Vol. 2, núm. 1 - Marzo 2003
Revista Internacional On-line / An International On-line Journal
El grupo multifamiliar: un espacio sociomental.
Dr. Jose María Ayerra Balduz (psiquiatra, responsable del Centro se Salud Mental Uribe, Getxo, Bizkaia).
Dr. Jose Luis López Atienza (psiquiatra, coordinador de las estructuras intermedias del Cenrro de Salud Mental Uribe, Getxo,
Bizkaia).
Correspondencia:
Centro de Salud Mental Uribe
C/ San Nicolás nº 2
Getxo Bizkaia (España)
Tfno: 00 34 94 491 12 67
e-mail: mailto:latienza@euskalnet.net%20
Resumen
El grupo multifamiliar permite pasar de la comprensión particular a la comprensión común,
superando los prejuicios y simplismos culturales: buenos y malos, locos y cuerdos, listos y tontos,
exitosos y fracasados. Estos grupos generan un contexto humano y social donde caben las personas
y sus necesidades en función de sus momentos vitales. Alo largo de las intervenciones se construye
una historia común que llega a "contener" a todos los participantes permitiéndoles integrarse en ella,
de algún modo, como protagonistas.
PALABRAS CLAVE: Grupo multifamiliar, contexto social.
Summary
The multifamily group allows you to go from the individual understanding to mutual understanding,
getting over cultural prejudices and oversimplifications: good and bad, madmen and sane men,
clever people and stupid people, successful people and failures. These groups generate a human and
social context in which the people and their needs fit according to their vital moments. Throughout
the interventions a common story is built, which eventually "contains" all of the participants,
allowing them to become integrated in it, in some way, as protagonists.
KEY WORDS: Multifamily group, social context.
Introducción
El Grupo Multifamiliar -GMF- es un lugar de llegada. Es la estructura más sofisticada y compleja de
cuantas se han desarrollado (Garcia Badaracco, 1964) (Garcia Badaracco, 1990) para el tratamiento
psicoterapéutico de los pacientes mentales graves esquizofrénicos, psicóticos, caracteriales,
fronterizos, personalidades obsesivo compulsivas, etc. También es la estructura más poderosa para
producir cambios de profundidad en estos pacientes, tan difícilmente modificables con los recursos
terapéuticos tradicionales (psicoterapias individuales, de grupo pequeño, de familia)(Ayerra et al.,
1993). El GMF las incluye a todas en las mismas coordenadas de espacio y tiempo añadiéndoles una
dimensión institucional, comunitaria y social que le es propia y específica.
El camino recorrido
Nos vamos a referir a una experiencia de 18 años de evolución. El camino recorrido hasta llegar a su
creación fue largo y no exento de dificultades. Resumiremos. Primero: la experiencia compartida en
un hospital psiquiátrico tradicional que nos dio una clara comprensión de "qué no hacer". Fue la
mayor contribución que recibimos en el hospital psiquiátrico, en el que estuvimos durante algunos
años. Hoy muchos hospitales psiquiátricos han mejorado sus recursos de hospedería y han
dignificado las estancias, pero sustancialmente no han cambiado su manera de entender la
enfermedad mental, suponiendo en un número elevado de casos más un obstáculo que una
oportunidad al servicio de los seres humanos, que requieren su ayuda en un momento
especialmente trascendente de su existencia.
Segundo: la creación del Centro de Salud Mental Uribe-Kosta hace 20 años. Uno de los dispositivos
asistenciales más novedosos e interesantes, tanto por sus objetivos comunitarios, a los que no
hemos renunciado en todos estos años, como a la novedosa y útil estructura organizativa y
administrativa, auténticamente acorde con los objetivos. Es esta institución donde hemos podido
realizar nuestros desarrollos más creativos. La estructura específica para el abordaje de la psicosis
es nuestro Hospital de Día. Un contexto comunitario concebido como comunidad terapéutica, con
una dimensión psicoterapéutica dinámica de la psicosis. El evitar los ingresos nos familiarizó con el
abordaje de la crisis y con los momentos regresivos de los pacientes. En ello nos fuimos capacitando
cada vez más. Si bien los pacientes pasaban con nosotros una parte de su tiempo, la mayor parte de
éste lo desarrollaban en el contexto familiar del cual dependía excesivamente nuestro proyecto de
evitar hospitalizaciones. Para entonces, no nos cabía la menor duda de que la familia se encontraba
implicada de manera decisiva en lo que le pasaba al paciente. Cómo colocar a la familia en la misma
dirección en la que queríamos ir, era lo que tendríamos que aprender en la experiencia posterior.
Reunir al primer grupo de padres, convocado con criterios psicopedagógicos y de autoayuda, fue la
forma que concebimos para implicar en nuestro proyecto a los padres. Primero era escucharles,
tranquilizarles, acompañarles, empatizar con ellos y finalmente, llegar con ellos en el trascurso del
tiempo a utilizar lo pedagógico sólo como una referencia necesaria a la que apelar en momentos de
angustias y tensiones emocionales, difícilmente controlables. Así, fueron abriéndose paso en el
tiempo los espacios donde tenían cabida los contenidos íntimos familiares, hasta constituir ellos
mismos el sentido de nuestro encuentro de hora y media mensual para convertirse poco a poco en
una reunión semanal.
El encuentro entre los padres y los hijos no fue fácil. Los padres traían siempre los problemas de los
hijos, convirtiéndose en un discurso circular, donde los causantes de todos los problemas eran
siempre los hijos, comienzo y fin de todas las cosas. La inclusión de los hijos, no exenta de grandes
dificultades por parte de todos, incluidos los miembros del equipo terapéutico, abrió el discurso a la
problemática de la familia y de los padres como individuos y como pareja. Con esta estructura
venimos trabajando desde hace 18 años. Es importante reconocer que los problemas no suelen estar
del lado de los pacientes, están más del lado del equipo. Los profesionales tenemos muchas más
resistencias a andar por caminos no andados y a correr riesgos. No nos atrevemos a investigar.
Seguimos los mismos surcos que nos dan otros, sin comprobar si son adecuados. Quizá sea un
efecto de la opulencia, que nos infantiliza a todos. Nosotros creemos que el animarse a experimentar
desde la intuición es un elemento interesante siempre, y son caminos enormemente atractivos para
los equipos.
Supuestos básicos de los que partimos
La cronicidad de los pacientes mentales graves está más en relación con la inadecuación de los
recursos asistenciales utilizados que con el devenir de los pacientes (Guimón, 1982). Todos ellos
tienen capacidades evolutivas de desarrollo y cambio si el entorno asistencial se lo posibilita. La
psiquiatría actual sigue siendo en la mayoría de los casos más un obstáculo que una oportunidad. La
cronicidad será una posibilidad que se da en todos los seres humanos, al igual que la posibilidad de
entendimiento, integración y cambio. Es muy lamentable observar cómo una persona ve a otra
crónica, y cómo esta manera de ver es una hipoteca. Cuando una madre hace una predicción
catastrofista de un hijo, el devenir del hijo lo vemos enormemente hipotecado. Si una familia no
puede ver las cosas más que de formas catastrofistas, y el terapeuta también, no llegarán a ninguna
parte más que a perpetuar la locura y la incomprensión. Muchas veces se nos tacha de optimistas,
pero de qué otra manera se puede estar en esta profesión, si no es desde el optimismo. Además
nosotros no somos optimistas desde la ingenuidad. Vemos evolucionar a nuestros pacientes y eso es
lo que trasmitimos. Lo que también decimos es que hoy en un hospital psiquiátrico o en una unidad
de hospitalización es difícil ver evolucionar a los pacientes esquizofrénicos en el tiempo, porque el
instrumento no es el adecuado. Es un instrumento que daña sobre todo las capacidades de evolución
de estas personas, al no confiar en ellas. Pero es un instrumento que daña también a los
profesionales, que llegan con una enorme ilusión a los hospitales psiquiátricos, y al poco tiempo se
sienten como carceleros, con una culpabilidad enorme, sin entender nada de lo que les está
sucediendo. Esto se observa muy bien en las experiencias de grupo grande, donde las identidades
superficiales se nos van, y uno queda sufriendo de las circunstancias ambientales que no puede
pormenorizar, y que parasitan las capacidades mentales.
Siempre la cronicidad es un tema polémico. Trabajamos mucho con el tema de la muerte, tanto
desde los duelos, como desde la muerte anunciada en enfermedades terminales, realizando
experiencias enormemente creativas. A veces, hay personas en las que el lapsus de tiempo entre un
diagnóstico de cáncer y su muerte es el tiempo más significativo, y es el único tiempo que han
poseído la sensación de haber estado vivos, les ha merecido la pena vivir sólo por ese encuentro con
los otros en ese espacio de tiempo. Partimos de la base de que todo es enormemente relativo.
Nuestra experiencia es que si a los pacientes se les da la oportunidad, se cogen a ella, y los
profesionales también, aún siendo más resistentes que los propios esquizofrénicos.
Entendemos la enfermedad mental en el adulto como un problema vincular, acontecido en los
primeros años del desarrollo y sostenido a lo largo del tiempo, con un complejo y patológico
entramado de relaciones, pero que tiene posibilidad de revisión y de reversión, siendo necesarias
para la salida de la psicosis estructuras de acompañamiento, en el respeto y la diferencia. Existe una
evidencia importante, si ponemos a una persona cuerda en un contexto loco acaba pensando y
actuando locamente, y por el contrario, si ponemos a una persona loca en un contexto cuerdo,
acabará actuando cuerdamente, siempre que se le dé el tiempo suficiente. La realidad social siempre
es más poderosa que la realidad interna individual, que acaba trasformándose.
El acompañamiento implica a las personas y contiene. Es fundamental la empatía, la contención
emocional y física, las experiencias en la realidad, unas correctoras, y otras inéditas, tanto de
gratificación como de frustración. El desarrollo mental siempre se realiza sobre la base del dolor
producido por la separación y desaparición de lo mentalizado y sobre la comprensión y elaboración
que implica la integración de los espacios parciales.
Espacio en el que se sitúa el grupo multifamiliar
A pesar de que todos los tratamientos que se dispensan en un servicio de psiquiatría extrahospitalario y comunitario se encuentran entre el adentro y el afuera de la institución, el GMF implica
más que ninguna otra técnica el espacio de intersección entre la institución y la comunidad. Son en
los límites, en los espacios de confluencia entre lo de adentro y lo de afuera, donde se producen las
máximas tensiones y donde la coherencia e incoherencia institucional tendrá su reflejo más evidente
y fiel. Siempre consideramos importantes los espacios frontera, porque son los espacios de
intersección del conflicto y del cambio. Es éste el lugar del GMF.
El autismo, el cierre al exterior, es la defensa más primitiva tanto en la naturaleza vegetal como
animal. Lo mismo que en el ser humano, esta rotura de la comunicación con el medio, llamado
autismo, también está presente en las instituciones, generando instituciones totales y sectarias.
Pensamos que lo individual no es diferente de lo familiar. De hecho, el individuo se constituye dentro
de la propia familia, y cuando hablamos de grupo interno estamos hablando de esta familia que al
principio no estuvo dentro, sino que estuvo fuera. Los mismos fenómenos que se dan en el individuo
se dan en la familia y en el contexto social, lo que ocurre es que cada realidad más amplia contiene
a la anterior y añade fenómenos nuevos específicos de esa estructura más compleja. Por eso el
grupo es más difícil de introducir. Es una ingenuidad pensar que el grupo es más fácil, o querer
formarse en grupo sin tener una clarísima idea del individuo. Evidentemente, hay que comenzar del
individuo porque es el aspecto más parcial, para después, además de saber mucho de individuo,
poder incorporar los nuevos aspectos que las familias o los grupos pequeños aportan y después
también los grupos grandes, que recogerían el conocimiento de todo lo anterior. En muchas
ocasiones, en un grupo grande nos encontramos realizando intervenciones individualizadas,
hablando de la historia personal como la única forma de ayudar a un paciente a reincorporarse a ese
grupo, cuando se encuentra en un momento de confusión. Muchos de los mecanismos que
describimos para lo individual sirven también para los grupos: el autismo, las identificaciones, la
condensación, el desplazamiento, etc.
Si bien un cierto autismo, temporal e ilimitado, puede ser una medida prudente de defensa en la
mayoría de los casos, se convierte en el principal obstáculo para la evolución y adaptación. Cuando
el autismo se establece, para entonces ya se encuentra interiorizado el daño, y su cerrazón no hace
más que perpetuarlo, e implica un desarrollo anómalo, condicionado por el mismo. Las instituciones
y sobre todo los equipos clínicos, fundamentalmente los de salud mental, con fuertes tendencias en
sus dinámicas a la repetición y a la evitación del contacto con el exterior, frecuentemente se ven
amenazados de incurrir en un proceso de deterioro y cronicidad que los incapacita y los aleja del
desarrollo de su tarea. El GMF es un gran antídoto contra el autismo institucional. Abre la estructura
al exterior, comunica a la institución con el contexto comunitario, al que se debe y al que necesita
sistemáticamente adaptarse. La sola presencia de un GMF implica un importante grado de salud
institucional y del equipo implicado en su desarrollo.
¿A quién simboliza el GMF?. Si el grupo pequeño de extraños metaforiza al grupo familiar, y la
familia se representa a sí misma, el GMF se estructura como el contexto social, siendo su
representante a escala reducida. El contexto social se articula como un entramado de familias
interconectadas, a través de las relaciones de pareja e intercambio entre sus miembros, que
generan redes sociales, cuya dimensión y complejidad aumentan con el tamaño. En el GMF, el punto
de unión de todas las familias es el sufrimiento, fundamentalmente el sufrimiento psíquico. En un
contexto relacional condicionado e influido por el sufrimiento y desarrollos mentales autistas,
aparentemente alejados de todo contexto exterior, aquellos que cotidianamente entendemos como
locos no lo son tanto, cuando se descubren las claves para el entendimiento y descodificación de sus
entramados mentales. La rotura del autismo familiar y la restitución de las redes sociales rotas por el
sufrimiento y la enfermedad, suponen un alivio, un acompañamiento y sostenimiento fundamental
para este tipo de familias frecuentemente acomplejadas, avergonzadas y excluidas.
Aportaciones del gmf al proceso terapéutico ( dinámicas y contenidos)
¿Qué pretendemos con los GMF? Llegamos a los GMF después del trabajo individual, grupal y con
familias. Poco a poco vamos viendo que estos tratamientos no son suficientes para ir desbloqueando
situaciones en las que las familias se encuentran. Hablamos de las familias no de los individuos,
porque en familias en las que hay un alto potencial patológico, los individuos están muy
desdibujados, casi no existen. Lo que existe en este tipo de familias es un mundo interno que vincula
a cada uno de sus miembros, atrapándolos e impidiendo su diferenciación y su autonomía.
Este mundo interno es un mundo muy complejo, pero que en un esfuerzo de síntesis estaría
determinado por:
1º historias heredadas, que han influido a la familia ampliada como si fuesen legados históricoemocionales que la familia"tiene que asumir".
2º historias influidas, provenientes de la familia ampliada. Es decir, de las propias dinámicas internas
de la familia ampliada.
3º historias vividas por la propia familia en su día a día.
A estos tres componentes del mundo interno habría que añadir las personalidades de cada
componente familiar, y los duelos vividos pendientes aún de elaborar.
Todas estas historias familiares son experiencias que la familia no puede metabolizar por sí misma, y
se trasforman en experiencias enquistadas y patógenas, condicionantes para la libertad de sus
individuos. Muchas de estas historias están en relación con los mitos familiares, los duelos sin
elaborar y los tabúes. Son situaciones que tienen un alto componente emocional. Situaciones
relacionadas con duelos, incestos, perversiones, herencias económicas, infidelidades, personajes
familiares que se destacan del grupo familiar (en lo admirado o denigrado). Son temas intocables e
inmodificables, que de algún modo han servido de pseudo-estructura a la familia. Son temáticas en
torno a las que la familia se identifica como grupo, absorbiendo a sus miembros en una fidelidad y
dependencia, perdiendo la identidad personal y unifamiliar, trasformándose en grupos clónicos,
clanes. El crecimiento individual será muy difícil y poco facilitador, pues hará recuestionar y revisar
la falsa estructura sobre la que se organiza el grupo familiar.
Con este complejo grupo interno familiar, la familia se presenta ante nosotros para ser ayudada, Por
muchos intentos que uno hace de enfrentar este complejo entramado, uno se siente muy impotente.
Abrir todo ese mundo y desarticularlo, cuando viene tan fuertemente determinado, es muy difícil.
Esto nos hizo acercarnos al GMF.
Llegamos al GMF no como un fracaso en el trabajo individual y familiar, sino desde un
reconocimiento de nuestra impotencia para llegar a las raíces que impiden que cada individuo
construya su sí-mismo verdadero, que es el objetivo final que nos proponemos en nuestros
tratamientos. Ayudar a que cada sujeto pueda ser él mismo, vaya construyendo su propio mundo, y
tenga un espacio propio tanto en el mundo familiar como en el mundo social. Para ello, necesitamos
construir un nuevo escenario donde incluir de forma diferente a las familias. Es el escenario del GMF.
En este escenario, lo que posibilitamos es que las familias se encuentren con otras familias. Las
familias no se abren fácilmente a contextos donde existen otros miembros exitosos de la sociedad,
porque la envidia y la culpa que subyace en ella, hace que tomen una distancia y un repliegamiento.
Pero lo que sí aceptan es sintonizar y sensibilizarse en un contexto más de iguales. Creemos que
esto sirve como denominador común para toda la patología. Cuando queremos tratar en grupo, la
gente está mas cómoda entre próximos, y cuanto más severa es la patología a tratar, más beneficios
se encuentran en los grupos homogéneos.
En el escenario del GMF lo que intentamos conseguir es un espacio psicodramático donde expresar
ese complejo mundo interno al que nos hemos referido. Donde se puedan re-presentar (volver a
revisar, a hablar, a vivir) las experiencias que en cada familia están vinculando a esos miembros sin
que sean ellos mismos. Las familias cuando están en contextos más amplios con otras familias, se
pueden abrir. Esta apertura se produce porque el GMF tiene la estructura y la dinámica de un grupo
grande donde lo que prima inicialmente es la confusión, y la salida de la confusión es la búsqueda de
subagrupaciones. El GMF permite una pluralidad de subagrupaciones muy grande y variada. Una
persona no tiene necesidad de buscar la subagrupación en su propia familia, sino que encuentra una
pluralidad de posibilidades, como si de un caleidoscopio de subagrupaciones se tratase, que se irán
trasformando poco a poco en el esqueleto de nuevas identificaciones, de nuevas relaciones, etc. Así
pues, una familia no se quedará metida dentro de sí misma, o por lo menos este contexto grupal no
lo facilitará. Las identificaciones iniciales serán bastante homogéneas, es decir, padres con padres,
madres con madres, pacientes con pacientes, etc. Que es una forma natural de ir saliendo del propio
grupo familiar. Para pasar posteriormente a identificaciones y subagrupaciones cruzadas, una madre
con un paciente que le permite reconocer episodios de su vida comunes con los que está viviendo
dicho paciente, parejas con aspectos comunes entre sí, etc. Estas dinámicas, que se producen en
este escenario tan plural y amplio, nos permiten intervenir sobre las relaciones, no sobre los sujetos
sólo, sino sobre las relaciones que se están dando allí, porque es un espacio multirrelacional, donde
sí podemos ver intervinir a una familia sobre sí misma, (un hijo con su padre, o su madre etc.), pero
el resto del grupo se irá identificando, y va a poder rescatar a cada miembro del conflicto.
Este aspecto es muy importante porque el GMF juega un gran papel de tercero. Entendemos el papel
del tercero como el agente que rescata a los miembros de la simbiosis que han generado
interdependencias difíciles de resolver. Este papel es muy difícil de desempeñar con los recursos
terapéuticos que podemos manejar habitualmente, y mucho más difícil de conseguir al tratarse de
familias fuertemente dañadas que han hecho vínculos muy regresivos, donde lo que predomina
fundamentalmente son las relaciones simbióticas patológicas. Sin embargo, el GMF es un
instrumento mucho más posibilitador y creativo, al no ser uno (el terapeuta) el que tiene que
enjuiciar o decantarse por una de las partes del par simbiótico, sino que son "muchos unos" que van
a ir rescatando a todas las partes.
De esta manera, nuestra función terapéutica deja de ser persecutoria, como ocurre en las terapias
unifamiliares, convirtiéndonos en mediadores. Además, permite la desmitificación, pues al rescatar a
todos los componentes del conflicto se sale de la idea de quién es el bueno o el malo, o de quién es
el cuerdo o el loco, o quién es el que posee la verdad o no la conoce. El grupo grande como un gran
coro se va posicionando y deja ver claramente los mitos que están atrapando a los miembros. Cómo
los duelos, con sus contenidos, y con la presencia fantasmática de los ausentes, atrapan las mentes
de los presentes, erigiéndose las pérdidas y lo perdido a la categoría de mitos.
Por otro lado, los seres humanos en general (más allá de las situaciones familiares particulares)
estamos atrapados por numerosos mitos y tabúes culturales que cierran nuestras capacidades
mentales. Son complejas formaciones que no sirven para poder entender fenómenos humanos. Sin
embargo, el GMF tal y como nosotros lo entendemos, posibilita la recuperación de las mentes de sus
individuos (liberándolas de identificaciones y dependencias familiares nocivas) para la
desmitificación, al objeto de poder humanizar el pensamiento. Así, podremos ir retraduciendo y
encontrando otro sentido a los acontecimientos que a las familias tanto les ha influido. Por ejemplo,
un acontecimiento que se ve con frecuencia es el de la violencia. Hay pacientes que se violentan en
el grupo y muchas veces esa violencia viene determinada por la falsedad que detectan en la
comunicación de su familia, porque con esta falsedad es como si ellos se sintiesen sin espacio. El
paciente mental grave es enormemente sensible para todo lo que supone falsedad, y enormemente
artista para disfrazarse de personaje que convenga, al papel que los otros le dejan representar. Sin
embargo, en el GMF hay una trasformación. Los pacientes dejan de ser personajes y empiezan a ser
personas, que denuncian abiertamente el contexto que les fuerza y les obliga a ser personajes. Lo
pueden hacer porque el multifamiliar es un contexto de sinceridad que invita a la autenticidad, y
ellos aprovechan estos momentos para expresar como pueden lo que padecen. De esta manera, por
ejemplo, aparece la violencia, y nos permiten ver qué está detrás de la violencia y cómo
precisamente los pacientes se violentan porque no se les permite tener un lugar por sí mismos junto
a otros. El GMF restituye este espacio que cada ser humano necesita tener. Lo restituye por ser un
contexto de seguridad y contención que las personas que lo componen aprovechan para transmitir
de formas vivas el nivel de sufrimiento en el que se encuentran, fruto de la confusión y el
desencuentro relacional en el que se hayan. Todas estas comunicaciones se manifiestan tal y como
se viven, siendo la violencia una forma común de comunicar el sufrimiento en todos los seres
humanos(Laing, 1967).
Las familias de pacientes mentales graves están muy dañadas, tanto en su interior como muy
desencontradas con el entorno social y con su familia ampliada. Son familias que como lo que las
¨vertebra¨ es la locura, también se han desencontrado con el sistema sanitario. El GMF reconstruye
estos entornos donde las familias se han sentido no comprendidas. Hay familias ampliadas, está el
aspecto sanitario, representado por los terapeutas, y está de alguna manera un contexto social
amplio, representado en la pluralidad de personas con medios económicos, orígenes sociales,
profesionales, culturales y generacionales diversos que en el grupo se integran. De esta manera y en
las mismas coordenadas de espacio y tiempo, concentramos todos los ámbitos relacionales donde la
familia va construyendo sus desencuentros y sus propios mitos. En el GMF se va pudiendo
desmontar todo esto, desmitificando para poder crear un espacio donde poder pensar.
Desmitificando conceptos como la locura, los buenos los exitosos, los sanos, la enfermedad etc.
Cuando conseguimos esto se genera un clima emocional donde podemos pensar. Cuando un grupo
grande puede incluir a la mayoría de sus miembros en una actitud de pensar y sentir, el potencial
terapéutico se incrementa enormemente, y también el potencial de humanización de los fenómenos
que allí se pueden vivir.
Esta experiencia es muy enriquecedora, pues el descubrir cómo los pacientes van recuperando su
capacidad de pensar, en presencia de sus familias con las que nunca habían podido razonar, dialogar
ni poner en su conocimiento el ser humano que llevan dentro, es muy emocionante. Estos cambios
los observamos con más frecuencia en los pacientes que en los padres, a los que les es más difícil
desprenderse de formas de entender anquilosadas. Muchas veces son sus hijos los que les ayudan a
encontrar este camino de cambio que a ellos les está siendo tan útil. Lo hacen desde un aspecto de
generosidad, que es consustancial con un buen proceso terapéutico, pero también porque saben que
si los padres no inician ese proceso, el suyo propio está abocado al fracaso. Aquí es donde radica le
resolución de las interdependencias, que es lo que fundamentalmente "sostiene" la relación
patógena. Los pacientes intuyen y saben que el alivio y resolución a su problemática pasa por la
posibilidad de que cada miembro familiar pueda tener su propio espacio mental, como expresión de
su propia historia, sus propias experiencias, y su propio contexto generacional. Sin sometimientos ni
miedos a represalias emocionales o culpas por separarse de las ideas de su grupo natural. Saben
que en este camino han de estar acompañados por sus personas significativas y buscan el amparo
del GMF para encontrar las formas en las que este mensaje de necesidad de cambio pueda calar en
ellos.
El GMF no está sometido a las exigencias del tiempo cronológico, tan al uso en la ideología sanitaria
que nos rodea, y tan antinatural para los procesos de evolución mental que pretendemos conseguir.
Estas exigencias de que en unos pocos meses los pacientes tienen que estar de alta, sin conocer que
la complejidad de los procesos de cambios incluyen (en la patología grave sobre todo) a muchos
miembros a la vez, sólo está (en lo que respecta a la psicodinamia del paciente) al servicio de
perpetuarlo en la cronicidad. Paradójicamente, cuando se quiere correr en el cronos éste se detiene
mentalmente, dando como resultado lo crónico.
El GMF al ser un grupo grande es respetuoso con los tiempos y el ritmo que cada familia necesite,
pudiéndose interrumpir y retomar cuantas veces sea necesario en función de las vicisitudes por las
que el proceso individual y familiar vaya atravesando. Y no necesariamente tienen que mantenerse
en el grupo todos los miembros familiares a la vez, sino que posibilita que cada miembro pueda
atender a sus tiempos, sin someter a los demás o sin abandonos por parte de todos los
componentes.
Otro aspecto destacable de los GMF es la posibilidad que da a las personas que han perdido a
miembros familiares. Muchas veces se recuestiona nuestro modelo basado en el proceso terapéutico
que debe realizar el grupo familiar y no sólo el paciente, argumentando: "qué harán entonces los
pacientes que han perdido a su familia". En el GMF pueden encontrar personas que representen a
estos miembros y revivir experiencias emocionales de reparación en la figura de otros padres. El
GMF acompaña y da amparo a la soledad que estos pacientes tienen, encontrando todo un
entramado de familia sustitutoria, pero con la diferencia de la ausencia de las interdependencias que
fijan en roles preestablecidos a sus miembros. Es muy importante la presencia en el grupo de estos
miembros que han perdido a sus padres o que viven sin ellos, para desmitificar un temor pesimista,
basado en la idea de: "sin mí, tu no puedes existir", que tienen las familias respecto a qué va a ser
de sus hijos cuando ellos falten. Muchas veces se sorprenden al ver cómo pueden salir a delante e
incluso mejoran sin ellos.
Por último, haremos referencia a algunos aspectos de la técnica que representaremos de forma
esquemática.
Aspectos técnicos
1) Es necesaria la formación en psicoterapia de grupo, terapia familiar y psicoterapia individual para
la conducción de estos grupos. Estos recursos nos ayudarán a pensar dentro del grupo. Los
fenómenos individuales grupales y familiares se van a dar simultáneamente, intercalándose entre sí
(Fredenrich-Mülhebach, 1998).
2) Trabajar en equipo y en coterapia, integrando las distintas aportaciones y formas de entender de
sus miembros. Para ello es muy importante una buena relación entre sus miembros, así como
compartir un modelo de comprensión de la salud y la enfermedad mental. Es imprescindible destinar
tiempos, después de cada grupo, a las reflexiones comunes.
3) Es muy importante poder pensar en las interrelaciones que allí se están produciendo, y mostrarlas
llevando los contenidos de los diálogos a la relación con los padres. Muchas veces el sentido de lo
expresado lo vamos a encontrar en el análisis de la relación existente entre los miembros familiares,
puesto que son contenidos que se metaforizan y desplazan al carecer de recursos yoicos para
enfrentar los conflictos familiares directamente. La defensa psicótica (delirios, alucinaciones, etc.)
tiene su sentido y explicación en los conflictos familiares. Sin esta parte de la realidad del paciente
su discurso no tiene sentido, condenándosele al sin sentido de la locura.
4) Salir del lenguaje metafórico propio de los grupos grandes para trasladarlo a los acontecimientos
más próximos que siempre están en relación con las desidealizaciones y los duelos patológicos. Es
importante buscar en el interior de las metáforas los duelos sin resolver, que hacen acto de
presencia de formas simbólicas.
5) Posibilitar en presencia de otros el diálogo entre las personas implicadas en el conflicto familiar.
Siempre que hayamos conseguido un clima emocional en el grupo facilitador para la escucha.
6) Posibilitar la intervención de otras familias (si un padre falla, facilitar la intervención de otro, para
rescatar la función paterna, etc.). En muchos momentos la capacidad de escuchar a otros padres o
hijos se incrementa por la distancia emocional
7) Intervenir en los diálogos dilemáticos, rescatando las necesidades básicas que se ponen de
manifiesto en las demandas que muchas veces se realizan a través de la violencia. Las demandas
básicas giran siempre en torno a la necesidad de afecto, de que los otros significativos les den un
lugar en su mente con derecho a ser distintos y valiosos, respetando la necesidad vital de ser ellos
mismos (Ayerra, 1997).
8) Acompañar físicamente a los pacientes con mayor fragilidad yoica. La contención y el contacto
físico en momentos emocionales delicados permite a los pacientes mantenerse en el grupo y
recuperar cierta capacidad de escucha. Cogerles de la mano, o colocar nuestra mano en su hombro,
es un gesto de gran valor terapéutico, al sentirse rescatados de la soledad en la que se sumergen en
función de ciertas presencias y contenidos del grupo.
9) Entresacar las palabras y frases del discurso de los pacientes que tengan un significado especial
para ellos mismos. Algo de ellos mismos que vaya hilvanando un discurso propio, para ir trabajando
y desbridando el yo del paciente de las interdependencias familiares, para visualizar con evidencia
cómo éstas influyen en la construcción mental.
10) Intentar crear un clima emocional de calidez humana, introduciéndonos y sintiendo lo que allí se
está viviendo. Para facilitar la reflexión, la tolerancia y el acogimiento necesarios para abrir la mente
a las experiencias de otros. Para ello, es importante salir de posiciones de omnipotencia en las que el
grupo pretende colocar a los terapeutas (cuanto mayor es el grupo, mayor exigencia para ocupar
ese lugar). También es importante en este sentido mostrarnos como somos, sin distancias
terapéuticas, de formas espontáneas y sinceras. Por eso es necesaria la coterapia, para que
complementariamente podamos realizar esta función a la par que algún miembro del equipo
terapéutico pueda tener la distancia suficiente para observar los fenómenos que allí se dan más en
su conjunto.
Bibliografía
Ayerra, J. M. (1997). Grupo grande. Boletín, 7(28-46).
Ayerra, J. M., & Lopez Atienza, J. L. (1993). Grupo multifamiliar. Paper presented at the Congreso
Nacional de Psiquiatria, Bilbao.
Fredenrich-Mülhebach, A. (1998). Les groupes thérapeutiques dans un centre de jour pour patients
souffrant de troubles schizophréniques. Psychothérapies, 18(1), 39-50.
Garcia Badaracco, J. E. (1964). El grupo familiar multiple. Paper presented at the Congreso de
Psicologia, Mar del Plata.
Garcia Badaracco, J. E. (1990). Comunidad Terapeutica Psicoanalitica de Estructura Multifamiliar.
Madrid: Tecnipublicaciones.
Guimón, J. (1982). Ventajas y dificultades de la desinstitucionalización de los pacientes mentales.
Psiquis, 2.
Laing, R. D. (1967). The politics of experience. New York.
ASMR Revista Internacional On-line - Dep. Leg. BI-2824-01 - ISSN (en trámite)
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