La exposición a traumas psicológicos se vincula con un riesgo casi tres veces mayor de desarrollar trastornos mentales, empeorando el pronóstico de estas condiciones. Además, contribuye a síntomas más resistentes, incrementa el número de hospitalizaciones y prolonga la duración de las mismas, elevando los costos para el sistema de salud, como destacaron los expertos en el XXII Seminario Lundbeck "Trauma y depresión, la herida (in)visible".
Se estima que más del 70% de la población adulta mundial ha vivido al menos un evento traumático en su vida, y aproximadamente el 30,5% ha enfrentado cuatro o más de estos eventos. Los traumas más comunes incluyen la muerte inesperada de un ser querido, presenciar muertes o lesiones graves, sufrir asaltos, accidentes de tráfico graves o enfermedades y lesiones que amenazan la vida. Los hombres reportan más lesiones y agresiones físicas, mientras que las mujeres experimentan más agresiones sexuales.
La doctora Alicia Valiente, psiquiatra y coordinadora de la Unidad de Investigación del Centro Fórum, Hospital del Mar, explicó que un evento traumático implica un significativo impacto psicológico. Los principales síntomas incluyen intrusión, como imágenes, pensamientos, recuerdos y sensaciones relacionadas con el trauma, que emergen espontáneamente y generan malestar psicológico. Otros síntomas incluyen la evitación de situaciones, pensamientos o lugares asociados al trauma, alteraciones del estado de ánimo, ira, culpa y una reactividad alterada a estímulos que podrían parecer neutros.
Factores de riesgo y protección
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) no se desarrolla inevitablemente después de una experiencia traumática, como evidencia el hecho de que sólo un pequeño porcentaje de la población lo desarrolla, aproximadamente el 3.6%, de los cuales el 23% presenta síntomas graves. Aunque los hombres están ligeramente más expuestos a experiencias traumáticas, las mujeres tienen el doble de probabilidades de desarrollar TEPT, especialmente en casos relacionados con violencia sexual.
El doctor Guillermo Lahera, jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, señaló que el riesgo de desarrollar TEPT varía considerablemente según el tipo de trauma y depende de una combinación compleja de factores.
Algunos son preexistentes, como la presencia de trastornos mentales previos, antecedentes familiares, experiencias traumáticas tempranas, vínculos inseguros en la infancia o un bajo nivel educativo. Sin embargo, los factores peritraumáticos, como la naturaleza y magnitud del trauma y la respuesta inmediata del individuo, son aún más críticos. Además, los factores postraumáticos, como la falta de apoyo social y la soledad o indefensión experimentadas después del trauma, también son significativos.
Los factores protectores incluyen el apoyo social y el acceso a recursos necesarios. A nivel individual, ciertos rasgos como la capacidad de experimentar emociones positivas, la regulación emocional, el humor, el optimismo, un afrontamiento activo del estrés, la empatía y el altruismo son indicativos de una mayor resiliencia. A nivel grupal, el apoyo social es esencial para superar la adversidad, y recibir o dar apoyo, consejo y empatía contribuye significativamente a la resiliencia colectiva, facilitando la integración del trauma en un contexto de pertenencia grupal y sentido.
La depresión es la comorbilidad más frecuente en el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Un metaanálisis indica que el 52% de las personas con TEPT también sufren de depresión comórbida.
La Dra. Alicia Valiente señala que el TEPT, siendo el trastorno más comúnmente asociado al trauma, comparte síntomas con el trastorno depresivo. La exposición prolongada a situaciones traumáticas, especialmente durante la infancia, puede triplicar el riesgo de desarrollar un trastorno mental como la depresión. Además, muchas personas que buscan ayuda en salud mental han experimentado traumas no tratados adecuadamente, lo que ha favorecido la aparición de la depresión.
La depresión relacionada con el trauma se caracteriza por una sintomatología más compleja, un alto riesgo de suicidio, tendencia a la cronicidad y una respuesta menos favorable a los tratamientos antidepresivos, con mayor propensión a recaídas.
María Frenzi Rabito, doctora en psicología y especialista en el abordaje psicológico del trauma, destaca que, aunque se reconoce que los traumas pueden influir en los síntomas depresivos, las guías de tratamiento de la depresión no suelen incluir intervenciones psicológicas centradas en el trauma. Esto sugiere que el trauma psicológico frecuentemente no se toma en cuenta de manera adecuada en la evaluación y tratamiento.
Importancia del tratamiento temprano
Según la Dra. Rabito, es crucial abordar psicológicamente el trauma lo antes posible. Una intervención temprana puede ayudar a regular el sistema nervioso, minimizar el impacto del trauma y prevenir consecuencias más graves. Se considera que iniciar una terapia psicológica dentro de las primeras seis horas después de un evento traumático es esencial para impedir la consolidación disruptiva de la memoria.
La psicoterapia es el tratamiento preferido para el TEPT. La Organización Mundial de la Salud recomienda la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma (TCC-CT) y la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) para tratar el TEPT en niños, adolescentes y adultos.
La Dra. Valiente enfatiza que el tratamiento del TEPT con depresión comórbida debe ser integral y combinado, abarcando tanto enfoques psicoterapéuticos como farmacológicos, de acuerdo con las guías clínicas para tratar los síntomas depresivos y el trastorno relacionado con el trauma.
El trauma psicológico permea profundamente todas las facetas de la vida. La Dra. María Frenzi Rabito destaca que, a nivel personal, el trauma altera significativamente la percepción de seguridad, erosionando la confianza en uno mismo y en otros.
Esto puede conducir a una percepción del futuro como algo incontrolable, y a menudo resulta en problemas de conducta, amnesias, somatizaciones, adicciones, autoagresiones y disociación, como reacciones al estrés y a la dificultad de gestionar emociones de manera efectiva.
En el ámbito social y familiar, el trauma puede distorsionar las interacciones y el bienestar general de una persona en su comunidad y hogar.
En lo funcional y laboral, afecta la capacidad para funcionar eficazmente, manifestándose en problemas de concentración, toma de decisiones y manejo de situaciones estresantes.
La Dra. Rabito subraya la importancia de una respuesta adecuada del entorno hacia quienes sufren de trauma psicológico. El apoyo de familiares y amigos es crucial no solo para escuchar sin juzgar, sino también para detectar señales de alerta y ayudar en la creación de planes de acción para momentos de crisis.
La historia de SCR, una mujer que experimentó trauma psicológico durante su infancia, ilustra profundamente estos puntos. Define su trauma como una causa de baja autoestima, sentimientos de abandono y un vacío de protección y comprensión. Esta carga emocional derivó en estrés crónico, ansiedad, depresión y eventualmente, un diagnóstico de trastorno bipolar.
A pesar de reconocer estos problemas desde su adolescencia, la maternidad exacerbó sus dificultades, sumiendo a SCR en un ciclo de dolor, inseguridad, insatisfacción, frustración, ira y abandono personal, incluido el consumo de sustancias.
Sin embargo, a través del apoyo terapéutico adecuado, incluyendo tratamientos de psiquiatría y psicología, SCR ha logrado gestionar sus emociones y pensamientos de manera más efectiva. Su experiencia subraya la necesidad de reconocer el problema y buscar ayuda profesional que no juzgue, sino que ofrezca el tratamiento adecuado para recuperarse.
Este caso destaca la necesidad de tratamiento temprano y efectivo para quienes sufren de traumas psicológicos y sus comorbilidades asociadas, subrayando que muchos pueden estar viviendo situaciones similares, a menudo en silencio.