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Una visión constructivista de la drogodependencia.

  • Autor/autores: Fernando Mansilla.

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Artículo | Fecha de publicación: 07/05/2002
Artículo revisado por nuestra redacción

IntroducciónSi el conductismo se sustenta sobre una metáfora mecanicista que interpreta la condición humana en términos de causalidad, antecedentes y consecuencias, y por refuerzos contingentes. Y el psicoanálisis, por su lado, contempla la conducta humana determinada por traumas pasados y como fruto de dinámicas energéticas y pulsiones inconscientes. El núcleo de la teoría constructivist...



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Introducción

Si el conductismo se sustenta sobre una metáfora mecanicista que interpreta la condición humana en términos de causalidad, antecedentes y consecuencias, y por refuerzos contingentes. Y el psicoanálisis, por su lado, contempla la conducta humana determinada por traumas pasados y como fruto de dinámicas energéticas y pulsiones inconscientes. El núcleo de la teoría constructivista considera la conducta como una forma de poner a prueba sus creencias sobre el futuro (Neimeyer, 1989) y ve a la persona como un agente activo que construye el significado de su mundo experiencial (Feixas y Neimeyer, 1991), que está en relación dialéctica con su entorno e integrado en su medio social (Botella y Feixas, 1998). Y pone de manifiesto que la cognición humana es más proactiva (Mahoney, 1988) o anticipatoria (Kelly, 1955) que receptiva o pasiva (Feixas y Neimeyer, 1991).



Tampoco asume que los pensamientos del cliente sean irracionales o erróneos, sino que intenta comprender su coherencia respecto al sentido de identidad de la persona y explora alternativas que le sean congruentes (Botella y Feixas, 1998).



Por eso, los constructivistas ven la terapia como la promoción de una actividad creadora de significado más que como una corrección de supuestas disfunciones o déficit en el pensamiento, emociones o conducta (Calrsen, 1989).

Por tanto, de la visión de la triada clásica: cognición-emoción-conducta, se extrae que las terapias conductuales parten del supuesto de que predomina la conducta sobre la cognición y la emoción, que las terapias humanistas y psicodinámicas ponen el foco sobre los aspectos emocionales de la experiencia, y que las terapias cognitivas se centran en la clasificación y modificación del pensamiento del cliente como forma de acceso al control emocional y conductual.

Reconstrucción psicoterapéutica

Para el constructivismo la manifestación cognitiva del proceso de construcción (anticipación) va seguida del contraste conductual y, tras su validación o invalidación, de las emociones consiguientes (Botella, 1993)

Está basado en la premisa de que el ser humano realiza esfuerzos activos para interpretar la experiencia, buscando propósito y significado (constructo) a los acontecimientos que le rodean. De manera que la persona crea y construye activamente su realidad personal (Mahoney y Lynddon, 1988).



La construcción del significado de la experiencia es un proceso global que implica todas las funciones humanas (Botella y Feixas, 1998).

El constructivismo resalta que los sistemas humanos están caracterizados por un desarrollo autoorganizativo que asegura la protección de su coherencia e integridad internas (Mahoney, 1988), y por la evolución progresiva de las estructuras de conocimiento del ser humano (Lyddon y Alford, 1996).



Los constructos son distinciones bipolares que una vez formados sirven para canalizar anticipaciones, percepciones y acciones subsecuentes (Neimeyer y Neimeyer, 1996).

Cada persona con el tiempo desarrolla un sistema de constructos que utiliza para anticipar los acontecimientos y en particular para anticipar la conducta de otras personas. Así nuestras convicciones actuales establecen las bases para nuestras anticipaciones futuras (Kelly, 1995). Por tanto, cualquier elección acaba estando impregnada de implicaciones y reacciones anticipadas (Procter, 1991). Cada constructo o representación crea activamente y obliga a nueva experiencia y eso determina lo que el individuo percibirá como realidad (Mahoney y Lyddon, 1988).



Al conjunto de significados (constructos) que se unen para construir a la persona se les ha denominado de diversas maneras: sistemas de constructos personales (Kelly, 1955), estructuras cognitivas (Liotti, 1987), organizaciones de significado personal (Guidano, 1991) y procesos de ordenamiento nuclear (Mahoney, 1991).

Es difícil que un sujeto consuma drogas si ello supone una limitación para elaborar su sistema de constructos. Sin embargo, aquellos que encuentren que los primeros contactos con la droga les capacita para anticipar de una manera más satisfactoria algunos aspectos de su vida, tienen abierto el camino hacia la drogodependencia (Hinkle, 1965).



Kelly (1955) consideró la postura anticipatoria como piedra angular de su teoría y así lo estableció en su postulado fundamental: los procesos de una persona se canalizan psicológicamente por la forma en que anticipan los acontecimientos.

Las personas anticipan los hechos futuros con los constructos para poder comprenderlos mejor (Banister y Mair, 1968), es decir, los utilizan para dar sentido a lo que les ocurre; y cuando actúan, experimentan con su propio construir, dejando abierta la construcción (interpretación de la experiencia) para que sea validada o no validada por los acontecimientos posteriores (Viney, 1996).



Además, el sistema de construcción de una persona varía a medida que ésta construye las réplicas de los acontecimientos. De la implicación en la anticipación de los acontecimientos resulta la posterior confirmación o desconfirmación (Kelly, 1955).

Cuando la droga se consume por primera vez, las fantasías del individuo sobre lo que puede ocurrir afectará a su experiencia. El grado en que la aparición de las diversas sensaciones es interpretada como efecto del tóxico estará en relación con las construcciones (anticipaciones) previas del individuo que pueden ser validadas o invalidadas si las predicciones fallan (Salazar, Casas y Rodríguez, 1992), en todo caso, el efecto de la droga consumida es interpretado (Dawes, 1985).



Los constructivistas afirman que los cambios son consustanciales con el ser humano. Así, cada cambio exige una reconstruccion y por esa razón, se ha definido el trastorno en términos de un sistema de construcción que no es permeable a los cambios, o que a pesar de su invalidación se usa repetidamente (Kelly, 1955).

Un cambio puede poner en peligro el sistema de constructos y por tanto, producir amenaza y ansiedad, ante esto, como respuesta, es comprensible que la persona desarrolle un mecanismo autoprotector que se denomina resistencia en el contexto terapéutico.



Para el constructivismo la drogodependencia puede ser vista como adaptativa porque puede contribuir a la elaboración de aspectos del sistema de constructos del individuo, lo que no le sería posible libre de drogas o en abstinencia. Cuando las personas se enfrentan a acontecimientos que se encuentran fuera de los rangos de conveniencia de su sistema de constructos, se genera la ansiedad que es la que va a proporcionar el fundamento para el cambio, puesto que representa la conciencia de que el propio sistema de constructos no se adapta a los acontecimientos que le rodean (Salazar, Casas y Rodríguez, 1992).



Tanto las conductas adaptadas como las disfuncionales forman parte de la experiencia en la que se ponen a prueba las construcciones de la persona para ser confirmadas o no confirmadas, y en consecuencia revisadas (Botella y Feixas, 1998). De manera que la salud psicológica se caracteriza por un proceso continuado de revisión y fluctuación (Neymeyer y Neymeyer, 1996).



El alternativismo constructivo afirma esencialmente que todas nuestras interpretaciones presentes del universo están sujetas a revisión y sustitución. De ahí la importancia que tiene el alternativismo constructivo (Kelly, 1969a), y por tanto, el abrir opciones o alternativas para el desarrollo y crecimiento del ser humano. Desde este punto de vista se deriva que la psicoterapia es más una empresa creativa que correctiva (Neimeyer y Harter, 1988). En terapia hay que ver la manera de cultivar estructuras de significado alternativas, desarrollando en la sesión un mundo fingido y seguro (Neymeyer, 1998).



Una estructura cognitiva que atribuye significado y relaciones, será resistente al cambio si la persona no desarrolla estructuras de significado alternativas (Liotti, 1991).

La resistencia más que representar una especie de obstinación o inflexibilidad irracional a cambiar aspectos fundamentales de las perspectivas o de la conducta puede contemplarse como adaptativa (Neymeyer, 1989).

El drogodependiente vio peligrar constructos nucleares y se mostró resistente al cambio, fracasando repetidamente en la búsqueda de alternativas a la dependencia.

La terapia constructivista no se orienta únicamente al cambio conductual sino a la revisión del sistema de construcción, de forma que las conductas implicadas en las nuevas experiencias sean más satisfactorias para el sujeto y su entorno (Botella y Feixas, 1998).



Los constructivistas inciden en los procesos de conocimiento y se orientan hacia la evaluación de la viabilidad (utilidad) como opuesto a validez (verdad) de la visión del mundo única de cada individuo (Neimeyer y Neymeyer, 1996)

En lugar de confrontar directamente la validez de los constructos existentes, el psicoterapeuta ayuda a construir alternativas viables. De modo que la terapia de los constructos personales es más invitacional y exploratoria que directiva (Feixas y Neimeyer, 1991).



Si se produce una invalidación el resultado es una emoción dolorosa. Así, la ansiedad se experimenta cuando se toma conciencia de que no se tienen los constructos que se necesitan para hacer las interpretaciones y predicciones de los acontecimientos. La hostilidad se produce cuando no se consigue apoyo para las predicciones, pero se intenta obtener dicho apoyo de todos modos.



Esta hostilidad se puede dirigir hacia otros, en forma de enfado, o hacia uno mismo en forma de depresión. La desesperanza se produce en circunstancias invalidantes, cuando el poder se dirige al mundo más que a uno mismo. Y la amenaza implica invalidación de los constructos nucleares sobre uno mismo y se experimenta cuando las personas se vuelven conscientes de que pueden necesitar cambiar sus constructos más nucleares sobre sí mismo (Viney, 1996).



Para la mayoría de los constructivistas, el sí mismo constituye una unidad de significado organizada, y los acontecimientos que señalan cambios profundos en dicho sistema son amenazadores.

Desde esta óptica el drogodependiente pudo sufrir una invalidación que afectará a su identidad, y con la droga tiene la opción de una identidad más inadecuada pero que le provoca menor sufrimiento porque no tiene en cuenta los acontecimientos invalidantes. Por eso se da el rechazo o resistencia del drogodependiente al cambio en psicoterapia, porque la invalidación amenaza un constructo nuclear.



El drogodependiente primero se siente amenazado porque anticipa el cambio de un constructo nuclear (identidad) (el sí mismo), lo que tiene implicaciones de largo alcance, se siente amenazado durante un periodo de transición de su vida; los revueltos años de la adolescencia ofrecen los ejemplos más comunes de amenaza transicional (Landfield y Leitner, 1987), para buscar una salida a la amenaza consume el tóxico, con el que crea la ilusión de que el constructo es validado, y después de consumir se siente culpable porque percibe una dislocación de su estructura del rol nuclear y siente ansiedad porque se da cuenta que sus construcciones no son útiles para el mundo que le rodea (Landfield y Leitner, 1987), ya que ha hecho algo que percibe que está en directa contradicción con sus construcciones centrales en la vida (Landfield y Leitner, 1987).

Por otro lado, el drogodependiente no suele compartir ningún aspecto significativo con su entorno personal y carece de bases para establecer y mantener una relación interpersonal (aislamiento del self real). Además se identifica más por lo que no desea ser que por lo que desea ser (aislamiento del self ideal). Por último se representa a sí mismo no sólo como diferente sino como idealizando dicha diferencia (aislamiento social) (Norris y Makhlouf-Norris, 1976).

Cuando el acontecimiento evaluado es el propio self, como ocurre con frecuencia con el drogodependiente las emociones producidas son de carácter autoevaluativo como: culpabilidad, vergüenza y orgullo (Botella, 1993).

Si se entienden los problemas psicológicos como el resultado propio de un sistema de constructos que no genera hipótesis que anticipen con éxito los acontecimientos, entonces puede entenderse como el proceso de ayudar a las personas a realizar tales operaciones con mayor eficacia (Procter, 1991).

Así pues, como hemos visto anteriormente la drogodependencia puede ser considerada como la acción de un individuo que protege estructuras nucleares de una invalidación posterior (Landfield y Leitner, 1987). Cuando el drogodependiente empieza a percibir los efectos de la droga comienza a emerger un subsistema de constructos que puede ser considerado como una nueva construcción de un Yo intoxicado (Salazar, Casas y Rodríguez, 1992).

De modo que el drogodependiente elige un Yo intoxicado porque le ofrece mayores posibilidades para la extensión y definición de un sistema de constructos que el encontrarse abstinente, y porque el cambio hacía la abstinencia le conduciría a un mundo relativamente sin sentido (Salazar, Casas y Rodríguez, 1992).



Este nuevo sistema capacita para anticipar ciertos acontecimientos que están limitados si se está abstinente y que incluyen situaciones de la vida cotidiana e incluso estados psicológicos.



Si el individuo utiliza la droga para construir acontecimientos que no ha desarrollado dentro de un sistema libre de drogas, una vez elaborado el nuevo subsistema patológico, su habilidad para actuar sin drogas ante situaciones problemáticas estará disminuida y en último extremo se podría preguntar por qué intentar afrontar algo difícil sin tóxicos cuando ha descubierto un nuevo y fácil método de manejo de situaciones conflictivas (Salazar, Casas y Rodríguez, 1992).



La droga, debido a sus acciones fisiológicas, genera un nivel de conciencia alterado que posibilita la reconstrucción de los elementos del medio ambiente externo e interno del individuo (Salazar, Casas y Rodríguez, 1992).



La psicoterapia constructivista asume que todos los constructos pueden ser reemplazados por otras interpretaciones o predicciones. En ella los clientes usan a sus psicoterapeutas como validadores de su propio construir y sus psicoterapeutas ponen a prueba los sistemas de constructos de sus clientes respecto a la validez predictiva y consistencia interna (Neimeyer, 1987).

Incluso se ha sugerido que hay que dar la prioridad al cambio del cliente aunque, a veces, sea a través de procesos terapéuticos poco ortodoxos (Feixas y Neimeyer, 1997). El cambio psicológico puede darse por múltiples vías y expresarse de muchas maneras, pero radica en un proceso unitario de reconstrucción del significado (Botella y Feixas, 1998).



La persona consulta porque sus constructos han sido invalidados en su contexto habitual a un nivel que supone una crisis, o son derivados a terapia cuando el proceso de construir del cliente (la narrativa personal) (Neimeyer, 1996) se identifica con sus problemas y están sujetos a una “narrativa dominante” que incapacita, delimita o niega su persona (White y Epston, 1990), porque el significado de nuestras vidas está dictado por las historias que vivimos y que contamos (Mair, 1984), es decir, por la manera en que asociamos los acontecimientos en secuencias significativas (Vogel, 1994).



La cuestión radica en cómo debe proporcionar el psicoterapeuta la validación necesaria para reasegurar al cliente y disminuir la amenaza, y a la vez, facilitar experiencias de invalidación para que la persona pueda poner en cuestión, y revisar en consecuencia sus constructos (Botella y Feixas, 1998). Porque los drogodependientes manifiestan un alto grado de ansiedad y amenaza cuando tienen que vivir sin droga (Viney y otros, 1984).



La perspectiva constructivista parte de la idea que la posición que ocupa alguien respecto a su vida cuando viene a consulta es la más coherente con su visión de sí mismo y del mundo, a pesar de que le ocasione problemas y sufrimiento. De acuerdo con el corolario de elección (Kelly, 1955), la persona elige para sí misma aquellas alternativas de sus constructos que le aportan mayor significado en coherencia con su sistema de construcción, y mayor predicción, entendida como validación de identidad, tal como esta esté estructurada como red de constructos nucleares (Botella y Feixas, 1998). Por eso, Kelly concibe la psicoterapia como un contexto empírico y de colaboración en el que se examinan hipótesis o construcciones implicadas en las conductas problemáticas, y donde se exploran posibilidades alternativas (Botella y Feixas, 1998).

Desde el ciclo de la experiencia (anticipación-implicación-encuentro-validación), parece que cuanto más al inicio se interrumpe la revisión constructivista o el ciclo de más gravedad es el trastorno. De ahí que el terapeuta tenga que permaner alerta a la amenaza que puede suponer invalidar demasiado pronto las bases sobre las que se asienta la teoría del cliente y adopta una forma de relacionarse con él empática, respetuosa, y de colaboración cuando afronta la comprensible resistencia al cambio (Leitner, 1988).

El constructivismo concibe el proceso de cambio de acuerdo con el mantenimiento de la identidad, y la relación de ayuda como una colaboración de experto a experto en la que se negocia un nuevo significado o construcción que va a permitir al sujeto seguir avanzando con un sentido más amplio por las alternativas que elija (Botella y Feixas, 1998).



A diferencia de otros modelos, la intervención inspirada en el constructivismo insiste en que las técnicas psicoterapéuticas deben recorrer todas las formas en que el hombre ve la realidad (Kelly, 1955) porque no se distingue por sus procedimientos específicos ni por sus técnicas de cambio, sino por la conceptualización del problema, del proceso de cambio y de la alianza terapéutica (Botella y Feixas, 1998). Y se da una gran importancia a la exploración del sistema de constructos y al proceso de construcción del cliente (Botella y Feixas, 1998)

Técnicas

Se sugieren entre otras técnicas los métodos que analizan la estructura del sistema de construcción del cliente como el escalamiento, el escalamiento dialéctico, la flecha descendente y también de una manera más amplia la técnica de rejilla que es una técnica usada para elicitar y hacer un mapa de aquellas dimensiones de significado mediante las cuales una persona organiza sus percepciones de algún dominio de la experiencia. Otra técnica es el nudo del problema que es una forma de hacer un gráfico de las posiciones relacionadas de diversos miembros del sistema familiar en el ámbito de las construcciones que tienen los unos de los otros y de las acciones que son coherentes con esas construcciones. Una característica única de esta estrategia es que muestra gráficamente la manera en que las acciones de un miembro de la familia validan de manera no intencionada las construcciones de otro miembro implicado en el sistema-problema, ofreciendo un mapa detallado –con forma de nudo- de las potenciales intervenciones terapéuticas (Neimeyer y Mahoney, 1998).



Por otro lado, la autocaracterización y la caracterización de la familia que consiste en dar al cliente instrucciones para que escriba de forma libre una descripción de sí mismo o de su familia, tal como la escribiría alguien real o imaginario que conociera al cliente o familia íntimamente y de forma comprensiva, quizá mejor que nadie. La descripción resultante es en sí misma una útil herramienta de evaluación y se puede usar para estimular la creación de un papel alternativo como base para la terapia de rol fijo.



Ésta consiste en el desarrollo y la representación de una identidad o rol hipotético, que tiene implicaciones nuevas para ver y vivir la vida de manera diferente. A la identidad alternativa se le da un nombre diferente al del cliente. El cliente representa el papel en la vida diaria sin informar a los otros del experimento, pero sólo durante un periodo fijo de tiempo, después del cual se deshecha la identidad hipotética, y el terapeuta y el cliente comentan las implicaciones del ejercicio para reinventar la biografía del cliente (Neimeyer y Mahoney, 1998). Otras técnicas son conductuales: la planificación y ejecución de una conducta preestablecidas, el cuestionar creencias inadecuadas, la práctica de habilidades nuevas, el autorregistro de hábitos o conductas, la reformulación del síntoma que consiste en poner el problema presentado en unos términos que son distintos a los empleados por el cliente o la familia, pero más viable para el planteamiento terapéutico, la dramatización familiar que consiste en indicaciones para realizar intencionalmente precisamente aquellas cosas que el consultante quiere dejar de hacer, la paradoja, el flujo de conciencia que consiste en invitar al cliente a prestar atención y a informar lo mejor que pueda de los pensamientos, sensaciones, imágenes, recuerdos y sentimientos que fluyen continuamente con una intrusión o interpretación mínima por parte del terapeuta (Neymeyer, 1998), la prescripción de rituales (Boscolo, Cecchin, Hoffman y Penn, 1987) son una serie de tareas –generalmente ceremoniales que constan de diversos pasos- que involucran a todos los miembros de la familia y que, por lo común, tienen significado simbólico (Feixas y Neymeyer, 1991) y el cuestionamiento circular (Selvini – Palazzoli, Boscolo, Cecchin y Prata, 1980), a través de él se revelan relaciones y diferencias entre miembros de la familia. Implican cuestiones triádicas donde a un miembro de la familia se le invita a describir cómo otros miembros –que están a menudo presentes en la sala de terapia- se relacionan, relatan o reaccionan a algunos hechos familiares (Feixas y Neymeyer, 1991).



En definitiva, se pueden utilizar todas las técnicas que sirvan para reconstruir el propio pasado y discernir en él nuevos temas que apunten hacia un futuro más esperanzador suelen ser efectivas (Bannister, 1975). De ahí su eclecticismo técnico.

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