Proyecto Hombre trata los dos primeros casos de adicción al móvil detectados en jóvenes.

«Mi hijo no para de enviar mensajes por el móvil. Hemos llegado a pagar facturas de hasta 120 euros. Le hemos quitado el móvil y está muy agresivo, ¿qué hago?». Es una de las cada vez más habituales consultas que recibe la asociación Proyecto Hombre (PH), que está dedicada al tratamiento y a la prevención de toxicomanías.

Otras veces son los mismos jóvenes los que se dirigen a esta ONG: «Mi padre me quiere esconder el teléfono móvil porque empleo mucho tiempo con él. ¿Soy una persona dependiente? ¿Puedo tener problemas?». Sólo en el último mes esta ONG ha recibido entre 40 y 50 llamadas como estas tanto de padres como de adolescentes interesándose sobre la «telefonitis», entendida como un impulso irrefrenable de usar el teléfono móvil como un puente entre el joven y el mundo externo.



Proyecto Hombre ha tratado ya los dos primeros casos de lo que puede considerarse como una de las grandes adicciones sin droga del futuro. Uno de ellos es el de una joven de 19 años, que reside en Jerez, adicta a los «chat» por móvil y que está rehabilitada después de pasar durante tres meses por PH. El segundo caso que se ha dado a conocer es el de un joven de 17 años de Barcelona, que se encuentra en tratamiento. Los dos acudieron por iniciativa de sus padres.

Aún son pocos los casos conocidos pero la ONG, a raíz de los contactos que ha mantenido con los padres, ha establecido ya un perfil del adicto al móvil. «Se aprecia un distanciamiento y una falta de comunicación con los progenitores, en algunos se produce absentismo escolar, o no respetan los horarios de estudio, pasan horas chateando en lugar de relacionarse con otros jóvenes de su edad y resuelven los problemas de identidad que tienen desde el teléfono, en lugar de confrontar opiniones y hablar de sus problemas con los demás», expone Lino Salas, portavoz de Proyecto Hombre.

Ahora bien, ¿por qué se produce esta adicción? la ONG lo asocia a la crisis que crea el paso a la adolescencia, como puede ser la falta de autoestima, de integración social o incluso los problemas de aceptación del cuerpo, que se ven incrementados si, además, las relaciones con la familia son débiles.

Proyecto Hombre ya ha puesto en marcha un programa ambulatorio de rehabilitación que no supone ninguna ruptura con la familia, el horario escolar, o con las actividades cotidianas que realice el adolescente. Su duración media es de tres a cuatro meses. «Se intenta concienciar al joven de que hay llamadas que no son necesarias y se trabaja en la idea de que él mismo se dé cuenta de que ha perdido el control. Del mismo modo, se cuenta con la ayuda de los padres y de los profesores. Es necesario que eduquemos en la responsabilidad y en el uso adecuado de los instrumentos de que disponemos. Incluso se trata de que el adolescente pueda encontrar satisfacción en otro tipo de actividades que no sea sólo el móvil», explica Salas. La ONG añade que, en ocasiones, este tipo de adicciones se combinan con otras químicas.