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La afluencia de sangre al cerebro de los varones disminuye después de la pubertad

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Noticia | 28/05/2014
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porte sanguíneo al cerebro de los hombres es menor en comparación con el que reciben las mujeres, pero se desconoce exactamente cuándo se inician esas diferencias. Durante al infancia la cantidad de sangre que llega al cerebro es similar en niños y niñas y se sospechaba que una etapa crítica para ese cambio podía ser la adolescencia, y en concreto la pubertad.

Ahora una investigación publicada en (PNAS) confirma esa hipótesis: El flujo sanguíneo cerebral empieza a diferenciarse en ambos sexos al final de la pubertad. A partir de ese momento, en las chicas crece, mientras que en los varones disminuye.

Estas diferencias, aseguran los investigadores de la facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), podrían ayudar a entender la distinta predisposición según el género a padecer trastornos psiquiátricos que comienzan en la adolescencia, como ansiedad o depresión (más frecuentes en mujeres) y esquizofrenia (con mayor prevalencia en los hombres).

El flujo sanguíneo, también llamado perfusión, es fundamental para la fisiología de cualquier órgano y en especial del cerebro. Este órgano, aunque sólo representa el 2% del peso corporal, recibe el 15% de la sangre que expulsa el corazón cada minuto (gasto cardíaco). Y durante la infancia la perfusión cerebral presenta sus mayores tasas, acorde con un cerebro en desarrollo.

Hasta ahora se habían llevado a cabo pocos estudios para conocer la variación de este parámetro cerebral en niños y adolescentes, debido a que requería métodos invasivos. Sin embargo, el avance de la resonancia magnética permite ahora obtener imágenes del flujo sanguíneo sin necesidad de inyectar un contraste. Esta nueva técnica se denomina perfusión cerebral sin contraste (ASL: Arterial Spin Labelling).

Los investigadores de Pensilvania utilizaron esta técnica con 922 chavales con edades comprendidas entre 8 y 22 años. Los participantes forman parte de un estudio más amplio (9.500 jóvenes) denominado “Cohorte de neurodesarrollo de Philadelphia”, una iniciativa de investigación financiada por los Institutos de la Salud Estadounidenses (NIMH) para estudiar la interacción entre cerebro, comportamiento y genética.

En esta iniciativa colaboran el Laboratorio de Comportamiento del Cerebro de la Universidad de Pensilvania y el Centro de Genómica Aplicada del Hospital de Niños de Filadelfia, y está dirigida por Raquel E. Gur, de la Universidad de Pennsylvania, y Hakon Hakonarson, del Hospital de Niños de Filadelfia (CHOP).

Precisametne Gur lidera el estudio publicado ahora en PNAS que confirma la existencia de diferencias asociadas a la edad en la cantidad y la localización de la circulación cerebral entre hombres y mujeres, con disminución del flujo sanguíneo a un ritmo similar antes de la pubertad y una notable divergencia a mitad de la pubertad.

Alrededor de los 16 años, mientras que los valores de perfusión cerebral siguen disminuyendo con la edad en los varones, en las mujeres aumentan. Como consecuencia las féminas tienen un aporte sanguíneo al cerebro notablemente más alto que los hombres al final de la adolescencia.

La diferencia entre hombres y mujeres es más marcada en las partes del cerebro críticas para el comportamiento social y la regulación de las emociones, como la corteza orbitofrontal. Los investigadores especulan que tales diferencias podrían estar relacionadas con la mayor destreza de las mujeres en el aspecto social y emocional. Potencialmente, estos efectos también podrían estar relacionados con el riesgo más alto de mujeres a padecer trastornos como depresión y ansiedad, y un mayor riesgo de esquizofrenia en los hombres.

Este es, aseguran los autores, el mayor estudios de perfusión cerebral llevado a cabo hasta la fecha y demuestra por primera vez que los patrones de desarrollo de la perfusión cerebral son distintos durante la adolescencia en chicos y chicas, debido en parte a los efectos de la pubertad.

«Estos resultados nos ayudan a entender el desarrollo neurológico normal y podría ser un paso hacia la creación de "tablas de crecimiento" normalizadas para el desarrollo del cerebro en los niños. Estos resultados también muestran lo que todo los padres saben: niños y niñas crecen de manera diferente, algo que se aplica al cerebro también», explica Theodore D. Satterthwaite, profesor asistente en el departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Pensilvania. "Ojalá algún día esas tablas de crecimiento permitan la identificación de los chavales que se salen del perfil de desarrollo anormal del cerebro mucho antes de que se produzca un trastorno psiquiátrico", concluye.

No obstante, los investigadores reconocen que su trabajo, aunque pionero, tiene algunas limitaciones, como la carencia de datos del nivel de hormonas circulantes y el hecho de que se trate de un estudio transversal, en el que falta el seguimiento de los participantes a lo largo del tiempo.

Para acceder al texto completo es necesario consultar las características de suscripción de la fuente original: http://www.pnas.org

 
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Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)

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