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13/10/2016
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ong>Resumen
Hace unos años la revista Adicciones titulaba uno de sus editoriales ¿Por qué es tan difícil legislar sobre alcohol en España? (Rodríguez-Martos, 2007) denunciando lo incomprensible que resulta el no regular adecuadamente para prevenir el alcoholismo en nuestro país, especialmente después de que se vieran los efectos positivos que tuvo para la salud pública la legislación sobre el tabaco. Hoy día, en lo que se refiere a la adicción al juego, nos encontramos en una situación muy parecida a la de entonces con el alcohol, aunque quizá más grave, ya que las recientes medidas regulatorias del juego han supuesto la promoción de una actividad que es la principal causa de la ludopatía, considerada como un trastorno mental tanto por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como por la Asociación Psiquiátrica Americana (APA). Desde los ámbitos científicos y clínicos se entiende que se trata de un trastorno de naturaleza adictiva y así fue recogido en la última edición del manual de diagnóstico DSM-5 (APA, 2013). A pesar de la gravedad del problema y de la relación directa que existe entre disponibilidad y accesibilidad de los juegos, las sucesivas regulaciones sobre esta materia en nuestro país han ido incrementando exponencialmente la oferta y el acceso a los juegos, así como el atractivo y publicidad de los mismos. En el momento actual nos encontramos en una situación de absoluta permisividad respecto del juego de azar, pareciendo que las autoridades no son conscientes de los riesgos que tiene la promoción excesiva del juego de azar para la salud y el bienestar de los ciudadanos y de que las medidas regulatorias son la mejor fórmula para prevenir la adicción al juego. La historia de la legislación sobre el juego de azar en España es realmente destacable. Contamos con uno de los reglamentos más antiguos del mundo en materia de regulación de la actividad de juego, como es El Ordenamiento de Tafurerías de Alfonso X el Sabio, que se trataba en realidad de un código mediante el cual se disponían de una serie de medidas para castigar los comportamientos deshonestos en el juego, con penas acordes a la Castilla de la Baja Edad Media. Seis siglos más tarde, en 1812 y en plena Guerra contra el Francés, se instaura la Lotería Nacional como una forma de recaudación de impuestos, al modo de lo que ya hiciera Carlos III varias décadas antes con la Lotería Napolitana, la cual puede considerarse como la antecesora de la actual Lotería Primitiva. Esto coincide con un punto de inflexión en lo que a regulación del juego se refiere, porque a partir del siglo XIX el juego de azar deja de tener una naturaleza esencialmente privada (es decir, entre los propios jugadores), para convertirse en una actividad económica de primera magnitud en dos relevantes dimensiones. Por un lado, como forma de recaudación de impuestos para el Estado, mediante loterías y otros sorteos de menor entidad. Por otro, como actividad lucrativa a través de la cual algunas empresas promueven negocios cuyos beneficios empresariales se basan en lo que juegan (y pierden) los jugadores. Nacen los casinos y salones de juego vinculados, principalmente, a ambientes sociales económicamente favorecidos, en los que apuestan las clases dominantes. A partir de entonces, y en la medida en que se trata de una actividad económica cuya regulación depende del Estado, el juego de azar que no estaba expresamente permitido, se consideraba prohibido. Dicha restricción alcanzó las principales cotas de prohibición durante la dictadura del general Franco según algunos debido al rechazo que en el dictador había producido el que su padre hubiera sido jugador, periodo durante el cual el juego de azar se consideraba un vicio...
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Adicciones
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