El trabajo expone algunos aspectos referidos a las técnicas de expresión gráfica y al concepto de diagnóstico en el marco en el que éstas surgieron. En este contexto se presenta el trabajo de investigación realizado con el Test de dos Figuras Humanas (T2F. Maganto y Garaigordobil, 2009) en relación a su capacidad para identificar y diagnosticar, en el ámbito clínico, educativo y social, a niños con problemas de funcionamiento intelectual y con problemas emocionales. Los resultados obtenidos en los estudios psicométricos realizados con una muestra de 1.122 y 1.623 participantes de 5 a 12 años respectivamente, evidenciaron la fiabilidad y la validez de la prueba como instrumento de evaluación del desarrollo madurativo-mental y emocional. La discusión se centra en las aportaciones de dicho test al diagnóstico en la infancia.
Planteamiento general: Las técnicas proyectivas gráficas en el psicodiagnóstico infantil
Desde que los dibujos se empezaron a utilizar como técnica diagnóstica, ha habido distintas posturas en la interpretación de los mismos. Unos, desde una perspectiva evolutiva, analizaron el dibujo como una expresión del desarrollo intelectual. Otros, desde una perspectiva emocional, analizaron las producciones gráficas desde el marco teórico del psicoanálisis.Los primeros se fundamentaron en estudios observacionales y psicométricos para defender su postura. Ya desde el inicio de las investigaciones (Di Leo, 1978; Goodenough, 1951; Harold, 1971; Harris y Goodenough, 1963, 1980) se comprobó que un dibujo rico en detalles era propio de niños con un alto potencial intelectual y viceversa.Hacia 1940 la influencia de la corriente psicoanalítica amplió y completó el estudio del dibujo de la figura humana produciéndose un cambio significativo en la valoración del mismo, proliferando otros tests gráficos con esta orientación.
La hipótesis de Machover (1953, 1974) se asienta en la afirmación de que el niño dibuja lo que siente, más que lo que ve o lo que sabe, convirtiéndose así la prueba en un instrumento para el estudio de la personalidad. Otros autores han abundado es esta misma línea (Bellack, 1949, 1957; Buck, 1995; Cid Rodríguez, 2002).
El valor diagnóstico del dibujo fue estudiado por los teóricos del psicoanálisis, partiendo del concepto de “proyección”. Al hablar de proyección, la teoría dinámica hace referencia a la exteriorización de cualidades que están en el propio sujeto, provenientes de la relación con las figuras significativas de la vida y que se adjudican a un objeto o vínculo fuera de él.
En las décadas de los 60 a los 80 se incrementaron los trabajos clínicos e investigaciones en el contexto del modelo psicoanalítico, en los que las técnicas de expresión gráfica, junto a otras técnicas proyectivas, eran interpretadas desde este paradigma (Burns y Kaufmann, 1978; Coopersmith y Sakai, 1968; Corman, 1967; Engelhart, 1980; Frank de Verthelyi, 1985; Hammer, 1978; Kramer, 1985; Valdés, 1979; Widlöcher, 1971).
Las técnicas proyectivas se consideran un método de estudio de la personalidad a través de unos materiales escasamente estructurados que elicitan la asociación libre, el lenguaje simbólico y el conocimiento del mundo interno del sujeto.
Son reactivos lo más ambiguos e indeterminados posibles que propician que el sujeto hable, dibuje, construya o recree sus experiencias emocionales, sus conflictos relacionales, el mundo interno de sus temores, ansiedades, expectativas y deseos de cambio.
La percepción del mundo de una persona con perturbaciones emocionales no es siempre exacta, puede tener visiones distorsionadas, y las distorsiones del mundo características de cada uno aparecen en los dibujos proyectivos. Tanto a través del énfasis que la persona pone en los diferentes elementos de sus dibujos, como de la realización gráfica en su totalidad, podemos llegar a saber acerca de lo que le pasa, cómo le afecta y el modo en el que lo maneja.
El campo de la interpretación de los dibujos proyectivos descansa sobre varios postulados teóricos:
a) existe una tendencia en el hombre a ver el mundo de manera antropomórfica, a través de su propia imagen;
b) la esencia de la visión antropomórfica del medio es el mecanismo de proyección; y,
c) las distorsiones forman parte del mecanismo de proyección siempre que la proyección tenga una función defensiva, es decir, que esté al servicio de adscribir al mundo externo aquello que el sujeto niega en sí mismo.
La interpretación de los dibujos proyectivos se basa en tres conceptos importantes:
a) el empleo de los significados simbólicos;
b) la experiencia clínica con los mecanismos de desplazamiento y sustitución; y
c) el desciframiento de la simbolización movilizada en dichos dibujos. Y desde esta perspectiva las técnicas proyectivas gráficas implican una significativa aportación al diagnóstico infantil.
Desde el punto de vista del psicoanálisis, el diagnóstico infantil tiene varias acepciones. La infancia es el tiempo de estructuración del aparato psíquico, de conformación de posiciones diferenciadoras que expresan momentos estructurales, modos de integrar el yo. Para Freud, las posiciones tienen que ver con los momentos de satisfacción sexual vinculados a zonas de desarrollo que estructuran el significado de la relación. Decimos posiciones estructurantes porque las diferencias de estructura provienen de ahí. Y hablamos de estructura en el sentido de la configuración básica de la psicosis, neurosis o estructura bordeline.
a) Diagnóstico de estructura. A través de las técnicas proyectivas que se hayan aplicado al niño, el psicólogo responde con una valoración diagnóstica sobre la estructura de la personalidad, es decir, define si se trata de un niño psicótico, neurótico o bordeline. Esta es una primera valoración diagnóstica fácilmente reconocible a través de las técnicas proyectivas gráficas.
b) Diagnóstico idiográfico. En un sentido estricto, podríamos definirlo como “diagnóstico formal”. Se refiere, en el caso de que exista patología, a la especificidad o a la concreción diagnóstica dentro de la estructura ya anteriormente delimitada. Es decir, es una niña o niño neurótico de tipo depresivo, o histérico o fóbico, etc. Para este diagnóstico es obligado contar con el análisis de los principales conflictos expresados de un modo u otro por el niño, los mecanismos de defensa que más utiliza y cómo los utiliza y los aspectos adaptativos sociales e intelectuales.
c) Diagnóstico de confrontación. Se entiende por tal la comparación y confrontación de los datos obtenidos por las técnicas proyectivas con los obtenidos por otros procedimientos. Es decir, la integración de los distintos resultados obtenidos a través del análisis de los datos provenientes de distintas fuentes de información.
d) El diagnóstico sobre la “analizabilidad”.
Éste es un diagnóstico utilizado para pronosticar hasta qué punto un paciente se beneficiará de un trabajo clínico de orientación psicodinámica. La evaluación de la analizabilidad se basa en varios criterios clínicos, por ejemplo: experiencia que tiene el niño de su malestar psíquico; la demanda personal, no sólo la de sus padres, es decir, si tiene o no deseo de participar en un trabajo clínico centrado sobre su malestar; si es capaz de preguntarse por las causas de lo que le ocurre, no sólo acudir con el interés de que desaparezcan los síntomas; que el niño se sienta implicado o concernido por el problema. Todo ello significa la aceptación implícita de que, sobre lo que le ocurre, él tiene algo que ver, que tiene alguna responsabilidad y que desea cambiar, implicarse personalmente en el cambio.La comprensión del dibujo desde este punto de vista requiere, para el evaluador, un aprendizaje. Es preciso preguntarse qué nos dice con él de sí mismo, qué podemos entender al mirar esa expresión gráfica, qué quiere comunicar con los detalles concretos para dar respuesta a estos interrogantes. Necesitamos un entrenamiento especial para este lenguaje gráfico.
El proceso de aprendizaje por parte del profesional tiene que aunar conocimientos sobre el desarrollo evolutivo, la creatividad, la función simbólica, la psicopatología infantil y sobre el propio psicoanálisis. Pero ese aprendizaje se basa especialmente en la práctica asidua de “ver y mirar” muchos dibujos de niños trabajando con los propios niños, escuchando lo que quieren representar, dejándoles hablar sobre lo que significa para ellos, no juzgando su calidad gráfica ni su contenido. Es preciso, en fin, observar, indagar, intentar entender, pedir explicaciones cuando sea preciso y anotar aquello que parezca de interés.
La corrección e interpretación de los dibujos infantiles requiere inicialmente el acompañamiento tutorial de profesionales formados en técnicas de expresión gráfica. No se trata de sacar improvisadamente conclusiones de lo que a uno, a primera vista, le parece al contemplar un dibujo, como a veces se ha hecho, sino de adquirir una formación y entrenamiento profesional específicos. Es deseable que la fase de corrección e interpretación se base también en estudios clínicos o en estudios psicométricos, como el que seguidamente exponemos, ya que aportan referencias o guías de evidencia para su interpretación. De este modo se asegura su valor y rigor diagnóstico.