Cientos de psiquiatras españoles intercambiarán experiencias de práctica clínica alrededor del trastorno bipolar, incidiendo en conceptos como el empoderamiento del paciente y la psiquiatría traslacional, a lo largo de las diferentes reuniones organizadas este año por Lundbeck, en ciudades como Madrid, Barcelona, Oviedo, Valencia, Bilbao y Sevilla, entre otras, bajo el título de “Bipolar Updates”, en coordinación con diferentes especialistas.
Investigación traslacional en psiquiatría, un reto mayor que en otras especialidades
La medicina o investigación traslacional se basa en traducir de manera lo más directa posible los resultados de la investigación básica a sus aplicaciones clínicas, sobre todo en diagnóstico y terapéutica. Como explica el doctor Pedro Iborra, Psiquiatra en el Hospital de Día Salud Mental del Hospital Clínico Universitario San Juan de Alicante, “en definitiva, nos permite optimizar nuestra intervención en términos de prevención de enfermedades, detección precoz, mejor selección y dosificación de un tratamiento, aumentar la adherencia terapéutica, reducir los efectos adversos y, sobre todo, mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes”.
En palabras del doctor José Manuel Montes, Jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal, “la psiquiatría traslacional es la única manera de seguir avanzando en psiquiatría y, a la vez, que la investigación básica gire sobre aspectos importantes que nosotros detectamos como posibles focos de investigación”.
Sin embargo, la investigación traslacional en psiquiatría supone un reto más importante que en otras especialidades, debido a la mayor complejidad del cerebro en comparación con otros órganos[6].
A pesar de los avances en la aplicación de la farmacogenómica, epigenética, microbiota y biomarcadores en la psiquiatría traslacional, “su papel a la hora de influir en nuestras decisiones clínicas y terapéuticas es todavía menor”, destaca el Dr. Iborra, para quien “todavía estamos muy lejos de donde nos gustaría en trastorno bipolar”. Así, los expertos destacan que los diagnósticos psiquiátricos siguen basándose más en agrupaciones de síntomas (DSM-5 y CIE-10) que en la neurobiología subyacente, se sigue prescribiendo según resultados de estudios controlados y la propia experiencia, existiendo por tanto múltiples factores que pueden contribuir a la variabilidad en la respuesta a los fármacos.
Por otro lado, la investigación traslacional va en línea con la medicina personalizada, “que se basa en el conocimiento más profundo de la genética del paciente y en ajustar el tratamiento como un traje a medida, utilizando el fármaco presumiblemente más eficaz en base al estudio genético, con menos efectos adversos y a una dosis más ajustada al conocerse cómo metaboliza el paciente ese fármaco. Por tanto, permitirá, en un futuro, un tratamiento específico, más eficaz, mejor tolerado y a una dosis óptima", afirma el Dr. Montes.
En el caso del trastorno bipolar se hace necesaria la integración de la biología, las bases moleculares de la enfermedad y datos de neuroimagen con la clínica. El trastorno bipolar es una enfermedad multifactorial que precisa de un enfoque biológico, social y psicológico.
Entre los retos actuales en esta enfermedad se encuentran la búsqueda de biomarcadores de diagnóstico, riesgo, pronóstico y respuesta terapéutica. Dadas las diferencias entre el tratamiento agudo y de mantenimiento, es preciso también el desarrollo de nuevos fármacos más dirigidos,protocolos de psicoterapia más eficientes y herramientas para aumentar la adherencia terapéutica. “En los últimos años, se viene desarrollando una línea de investigación prometedora en el campo de los biomarcadores, ahondando en el papel de las citoquinas proinflamatorias en la neurobiología del trastorno bipolar entre otras patologías psiquiátricas”, asegura el Dr. Iborra, quien también cree que “estamos ante un período importante y estimulante para la investigación en psiquiatría y posiblemente en un futuro no muy lejano obtendremos avances espectaculares en el conocimiento de la etiología de las enfermedades mentales, la identificación de nuevas dianas terapéuticas y el desarrollo de biomarcadores”.
Hacia un paciente con trastorno bipolar empoderado
Para el Dr. José Manuel Montes, “un paciente empoderado es aquel que tiene conocimiento de su enfermedad, que la ha aceptado, que está comprometido con su tratamiento, manejo y control, y que eventualmente forma parte de la organización de la asistencia sanitaria. Un paciente plenamente involucrado en su tratamiento ofrece una situación más favorable que la de la vieja medicina tradicional basada en un enfoque paternalista”.
Según el Dr. Pedro Iborra, “por mi experiencia clínica podría decir que en los últimos cinco años es cada vez más habitual encontrar a un paciente ávido de información, y en el mejor de los casos, informado de su proceso patológico y posibilidades terapéuticas. El paciente se ha convertido en un agente activo, que quiere saber y decidir, asumiendo su responsabilidad en la toma de decisiones, tratamiento y seguimiento. Quizá este cambio está siendo más progresivo en el caso de la psiquiatría, donde el papel del estigma social y el propio autoestigma limitan, sin duda, el potencial de empoderamiento de nuestros pacientes”.
El papel de los profesionales de la salud es fundamental a la hora de contar con pacientes empoderados. “El médico debe establecer con el paciente una relación bidireccional, de mayor confianza, donde se dé al paciente el conocimiento necesario de su enfermedad y se le ofrezcan programas de psicoeducación, buscando su compromiso en la toma de decisiones”, detalla el Dr. Montes, quien cree necesario también “mejorar el conocimiento que la sociedad tiene sobre el trastorno bipolar y reducir el estigma social para lograr la aceptación de la enfermedad mental como una enfermedad más”, con el fin de contribuir a ese empoderamiento.
“No se trata solo de informarles sino de educarles”, cree el Dr. Iborra, quien también afirma que “asumir responsabilidades en su salud incrementa la autoestima, la participación y le hace ser una persona más activa. También facilita la incorporación de hábitos de vida saludables para mejorar su calidad de vida. Disminuye el número de visitas a los servicios sanitarios, las complicaciones que puede generar la enfermedad, el número de ingresos hospitalarios como de las situaciones agudas de urgencia y del número de bajas laborales. Y por último mejora el cumplimiento terapéutico en beneficio de su salud”.
Porque un paciente empoderado equivale a un paciente informado y formado, con conocimiento para una mayor capacidad de autogestión y autonomía en su proceso patológico, un paciente más comprometido y colaborador, activo e implicado en su proceso, algo clave en el control, manejo y prevención de su trastorno bipolar.