Expertos del Centro de Atención Infantil Temprana (CAIT) del Hospital San Juan de Dios de Sevilla advierten de la necesidad de hacer un uso responsable de los dispositivos digitales con los más pequeños, debido a que se está produciendo una sobreexposición de niños menores de 6 años a estas tecnologías poniendo al niño 'en modo avión'.
"No es extraño salir a cenar o pasear por la calle y observar como niños de 2 ó 3 años miran embelesados la pantalla de un móvil con dibujos animados. El fácil acceso y la normalidad otorgada a este tipo de usos hace que no nos escandalicemos y que cada vez haya más presencia de dispositivos electrónicos en casa, llegando en ocasiones a más de 3", explica Raquel Gallardo, psicóloga del CAIT San Juan de Dios.
Por este motivo, junto a Gloria Martín, también psicóloga infantil del mismo centro, están ofreciendo pautas y recomendaciones a los progenitores de los menores a través de las Escuelas de Familia, una herramienta para la formación de padres, tutores y familiares de los pequeños que asisten al centro.
Estas recomendaciones y pautas comienzan por no ofrecer nunca una pantalla digital -móvil o tableta- a un niño menor de 2 años, como advierten la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Pediatría y, una vez superados los 2 años, hacerlo de manera controlada y supervisada por un adulto.
"El que un niño tenga en sus manos un dispositivo digital le hace desconectar de todo lo demás, por lo que es mucho más fácil adquirir hábitos poco saludables de manera inconsciente. Cada vez más padres aprovechan ese momento en el que los niños están 'en modo avión' para introducir alimentos que no toleran de modo consciente, para afrontar momentos desagradables, como cortarse el pelo; esperas en los médicos, colas o restaurantes", añaden.
Las expertas del CAIT de San Juan de Dios explican que, como padres o cuidadores de los pequeños, no podemos delegar en un móvil o en una tablet el entretenimiento de los niños.
"Todos sabemos que los ritmos de vida actualmente son arrolladores, que la conciliación no siempre es posible y que en las familias ya no quedan las antiguas 'tribus de crianza' que existían hace años, en las que los hermanos o primos mayores ejercían de supervisores en muchas ocasiones. Y es tentador, muchas veces, ofrecerles un móvil para poder tener un rato en el que cocinar, recoger la casa o hacer alguna gestión laboral. Pero debemos ser muy cautos y no caer en eso como norma, porque les estamos privando de otras experiencias como es el juego entre iguales o con nosotros mismos como padres".
Las psicólogas del CAIT San Juan de Dios de Sevilla advierten que existen niños con 3 ó 4 años que presentan dificultades para solicitar necesidades básicas, como puede ser el agua cuando tienen sed, o comida, cuando tienen hambre. Sin embargo, añade, "saben reproducir de memoria frases de determinados dibujos animados que pueden ver en plataformas digitales".
Además, destacan que la era digital ha traído consigo una reducción de los tiempos de espera, casi siempre inmediatez en cualquier proceso que hace escasos años duraba horas o días. No hay que esperar para ver el siguiente episodio de una serie, o para adquirir cualquier artículo que ya se puede tener al día siguiente en casa.
La educación en la inmediatez está trayendo serias consecuencias de las que advierten expertos como la psiquiatra Marián Rojas, quien asegura que todo ello está modificando estructuras cerebrales ya que, a nivel de corteza prefrontal, niños con 10 años tienen una corteza inmadura, pues solo se calman con pantallas, porque se frustran y no lo resuelven si no es con su uso mediante.
Recurrir a las pantallas para evitar situaciones de estrés tampoco es recomendable en ningún caso, pues de esta manera las funciones ejecutivas que el niño tiene que poner en práctica se ven mermadas o extinguidas. En el día a día se dan situaciones en las que los padres ofrecen a los niños un móvil antes de que estalle en llanto si hay que regresar a casa desde el parque o realizar alguna otra actividad que no quieran.
"Esto provoca de nuevo un efecto anestesia en el niño, de manera que no le permite aprender a regularse en la frustración o el enfado. Y tarde o temprano, estos sentimientos van a llegar a su vida. Sin embargo, como no tiene la práctica de la regulación ante ellos, no sabrá cómo gestionarlo".