El trabajo demuestra que la plasticidad sináptica que subyace a la formación de la memoria va acompañada de cambios estructurales y funcionales que afectan no sólo a las neuronas sino también a los astrocitos, que ejercen una función imprescindible para posibilitar una comunicación neuronal fluida, sostienen los investigadores Alberto Pérez Álvarez y Marta Navarrete, del Instituto Cajal, autores principales del estudio bajo la dirección del científico Alfonso Araque, del mismo centro. Ello hace que la acción de los astrocitos esté muy presente no sólo en la función cerebral normal sino también en la patológica, añaden.
El cerebro, explican los investigadores, es un conjunto organizado de células que recibe, procesa, elabora, transmite y almacena información. Está formado por dos grandes tipos celulares: las neuronas y las células de la glía. Las neuronas son las responsables del funcionamiento cerebral en la elaboración y transmisión de información. Los astrocitos son un tipo de célula gliales con forma de estrella que realiza funciones de soporte nutricional y metabólico de las neuronas.
En los últimos años, se ha demostrado que los astrocitos intervienen en el procesamiento y transmisión de información durante la actividad neuronal. Hasta ahora se sabía que la plasticidad sináptica, el mecanismo que subyace a la formación de la memoria y el aprendizaje, está asociado con cambios morfológicos y funcionales en espinas dendríticas, que están rodeadas por los astrocitos. Este estudio aclara que los astrocitos también sufren cambios durante este proceso, lo que a su vez tiene un impacto sobre la acción que estos realizan sobre las sinapsis neuronales.
Induciendo plasticidad sináptica por actividad neuronal de alta frecuencia se ha observado que las prolongaciones que extienden los astrocitos para contactar con las sinapsis neuronales se reordenan al detectar este tipo de actividad. Al inducir esta plasticidad sináptica, se pierde la modulación positiva de la transmisión sináptica que el astrocito es capaz de realizar, explica Pérez Álvarez.
De esta manera, la actividad neuronal derivada de la experiencia genera una huella anatómica y funcional en el cerebro que no sólo implica a las neuronas, como se creía, sino también a los astrocitos, revelando una mayor capacidad computacional del cerebro en los procesos de aprendizaje y memoria. El investigador considera que estos hallazgos pueden ayudar a comprender mejor cómo funciona el cerebro en condiciones normales y patológicas.
Para acceder al texto completo es necesario consultar las características de suscripción de la fuente original: http://www.jneurosci.org/