El burn out es un síndrome que se manifiesta en personas dedicadas al cuidado de otras, pero sólo ha sido reconocido como tal en 1974 cuando fue acuñado este término, a pesar de que aún no ha sido incluido en el DSM 5 como tal. Se manifiesta como respuesta al estrés laboral crónico, cuya etiología es multifactorial (cansancio emocional, despersonalización y baja realización personal en el trabajo, la edad y el sexo). Puede manifestarse a través de más de cien síntomas psicofísicos, los cuales pueden ser medidos a través de varios inventarios construidos para tal fin, pero su manifestación surge por la percepción del sujeto de una discrepancia entre los esfuerzos realizados y lo conseguido.
Por lo tanto, se hace necesario reconocer sus características particulares, sus fundamentaciones neurocientíficas y epigenéticas, con el objeto de determinar su diagnóstico precoz y establecer estrategias de intervención y prevención, que faciliten tanto el afrontamiento dirigido a las emociones como así también acciones a nivel de los ambientes laborales. Las intervenciones adecuadas están destinadas a prevenir el ausentismo y a mejorar el rendimiento profesional.
Entre las intervenciones clínicas, que apuntan a favorecer el proceso psicosocial, se proponen los modelos comprensivos y programas de psicoeducación. Sin embargo, se ha comprobado que las redes de apoyo familiar y social, junto a la actividad física y creativa, en un ambiente laboral con relaciones satisfactorias con los compañeros, fomentan la resiliencia.