Cuando a un hijo se le diagnostica un trastorno del espectro autista (TEA), las parejas son un tercio menos propensas a decidir tener otro hijo.
"Siempre se dijo que las familias con un niño con TEA son más pequeñas", dijo el autor principal de un nuevo estudio, Neil Risch, director del Instituto de Genética Humana de University of California, San Francisco. "Esta es la primera vez que documentamos ese fenómeno y cuantificamos su efecto".
El último informe de los CDC sugiere que uno de cada 68 niños estadounidenses padece un TEA, lo que la agencia denomina "un conjunto de discapacidades del desarrollo capaces de provocar complicaciones sociales, de la comunicación y conductuales significativas".
Para Risch, conocer si los padres deciden dejar de tener hijos después de que a uno le diagnostiquen un TEA ayudará a los científicos a estudiar la genética del autismo para calcular la probabilidad de que la enfermedad reaparezca en una familia. También muestra los desafíos de las discapacidades que enfrentan esas familias.
El equipo publica en JAMA Psychiatry que utilizó información obtenida entre 1990 y el 2003 de los registros del Departamento de Servicios del Desarrollo de California sobre 19.710 familias con TEA y 39.361 familias sin TEA.
Los autores revisaron los certificados de nacimiento para obtener otros detalles de los niños de esas familias y conocer si las parejas seguían teniendo hijos después de recibir un diagnóstico de TEA.
Los padres de los niños con autismo eran un 33 por ciento menos propensos que el resto a tener otro hijo. La diferencia con el grupo control (familias sin TEA) sólo surgieron algunos años después del nacimiento de los niños con TEA.
La posibilidad de tener un segundo hijo con la enfermedad no varió según si el niño con TEA era el primero, el segundo o el tercer hijo de la familia.
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