Luis de Rivera (José Luis González de Rivera y Revuelta) Discurso de Ingreso, Asociación de Médicos Escritores y Artistas.
A pesar del atractivo título de esta conferencia – el que avisa no es traidor – no pretendo hacer una revisión bibliográfica de lo que tantos médicos, algunos de ellos también excelentes escritores, han dicho sobre el amor. Mi propósito es, más bien, enfocar este misterioso fenómeno desde el punto de vista médico, sin más citas que las que me convengan para avanzar mi tesis.
Repasaré así tres aspectos del amor: Primero, como una vivencia humana normal e inevitable; después, como sustrato psicopatogeno y, finalmente, como instrumento terapéutico. De Paracelso a Freud Teofrasto Bombasto von Hohemheim, que se llamó a sí mismo Paracelso, y Segismundo Freud, que también cambió su nombre porque le gustaba más Sigmund, son famosos, entre otras muchas cosas, por marcar dos extremos en el concepto médico del amor.
Según Paracelso, el amor es un Don Divino, la más elevada y sagrada de las virtudes, un rayo que penetra en los misterios de la naturaleza y un elemento esencial del arte de curar.
Dice Paracelso: El grado supremo de la medicina es el amor. El amor es lo que guía el arte y fuera de él nadie puede ser llamado médico… En ningún sitio es el amor más grande que en el corazón de un médico.
Otro gran médico, Maimónides, parece pensar algo parecido. En su Plegaria del Médico, que tengo enmarcada en mi consulta y leo cada día antes de empezar, dice así: Llena mi ánimo de amor para el arte y para todas las criaturas…sostén la fuerza de mi corazón, a fin de que siempre esté dispuesto para servir al pobre y al rico, al amigo y al enemigo… haz que el amor del arte, como una coraza, me haga invulnerable, para que yo pueda perseverar en la verdad…