La investigación fue realizada con más 10.000 personas, y también halló que el riesgo genético para la soledad está relacionado con el neuroticismo o inestabilidad emocional y los síntomas depresivos. Dirigido por el profesor de psiquiatría de la UCSD, Abraham Palmer, el estudio aparece explicado en la revista Neuropsychopharmacolog
Palmer y su equipo señalan que, así como el dolor físico nos impulsa a cuidar de nuestro cuerpo físico, la soledad -provocada por una diferencia entre las relaciones sociales deseadas por un individuo y las que este individuo en realidad tiene- es parte de un sistema biológico de alerta que ha evolucionado para avisarnos de amenazas o de daño a nuestros cuerpos sociales. Pero no todo el mundo percibe la soledad de la misma manera.
"Entre dos personas que tengan el mismo número de amigos y familiares cercanos, puede haber una que sienta que su estructura social no es adecuada, mientras que la otra siente que sí", explica Palmer en un comunicado de la UCSD. "Y eso es lo que entendemos por predisposición genética a la soledad', sigue diciendo el investigador.
Lo que Palmer y su equipo querían averiguar es por qué, genéticamente hablando, una persona tiene más probabilidades que otras de sentirse sola, incluso en la misma situación.
La heredabilidad de la soledad ya había sido examinada antes en estudios con gemelos y otros con niños y adultos. Por ejemplo, en una investigación realizada hace unos años por la Universidad de Chicago (Estados Unidos) y la Universidad de Amsterdam y la Vrije Universiteit de Holanda, se estableció con gemelos que existen elementos genéticos que determinan, además de una serie de características físicas, nuestra manera de relacionarnos con los demás.
A partir de este y otros análisis, se había tratado además de identificar los genes específicos que contribuyen a la soledad. Estos estudios se centraron en genes relacionados con ciertos neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina, u otros sistemas celulares asociados con el apego humano, tales como la oxitocina. Sin embargo, explica Palmer, todos estos trabajos han estado siempre basados en muestras limitadas de personas.
En sus recientes investigaciones, Palmer y su equipo han utilizado una muestra mucho más amplia, ya que han analizado la información genética y la salud de un total de 10.760 personas de 50 años o más. Los datos de estos individuos estaban recogidos en el llamado Health and Retirement Study, que es un estudio longitudinal sobre salud, jubilación y envejecimiento patrocinado por el National Institute on Aging at the National Institutes of Health de EEUU.
Los resultados obtenidos revelaron que la soledad o tendencia a sentirse solo durante toda la vida (en lugar de sólo de vez en cuando debido a las circunstancias) es un rasgo moderadamente heredable, esto es, está influido por la genética en entre un 14 y un 27%.
Los investigadores también determinaron que la soledad hereditaria viene vinculada a otras características anímicas y mentales, como una propensión al neuroticismo (a largo plazo, tendencia a tener un estado emocional negativo) o a padecer síntomas depresivos.
Finalmente, se halló una evidencia más débil que sugiere vínculos entre la soledad hereditaria y la esquizofrenia, el trastorno bipolar y el trastorno depresivo severo; y, a diferencia de lo hallado en estudios anteriores, no se encontró relación alguna entre la soledad y algunos genes específicos, tales como los que codifican la producción de dopamina u oxitocina en el organismo.
Aún así, Palmer y el equipo trabajan ahora para encontrar un indicador genético -una variación genética concreta- que permita a conocer nuevos datos sobre los mecanismos moleculares que influyen en la soledad.
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