Autor: Psic Gustavo Gamboa Velásquez
El autismo, o trastorno del espectro autista (TEA), presenta desafíos únicos en el comportamiento que requieren enfoques especializados y compasivos. Las conductas agresivas, los comportamientos disruptivos, las estereotipias, las conductas autolesivas y los comportamientos autoestimulatorios son aspectos que pueden ser abordados eficazmente con intervenciones conductuales y ambientales adecuadas.

Juan Arias Álvarez, neuropsicólogo, enfatiza la importancia de entender el comportamiento como una forma de comunicación. Las conductas agresivas pueden ser una expresión de frustración o una respuesta a un entorno sobrecargado sensorialmente. Por lo tanto, es crucial identificar los desencadenantes y modificar el entorno para reducir la sobreestimulación.

Laura Miró Pitarch, psicóloga, sugiere la implementación de sistemas de comunicación aumentativa y alternativa (CAA) para proporcionar a los niños TEA herramientas para expresar sus necesidades de manera más efectiva. Esto puede disminuir la incidencia de comportamientos disruptivos que surgen de la incapacidad para comunicarse.

Las estereotipias, movimientos repetitivos o sonidos, son comunes en niños con TEA. Mercè Soler Soriano, psicóloga, recomienda estrategias de redirección y la introducción de actividades estructuradas que puedan proporcionar una salida sensorial similar.

Para las conductas autolesivas, Dra. María Eugenia Russi Delfraro, neuropediatra, aconseja una evaluación médica para descartar causas subyacentes como dolor o malestar físico. Además, el desarrollo de un plan de intervención conductual individualizado puede ser beneficioso.

Aida Fàbrega Sancho destaca la importancia de la consistencia y la previsibilidad en las rutinas diarias para minimizar los comportamientos autoestimulatorios. Establecer horarios regulares y anticipar cambios puede ayudar a los niños a sentirse más seguros y menos impulsados a buscar autoestimulación.

Laura Martín de la Plaza y Cristina Andújar Casas coinciden en que el entrenamiento en habilidades sociales y la terapia cognitivo-conductual son esenciales para mejorar la interacción social y manejar comportamientos disruptivos.

El Dr. Álvaro Andreu-Bernabeu y la Dra. Cristina Cordero Castro subrayan la importancia de un enfoque multidisciplinario que incluya terapia ocupacional, fisioterapia y, cuando sea necesario, intervenciones farmacológicas.

Finalmente, Dr. César Ruiz García recalca que el apoyo familiar es fundamental. Los padres y cuidadores deben estar equipados con estrategias de manejo conductual y apoyo emocional para navegar los desafíos del TEA.

En resumen, la modificación de conductas en niños con TEA requiere un enfoque holístico y personalizado que considere las necesidades individuales del niño y su familia. La colaboración entre profesionales, la educación continua y el apoyo comunitario son clave para el éxito de estas intervenciones.