“El control de la comida es la forma como estas personas afrontan la vida”
La Unidad de Media Estancia de TCA del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos se creó hace 4 años, el 30 de noviembre de 2020, siendo la primera de estas características de la Comunidad de Madrid
Alrededor de 400.000 personas en España tienen TCA, observándose un descenso en la edad de inicio y un desarrollo de la enfermedad más rápido y de mayor gravedad
En España existen alrededor de 70.000 personas con discapacidad intelectual y trastorno del espectro autista, de las que alrededor del 30-40% tiene una enfermedad mental
Madrid_30 de noviembre de 2023_ “Es importante catalogar a los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) como un trastorno mental, que requiere el mismo apoyo profesional y los mismos recursos que podría tener otro trastorno. Además, es el trastorno mental con mayor prevalencia de complicaciones físicas y somáticas graves”, alerta Beatriz Expósito, dietista-nutricionista del Centro San Juan de Dios (CSJD) de Ciempozuelos, en Madrid. “Los TCA son el único trastorno mental que hace peligrar la vida debido al gran deterioro físico que causa”, añade Paloma Nieto, psicóloga clínica de la Unidad de Media Estancia (UME) de TCA del Centro.
“Los TCA no son sólo un patrón alimentario anómalo –explica Paloma-. El control de la comida es la forma como afrontan la vida. La comida se utiliza para sentir cierto control ante el descontrol, ante situaciones y emociones que no dominan. El control sobre la comida proporciona sensación de seguridad y aumenta su autoestima, ya que la valía personal está basada en el aspecto externo”.
Durante los últimos años la incidencia de los TCA está en aumento entre la población pediátrica en España. Se estima que entre un 11 y un 27% de las adolescentes presentan conductas de riesgo, y en España la cifra se sitúa en torno a 400.000 personas. “La pandemia puede considerarse como un punto de inflexión –informa Nieto-. Además de un incremento en la incidencia, se han observado cambios en la evolución. Así, encontramos un descenso en la edad de inicio y un desarrollo de la enfermedad más rápido y de mayor gravedad.
Perfil de las personas con TCA
La psicóloga clínica aclara que las características de personalidad en estas personas no se han modificado sustancialmente, pero la aparición de las redes sociales con sus cuerpos idealizados, uso de programas de retoque con imágenes poco realistas del cuerpo humano, influencers que comparten su dieta y rutina de ejercicio, etc., fomenta que surja la comparación y supone una variable añadida, pues puede aumentar la insatisfacción corporal.
“En redes sociales se habla constantemente de las dietas, de lo que lo que se puede comer y lo que no… Estudios recientes concluyen que aquellas personas con uso medio y alto de las redes sociales tienen mayor probabilidad de desarrollar TCA. En la actualidad están surgiendo nuevas formas de TCA, aún no tipificados como criterios diagnósticos, en personas diagnosticadas de diabetes mellitus tipo I (Diabulima), embarazo (Pregorexia), y en aquellas que restringen la ingesta de alimentos previa al consumo de alcohol, (Drunkorexia)”, alerta Nieto.
En este tema, hay que distinguir entre personas con anorexia nerviosa (AN) y bulimia nerviosa (BN). Las personas con AN suelen ser personas dóciles, perfeccionistas, ambiciosas, sensibles e inseguras. “Es la “estudiante modelo” –explica-, seria, consciente, tenaz y voluntariosa. A pesar de sus logros académicos tiene un bajo concepto de sí misma, teme la independencia, y permanece alerta e hiperactiva. Obsesionada por la necesidad de control, su pensamiento es rígido e inflexible, la cuesta aceptar puntos de vista diferentes al suyo, adoptar pautas de conducta distintas a las preestablecidas. El control la proporciona sensación de autodisciplina y realización personal”.
Y, por otro lado, tenemos la persona con BN: “es más extrovertida y activa socialmente. Más impulsiva, puede conducirse de forma airada y hostil. Con bajo control de sus impulsos, tienen mayor facilidad para presentar conductas adictivas (consumo, farmacodependencia...) y ponerse en situaciones de riesgo (promiscuidad sexual o conductas autodestructivas)”, diferencia la psicóloga clínica.
¿Por qué unidades de media estancia?
Los TCA no son solo un patrón alimentario inadecuado. A medida que se instauran van generando cambios en la personalidad de las pacientes, que afectan e interfieren con la capacidad para llevar a cabo las rutinas de la vida cotidiana. La persona vive centrada en la enfermedad, se aísla, la dinámica familiar se altera, la posibilidad de sacar adelante unos estudios, un trabajo, mantener unos intercambios familiares y sociales adecuados, se va haciendo cada vez más difícil, hasta que llega un momento que lo pierden todo.
Fuera de la enfermedad no queda nada. Por lo tanto, la recuperación del peso, siendo imprescindible, no es suficiente. Recuperar una estructura, no solo en el patrón alimentario, sino también restaurar unos hábitos en las rutinas diarias, abordar las dificultades emocionales, ayudar a elaborar y superar posibles traumas, e ir proporcionando herramientas que las permitan reincorporarse a la vida cotidiana, es un trabajo largo y costoso, que requiere de un tiempo prolongado, que excede la finalidad de las unidades de hospitalización.
En el Centro San Juan de Dios, donde los ingresos varían de entre los seis meses al año, e incluso más en algunos casos, el modelo de atención no es el “peso centrista”. Como señala Beatriz Expósito, “si bien no todos los TCAs tienen bajo peso, todos tienen en común alguna alteración en el patrón de ingestas, ya sea por déficit en la ingesta y/o cantidades (restricción), ingesta descontrolada en algunos momentos (atracones), presencia de purgas o ejercicio físico intenso (lo cual generará un déficit energético y posible desnutrición calórica y proteica). El papel de la nutrición toma especial importancia desde la educación de los hábitos, hay que generar nuevos hábitos alimentarios para que la relación alimentaria deje de ser perjudicial”.
Si hubiera estado de desnutrición, lo primero es revertir esta situación, además es importante trabajar esta parte para que se pueda abordar de forma efectiva la intervención psicológica, social y ocupacional. El objetivo final, sería adherirse a unos hábitos alimentarios que sean compatibles con una vida saludable fuera (vida social, familiar). Para ello, en el CSJD se realizan talleres de cocina en una “Casa Escuela”, se llevan a cabo grupos de educación alimentaria, se realiza fisioterapia de actividad funcional. “Es importante generar una organización del día a día e ir trabajando aspectos de todas las áreas: alimentaria, emocional, social, familiar, autocuidado…”, incide Expósito.
Abordaje integral
En el Centro San Juan de Dios, la UME de TCA está compuesta por un equipo interdisciplinar (médico psiquiatra, internista, psicólogo clínico, enfermería, nutricionista, educadora social, integradora social, fisioterapeuta, técnicos en cuidados auxiliares de enfermería…) que permiten un abordaje holístico e integral de la persona. Así se pueden cubrir las necesidades clínicas, físicas, psíquicas y sociales desde el abordaje farmacológico y psicoterapéutico.
De esta manera, como explica Nieto, se proporcionan conocimientos en relación con una nutrición sana y equilibrada, así como hacer educación para la salud; se genera un cambio de hábitos, no solo en el terreno alimentario, sino también en habilidades de autocuidado y de organización y planificación del tiempo libre; y se promueve la reincorporación a la vida diaria, facilitando, de manera progresiva, la realización de actividades en el exterior.
El peso: signo de éxito o fracaso
A menudo nos encontramos con connotaciones positivas por la sociedad en estados de delgadez cuestionables. Se suelen reforzar las pérdidas de peso y se juzgan las ganancias de la misma, sin tener en cuenta el motivo o los hábitos. Esto genera, en ocasiones, una mala relación alimentaria y convierte el peso en un ítem de éxito/fracaso.
Además, como señala la dietista-nutricionista del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, el concepto de alimentación saludable no está bien enfocado, ya que se basa en un mensaje reduccionista. Además, se sigue teniendo muy en cuenta el peso en estas recomendaciones con frases como “puedes comerlo, pero con moderación” sin dejar claro que es la moderación.
“Uno de los problemas más grandes que nos encontramos los nutricionistas –explica Expósito-, es desmontar de forma constante falsas creencias que circulan tanto en redes sociales como en entornos cercanos, centros formativos, incluso en centros de salud”.
Prevención y signos de alarma
Como explica la psicóloga clínica, Paloma Nieto, partimos de la base de que “en la sociedad que tenemos montada, se atribuye un valor innegable a la delgadez, aunque esta sea enfermiza. Estar delgado es el salvoconducto para tener éxito, el pasaporte a la felicidad”. La prevención de los TCA es entonces una responsabilidad compartida entre familia, educadores, profesionales de la salud y la sociedad en general.
Desde la familia, manteniendo unos hábitos de vida saludables, tanto en el terreno alimentario como de actividad física. Realizar actividades de ocio y tiempo libre. Estimular la comunicación abierta, haciendo un manejo adecuado de las emociones, en las que las manifestaciones afectivas sean independientes de los logros o el aspecto externo.
Por parte de los educadores, creando programas de prevención en el aula, proporcionando educación sobre una alimentación saludable, equilibrada y nutritiva, sin promover dietas, enseñando a reconocer y respetar las señales de hambre y saciedad
En cuanto a los profesionales de la salud, la actualización es fundamental para mejorar la práctica profesional.
En general, dentro de las estrategias que pueden contribuir a la prevención se encuentran: fomentar una buena autoestima, fomentar una imagen corporal positiva, promover ambientes de apoyo y comprensión y educar sobre alimentación saludable.
Entre los signos de alarma encontramos: adelgazamiento drástico por hábitos alimentarios extraños, obsesión por el aspecto externo, hostilidad y deseo de controlar a los demás, recuento de calorías, dietas, ejercicio excesivo o hiperactividad, pesarse varias veces al día, ánimo deprimido, amenorrea o menstruaciones irregulares, vestir ropa holgada o negación de hambre, entre otros.