¿Decirle o no? ¿Decisión de quién? ¿Repercusiones de la noticia?El diagnóstico de cáncer supone una experiencia estresante para el paciente y su familia. La comunicación que se establece en este periodo es clave para afrontar esta enfermedad crónica.El intercambio de información médico-paciente es vital para el establecimiento de una relación de confianza. En ocasiones, el familiar acompañante sirve de intermediario en esta relación y le comunica al doctor que no desea que el paciente conozca su diagnóstico. Esta constituye una de las formas en las que se presenta la conspiración del silencio ¿Está bien o está mal? La respuesta queda sujeta a las valoraciones de los implicados en este pacto.Muchos familiares en aras de “proteger” a sus seres queridos de tal realidad prefieren disfrazar la enfermedad e inventar diagnósticos menos “chocantes”. Argumentan acerca de la fragilidad de la persona y cuán destructivo sería saber que tiene cáncer.Pero, ¿en realidad se protege al paciente? Ocultar información crea una barrera entre paciente, personal sanitario y conocidos. Las preguntas acerca de los cambios y malestares físicos, las pruebas, los tratamientos no tienen las respuestas esperadas y pueden volverse elementos de sospecha al compartir vivencias con pacientes con patologías similares a su alrededor.¿Cuántas personas se vuelven cómplice de este secreto, incluso sin quererlo? Médicos, enfermeras, técnicos, compañeros de trabajo, amigos deben evitar mencionar términos que la persona pueda asociar con el cáncer. En muchos casos, aun cuando reciben sus tratamientos en institutos especializados de oncología, sus acompañantes convencen al individuo que, aunque está ahí “no tiene eso, solo que es un excelente lugar”.“Dejar fuera” al individuo en un momento tan crucial de su vida, puede atentar contra su cooperación en la evaluación y control de los síntomas. En un intento por evitar que el paciente experimente estados de ansiedad y depresión –válidos durante este proceso-, puede que estos se incrementen si es conocido el diagnóstico tiempo después y mediante alguna vía no deseada y menos adecuada. Las consecuencias de la comunicación tardía del diagnóstico pueden llegar a tener repercusiones verdaderamente negativas, si no son elegidos los espacios apropiados y los transmisores convenientes. Saber que tiene cáncer le permitirá a la persona desplegar una serie de estrategias para afrontar esta realidad.La conspiración del silencio atenta contra la puesta en práctica de mecanismos adaptativos y limita el desarrollo de nuevos estilos de vida. Asimismo, en la familia crea discusiones en el manejo de los temas concernientes al paciente, se producen dificultades en la toma de decisiones y aparecen sentimientos de culpa por ocultar información.Aun cuando el profesional sanitario no es en primera instancia responsable del pacto del silencio, en ocasiones se ve involucrado en su ocurrencia. No surte el mismo efecto transmitir un mensaje, de modo unidireccional, que establecer un canal de comunicación. La forma de comunicar malas noticias debe ser teniendo en cuenta las características individuales del paciente y la verdad soportable para este.Resulta fundamental conocer sobre la enfermedad, su pronóstico y expectativas; facilita la relación del médico-paciente-familia, permite el desarrollo de la estrategia terapéutica, a la vez que conserva la integridad dinámica de la familia y fortalece los recursos existentes. Pero la decisión en última instancia le pertenece al paciente y a los familiares designados por este para tomar decisiones en su nombre.