Hasta 40 % de las personas con psicosis no responden a los medicamentos antipsicóticos, y la gran mayoría de quienes los toman experimentan efectos secundarios preocupantes. El aumento rápido y significativo de peso, el aumento de los niveles de glucosa y colesterol en sangre y la presión arterial elevada son comunes, lo que contribuye a un mayor riesgo de diabetes y enfermedad cardiovascular.
La búsqueda de tratamientos más seguros y efectivos ha sido larga y ardua. La esperanza surgió en septiembre de 2024 cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos aprobó Cobenfy (cloruro de xanomelina-trospio), el primer antipsicótico de su clase con un mecanismo novedoso que se dirige al receptor asociado a trazas de aminas 1 (TAAR1).
Se espera que el medicamento trate eficazmente la psicosis sin los importantes efectos secundarios metabólicos de los antipsicóticos más antiguos. Sin embargo, aún no se ha decidido si estará a la altura de su promesa en términos de eficacia y tolerabilidad.
Pero hay otro compuesto que ha existido en la naturaleza durante milenios y que está ganando una renovada atención. Cannabidiol (CBD) es un componente no psicoactivo del cannabis y ha demostrado ser prometedor en la reducción de los síntomas psicóticos en reportes de casos y estudios pequeños durante décadas.
Para estudiar cannabidiol como un posible tratamiento para la psicosis a mayor escala, un grupo de investigación dirigido por el Dr. Philip McGuire, profesor de psiquiatría en la Universidad Oxford, en Oxford, Reino Unido, han lanzado el ensayo clínico Stratification and Treatment in Early Psychosis, conocido como STEP. Aclamado por Nature Medicine como uno de los 11 estudios que darán forma a la medicina en 2025, STEP comprende tres ensayos más pequeños e involucra a 1.000 participantes en 30 sitios en Austria, Canadá, Finlandia, Alemania, Grecia, Israel, Italia, los Países Bajos, España y Suiza.
Las personas participantes recibirán Epidiolex, una fórmula concentrada de cannabidiol aprobada por la FDA de los Estados Unidos en 2018 para el tratamiento de las convulsiones asociadas con dos formas raras de epilepsia: el síndrome de Lennox-Gastaut y el síndrome de Dravet. En 2020, la agencia amplió la aprobación para incluir el tratamiento de las convulsiones relacionadas con la esclerosis tuberosa.
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