El suicidio es uno de los problemas más grandes de salud de los últimos años. Así pues, supone un gran reto para toda la sociedad y, especialmente, para los profesionales de la salud mental.
Aun así, parece que no hay una reacción adecuada a este tema por parte de la sociedad, probablemente debido a que no hay un conocimiento objetivo divulgado acerca del tema y, en consecuencia, existen muchos mitos o creencias erróneas sobre este tema.
El suicidio
Tratar el tema del suicidio no es fácil ya que en él intervienen muchos factores que son difíciles de estudiar, entender y controlar. Además, es relativamente fácil caer en estereotipos sobre el suicidio, en mitos o en argumentos morales que poco ayudan a la persona o familiares.
Vamos a intentar facilitar información sobre el suicidio, basada en las guías de salud para familiares de personas con problemas mentales, para intentar ayudar y entender las personas que sufren, sus familiares y los profesionales del ámbito de asistencia.
Si una persona se quiere matar no lo dice: esta afirmación no es correcta, ya que de cada 10 personas que se suicidan, 9 manifestaron claramente sus propósitos y la otra dejó entrever sus intenciones de acabar con su vida. Creer esta afirmación puede conducir a no prestar atención a las personas que manifiestan sus ideas suicidas, haciendo un flaco favor a éstas. La opción más acertada, ante alguien que exprese sus ideas de quitarse la vida, es buscar ayuda profesional inmediata.
La persona que dice que se suicidará no lo hace: esta idea conduce a interpretar las amenazas suicidas como chantajes, manipulaciones o simplemente como intentos de llamar la atención. Este pensamiento lleva a minimizar, de nuevo, las amenazas suicidas aumentando también el riesgo de consecución al no buscar ayuda profesional. Además, como antes se ha recalcado, el que se suicida pudo expresar lo que ocurriría con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta que nunca hay que ignorar.
Toda persona que se suicida es un enfermo/a mental: aquí hay que separar dos ideas. Por una parte, es cierto que las personas que tienen una patología mental se suicidan con más frecuencia que las personas que no tienen ninguna. Pero por otra parte, esto no significa que necesariamente hay que padecer un trastorno mental para hacerlo. La única idea irrevocable es que toda persona que se quita la vida es alguien que sufre, no alguien enfermo.
El suicidio se hereda de padres a hijos: aunque es cierto que el suicidio puede tener una influencia genética, igual que muchas patologías mentales, esto no es algo irrevocable o que “se lleve en los genes”. Aparte de todos los factores ambientales que pueden ser más determinantes que los genéticos ante un intento de suicidio, existen además una serie de factores protectores que se pueden potenciar (habilidades de resolución de problemas, autoestima, integración social, etc.) para prevenir las conductas suicidas. Por lo tanto, el suicidio no es algo inevitable e inmodificable.
Hablar sobre el suicidio con una persona que está en riesgo le puede incitar a que lo realice: esta creencia no es cierta ya que está demostrado que hablar del suicidio reduce el riesgo de realizarlo. Además esta idea no ayuda en una situación de riesgo ya que infunde temor a la hora de abordar el tema con una persona con ideas suicidas. Pero no por no hablar de ello deja de existir. Abordarlo y afrontarlo puede ser la única posibilidad de esta persona de analizar sus propósitos autodestructivos.
Quien se suicida desea morir: esta afirmación es falsa, ya que con frecuencia la persona que se quiere suicidar está en una posición ambivalente, desea morir si su vida continúa de la misma manera y desearía vivir si se produjeran pequeños cambios en ella. Esta idea pretende justificar la muerte por suicidio de quienes lo intentan o consuman, acción que no ayuda a resolver el problema.
El que intenta el suicidio es un cobarde: esta idea pretende evitar el suicidio equiparándolo con una cualidad negativa de la personalidad. Los que intentan suicidarse no son cobardes, son personas que sufren mucho y que no ven manera de seguir adelante. Y hacer esta relación (infundada) no ayuda a alguien con ideas suicidas a disuadirse.
Quien intenta el suicidio es un valiente: esta afirmación pretende equiparar el suicidio con una característica positiva de la personalidad, lo que entorpece su prevención al hacerlo sinónimo de un atributo imitable como es el valor. Los atributos personales como cobardía o valentía no se cuantifican o miden en función de las veces que alguien se intenta quitar la vida o la respeta.
Solo las personas mayores se suicidan: esta falsa creencia puede tener la función de intentar evadir el suicidio como causa de muerte en personas jóvenes. Lo único que hay de cierto en esta afirmación es que, aunque los ancianos realizan menos intentos autolíticos que los jóvenes, éstos utilizan métodos más efectivos al intentarlo, lo que lleva a una mayor letalidad en los intentos de suicidio de personas mayores.
Si se reta a un suicida éste no lo intenta: probar de “retar” a una persona en crisis suicida es un acto de irresponsabilidad que puede ser peligroso. Siempre hay que tener en mente que se está ante una persona vulnerable cuyos mecanismos de adaptación han fracasado, ya que predominan precisamente los deseos de autodestruirse.
Los medios de comunicación no pueden contribuir a la prevención del suicidio: Los medios de comunicación tienen un papel determinante en el suicidio, igual que en la mayoría de problemáticas de nuestra sociedad. Actualmente, los medios suelen emitir noticias sensacionalistas sobre el suicidio sin tener en cuenta las consecuencias del mensaje emitido. Por otra parte, muchos medios omiten las noticias acerca de esta problemática como un intento de no incitar a las personas a hacerla (véase el mito de Hablar sobre el suicidio con una persona que está en riesgo le puede incitar a que lo realice ) creando además un efecto “tabú”. Los medios de comunicación pueden convertirse en un valioso aliado en la prevención del suicidio si enfocan correctamente la noticia sobre el tema y tienen en cuenta las sugerencias de los expertos como publicar señales de alerta de una crisis suicida, informar sobre los dispositivos de salud mental a los que puede acudir, divulgar grupos de riesgo y exponer medidas sencillas que permitan a la población saber qué hacer en caso de detectar a un sujeto con riesgo de suicidio.
Para resumir, hay dos ideas ciertas, válidas y útiles para manejar situaciones con personas con riesgo de suicidio. Primero, recordad siempre que estamos ante una persona muy vulnerable y con un gran sufrimiento. Segundo, hay que pedir siempre ayuda profesional lo más tempranamente posible.