El trastorno por consumo de alcohol representa la adicción más común y conlleva una importante carga para la sociedad, con un 3,8% de muertes femeninas y un 12,2% de muertes masculinas en la población mundial entre 15 y 49 años atribuidas a este trastorno.
Se trata de una enfermedad crónica caracterizada por ciclos de sobriedad y recaída. Por lo tanto, además de la prevención, el principal desafío es romper estos ciclos para evitar la reanudación del consumo. Un estudio liderado por el Instituto de Neurociencias (IN), un centro conjunto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, ha demostrado que la alteración de la sustancia blanca en el cerebro -el tejido que conecta diferentes regiones cerebrales- es una característica central de esta enfermedad, y no simplemente un efecto secundario del consumo de alcohol.
Este estudio, publicado en la revista Psychiatry and Clinical Neurosciences, también sugiere una nueva vía de tratamiento para prevenir la recaída, enfocada en frenar la progresión del deterioro de la sustancia blanca cerebral en estos pacientes. Esto se lograría a través de la gestión de la estimulación magnética transcraneal profunda (Deep TMS).
El punto de partida del trabajo fue la investigación previa realizada por los investigadores de los laboratorios Plasticidad de las redes neuronales y Biomarcadores de Imaging Translacional del IN, dirigidos por Santiago Canals y Silvia De Santis, respectivamente.
Estos investigadores ya habían demostrado hace unos años que el consumo de alcohol causa daños en la sustancia blanca del cerebro, y que estos daños no cesan al dejar de beber, sino que progresan de manera notable durante la abstinencia.
Utilizando modelos experimentales, los investigadores encontraron que la alteración de la microestructura en los pacientes correlacionaba con su nivel de consumo de alcohol.
Además, observaron resultados similares en dos modelos animales distintos, lo que les permitió estudiar las bases biológicas de este cambio y descubrir que se asociaban con una disminución en la mielina, una sustancia esencial para el funcionamiento adecuado de la sustancia blanca del cerebro.
Por lo tanto, la evidencia acumulada por el equipo indicaba que la sustancia blanca podría ser un objetivo terapéutico potencial. Según Mohamed Selim, primer autor del artículo, su razonamiento se basaba en la idea de que la estimulación cerebral, a través de un proceso conocido como plasticidad de la mielina, podría regenerar la sustancia blanca de los pacientes, protegiendo así el cerebro y previniendo la recaída.
