversos métodos tales como la restricción dietética del triptófano, que es un precursor de la
serotonina, la inhibición de la síntesis de serotonina mediante la administración de pclorofenilalanina (PCPA), que es un inhibidor del triptófano-hidroxilasa, y la destrucción de las
neuronas serotoninérgicas mediante la administración de la neurotoxina 5,7dihidroxitriptamina (5,7-DHT). Mediante estos métodos se ha observado que la supresión del
triptófano en roedores aumenta la agresión inducida por shock, así como la conducta

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muricida23-26. La agresión en humanos también se ha visto afectada por alteraciones
serotoninérgicas, pues primates y humanos con déficits de triptófano han llegado a manifestar
destacados comportamientos agresivos27-30. Esto también se ha visto en roedores31, así como un
incremento de la conducta muricida y la agresión ofensiva subsecuente a la administración de
PCPA.
A fin de ejemplificar uno de los diversos procedimientos, Kantak et al.24 diseñaron un
experimento en roedores con cinco grupos, cada uno con una alimentación diferente. Así, la
alimentación del primer grupo (CHOW) contenía un 0,28% de triptófano y un 23% de
proteínas; la alimentación del segundo grupo (DIET) tenía 0% de triptófano y 17% de proteínas;
el tercer grupo (CHOW + 5% TRP) se alimentó de lo mismo que el primero, pero con un 5% más
de triptófano; el cuarto grupo (DIET + 0,15% TRP) siguió la alimentación del segundo, pero con
un 0,15% más de triptófano que éste; y, finalmente, el quinto grupo (DEPRIVED) se alimentó de
3 gramos/día de CHOW a fin de que la pérdida de peso coincidiera con la de los ratones
alimentados con DIET. Tras 10 días de aislamiento, los cinco grupos de dietas comenzaron para,
posteriormente, terminar junto al experimento el día 30. Había un total de 16 ratones por cada
grupo. Llegado el día 28, parejas de ratones de cada grupo fueron sometidos a encuentros
agresivos en una caja neutral, donde se grabó durante 15 minutos prestando especial atención a
la latencia del ataque. El día 29 se seleccionaron ratones de manera aleatoria para enfrentarlos
en una caja neutral a un grillo. En este enfrentamiento se estudiaba el ataque predatorio y se
prestaba especial atención a la latencia de ataque. En conjunto, los autores encontraron que una
dieta baja en triptófano resultaba en una reducción de la agresión inducida por aislamiento y en
un incremento de la agresión predatoria a los grillos. En este caso, los resultados no coincidian
con lo hipotetizado por la mayoría de los autores: una relación entre bajos niveles de serotonina
y elevadas manifestaciones agresivas.
Modelo de agresión inducida por bajo nivel de glucocorticoides. La agresión mantenida
se ha relacionado con bajas concentraciones y baja variabilidad de los glucocorticoides en niños
con trastornos de conducta así como en sujetos con trastorno de personalidad antisocial32-38.
Estos datos sugieren que estas formas desviadas de agresión se relacionan con una
hipofuncionalidad del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HHA). De hecho, hallazgos similares
han servido como argumentos para la teoría del hipoarousal de la conducta criminal violenta.
Además, la asociación entre una hipofuncionalidad del eje HHA y conductas agresivas desviadas
se ve apoyada por el hecho de que los delitos corrientes no se ven, necesariamente,
correlacionados con bajos niveles de cortisol plasmático; mientras que la agresión en individuos
psicológicamente sanos sí se encuentra estrechamente correlacionada con un aumento de
cortisol en plasma32-38.
En roedores, los estresores sociales previos a un encuentro agresivo así como los
glucocorticoides administrados en el hipotálamo o por vía sistémica facilitan la conducta
agresiva. Por otro lado, el aumento de las oscilaciones en los glucocorticoides durante las fases
diurnas y ultradianas induce aumentos en la agresividad de los ratones adultos. Esta evidencia
implica que las bajas concentraciones y la baja variabilidad de glucocorticoides podría afectar a
la conducta agresiva también en roedores. Sin embargo, son pocas las investigaciones
destinadas a conocer los efectos producidos por bajas concentraciones de glucocorticoides
sobre la agresión en roedores de laboratorio. En el caso de los humanos, las medidas de
glucocorticoides se han realizado a posteriori, lo que ha limitado la posibilidad de establecer
relaciones directas entre conducta y estados hormonales durante un conflicto.
Una de las investigaciones más destacadas en el campo de estudio de los bajos niveles de
glucocorticoides y la agresión es la realizada por Haller et al.39, en la que se pretende conocer la
relación entre las bajas concentraciones basales de glucocorticoides y la conducta agresiva en

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ratas de laboratorio. En este caso, las bajas concentraciones basales de glucocorticoides se
inducen mediante una adrenolectomía (extirpación de las glándulas adrenales) y la posterior
implantación de un dispositivo depot de liberación de corticosterona a niveles bajos, lo que dará
lugar a bajas concentraciones de corticosterona, así como una reducida variabilidad en las
fluctuaciones de los niveles de corticosterona. La conducta agresiva desarrollada por estas ratas
se comparada, posteriormente, tanto con ratas también operadas pero con fluctuaciones
normales en los niveles de glucocorticoides, como con ratas adrenalectomizadas a las que se
inyectó corticosterona. Los autores observaron que la frecuencia de ataques y amenazas, así
como la cantidad de ataques hacia zonas vulnerables del oponente fue significativamente mayor
en las ratas adrenalectomizadas, por lo que podría concluirse que un sistema adrenal hipoactivo
es capaz de inducir formas desviadas de agresión en ratas macho.
Otra investigación relevante y reciente en este campo de los modelos animales de
agresión patológica es la realizada por Tulogdi et al.40, en la cual se estudia cómo la agresión
patológica inducida por bajos niveles de glucocorticoides se relaciona con los patrones neurales
característicos de la agresión predatoria. Para ello, 28 ratas fueron sometidas a una
adrenalectomización (con implantación depot de corticosterona) o a una falsa operación,
siguiendo el procedimiento empleado por Haller et al.39. Los autores confirmaron los resultados
obtenidos por investigaciones previas, apreciándose un incremento significativo en la tasa de
ataques dirigidos hacia zonas vulnerables del oponente, así como un decremento de las señales
sociales.

Modelos basados en la genética
Modelo de investigación con cepas agresivas. La genética brinda a los investigadores
otro método de estudio de las conductas agresivas patológicas, un método en el que se pueden
seleccionar cepas animales extremadamente agresivas, por un lado, y poco agresivas, por otro.
Las cepas de ratones más agresivas son la SAL (short attack latency), TA (Turku aggressive) y
NC900, mientras que las cepas LAL (long attack latency), TNA (Turku Non-aggresive) y NC100
son las menos agresivas. Entre las cepas más agresivas hay diferencias en cuanto al contexto,
estructura y otras medidas de agresión. En las Tabla 3, 4 y 5 se muestran las diferencias entre las
cepas SAL, TA y NC900 en relación al contexto, estructura y otros parámetros,
respectivamente4.

SAL

NC900

TA

Macho inmóvil

Baja

Baja

Baja

Macho anestesiado

Baja

Alta

Alta

Hembra observando

Alta

Alta

Alta

Tabla 3. Comparación de las cepas agresivas en función del contexto. Las medidas hacen
referencia al grado de inhibición presente.

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SAL

NC900

TA

Exploración social

Muy bajo

Alto

Bajo

Tasa T/AC

Bajo

Variable

Bajo

Muestras de amenaza

Alto

Alto

Alto

Sensibilidad a señales de sumisión

Muy bajo

Moderado

Moderado

Tabla 4. Comparación de las cepas agresivas en función de la estructura.

SAL

NC900

TA

Transiciones conductuales anormales

No

Si

No

Magnitud

Muy alta

Moderada

Alta

Arousal (Latencia de ataque)

Muy baja

Baja

Baja

Tabla 5. Comparación de las cepas agresivas en función de otros parámetros

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Antúnez JM. Psiquiatria.com. 2011; 15:56.
http://hdl.handle.net/10401/4799

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Antúnez JM. Psiquiatria.com. 2011; 15:56.
http://hdl.handle.net/10401/4799

Trabajo seleccionado para su publicación en la revista Psiquiatria.com, de entre los presentados al XII
Congreso Virtual de Psiquiatría Interpsiquis 2011.

Cite este artículo de la siguiente forma (estilo de Vancouver):
Antúnez JM, Martín-López M, Navarro JF. Modelos animales de agresión patológica.
Psiquiatria.com [Internet]. 2011 [citado 11 Nov 2011];15:56. Disponible en:
http://hdl.handle.net/10401/4799

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