INTRODUCCIÓN
Una de las clasificaciones de más interés acerca de los factores de estrés por su carácter operativo en la práctica y en la investigación, es la realizada por González de Rivera (por ej. 1989,1991). Clasifica a éstos en función del lugar de entrada psicopatogenético y su grado de participación en la respuesta de estrés, definiendo tres tipos de factores:
a.- Factores internos de estrés
Se engloban dentro de estos factores a las variables del propio individuo directamente relacionadas con la respuesta de estrés del individuo. Un ejemplo de este tipo de factor lo constituye el denominado Índice de Reactividad al Estrés, que se define por el conjunto de pautas habituales de respuesta cognitiva, emocional, vegetativa y conductual ante situaciones percibidas como potencialmente nocivas, peligrosas y desagradables (González de Rivera, 1981).
b.- Factores externos de estrés
Hacen referencia a los estresores medioambientales que pueden sobrecargar los mecanismos de defensa y regulación homeostática del individuo. Un ejemplo característico de estos factores lo constituye el índice de sucesos vitales caracterizado a partir de la Escala de Sucesos Vitales de Holmes y Rahe (1967).
c.- Factores moduladores
Están constituidos por variables tanto del medio ambiente como del individuo que no están en relación directa con la respuesta de estrés, pero que actúan condicionando, modulando o modificando la interacción entre factores externos y factores internos de estrés.
Dentro de estos factores moduladores, se pueden señalar a variables como el apoyo social, determinados estados afectivos y variables de personalidad, tal como el locus de control.
LA REACTIVIDAD AL ESTRÉS
Como bien señala González de Rivera (1991), el estrés de cualquier forma como se defina, implica que el organismo con sus características peculiares características de reacción (factor interno) es afectado, y responde a un estímulo, entorno o situación determinado (factor externo). Es decir, en el estudio del estrés, existe una reacción del organismo que ha de ser estudiada.
Si bien Selye (1956) ha estudiado las respuestas del organismo definiendo el estrés como la respuesta inespecífica del organismo ante cualquier demanda que se le haga y describiendo el conocido Síndrome de Adapatación General, lo cierto es que existe una escasez con respecto a la medición de los factores internos de estrés (González de Rivera, 1991). Otros autores como Schlesinger y Revitch (1980) señalan de igual forma que la relación del estrés interno con otros aspectos o variables como la violencia o el crimen, no ha sido del todo elaborada por la dificultad de la medición objetiva de los factores internos de estrés. González de Rivera (1990) ha desarrollado el cuestionario Índice de reactividad al estrés (IRE), que intenta establecer una medida de la forma de reaccionar habitual y peculiar de las personas ante situaciones de estrés. Es decir, este instrumento de medida cuantifica las pautas de respuesta cognitiva, emocional, vegetativa y conductual de las personas ante situaciones de estrés.
Los estudios sobre el constructo de la reactividad al estrés comienzan a finales de la década de los 70, desarrollándose primeramente un cuestionario con 25 respuestas ante el estrés (IRE-25), para finalmente ampliarse a 32 (IRE-32). Si bien en un primer momento, los estudios acerca de la reactividad al estrés fueron meramente descriptivos (véase González de Rivera, 1981; González de Rivera, Morera, Sanchís y Sánchez, 1983), posteriormente se ha efectuado un gran desarrollo en el estudio de este factor, bien en relación a su efecto de factor modulador sobre el efecto del factor sucesos vitales sobre la predisposición a la patología médica (González de Rivera, Morera y Monterrey, 1989), bien en relación a su propia definición como constructo (Bulbena, Martín-Santos, González de Rivera y González-Pinto, 1991; Monterrey, González de Rivera, De las Cuevas y Rodríguez-Pulido, 1991), bien en relación a diversas patologías y a diferentes constructos pertenecientes o no a la psicopatología (Morera y González de Rivera, 1983; González de Rivera y Morera, 1984; Morera, Gracia y González de Rivera, 1986; De las Cuevas, González de Rivera y Monterrey, 1989; Henry, González de Rivera, De ls Cuevas, González, Gracia, Abreu, Rupérez y Garzón, 1991; González-Pinto, Yllá, Ballesteros, Bulbena, González de Rivera, Zupiria e Iturriaga, 1994; Vizán, Gracia, Henry y González de Rivera, 1994; González de Rivera, De las Cuevas y Monterrey, 1995), bien en relación al estrés laboral (De las Cuevas, González de Rivera, De la Fuente, Alviani y Ruiz-Benítez, 1997; Hernández, Romero, González de Rivera y Rodríguez-Abuín, 1997), o bien en relación al cambio experimentado por procesos psicoterapéuticos (Henry, González de Rivera, De las Cuevas, González, Gracia, Abreu y Rupérez, 1994).
Por lo tanto, desde estos estudios se ha indagado en la importancia de la reactividad al estrés como factor interno predisponente al padecimiento de diversa patología médica y psicológica, más allá de la presencia o ausencia de estresores externos que sobrecarguen las capacidades asimilativas y de integración de las personas.
REACTIVIDAD AL ESTRÉS Y PSICOPATOLOGÍA
Al relacionar el constructo de reactividad con la psicopatología se pueden señalar cuatro grupos de trabajos:
a.- Un grupo de estudios sobre la relación predictiva o predisponenete de la reactividad al estrés con respecto a determinados trastornos psicopatológicos como por ejemplo la depresión (Morera, Gracia y González de Rivera, 1986) o la esquizofrenia González de Rivera, De las Cuevas y Monterrey, 1994).
b.-Un segundo grupo que estudia la reactividad al estrés como factor predisponente a determinadas patologías somáticas. (González de Rivera, De las Cuevas, Fernández, Monterrey, Rodríguez-Pulido y Gracia, 1989; Henry, González de Rivera, De las Cuevas, González, Gracia, Abreu, Rupérez y Garzón, 1991; Gonzalez de Rivera, De la Hoz, Rodríguez-Abuín y Monterrey, 1998; Rodríguez-Abuín, González de Rivera, Hernández, De la Hoz y Monterrey, 1999).
c.- Otros estudios han pretendido analizar la acción conjunta de factores internos y externos de estrés, en particular sobre el efecto de la reactividad al estrés como variable moduladora del efecto de los sucesos vitales estresantes en la salud física y psíquica (por ejemplo, González de Rivera, Morera y Monterrey, 1989).
d.- Finalmente, otro grupo de estudios estudia las relaciones entre la reactividad al estrés y dimensiones de psicopatología, en diferentes muestras clínicas y de la población general (Hernández, Rodríguez Abuín y González de Rivera, 1996; Rodríguez-Abuín, 1999).
He aquí algunos hallazgos sobresalientes de estos trabajos:
1.- El Índice de Reactividad al Estrés (IRE), en sus subescalas, presenta diferencias significativas entre diferentes grupos clínicos (González de Rivera, de las Cuevas y Monterrey, 1994). Los pacientes esquizofrénicos presentan el IRE-cognitivo más alto y el IRE-vegetativo más bajo comparándolo con grupos de pacientes neuróticos y depresivos. Los pacientes depresivos, por el contrario, presentan un patrón inverso: IRE-vegetativo más alto e IRE-cognitivo más bajo.
2.- Existen altas correlaciones entre el IRE-global y los síntomas depresivos en pacientes depresivos (Morera, Gracia y González de Rivera, 1986).
3.- En pacientes asmáticos crónicos , se ha encontrado un IRE-global y un IRE-vegetativo muy elevados, significativamente mayores que en la población general (Henry, González de Rivera, De las Cuevas, González, Gracia, Abreu, Rupérez y Garzón, 1991).
4.- En pacientes con Disfunción Témporo-Mandibular, se han encontrado unos IRE-global y en el resto de sus subescalas significativamente mayores que los de la población general, aunque menores que los de muestras clínicas psiquiátricas (Rodríguez-Abuín, González de Rivera, Hernández, De la Hoz y Monterrey, 1999).
5.- El IRE en combinación Índice de Sucesos Vitales de Holmes y Rahe, tiene una mayor predictividad teórica de la susceptibilidad a enfermar, que si se tienen en cuenta ambos indicadores independientemente.
6.- El IRE-global y las subescalas y las dimensiones de psicopatología del SCL-90R de Derogatis presentan correlaciones positivas altamente significativas entre todas las variables en muestras clínicas de pacientes psiquiátricos o en pacientes con disfunción témporo-mandibular. En muestras de población general no clínica, las correlaciones están presentes, aunque con menor frecuencia y grado de significación estadística (Rodríguez-Abuín, 1999).
7.- Estudios factoriales muestran una diferente organización de la reactividad al estrés y dimensiones de psicopatología según la muestra sea clínica psiquiátrica, de disfunción témporo-mandibular (DTM) o de población normal (Rodríguez-Abuín, 1999). Mientras que en muestras de pacientes psiquiátricos, los factores que se forman correlacionan tanto con dimensiones de psicopatología como de reactividad al estrés, en las otras muestras, existe un factor que correlaciona altamente con la reactividad al estrés independiente de las dimensiones de psicopatología. En la muestra de pacientes de DTM, existe, en particular, un factor que vincula las dimensiones de somatización y ansiedad al IRE-vegetativo.
CONCLUSIONES
Los datos expuestos sugieren lo siguiente:
-La reactividad al estrés constituye un factor inespecífico de vulnerabilidad a la patología psiquiátrica y somática.
-Es útil su cuantificación a través del cuestionario Índice de reactividad al estrés, tanto en la población general como en poblaciones clínicas.
-El conocimiento de la organización de las variables de reactividad al estrés junto con las dimensiones de psicopatología en las diferentes muestras clínicas permite, por una parte, comprender sus relaciones y los posibles factores psicopatogenéticos y mantenedores de trastornos somáticos y psicológicos; por otra, la puesta en marcha de intervenciones psicoterapéuticas adecuadas.
- En particular, en pacientes con DTM, parece útil la intervención en la patología articular a partir de métodos psicoterapéuticos que disminuyan la reactividad al estrés vegetativa, por su vinculación con las dimensiones de somatización y ansiedad.
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