Especialistas en sueño recomiendan siestas de 20 minutos, a primera hora de la tarde y en espacios tranquilos y sin luz porque este descanso mejora la digestión, el metabolismo, la memoria y estado de ánimo, aumenta la energía y el rendimiento y reduce el estrés y la fatiga.
No obstante, advierten de que dormir demasiado puede agravar problemas de insomnio nocturno, el riesgo de diabetes, ansiedad u obesidad y provocar aturdimiento y desorientación por la inercia del sueño, según explica la responsable de Neurofisiología del Hospital Universitario del Vinalopó (Elche), Nohemí Rodríguez, y la jefa del Servicio de Neurofisiología del hospital Ribera Povisa (Vigo), la doctora Aránzazu García Peña.
Al respecto, la doctora Rodríguez explica que la siesta mejora la digestión y el metabolismo porque "nuestro cuerpo se relaja y se centra en la digestión de los alimentos", aunque recomienda no dormir inmediatamente después de comer, para evitar el reflujo y la acidez gástrica.
Además del aumento de la energía para revertir la sensación de fatiga una vez transcurrida la primera parte del día, la especialista del Vinalopó destaca también cómo la siesta ayuda a mejorar el estado de ánimo porque el cuerpo produce endorfinas, las 'hormonas de la felicidad', que "generan un estado de bienestar y mejoran el humor y el ánimo de las personas".
Sin embargo, la doctora García Peña señala que hay personas que prefieren no hacer siesta porque afecta a su sueño nocturno o no les "sienta" bien. "En ocasiones, las siestas pueden tener algún efecto negativo, como un aumento de la somnolencia, con sensación de aturdimiento y cierta desorientación al despertarse. Y hay personas que, si padecen un problema de sueño como insomnio, dormir la siesta puede interferir aún más en su sueño nocturno".
Además, asegura, "dormir durante el día se ha visto que puede estar relacionado con el aumento de ciertas enfermedades como la Diabetes tipo II".
Al respecto, la especialista del Vinalopó señala como efectos negativos de la siesta en determinados perfiles esa "inercia del sueño" que suele acompañar a una siesta de más de 30 minutos "porque proporciona al cuerpo el tiempo suficiente para entrar en un sueño profundo de ondas lentas, que al despertar hace que nos sintamos atontados".
Con todo, sobre la interferencia en el sueño nocturno, la doctora Rodríguez asegura que una siesta corta no tiene por qué afectarnos, salvo que se sufran problemas de insomnio o mala calidad del sueño.
PATRÓN DEL SUEÑO
Ambas profesionales explican, además, que el patrón de sueño no es igual para todas las edades de la vida sino que las características del sueño cambian tanto en relación al tiempo total que dormimos cada noche y a la duración de cada una de las fases del sueño, como a la distribución del sueño a lo largo de las 24 horas. De este modo, la cantidad de horas que dormimos cada día, va disminuyendo a lo largo de la vida.
Así, si los bebés hasta 12 meses necesitan dormir entre 12 y 16 horas por cada 24 horas; los niños de 1 a 2 años, necesitan entre 11 a 14 horas, incluyendo las siestas; los de 3 a 5 años, entre 10 y 13 horas, incluyendo siestas; los de 6 a 12, entre 9 y 12 horas; de 13 a 18 años, de 8 a 10 horas; y los adultos, entre 7 y 8 horas por la noche.Asimsimo, advierten de que tan malo es dormir poco como demasiado.
"Dormir poco y mal se asocia a bajo rendimiento cognitivo, peor memoria, dificultad de concentración, aumento de la ansiedad, irritabilidad, fatiga, baja autoestima, disminución de la libido, aumento de la somnolencia diurna y a mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, demencia o Alzheimer", explica la primera.
La falta de sueño también "puede aumentar el riesgo de diabetes, ansiedad u obesidad debido a una alteración en el metabolismo de la glucosa, un aumento del apetito y disminución del gasto energético".
En cambio, dormir mucho "puede ser un signo de un trastorno de sueño, estar vinculado a enfermedades como la narcolepsia o problemas mentales, la ingesta excesiva de alcohol y de ciertos fármacos".