Se producen habitualmente a partir de los siete años, pueden tener un componente genético, se desencadenan por situaciones de estrés o ansiedad y suelen desaparecer.
Los tics pasajeros y que no dificultan el desarrollo de la vida diaria del niño no se consideran patológicos. Un tic puede ser, desde morderse las uñas, hasta movimientos involuntarios con la cabeza y parpadeo excesivo o emitir sonidos, como la repetición de palabras, tos o carraspeos. El detonante de un tic puede ser una situación de inquietud, ansiedad o estrés en la vida del niño.
La edad habitual en la que se presentan los tics infantiles es “alrededor de los siete años. Entre el 4 y el 23% de los niños, sobre todo varones, en un momento u otro antes de su pubertad, ha tenido tics y en un 99,7% se producen antes de los 15 años. Los tics no se desarrollan por imitación y se trata de la expresión de un trastorno orgánico, aunque los factores emocionales también pueden influir. La causa que origina los tics es desconocida, aunque existe bastante consenso en que los factores genéticos pueden contribuir a su aparición”, explica Erika Jiménez, neuropediatra del Hospital Rey Juan Carlos Móstoles de Madrid.
¿Un tic infantil es para toda la vida?
Los tics pueden ser crónicos o transitorios. En el primer caso, son “los que persisten durante más de un año y se mantienen sin interrupción durante más de tres meses. En el caso de ser transitorios, su duración es entre un mes y menos de un año. Los tics cambian periódicamente de intensidad y expresión. En general, en una tercera parte de los niños desaparecen al acabar la adolescencia, otra tercera parte mejora y el tercio restante no sufre variaciones o empeora. Además, suelen ser más intensos en situaciones de ansiedad y fatiga y disminuyen al realizar actos que requieren concentración, como leer o tocar un instrumento musical”, explica Jiménez.
Diferencia en tic y TOC
Entre un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y un tic, movimiento estereotipado e involuntario hay diferencias y similitudes. En el primer caso, “se caracteriza por un patrón de pensamientos obsesivos; ideas fijas recurrentes y persistentes que generan inquietud, temor, ansiedad o aprensión. Con el fin de calmar la ansiedad que generan, se producen conductas compulsivas que se transforman en rituales o reacciones exageradas de resistencia a las propias ideas obsesivas. Suele manifestarse durante la infancia o adolescencia y su evolución suele ser progresiva, por lo que se considera un trastorno crónico. Los niños con TOC pueden presentar tics y los que tienen tics pueden tener TOC, por lo que estamos ante dos situaciones distintas, que pueden coexistir”, aclara la neuropediatra Erika Jiménez.
¿Cómo actuar cuando tu hijo tiene un tic?
La comprensión es fundamental para ayudar a un niño que tiene tics y por ello lo aconsejable “evitar recriminar, criticar y mucho menos castigar. Hay que tener en cuenta que el niño no lo hace a propósito. Seguramente, en principio, ni es consciente de ello. Decirle que pare o que deje de hacerlo, no le facilita las herramientas para controlarlo y, seguramente, la presión le pueda generar ansiedad, lo cual provocará que los tics sean más intensos, porque aumentan con las situaciones de estrés”, advierte Marta de Dios, psicóloga y codirectora del centro Psico-logos.
Los tics no se consideran patológicos, así que “conviene manejar la situación desde la calma y facilitar al niño que tome conciencia de su situación, indicándole con cariño y respeto sobre qué, cómo y cuándo lo hace. Podemos ofrecerle conductas alternativas o incompatibles con su tic, como meter la mano en el bolsillo para no morderse las uñas o abrir mucho los ojos para no guiñarlos. También, es aconsejable reforzar con felicitaciones al pequeño cada vez que consiga controlar, reducir o sustituir el tic por una conducta alternativa”, indica de Dios
Los métodos de relajación ayudan a disminuir la frecuencia e intensidad de los tics del niño. Se le puede enseñar “técnicas de relajación, como la respiración diafragmática o de relajación muscular, además de fomentar un ambiente familiar comprensivo que facilite la expresión y manejo emocional. Si los tics no desaparecen en un tiempo; se vuelven más intensos o frecuentes e interfieren en la vida diaria del niño, estado emocional, relaciones sociales o rendimiento escolar, podemos buscar ayuda profesional”. Concluye la psicóloga Marta de Dios.