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Comprueban científicamente la existencia del espíritu navideño

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Noticia | 18/12/2015
17/12/20150 Poner el árbol, cantar villancicos, ir de mercadillos, salir a ver las luces, escribir la carta a Sus Majestades, comprar turrón, comer polvorones, tocar la zambomba y cenar en familia. Todas, tradiciones navideñas que cíclicamente llegan cada diciembre y que cuentan con muchísimos adeptos: personas que disfrutan estas fechas de reuniones, comidas, decoración y compras como si cada año fuera el último.Sin embargo, hay quienes en esta época parecen adueñarse del espíritu del Grinch, y no hacen sino sufrir silenciosamente las comidas con los cuñados y las largas esperas en los centros comerciales hasta que llega el siete de enero para liberarles de los omnipresentes villancicos. Si usted es una de esas personas, no se extrañe: sencillamente, no tiene espíritu navideño.

Y si decimos tiene es porque, sí, se ha comprobado científicamente la existencia de este espíritu festivo que invade a algunos desde mucho antes del 25 de diciembre. Así queda demostrado en un estudio que publica el British Medical Journal (BMJ) como parte de su tradicional especial navideño que prepara cada año, y que trata temas más divertidos y livianos a los que suelen aparecer en la revista normalmente, pero que siguen siendo estudios científicos reales.

Así, varios neurólogos del Hospital Rigshospitalet, perteneciente a la Universidad de Copenhague (Dinamarca), han hecho algo muy simple pero muy curioso: han localizado el espíritu navideño en el cerebro humano, lo que equivale a afirmar que éste, físicamente, existe.

Para ello, los investigadores seleccionaron a 10 voluntarios sanos que suelen celebrar la Navidad cada año frente a otros 10 que, por venir de países sin tradición navideña, no la celebran, y les realizaron una serie de resonancias magnéticas funcionales para ver cómo reaccionaba su cerebro al ver imágenes relacionadas con la Navidad en comparación con otras de similares características, pero sin componente navideño. Su hipótesis era que el primer grupo se comportaría de forma diferente al segundo, como así ha sido.

Los resultados de las pruebas mostraron que al grupo navideño se le activaban las áreas de la corteza motora sensorial, la corteza premotora y la motora primaria y el lóbulo parietal (inferior y superior) al ver imágenes relacionadas con la Navidad frente al grupo que no celebraba esta fiesta. Se trata de zonas que están asociadas con la espiritualidad, la satisfacción, los sentidos o el reconocimiento facial, entre otras muchas funciones. “Las áreas que se han puesto en marcha son zonas que se activan en las situaciones afectuosas”, explica a este periódico Carlos Tejero, neurólogo en el Hospital Clínico de Zaragoza y vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Los investigadores responsables de este estudio tienen muy clara la utilidad de haber encontrado al famoso espíritu navideño en esa gran incógnita que a veces es el cerebro. Y como no podía ser de otra manera en estas fechas tan entrañables, el objetivo de semejante hallazgo es bastante altruista. “Somos conscientes de que, en todo el mundo, existen millones de personas propensas a mostrar déficit en su espíritu navideño después de muchos años celebrando la Navidad. Es por esto que una localización precisa de dónde se encuentra este espíritu es el primer paso para ayudar a este grupo de personas”, señalan, literalmente, los autores del estudio.

Este estudio puede sentar un precedente a la hora de estudiar cómo los individuos se relacionan con sus tradiciones culturales y festivas. En este sentido, Tejero cree que, quizás, resultados similares a los presentados hoy por el BMJ podrían obtenerse también si se estudiase el espíritu de Acción de Gracias, el Ramadán, el Hanukkah o la Semana Santa.

Y es que los investigadores reconocen que su estudio no especifica si la activación cerebral corresponde específicamente a la Navidad o si es una combinación de sentimientos de alegría, nostalgia, recuerdos, y en general, emociones. En cualquier caso, esto sería muy difícil de especificar, porque tal y como explica a EL MUNDO Bryan Haddock, “algunas funciones concretas se pueden localizar en el cerebro con bastante precisión, como el acto de mover un dedo. Otras más complejas, como tocar el piano, son más difíciles de localizar, pero luego hay emociones complejas como la alegría o la tristeza que son, a mi parecer, imposibles de encontrar”.

Igualmente, también puede ser que las imágenes navideñas y las imágenes normales utilizadas en el estudio tengan alguna diferencia que no sea reconocible a simple vista pero que nuestro cerebro sí perciba, como por ejemplo, que las escenas de Navidad tengan más color rojo, y por eso, sean más llamativas.

Por último, los autores explican que se necesitaría más investigación para comprender totalmente la respuesta de un individuo a la Navidad. Por ejemplo, “la percepción de estas fechas es distinta si eres un niño, que principalmente recibe regalos, o si eres un adulto, que principalmente los compra”, explican los autores.

Acceso gratuito al texto completo.


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