«Actualmente hay un equilibrio de casos entre chicos y chicas, pero se da un repunte en niñas de entre 11 y 13 años. Sin embargo, el problema comienza a gestarse mucho antes». Así lo asegura Carmen Aldana, psicóloga en Depsia Sl, que recuerda que los jóvenes «suelen acudir a consulta cuando están en Secundaria y ya presentan problemas emocionales».
Por ello, es fundamental la detección precoz, algo que es responsabilidad compartida del colegio y de los padres: «la familia debe estar atenta ante posibles cambios de comportamiento del niño, como que no quiera salir de casa ni relacionarse, que no acuda a excursiones del colegio o que pierda y vea deterioradas sus pertenencias», advierte Aldana.
Este problema puede requerir terapias en las que intervenga un psicólogo con la ayuda de los padres y el colegio, y en las que no se descarte lapresencia de la fiscalía de menores cuando así sea necesario. En todo caso, y en opinión de Aldana, «se deben establecer pautas que ayuden al alumno a entender, contener y expresar sus emociones».
«El "bullying", incluyendo el acoso escolar a través de internet, continúa siendo un riesgo incomprendido para el bienestar de los niños y jóvenes», afirma Kilbane desde UNICEF. No es para menos, puesto que sus consecuencias son especialmente dolorosas para las víctimas que lo sufren. Entre ellas, la aparición de trastornos fóbicos, trastornos emocionales, problemas de depresión y ansiedad, pensamientos suicidas o sentimientos de culpabilidad. Quizá por esto último, un tercio de los encuestados llegan a la conclusión de que ser maltratado «es algo normal», y por ello no denuncian. «Hay que poner especial atención en los casos en los que se perciba un trastorno de la personalidad, cambios bruscos de humor, depresión, ansiedad o baja autoestima», asegura Aldana. Estos síntomas por sí solos no confirman la existencia del acoso, pero hay que permanecer vigilantes: hasta un cuarto de las víctimas asegura que no saben a quién decírselo.
La educación también ejerce un papel importante. Dos tercios de los afectados aseguran haber sido discriminados por su aspecto físico, su orientación sexual o su origen étnico. Para evitar estas situaciones, la psicóloga Carmen Aldana recomienda «crear un clima de comunicación y confianza en la familia que combine sensibilidad con límites y consecuencias, con el fin de que puedan ser autosuficientes y relacionarse con los demás de forma sana, madura y atenta». Igualmente, es importante «profundizar en el aprendizaje de comportamientos como la empatía». Solo así se puede evitar un problema mayor. Muchos casos terminan con la vida de la víctima o le dejan secuelas permanentes. Para poner fin a estas situaciones, lo mejor es la detección precoz y la denuncia.