La evolución que ha vivido el entorno laboral en las últimas décadas, ha favorecido una nueva conceptualización del trabajo que pasa por incluir la polivalencia, la disponibilidad y la implicación, entre algunas de las características transversales de los puestos.
En este contexto, cambios como la mejora de los sistemas para generar, procesar y compartir información, tecnologías y productos, han conllevado una transformación de los ritmos de producción y de los sistemas de organización y trabajo. Ante este panorama, también marcado por la internacionalización, la diversidad y la innovación, las personas y organizaciones se han intentado adaptar, mediante estrategias, que no siempre han resultado eficaces. Al menos, a medio y largo plazo.
De esta forma, encontramos sistemas organizativos que han identificado la excelencia y la productividad con la prolongación de las jornadas laborales o han solicitado que se priorice el rol de trabajador (ante muchos otros) para demostrar la fidelidad e implicación organizacional.
En este proceso, el manejo desadaptativo de las tecnologías de la información y la comunicación ha jugado a su favor, al dificultar el establecimiento de los límites.
Todo esto sin ser conscientes, en ocasiones, de que la dedicación continuada (sin apenas descanso) y el distrés laboral, dificultan el buen rendimiento, la creatividad, la capacidad de innovar e incluso la gestión estratégica en el trabajo.
Llegando al extremo, las excesivas demandas pueden provocar consecuencias tan negativas para la salud que, en algunos casos, han determinado la muerte.
Esto es lo ocurre en el conocido síndrome de karoshi (“muerte por exceso de trabajo”) que suele ir asociado a condiciones de trabajo adversas como las demandas laborales elevadas, poco apoyo social o la baja percepción de control en las tareas.
En este proceso, las personas afectadas no siempre son conscientes de en qué medida, su ritmo laboral, está repercutiendo en su salud y no perciben la posibilidad de que esto les pueda ocurrir. Al igual que en Japón, en Europa y Estados Unidos, también se ha establecido una relación entre condiciones laborales adversas y la aparición de enfermedades1 llegando, en algunos casos, al suicidio2.
En este complejo entramado, los factores psicológicos y emocionales juegan un papel fundamental3. Condiciones generadoras de estrés negativo que, para ser amortiguado, necesitan del fortalecimiento de ciertos recursos personales (autoeficacia, autonomía, percepción de control, etc.) y sociales (apoyo social, recursos laborales, etc.) que permitan optimizar, de manera sostenible, el papel de los recursos humanos en las organizaciones.
“El ritmo de la innovación tecnológica está siendo más rápida que la habilidad de entender sus consecuencias. Tenemos un pensamiento centrado en máquinas – enfocados en la optimización de tecnología y equipo – en lugar de estar centrados en humanos – enfocados a la optimización del alto desempeño humano. ( Moore-Edge,M.)4
Fuentes:
[1] Schnall PL, Landsbergis PA, Baker D. 1994. Job strain and cardiovascular disease. Annual Review Public Health 15:381-411
[2] Martínez, C. 2012. El estrés laboral como factor de riesgo de suicidio (III). Gestión práctica de riesgos laborales: Integración y desarrollo de la gestión de la prevención, 76: 32-37
[3] Durán, M. 2010. Bienestar psicológico: el estrés y la calidad de vida en el contexto laboral. Revista Nacional de Administración, 1: 71-84.
[4] Citado en Karoshi, muerte por exceso de trabajo. Disponible en http://www.exito360.com/tag/alta-productividad/
Grulla psicología y nutrición