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No esperar nada para tenerlo todo, o cómo disfrutar las vacaciones sin decepciones



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Noticia | 11/08/2020

¡Ay, el verano! Cuando los días se entremezclan unos con otros y mostramos los brazos y las piernas bronceadas y brillantes. Los amores estivales, los atardeceres en la playa, las pecas que nacen por la nariz y aguantan hasta los últimos días de octubre. Los cielos luminosos que nos evocan a cuando somos felices. O eso es lo que nos hacen (o nos hacemos creer). Porque, ¡oh, el verano! Cuando hace tanto calor que no puedes casi pensar, pasas las interminables jornadas frente a un incómodo ventilador y no dejas de ver fotos en las redes sociales de los paraísos en los que la gente pasa los días de calor, mientras tú te cueces en la ciudad trabajando.


Hay pocas cosas que idealicemos más que el verano; todo nos invita a ello: las vacaciones, el buen tiempo, poder pasar tiempo con nuestra familia y amigos. Pero, a la hora de la verdad, casi siempre llegamos al otoño decepcionados, pues no se han cumplido nuestras expectativas. ¿Qué son las expectativas? Es la cuestión que plantea Raquel Artuch, profesora del máster en Psicopedagogía de UNIR y experta en resiliencia. La docente explica que una expectativa es lo que esperamos de algo, y en el caso del verano, casi siempre pecamos y las formamos. «Si he tenido suerte, y he pasado veranos pasados muy placenteros, estas vivencias harán que nos formemos ciertas ilusiones con lo que está por venir», comenta. También, habla del deseo, de lo que queremos, algo que formamos a través de la información que recibimos del exterior. «Las películas y series, los libros, incluso los anuncios de televisión, nos muestran muchas veces versiones, en este caso del verano y las vacaciones, que son eso, ficción», dice la profesora.


El imperativo de «disfrutar»



La psicóloga Sara Prieto, de Centro TAP, añade que, con la importancia actual de las redes sociales, se refuerza esta visión idealizada del verano y de lo que «se debe» disfrutar. «Esto ocurre con casi cualquier concepto relacionado con el bienestar (amor, amistad o familia), ya que los medios, en general, solo suelen mostrar el lado amable de ese concepto pero no el resto de elementos que lo componen y su complejidad», apunta la psicóloga.


Es el verano el momento del año en el que, generalmente, proyectamos más expectativas. Comenta Sara Prieto que esto suele ocurrir ya que es el periodo en el que, con normalidad, se tienen vacaciones y podemos descansar más y hacer cosas un poco distintas. «En el verano a veces se da una lucha entre lo que queremos y lo que sucede; ahí nace la frustración. Y es que nos olvidamos de que podemos pasar unas vacaciones muy placenteras sin ir a ningún lugar, disfrutando de lo que tenemos cerca», añade Raquel Artuch que explica que nosotros tenemos que trabajar para evitar estas expectativas muchas veces imposibles: «Debemos desajustar lo que esperamos de lo que podemos hacer, para así poder relajarnos y disfrutar».


No esperar nada para tenerlo todo


Si, aun sabiéndolo, no hemos podido evitarnos crear estos anhelos veraniegos, ya que, dice la psicóloga Sara Prieto, es «inevitable que en nuestra cabeza se formen una serie de expectativas de lo que esperamos del verano», también debemos saber cómo gestionar la posterior decepción. «Por un lado, es importante intentar tachar todos los elementos que supuestamente debe tener un "buen verano" y centrarnos en el presente para permitirnos disfrutar verdaderamente», explica la psicóloga, que por otro lado, recomienda cuestionarnos si ese listado de actividades o características (las expectativas) son realistas y si encajan con nuestros gustos, personalidad y necesidades. «Ajustar de manera adecuada lo esperado, dejando siempre una parte al azar o misterio de lo que nos pueda pasar, serán los ingredientes más interesantes para que podamos disfrutar del verano», concluye.



Los amores de verano


Nos lo cantan en las canciones, nos lo cuentan en las películas... hay pocas cosas más «romantizadas» que los idílicos amores de verano. Nos trasladan a la adolescencia, a no tener ataduras y hacer un poco «el loco» durante unos meses sin después tener que enfrentarse a las consecuencias. «Este concepto nos lleva de nuevo al recuerdo de los veranos de nuestra infancia y adolescencia donde en muchas ocasiones se dan los primeros amores» explica la psicóloga del Centro TAP, Sara Prieto.


Pero, esto no es ocurre solo con los adolescentes, pues a veces, aunque ya estemos en la edad adulta, seguimos deseando un amor veraniego. «El hecho de estar de vacaciones en un lugar ajeno, nos puede generar una sensación de libertad, ya que nadie nos conoce y podemos ser quien queramos» apunta, y continúa relatando que, en muchos casos, las personas se dan permiso para hacer y descubrir facetas de su personalidad que por diversas razones no están tan presentes en su vida cotidiana. «Esto aumenta el bienestar de las personas y coincide con el establecimiento de estos vínculos estivales», dice Prieto.

Fuente: ABC
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